Cómo funciona el mecanismo “no humanitario” de Israel para distribuir ayuda en Gaza

A pesar de las reiteradas advertencias de la ONU y numerosas ONG con mucha experiencia sobre el terreno, Israel sigue adelante con su plan para entregar directamente ayuda humanitaria a la población de Gaza sin pasar por esas organizaciones que garantizan la neutralidad de la asistencia en el conflicto. Tel Aviv insiste en que es la única forma para que la ayuda no caiga en manos de Hamás, el mismo motivo que alegó –sin ofrecer evidencias– para suspender la entrada de todos los suministros a Gaza el pasado 2 de marzo.
Después de más de 80 días de bloqueo absoluto, esta semana las autoridades israelíes permitieron el envío de ayuda a Gaza a través del polémico mecanismo que opera bajo el nombre de Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, por sus siglas en inglés). A pesar de su nombre, desde Naciones Unidas y otras organizaciones afirman que el sistema no se basa en los principios que rigen la acción humanitaria. El propio director ejecutivo de GHF, Jake Wood (un veterano de los Marines estadounidenses y cofundador de la ONG Team Rubicon), renunció a su cargo antes de que comenzara la entrega de ayuda, afirmando que no podía basarse en “los principios humanitarios de humanidad, neutralidad, imparcialidad e independencia”. Ahora no se sabe quién la dirige.
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) están involucradas en la GHF, así como una empresa de seguridad privada estadounidense con la que las FDI dicen que se coordinan, sin nombrarla. La recién creada fundación está registrada en Estados Unidos y en Suiza, aunque ha tenido problemas con las autoridades del segundo país e Israel insiste en que es una iniciativa no gubernamental que cuenta con el respaldo de su aliado transatlántico.
Según el periódico israelí Haaretz, la compañía estadounidense Safe Reach Solutions (SRS) es la encargada de gestionar GHF y fue elegida por el Gobierno de Benjamín Netanyahu en “un proceso secreto y no competitivo”. El Ejecutivo israelí dijo que no financia la entidad, así como tampoco el estadounidense, por lo que se desconoce de dónde proceden los fondos necesarios para una operación de tal envergadura. El diario The Washington Post reveló que detrás de la GHF hay funcionarios de Defensa e Inteligencia, así como hombres de negocios de EE.UU. que trabajaron estrechamente con Israel cuando se gestó la idea.

Pocos y alejados centros de distribución
Esta semana abrieron los cuatro primeros centros de distribución, tres de ellos en el área de Rafah, en el sur de la Franja, y otro en la zona de Bureij, en el centro del enclave, tal y como se puede ver en un mapa distribuido por las FDI. Como ya ocurrió anteriormente durante el año y medio de ofensiva israelí contra Gaza, el norte queda excluido y aislado. GHF aseguró en un comunicado que planea construir más “sitios de distribución segura” en toda la Franja, incluida en la parte norte, en las próximas semanas.
Precisamente, una de las principales críticas al mecanismo es que no llega a toda la población gazatí y que esta tendrá que desplazarse, en algunos casos recorriendo largas distancias bajo las bombas y sin medios de transporte, y pasar a través de los controles militares israelíes. Los menores no acompañados, las personas mayores o con discapacidad y los heridos van a tener muchas dificultades para alcanzar los centros de distribución. Incluso se ha dicho que el mecanismo puede provocar el desplazamiento forzoso de la población, que se verá obligada a vivir cerca de los puntos donde puede obtener su sustento.
Desde la ONG Acción contra el Hambre señalan que el mecanismo obliga a la población a desplazarse en condiciones extremadamente peligrosas para acceder a los recursos básicos. “Esto genera aglomeraciones, tensiones y deja sin cobertura a quienes no pueden desplazarse. La ayuda debe llegar directamente a donde se encuentra la población”, explica en un comunicado Natalia Anguera, responsable de Operaciones en Oriente Medio.
Se produjeron aglomeraciones y tensiones en el primer día de puesta en marcha del sistema. Después de esperar mucho tiempo para acceder al primer punto de distribución que abrió, miles de palestinos hambrientos irrumpieron en el recinto el pasado martes y se vivieron escenas de caos. Las FDI admitieron haber realizado “disparos de advertencia” en el exterior del centro de distribución, pero la GHF negó que se produjeran disparos o víctimas. La ONU confirmó que cerca de medio centenar de personas resultaron heridas, mientras que las autoridades locales vinculadas a Hamás aseguraron que varias habían fallecido.
El hecho de que estos lugares estén de facto bajo el control de las fuerzas israelíes hace que sea muy difícil comprobar lo que allí ocurre. La falta de transparencia e información caracteriza todo el mecanismo. GHF no respondió a las preguntas de elDiario.es.

Ayuda insuficiente y sin criterio
No se sabe cuántas personas han podido obtener la ayuda distribuida por GHF en los pasados días, pero las organizaciones humanitarias alertan de que los centros establecidos no son suficientes para cubrir las necesidades urgentes de toda la población de Gaza –más de dos millones de personas, de las cuales, cerca de medio millón están al borde de la hambruna–. Anteriormente, la ONU y las ONG distribuían la asistencia a través de cientos de puntos fijos y móviles en toda la Franja.
“El nuevo plan de distribución va más allá del simple control de la ayuda. Es una escasez diseñada: cuatro centros de distribución ubicados en el centro y el sur de Gaza, protegidos por contratistas de seguridad privados estadounidenses, donde los palestinos que puedan acceder recibirán raciones”, denunció Jonathan Whittall, jefe de la Oficina de la ONU para la Asistencia Humanitaria (OCHA) en los Territorios Palestinos Ocupados.
“Este nuevo sistema de racionamiento basado en la vigilancia legitima una política de privaciones deliberadas. Y llega en un momento en que la población de Gaza, la mitad de la cual son niños, se enfrenta a una crisis de supervivencia”, lamentó Whittall.
Las imágenes de los gazatíes haciendo cola y pasando a través de vallas metálicas y alambres de púa para acceder a los centros de distribución llamaron la atención sobre el tratamiento que reciben. Los centros son amplios recintos cercados, en medio de la nada, después de que el Ejército israelí haya arrasado amplias partes de Gaza. Las FDI vigilan el exterior de las instalaciones –situadas cerca de las posiciones fijas de las tropas y de sus corredores–, y los contratistas de seguridad privados se encuentran en el interior.
Esa vigilancia puede echar para atrás a muchos que se lo pensarán dos veces antes de acudir a por un paquete de comida. Oxfám Intermón los calificó de “centros humanitarios militarizados donde la población civil recibirá ayuda de contratistas privados bajo custodia armada”.
La GHF dijo que los alimentos se entregarán sin requisitos de elegibilidad, mientras que desde los actores humanitarios con experiencia en Gaza dicen que no sólo es necesario que la asistencia se distribuya a todos por igual, sino con base en las necesidades específicas de cada comunidad. Acción contra el Hambre explica que las organizaciones humanitarias se basan en criterios rigurosos de vulnerabilidad y necesidad para brindar apoyo. De lo contrario, pueden producirse “situaciones de desigualdad en las que una misma persona accede a múltiples paquetes de ayuda mientras otras, en condiciones de mayor riesgo, quedan excluidas”, destaca la responsable de Operaciones en Oriente Medio de la ONG.
Además, tanto Acción contra el Hambre como otras organizaciones especializadas señalaron que, aparte de repartir comida, es necesario asistir a la población con suplementos nutricionales y tratamientos para la desnutrición; también es fundamental el agua potable o el combustible para cocinar. Los paquetes de comida que distribuye la GHF incluyen arroz, pasta, legumbres, algunas latas, harina, etc. Todos ellos alimentos que necesitan ser preparados con agua y con calor.
¿Y aparte de la comida?
Las agencias de Naciones Unidas y las organizaciones humanitarias han estado distribuyendo en Gaza todo tipo de ayuda, no sólo alimentos, antes del bloqueo absoluto impuesto por Israel a principios de marzo. Desde suministros médicos para los hospitales hasta kits de higiene personal o tiendas de campaña y mantas para los desplazados. No hay que olvidar que cientos de miles de personas perdieron sus hogares en los intensos bombardeos de los pasados 19 meses, viven en carpas o en refugios, y les falta de todo.
Desde la semana pasada, las autoridades israelíes han permitido la entrada a Gaza de unos 200 camiones de ayuda de organizaciones internacionales, cargados principalmente con alimentos y medicinas, pero cientos más están a la espera de poder acceder a la Franja y ser distribuidos por las principales agencias de Naciones Unidas, como el Programa Mundial de Alimentos, la Organización Mundial de la Salud, UNICEF y otras. También la ONG World Central Kitchen (WCK), del chef español José Andrés, dijo que sus cargamentos de comida están bloqueados en el único paso fronterizo que Israel mantiene abierto con Gaza.
Un grupo liderado por la ONU e integrado por más de 200 organizaciones que operan en los territorios palestinos ocupados lamenta que Israel ha “socavado la capacidad de sus equipos para prestar asistencia humanitaria genuina y basada en principios que llegue a los grupos más vulnerables”. También denuncia el “nuevo sistema de distribución militarizado” que “pone en riesgo a las personas y no responde a las necesidades ni a la dignidad de la población de Gaza”.
Ese grupo, así como otros actores humanitarios, reclaman poder reanudar la distribución de la ayuda en Gaza, tal y como lo hicieron entre el 19 de enero (cuando entró en vigor un alto el fuego entre Israel y Hamás) y el 2 de marzo pasados, periodo en el que accedieron a la Franja 500-600 camiones de suministros a diario. El Comité Internacional de la Cruz Roja señaló que es crucial volver a ese mecanismo de ayuda humanitaria que existió durante meses y que “ha demostrado ser eficaz cuando se le permite funcionar”.
El jefe humanitario de la ONU, Tom Fletcher, había calificado el plan de “cortina de humo para una mayor violencia y desplazamiento” y el propio Gobierno israelí reconoció públicamente que se trata de una operación política para mantener el apoyo de sus aliados internacionales. Bezalel Smotrich —el mismo ministro que en 2024 había dicho que podría ser “moral” y estar “justificado” el “causar dos millones de muertes de civiles por hambre” hasta recuperar a los rehenes— señaló que este polémico plan es necesario para derrotar a Hamás.
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