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Duelos

El dolor por la muerte de una mascota: “Para alguien que no convivió con un animal es muy difícil de entenderlo”

En estos grupos, las personas que han perdido a un animal encuentran un lugar en el que expresar su malestar de forma segura

Guillermo Martínez

18 de junio de 2025 09:18 h

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Yess Marcuello y Arantxa Blázquez no se conocen. Una vive en Zaragoza, otra en Madrid. Sin embargo, a las dos las une el dolor incuantificable de la pérdida de un ser que llegó a convertirse en familia, el animal que tanto tiempo les acompañó. Más allá de eso, ambas tienen en común el haber encontrado en un grupo de acompañamiento el espacio necesario, sin juicios, que la sociedad todavía les niega ante tamaño sufrimiento. Es ahí donde ellas, como tantos otros, intentan transitar el duelo de la mejor forma posible, rodeadas de personas que sí pueden llegar a entender cómo la muerte de un animal puede trastocar el día a día de una persona.

La psicóloga especializada en duelo animal Cristina Cuesta explica que el duelo es un proceso que se activa de manera automática. “Para muchas personas su animal es muy importante, un apoyo y lugar seguro, el amor incondicional que encuentran en él incluso cuando a veces no lo tenemos a nivel familiar”, añade. A partir de su marcha, diversas respuestas emocionales físicas y cognitivas inundan a la persona. “Para alguien que no ha convivido con un animal es muy difícil de entenderlo. Si ya es un tabú la muerte en general, cuando sucede con un animal mucho más, se le suele quitar peso agrandando el dolor de quien sufre”, continúa esta terapeuta afincada en Girona.

Estas situaciones suelen venir acompañadas de comentarios bienintencionados que no ayudan en el duelo. “Adopta otro gato”, “solo era un perro”, o “ya sabías que esto podía pasar” son algunos de los mensajes que las personas reciben cuando expresan su dolor. Cuesta incide en que todo ello acrecienta la “soledad, juicio e incomprensión que suelen sentir las personas que transitan un duelo por un animal y que le hacen pensar que algo está haciendo mal”. Las consecuencias negativas no se hacen esperar: la persona en duelo se cierra más sobre sí misma.

Un duelo privado de derechos

María Guerrero vive en Zaragoza y es la impulsora de los denominados Animal Death Cafe. A través de esta iniciativa, pretende evitar que suceda lo ya relatado por la psicóloga especializada. En julio de 2016 tuvo que decidir eutanasiar a su perro Dalton. “De repente vi que no tenía a nadie en mi entorno con quien compartir esto. Es muy complicado para una persona decidir cuándo decir adiós a su animal”, introduce a sus 48 años. En el momento de la inyección, Guerrero acompañó a Dalton hasta sus últimos momentos.

“Ves que te vas a casa con la correa del perro pero sin el perro”, ilustra la dramática sensación. Años después, conoció los Death Cafe en un encuentro online. Ahí vio que la gente hablaba de la pérdida, de la muerte, del dolor, de lo que sentían. La bombilla que se le encendió en aquel momento ha iluminado un sendero que ya han transitado más de 500 personas. Si eso se podía hacer con humanos, por qué no se podía hacer con animales, se preguntó.

Hay un duelo totalmente privado de derechos, que es el animal". Por eso creé un espacio al mes de forma online al que suelen acudir unas 15 personas y en seguida tuve que pasar a dos encuentros mensuales

María Guerrero Impulsora de Animal Death Cafe

La iniciación pasó por una gran formación al respecto. En este sentido, Guerrero recalca continuamente que ella no es una profesional de la psicología, y que siempre que se encuentra con un caso complicado de duelo lo remite a un terapeuta especializado. En abril de 2021 comenzó con esta hazaña que tanta tranquilidad ha aportado a los integrantes. “Hay un duelo totalmente privado de derechos, que es el animal”, comenta en referencia a la ausencia de permisos en el trabajo. “Por eso creé un espacio al mes de forma online al que suelen acudir unas 15 personas y en seguida tuve que pasar a dos encuentros mensuales”.

La idea se acabó materializando en encuentros presenciales en Zaragoza. A ellos suelen ir unas seis personas. “Es totalmente libre, puedes ir cuando tú quieras, y absolutamente nadie gana dinero con ello”, señala. Esta antigua administrativa en una residencia de ancianos incide en que no solo acuden personas por la muerte de un perro o un gato. “Si el duelo por la muerte de estos animales no se entiende, imagínate por el fallecimiento de un hurón, un agaporni o un conejo”, ejemplifica. Más de cuatro años después, Guerrero asegura que por sus encuentros telemáticos han pasado medio millar de personas más otras 75 a nivel presencial entre los que se cuentan también voluntarios de protectoras y santuarios que experimentan la muerte de estos animales.

Abrazar la sensación de no estar sola

Una de estas personas es Marcuello, zaragozana de 42 años. Hace tres años perdió a su gato Zeus, con el que había convivido 16 años. “Yo ya conocía a María y me ofreció lo del grupo. Al principio me pareció algo raro, pero cuando fui encontré un respeto que nunca antes había visto”, cuenta esta informática de profesión. Tanto ella como las demás personas consultadas para este reportaje confirman que la ausencia de juicio ajeno hace de estos espacios un lugar inigualable.

A los animales se les quiere de una manera muy pura, como se podría querer a un niño. Cuando expresas eso rodeada de personas en una situación similar te das cuenta de que no estás sola, que no eres una incomprendida

Yess Marcuello

Ella todavía recuerda el amor que profesaba a Zeus: “A los animales se les quiere de una manera muy pura, como se podría querer a un niño. Cuando expresas eso rodeada de personas en una situación similar te das cuenta de que no estás sola, que no eres una incomprendida”. Marcuello vive actualmente con cuatro gatos más y asegura que volverá al grupo de acompañamiento cuando falte alguno. “Es increíble la forma en la que nos podemos llegar a abrir con todo el respeto hacia los demás. En pocos lugares puedes expresar ese dolor y que se entienda de esa forma”, repite.

Recursos para enfrentar el duelo propio

Amaya Ferrer es otra de las personas que decidió poner en marcha un grupo de acompañamiento, denominado No te pierdo, te integro. Ella sufrió la pérdida de su perra Kyla hace cuatro años, que sufría alzhéimer. Lo primero que recalca es que estos “duelos desautorizados” a nivel social hacen que la gente tenga miedo de acudir al psicólogo por ellos. “En su desesperación, buscan en redes sociales, donde está plagado de gente dando consejos y lanzando mensajes sin saber de lo que hablan”, se queja.

Para transitar su duelo, decidió hacer el Camino de Santiago junto a las cenizas de Kyla. Más tarde se especializó en esta temática al cursar un máster de tanatología y duelo de un instituto de psicoterapia de Barcelona. “Para poder hacer esto de manera ética y sin causar daños al consultante se deben tener unas bases científicas”, reitera.

Creó una comunidad en WhatsApp que actualmente supera los 300 miembros de hasta 20 países de habla hispana y en Instagram le siguen 20.000 personas. “Es una red de apoyo de contención real, sin juicio y con respeto y validación; y por supuesto gratuito, no quiero que exista la posibilidad mercantil en algo así”, describe. Ferrer suele realizar talleres gratuitos académicos, asegura, de manera telemática para que los interesados puedan acceder a recursos que les ayuden a elaborar su propio proceso de duelo. “Mi motivación es que las personas que necesitan este tipo de espacios los tengan, porque yo lo he necesitado cuando no existía”, resume.

Luchar contra la culpa

La madrileña Arantxa Blázquez es una de estas integrantes del grupo impulsado por Ferrer. Madrileña de 40 años, hace apenas algo más de un mes perdió a su gato Sam. Llevaban 12 años juntos y todavía se emociona al contarlo. “Era mi sombra, siempre estaba conmigo, y murió de repente, no estaba nada mal”, comenta. Sabía que llegaría ese momento, pero no de esa forma. Su familia entiende el dolor que desde entonces le acompaña, aunque no al completo, ni tampoco sus amistades. “Les da pena pero no acaban de entender que he perdido unos de los vínculos más fuertes que he tenido en mi vida”, sostiene.

Tras ser incluida en el grupo vio que otras personas lo conformaban incluso antes de perder al animal, al igual que sucede con el grupo ideado por Guerrero. Duelo anticipado, se llama. En este espacio no se encontró con comentarios como que el tiempo lo cura todo o que ahora toca ser fuerte y asimilarlo, sino todo lo contrario. Acompañamiento y escucha. Presencia. “Luego hay momentos en los que te sientes culpable. Piensas que podrías haber hecho algo más”, añade.

Y también he tenido que buscar ayuda psicológica, pero me he encontrado con profesionales de la salud mental que tampoco lo llegan a entender. Te dicen que era como de la familia, cuando en realidad mi gato Sam era la familia

Arantxa Blázquez

En ciertas ocasiones Blázquez se encuentra tan mal que ni siquiera escribe por el grupo. Otras tantas es ella el apoyo y sostén que otra persona necesita. El equilibrio, a veces, es posible. “Y también he tenido que buscar ayuda psicológica, pero me he encontrado con profesionales de la salud mental que tampoco lo llegan a entender. Te dicen que era como de la familia, cuando en realidad mi gato Sam era la familia”, subraya.

Cuesta, la psicóloga especializada en duelo animal que incluso trata a personas a nivel internacional de manera online, afirma que en la vida hemos venido a hacer dos cosas: aprender y amar. “Amar muchas veces significa perder, sobre todo en el caso de los animales, porque sabemos que la lógica es que duren menos que nosotros”, desarrolla. Ella también resalta la cuestión de que el duelo de un animal puede venir precedido por la decisión de dormirle. “Y ahí la culpa sale desbocada. Es una emoción compleja que sirve para aceptar poco a poco la realidad de la pérdida, útil, pero muy dolorosa como experiencia”, agrega.

Saber tratar lo que esconde un duelo

Sobre los grupos de acompañamiento, la terapeuta piensa que es importante diferenciar aquellos guiados por un especialista y aquellos que no tienen una mínima dirección como tal. “Si no hay nadie formado que dinamice los encuentros puede haber gente que al hablar de su propio duelo juzgue el del otro”, apunta. Desde su punto de vista, estos recursos son beneficiosos siempre y cuando hagan un bien a la persona.

Un duelo, como cualquier otro momento vital, no solo pone en marcha ese duelo, sino las experiencias previas a nivel familiar de una persona, lo que ha ido viendo a lo largo de su vida ante las pérdidas de los seres queridos, por eso es tan importante tratarlo con alguien formado para ello. Cuesta, por su parte, asegura que es un proceso muy bonito: “Algo que digo siempre es que si hay tanto dolor es porque hay mucho amor, y el duelo consiste en transformar ese dolor en amor de nuevo”, finaliza.

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