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Opinión

Facebook está jugando con que Australia no puede vivir sin él: Imaginen si demostramos que está equivocado

Scott Morrison, líder del Partido Liberal, y primer ministro de Australia, insiste en que Facebook va a perderlo todo si su política es intimidar a los australianos.

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Algunos comentaristas creen que Facebook ha llamado ‘farolera’ a Australia. Puede que ahora esté a punto de descubrir que Australia no está exagerando, ni presumiendo, ni mintiendo.

La propia implementación irresponsable y caótica de la “purga” de noticias australiana en su plataforma parece haber logrado la unión del país -ciudadanos y políticos, más allá de simpatías y filiaciones partidarias - y de gobiernos de todo el mundo, para apoyar la determinación del gobierno australiano.

Como escribió un ex director ejecutivo de Facebook en Australia y Nueva Zelanda, Stephen Scheeler, en el diario Nine, la compañía ha hecho una apuesta enorme, apostando a que, “al tomar una línea agresiva dura con una potencia media, como Australia, se enviará un mensaje al resto del mundo para que retroceda en la regulación de los medios.”

Sin embargo, como él dice, hay un escenario alternativo. “Cuando desnudan a un gobierno frente al mundo, a este no le queda otra opción que profundizar su determinación. Cuando destrozan 13 millones de noticias de ciudadanos como moneda de cambio, las apuestas suben... Así que presenciar un enfrentamiento entre Australia y Facebook podría ser el catalizador de una auténtica reforma global. Podría ser que los futuros historiadores de Internet vean esta decisión como el momento en que el mundo se sentó y comenzó a tomar medidas serias para hacer que las grandes empresas tecnológicas tengan que rendir cuentas ante la sociedad.”

Hasta ahora, ese segundo escenario se está desarrollando.

Es difícil pensar que haya una mejor manera para que una plataforma digital enfurezca a una nación y destruya lo que queda de su propia reputación que bloquear los sitios de salud y de los hospitales durante una pandemia, los sitios de servicios de emergencia en un estado que recientemente luchó contra incendios forestales y los sitios de innumerables grupos ecologistas, organizaciones benéficas y comunitarias, todo en la tentativa de evitarse pagos bajo un nuevo código de negociación de medios cuyo objetivo, precisamente, es abordar el desequilibrio de poder entre las empresas de medios y las grandes plataformas tecnológicas.

Es difícil pensar en cómo hacer para parecerse todavía más a un monopolio internacional arrogante que no se toma en serio a un país y a sus leyes que el implementar una prohibición sin previo aviso. Y además, lo hicieron de una manera tan torpe que una emisora de radio podía recuperar su página si se recatalogaba como tienda de regalos y los usuarios aún podían publicar noticias si lo hacían linkeándolas a un tuit. Facebook es una empresa tan segura de su capacidad de intimidar que estaba preparada para apretar el gran botón ‘Destruir Noticias en Australia’ sin perder ni un minuto en pensar en las consecuencias.  

No pasó mucho tiempo antes de que se hicieran comparaciones sobre qué fácil que le resultó a Facebook cerrar en un minuto las noticias ‘verdaderas’ y qué difícil que le resultaba eliminar las noticias ‘falsas’ y la información errónea, o incluso apagar la transmisión en vivo de una masacre. También se hicieron rápidamente preguntas sobre cómo una empresa a la que supuestamente se la referencia con “conectar el mundo” podía desconectarle tan alegremente las noticias a toda una nación, dejando entonces los enlaces de mejor rendimiento a sitios adyacentes que dan noticias también, pero en tono de comedia y sátira.

La respuesta de Facebook -la amplitud de su prohibición se debió a la definición de ‘noticia’ en la nueva legislación australiana- no tiene sentido, en primer lugar, porque a esa legislación nueva todavía le falta la aprobación por el Senado, y la compañía inmediatamente comenzó a revertir algunos de los bloqueos cuando los usuarios indignados los publicitaron.

Hasta ahora Facebook ha logrado fortalecer la determinación del gobierno australiano. El primer ministro dice, enfáticamente, que las amenazas no son una buena forma de lidiar con su Gobierno.

Google, el otro gigante de los medios que -de manera forzosa- enfrentó negociar y arbitrar con empresas de noticias bajo el código novedoso, encontró una solución.

A fin de evitar que quede sentado el precedente legal de pagar por las noticias que aparecen en las búsquedas, Google ha realizado acuerdos de similar magnitud con compañías de medios de Australia, grandes y pequeñas, para que las historias aparezcan en su servicio Showcase. El Gobierno ha logrado su objetivo de conseguir que la plataforma pague a las empresas de noticias, y Google ha evitado el precedente. El Gobierno conserva la capacidad de activar la letra de la ley y forzar el pago de las noticias que aparecen en las búsquedas en cualquier momento del futuro, como un medio para garantizar que los acuerdos voluntarios no se erosionen con el tiempo o se les nieguen a las editoriales pequeñas y medianas, una vez que se satisfagan las necesidades de los grandes medios.

Es cierto que este arreglo para nivelar el campo de juego entre las empresas de noticias y las poderosas plataformas monopólicas con las que no pueden evitar hacer negocios -al que se llegó a través del mero poder de la ley de competencia-, no aborda el problema de la concentración de la propiedad de los medios en Australia.

Pero incluso si uno tiene, como yo, profundas preocupaciones sobre ese tema -fue una de las razones por las que establecimos The Guardian Australia hace ocho años- e incluso si uno cree firmemente que el gobierno debería actuar para aumentar la diversidad de los medios, como también lo creo yo, no hace falta pensar demasiado para comprender el peligro de sentar un precedente en el que un gobierno utilice la ley de competencia para decidir a qué medios quiere favorecer y a cuáles no.

El directorio de la empresa de comunicación estadounidense News Corp probablemente ayudó a convencer al gobierno australiano de actuar según las recomendaciones del regulador de la competencia, y News Corp, como el editor de noticias dominante en el país, obtendrá beneficios sustanciales de la nueva legislación proporcionalmente en todo el panorama editorial australiano. Esa es una realidad incómoda, que ha provocado que algunos comentaristas hayan hecho la curiosa sugerencia de que otros medios periodísticos australianos deberían volverse menos competitivos y rechazar las ofertas de Google, una idea extraña que solo podría exacerbar el problema.

En cuanto a Facebook, ahora se enfrenta a dos opciones. Podría llegar a acuerdos similares a los realizados por Google, ya sea de forma voluntaria o mediante los procesos formales de negociación y arbitraje conforme a la ley. O podría quedarse fuera de Australia.

Facebook argumenta que el periodismo representa una ventaja “mínima” para su negocio, que solo alrededor del 4% del contenido que ven sus usuarios proviene de sitios de noticias. Según la lógica de la nueva legislación, eso significa que se podría esperar que sus pagos serán mucho menos onerosos que los que realiza Google.

La idea de una purga continua de las noticias en Facebook genera bastantes preocupaciones, especialmente para los pequeños centros de noticias de la comunidad, los servicios de noticias de los pueblos originarios o los servicios de noticias regionales -el tipo de sitios que dependen en gran medida de Facebook-. Pero, también, les hace ver con una luz cruel qué peligro representa para ellos el depender demasiado de un tercero que está preparado para desconectarlos de la noche a la mañana, sin previo aviso. Algunas de esas organizaciones ya están pensando en cómo volver a lo básico y diversificar la forma en que difunden su trabajo. Si Facebook se queda fuera, disponen ahora de un fuerte argumento para reclamar que el Gobierno los ayude.

La apuesta de Facebook es que Australia no podrá vivir sin él. Imaginen las consecuencias si demostramos que podemos...

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