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La transición en Brasil
Dan detalles sobre el plan para atentar en la asunción de Lula e impedir que asuma

Jair Bolsonaro termina su mandato el 1 de enero  cuando asume Lula da Silva

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El plan era interrumpir el acto de asunción de Lula da Silva como presidente de Brasil, el domingo próximo. El mecanismo sería crear una situación de caos en Brasilia que “obligara” a decretar el “estado de sitio” en el país. Y de allí en adelante, quedaría garantizada la permanencia en el Palacio del Planalto de Jair Bolsonaro, el jefe de Estado saliente. Fue un grupo de bolsonaristas que imaginó la acción terrorista y llegó a concretarla a medias: primero sería la explosión de un camión repleto de combustible, en las proximidades del Aeropuerto Juscelino Kubitschek; y luego continuaría con el incendio de la red eléctrica del Distrito Federal. 

A la cabeza de la operación se encontraba un empresario procedente del norteño estado de Pará, George Washington de Oliveira. Detenido el sábado último en la capital brasileña, él identificó como miembros de la banda, aquellos individuos que desde hace casi dos meses montaron un campamento delante del Cuartel General del Ejército, en demanda de una intervención militar que impida “la llegada de un gobierno comunista”. Las fuentes policiales aseguran que una falla técnica impidió el estallido del artefacto colocado en el chasis del vehículo y, gracias a una denuncia del camionero, llegaron pronto al lugar y lograron desactivar la bomba. 

Olivera fue detenido la noche del sábado y ya en dependencias policiales ofreció sin ningún reparo las explicaciones que condujo al hombre y sus aliados a la intentona terrorista: “Con el caos Lula no podría asumir y las Fuerzas Armadas se verían obligadas a intervenir”. El futuro ministro de Justicia, Flávio Dino, reafirmó que “la Asunción de Lula debe ocurrir. Y es más, sucederá con una amplia participación popular. Pero es claro que estamos frente a terroristas. Estamos tomando medidas con la mayor velocidad”. 

Ocurre que a seis días del acto del 1º de enero, en el Palacio del Planalto, no pocos se interrogan sobre eventuales golpes que podrían poner en marcha los bolsonaristas, durante el acto.

El comisario general de la Policía Civil del Distrito Federal, Robson Candido, declaró en conferencia de prensa: “Vamos a detener a cualquiera que atente contra el estado democrático e derecho, principalmente con amenazas y principalmente, ahora, con bombas. Esto nunca existió en Brasilia y no permitiremos ningún tipo de manifestación capaces de dañar a las personas y al patrimonio público”. Lo cierto es que el ministro Dino y el futuro director de la Policía Federal brasileña, Andrei Passos, juzgan que irán a enfrentarse con una “organización criminal”, ya desde inicios del año: “George Oliveira no es un lobo solitario. Por eso, hay que estar atento. Hay gente poderosa financiando esto, y la policía tiene que investigar paso a paso quien le dio las armas, donde consiguió los explosivos. Esa no es una acción individual” sostuvo Dino. Para el empresario detenido, su inspiración para montar la acción terrorista surgió de las propias palabras de Bolsonaro, entre ellas aquélla famosa frase: “El pueblo armado jamás será derrotado”

El gobierno saliente y su presidente Bolsonaro mantuvieron un cerrado silencio sobre el episodio de la voladura de un camión con combustible. El gobierno de transición que dirigió el vicepresidente Geraldo Alckmin no recibió ninguna información del actual ministro de Justicia ni tampoco del actual jefe de la Policía Federal. En el entorno de Lula evalúan que “hay inercia y apatía”.  Y la capacidad de acción de los equipos de seguridad de Lula tienen límites para actuar. Según el propio futuro ministro, “no podemos ni vamos a sustituir las autoridades que están en el poder, dado que las atribuciones formales las tienen ellas”.

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