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El cartel de Sinaloa crea una red global para dominar el negocio del fentanilo

Los cárteles mexicanos y el fentanilo, grandes perturbaciones para la DEA

Audrey Travère / Jules Giraudat

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Carlos, un empresario mexicano, trabaja en un negocio de importaciones y exportaciones especializado en el comercio de tequila y productos químicos y agrícolas. Pero en enero de 2016, Carlos se encontraba muy lejos de su casa en Culiacán, la capital del estado de Sinaloa.

Dos socios lo acompañaron en un viaje que fue de Shanghái a Hong Kong, Japón y finalmente acabó en lndia. Allí, se reunieron con Manu Gupta, un empresario dedicado a varios sectores como las industrias química y farmacéutica, los productos agroalimentarios, arena e incluso maquinaria.

Dos años después, Gupta recibió acusaciones por otro tipo de intereses empresariales. El 25 de septiembre de 2018, fue arrestado en la ciudad de Indore, en el estado indio de Madhya Pradesh, junto con un socio mexicano y un farmacéutico indio. Los tres hombres llevaban mascarillas y guantes, y tenían en su poder más de 10 kilogramos de fentanilo, un opioide sintético ultrapotente.

Gupta y sus socios son acusados de planear el envío del fentanilo a México en un vuelo comercial, escondido en una maleta. Los tres hombres están actualmente a la espera ser juzgados en India. Los tres han negado las acusaciones. 

Un estudio de publicaciones en redes sociales y la información abierta al público de la empresa apunta a que Carlos (nombre ficticio) coincide con el perfil de un hombre descrito en un informe de la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) de 2019 como un distribuidor independiente de precursores químicos. 

Este informe, obtenido por el grupo internacional de hacktivistas Anonymous y hecho público en junio junto a otros documentos que se denominaron “BlueLeaks”, afirma que un hombre anónimo de Sinaloa fue enviado a “comprar grandes cantidades adicionales de precursores químicos de fentanilo directamente a China” en nombre del cártel. Carlos no respondió a las peticiones de entrevista del Proyecto Cartel, publicado en The Guardian.

El caso arroja luz sobre las redes internacionales que han creado los cárteles mexicanos y los métodos comerciales que utilizan para controlar el lucrativo mercado del fentanilo.

Las organizaciones criminales mexicanas son asesinas, pero utilizan las mismas estrategias que otros negocios: buscan maximizar los beneficios, subcontratan especialistas y se adaptan constantemente a los cambios de normativas internacionales. 

Una fuerza dominante

A pesar del encarcelamiento de su líder más famoso, Joaquín 'El Chapo' Guzmán, el cártel de Sinaloa sigue siendo una fuerza dominante del narcotráfico. Un informe de la DEA de octubre de 2019 describe al grupo como “un prominente productor y traficante de fentanilo desde México hacia Estados Unidos”. El fentanilo es un analgésico opioide sintético como la morfina, pero más barato, y entre 50 y 100 veces más potente.

Este opioide ha desplazado a la heroína en el mercado negro, provocando un récord de casos de sobredosis en todo el mundo. En 2018, casi la mitad de las 67.367 muertes por sobredosis que hubo en EEUU fueron provocadas por fentanilo y otras drogas sintéticas similares. Este año, las sobredosis se han disparado durante la pandemia del coronavirus y más de 40 estados de EEUU han informado de un aumento de la tasa de mortalidad por drogas, especialmente por opioides sintéticos como el fentanilo, según la Asociación Médica Americana.

No hace mucho tiempo, las montañas de los estados de Sinaloa y Guerrero eran un mosaico de pequeñas plantaciones, donde los agricultores de subsistencia se ganaban la vida cultivando marihuana y amapolas de opio. Sin embargo, ahora esos cultivos han sido reemplazados por laboratorios clandestinos que producen cargamentos de drogas sintéticas. 

En uno de esos laboratorios, compuesto por poco más que unas mesas en medio de un bosque de matorrales cerca de Sinaloa, un químico del cartel y su ayudante trabajan en un nuevo lote de pastillas. Ambos llevan monos blancos y mascarillas. El químico, un hombre corpulento con gran conocimiento en ingeniería bioquímica, describe la transformación de la industria mientras trabaja junto a su compañero en una mesa al aire libre. “El fentanilo da muchos más beneficios. Solo hace falta una pastilla por persona, así que si transportamos 10.000 pastillas, son 10.000 personas que van a comprarlas”. 

“Yo sé que mi pastilla es muy potente y generará dependencia. Y eso es lo que quiero. Cuando un consumidor toma una, luego necesita otra dosis”, dice mientras agita un polvo blanco con una espátula de plástico. 

La producción de fentanilo es extraordinariamente rentable: mientras las amapolas de opio necesitan muchas hectáreas de tierra y meses de cuidados, esta droga, tremendamente fuerte, solo requiere un mínimo de mano de obra e infraestructura. Un informe de la DEA de 2019 calculó que producir cada pastilla de fentanilo cuesta un dólar (0,83 euros). Luego, puede venderse en Estados Unidos por al menos 10 veces más.

Nuevas oportunidades

Hasta hace muy poco, la mayoría del fentanilo que se vendía en Estados Unidos procedía de China, pero eso cambió cuando se endurecieron las regulaciones internacionales en 2017 y con las duras medidas chinas en 2019. El transporte directo de fentanilo se volvió cada vez más arriesgado, pero China sigue siendo el principal productor del precursor químico. 

Mientras tanto, los cárteles vieron una nueva oportunidad de entrar en el mercado como intermediarios.

Gracias a su sólida red, el cartel de Sinaloa ya tenía una infraestructura robusta para expandirse hacia las drogas sintéticas. Un informe de la DEA filtrado en los “BlueLeaks” describía un circuito muy bien organizado que incluía almacenes en la frontera y distribuidores en todo EEUU. “Los márgenes de ganancia que sacan son por sintetizar y refinar este producto para su consumición”, explica Falko Ernst, un experimentado analista del International Crisis Group en México.

Y a pesar de la imagen popular de los cárteles como organizaciones integradas verticalmente, a menudo recurren a redes independientes para lavar dinero o subcontratar la logística.

“Las marcas de los cárteles desaparecen con el tiempo. Pero todas esas otras redes se mantienen en pie porque son mucho menos visibles. Sus operaciones son mucho más clandestinas. No se hacen públicas y están mucho más protegidas de la volatilidad del mercado”, dice Ernst.

En el otro lado del planeta, los fabricantes chinos de precursores químicos adoptan estrategias similares para evitar ser atrapados. Y a medida que Pekín endurece las normativas, algunas redes criminales están reubicando parte de sus operaciones a países con controles menos estrictos, como Vietnam o India. 

“Las cosas han cambiado radicalmente”

En teoría, la venta de precursores está muy regulada. La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) elabora una “lista roja” de sustancias sujetas a restricciones. 

Pero hay casi infinitas posibilidades de evadir esos controles modificando los compuestos químicos para producir sustancias nuevas que quedan fuera de las normas actuales. Para luchar contra este fenómeno, la JIFE también tiene una lista internacional de vigilancia especial de sustancias no catalogadas (ISSL) para vigilar productos que no son necesariamente sustancias controladas pero que a menudo se consumen ilegalmente. 

Sin embargo, este sistema regulatorio tiene errores. La JIFE, un organismo no vinculante, depende de la buena voluntad de las empresas y las inspecciones de las autoridades, que funcionan mejor en la teoría que en la práctica.

En realidad, solo hace falta una simple búsqueda en Google para darse cuenta de la magnitud del problema. Si escribimos palabras clave de los precursores de fentanilo, rápidamente llegamos a la red social Pinterest, donde entre fotos de decoración de interiores e ideas para bodas, hay publicaciones de empresas chinas que ofrecen precursores de fentanilo para la exportación, muchas con destino directo a México.

En la parte superior de la página está “4-AP,” una sustancia que figura en la lista ISSL y que recientemente se convirtió en una sustancia regulada en Estados Unidos. Según la DEA, la 4-AP tiene un solo propósito: producir fentanilo.

Bajo una identidad mexicana falsa, el Proyecto Cartel contactó con tres empresas. Todas les ofrecieron a nuestros periodistas infiltrados sustancias conocidas por su uso en la síntesis de opioides. Una compañía ofreció también muchas sustancias similares a la 4-AP que todavía están disponibles para la venta. El vendedor propuso utilizar una “vía especial” para transportar el producto a México. 

“Tenemos compradas a algunas personas de la aduana mexicana. Confiamos mucho en ellas y nos han ayudado con todos nuestros envíos a México. Así que no tiene que preocuparse por la aduana”, escribió. En otra conversación, el vendedor explicó que uno de sus “grandes” clientes en México utiliza aviones de carga para distribuir precursores. “Cuando la mercancía llega a México, él utiliza sus propios contactos para recogerla”.

Bryce Pardo, investigador de la Corporación Rand especializado en políticas de narcóticos, dice que la legislación moderna ha quedado desfasada con el mercado de drogas actual. “Nuestras leyes de control de drogas se basan en un sistema muy antiguo, basado en la convención de la ONU de 1961. Se centraban en tres plantas: cannabis, coca y amapola. Las cosas han cambiado radicalmente en los últimos 10, 15 años, desde que el sector farmacéutico chino entró en Internet, hasta el punto de que no podemos seguirles el ritmo”.

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