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Al final no era tan así
Opinión

Estados Unidos y China aceleran la disputa por el trono global, y ya no se guardan nada

El Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y el Ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, se dan la mano mientras se reúnen en la Conferencia de Seguridad de Munich (MSC) en Munich, Alemania, el 16 de febrero de 2024.
19 de mayo de 2024 12:44 h

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El arte de la diplomacia bordea el límite de sus capacidades en la disputa por el trono mundial entre China y Estados Unidos. Las visitas mutuas de funcionarios de alto nivel, las misivas o declaraciones pragmáticas o amistosas ya no son suficientes para matizar el choque que las dos superpotencias están protagonizando en los últimos meses. En efecto, la carrera se torna cada vez más asertiva, y abre un horizonte de resultado incierto.

La semana que refleja el aceleramiento total se inició con el anuncio de Estados Unidos sobre la introducción de una serie de impuestos a la importación para varios productos de producción China, desde autos eléctricos y paneles solares a chips, aluminio y hierro, entre otras cosas. El gobierno de Joe Biden no oculta los objetivos detrás de la medida. Dice que el propósito es proteger los puestos de trabajo en Estados Unidos, y darle tiempo a sus industrias para adaptarse a la nueva era de la energía verde. 

En principio, habría que apuntar que la decisión del líder demócrata va en contra de los mandatos de la Organización Mundial del Comercio, y del decálogo del buen capitalista que Estados Unidos proclama alrededor del mundo. En segundo lugar, si nos atenemos al realismo geopolítico, el paso dado por Biden debe leerse en el contexto de la guerra en Ucrania, la tensiones por la soberanía de Taiwán, las disputas en el Mar del Sur de China, y, en última instancia, el liderazgo mundial. 

En este sentido, el aumento de los impuestos de importación, es, sobre todo, un mensaje muy claro sobre la firmeza con que Washington planea defender su economía (y, eventualmente, dañar la china) para mantener su liderazgo global. Para Trump, que lidera las encuestas de cara a las presidenciales de noviembre, el gobierno norteamericano debería ser más agresivo con las exportaciones chinas, sobre todo con aquellas que pueden afectar el sector laboral o la seguridad nacional. 

Justamente, el aumento de tarifas para los productos chinos apunta a proteger la poderosa industria automotriz, una de las principales fuentes de empleo pero también de ingresos, y, por otra parte, a las industrias tecnológicas (aquellas que utilizan chips semiconductores) y las relacionadas con la generación de electricidad del futuro próximo, cuyo desarrollo es clave para garantizar el funcionamiento de la economía y la seguridad del país.  

Washington pisa el acelerador en Ucrania

El mismo día que Estados Unidos anunció la suba de impuestos a la importación para China, el jefe de la Diplomacia norteamericana, Anthony Blinken, arribó a Kiev para mostrar todo su respaldo a Ucrania, y dejar atrás el abandono temporario que causó la falta de acuerdo entre demócratas y republicanos para aprobar el paquete de ayudas millonario (60 mil millones de dólares) que la Casa Blanca impulsó a fines del año pasado para su aliado ucraniano. 

Un delay que trajo como consecuencia un avance de las fuerzas rusas en la región de Donestk, e incluso, la apertura de un nuevo frente a las puertas de Járkov, la segunda ciudad ucraniana en importancia, a donde el ejército de Ucrania destina sus mayores esfuerzos en los últimos días, y que causó la cancelación de la agenda internacional del presidente Volodímir Zelenski. 

Es posible que, espoleado por la culpa, Blinken haya querido revertir el daño causado por el Congreso en las cuarenta y ocho horas que duró su viaje. Además de confirmar que el armamento norteamericano ya se encontraba de camino al país eslavo, anunció más financiación militar, el posible envío de sistemas de defensa antiaérea Patriot, y el avance de las gestiones para profundizar esquemas de seguridad entre Kiev y los países de la OTAN. La frutilla del postre fue el haber dejado la puerta abierta para que el equipamiento militar sea utilizado por Ucrania para atacar el territorio ruso.

Con un nuevo flujo de paquetes millonarios a Kiev, el mensaje del gobierno de Biden a Rusia, pero también a China, es que mientras los demócratas estén al frente de la Casa Blanca, la opción predilecta para resolver el conflicto es la apuesta militar. Retirarse o negociar la paz, es aún una posibilidad muy verde para Washington, y en estas condiciones significaría asumir un revés importante en su papel de arbitro internacional. 

La respuesta china 

En una de las conferencias de prensa que brindó Blinken en Ucrania, uno de los periodistas (BBC) hizo una pregunta sobre el apoyo de China a Rusia en la guerra. El funcionario señaló que unas semanas atrás había viajado a Pekín para transmitirle su preocupación al presidente chino Xi Jinping, y advertir que si China continuaba ayudando a su socio ruso, habría sanciones y castigos. 

A juzgar por el tono de las declaraciones de Xi Jinping y Vladímir Putin este jueves y viernes durante un encuentro en China, las advertencias de Blinken no habrían sido tenidas muy en cuenta. En el marco de los festejos por los 75 años de relacionales diplomáticas sino-rusas, los dos líderes de Oriente dejaron una pila de discursos y gestos sobre la “fortaleza” de su alianza, e, incluso, sobre la dureza con que plantean su relación con Washington.

Según el analista francés Arnaud Bertrand, la declaración conjunta que realizaron los dos países tras el primer encuentro bilateral contiene más de ocho mil palabras en su traducción al inglés. Allí se encuentran menciones sobre diversos temas: condena y oposición a la presión “destructiva y hostil” de Estados Unidos; advertencias sobre las políticas de alianzas y de militarización en la región Asia Pacífico (en referencia a la reciente alianza militar entre Reino Unido, Estados Unidos y Australia en esa zona); críticas a los intentos de revertir el orden internacional (el relación a la avanzada israelí en Gaza); rechazos a la mentalidad de “guerra fría” de Estados Unidos en sus políticas de alianzas militares en el mundo, y, la resolución del conflicto entre Palestina e Israel de acuerdo a las resoluciones de Naciones Unidas sobre la creación del Estado palestino con las fronteras asignadas en 1967, entre muchos otros.

La declaración es bastante elocuente, pero existen algunos hechos que refuerzan más la idea de una China que, consciente de los esfuerzos de Washington por preservar el trono global, se encamina a una disputa abierta. En efecto, si la ambigüedad discursiva con que venía apoyando a Moscú se explicaba por el temor a una penalización comercial de Estados Unidos, la decisión de Biden de aumentar los impuestos de importación a los productos chinos prueba que ese pragmatismo no sirvió mucho.

Eso explica que Xi Jinping haya dicho que “Rusia y China son una guía estratégica mutua”, y que en las reuniones de alto nivel entre ambos mandatarios, haya participado el flamante ministro de Defensa de Rusia, un renombrado tecnócrata, a quien Putin nombró días atrás para integrar la maquinaria bélica en una economía orientada a la guerra. Por último, y teniendo en cuenta que los Estados ruso y chino le asignan a la propaganda un rol estratégico, no habría que descartar que el afectuoso abrazo con que Xi Jinping despidió a Putin tras el encuentro, haya sido filmado y difundido completamente adrede.

¿Y ahora qué?

El panorama es incierto. Lo que sigue para Estados Unidos y China es un ejercicio de prueba y error, de testear los límites de la diplomacia agresiva. Washington podrá jugar con la botonera comercial para ver a dónde llega la tolerancia de Pekín en el mismo ámbito, o bien con su apoyo político y militar a Taiwán, una de las causas más sensibles para el régimen chino. Pekín, por su parte, testeará los límites de su oponente con un mayor o menor apoyo a Moscú en el conflicto, y a través de las inversiones que realiza en terceros países para saltarse los impuestos contra su nación.

La disputa por el trono global entre China y Estados Unidos entra en una nueva etapa, y el resto de países debería tomar nota.

AF

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