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AL FINAL, NO ERA TAN ASÍ

Entre máquinas y humanos, un mal infinito se extiende en el mundo

El presidente chino, Xi Jinping, junto a su par ruso, Vladimir Putin, y el líder norcoreano Kim Jong Un caminan hacia la Tribuna de Tian'anmen.

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Dar un vistazo a los principales medios de comunicación y sus perfiles en redes esta semana se pareció bastante a entornar las puertas del infierno. Desde el último martes, cuando el primer Ministro de la India, Narendra Modi, se reunió con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, y el presidente de China, Xi Jinping en los pasillos de la cumbre la Organización para la Cooperación de Shanghai, periodistas, columnistas y expertos advierten sobre el poderoso mal que crece en las lejanas tierras de Asia.

El jueves, sin embargo, la realidad alcanzó su pico de mayor tensión maléfica, cuando el dictador norcoreano Kim Jong Un se reunió con los mandatarios ruso y chino durante el robótico y surreal desfile militar que ofreció Xi en la Plaza de Tiananmé, en Beijing. Desde el Financial Times al Wall Street Journal, pero también altos funcionarios políticos advirtieron de los “demonios” reunidos en China, la “venganza” que se gestaba “contra Occidente”, y el riesgo de una guerra total.

El propio presidente de Estados Unidos afirmó que tres “tiranos” conspiraban contra su país; mientras que la ministra de Exteriores de la Unión Europea, Kajas Kallas, dijo que un nuevo eje (¿del mal?) está desafiando las reglas del orden internacional. Con algo de maquillaje y unos atuendos correctos, cualquiera podría haber confundido a los declarantes con los integrantes de la famosa “Comunidad del Anillo” que enfrento a Sauron, el espíritu maligno creado por J. R. Tolkien

Conviene no tomarlas a la ligera; al menos por prudencia. Incluso aunque, por el momento, las muertes verdaderas hayan sido causadas, sobre todo, por las armas de Estados Unidos e Israel.

Ocurre, sin embargo, que el mismo sector del bien también está siendo observado. Esta semana, el prestigioso diario inglés Financial Times llevó en su portada una inquietante declaración sobre el presidente de la democracia occidental más importante: “El multimillonario de los fondos de cobertura (Ray)Dalio dice que Estados Unidos se desliza hacia una autocracia al estilo de los años 30”. 

El inversor, dueño de un fondo financiero que administra más de 150 mil millones de dólares, y del que el diario inglés no emite ninguna valoración moral, criticó la intervención estatal en la economía, y aseguró que es tal la magnitud del pánico entre los empresarios de su nación, que nadie se anima a “alzar la voz” para contradecir a Donald Trump. Conviene tomar nota también de estas advertencias, aunque uno pueda caer en la confusión sobre quién es quién en esta cruenta batalla entre el bien y el mal. 

En cualquier caso, el mal prolifera en diversos sectores; también entre las principales tecnológicas de los Estados Unidos. El CEO de OpenAI expuso un asunto que ya se comentaba por lo bajo en el último tiempo: la cruenta cacería que llevan a cabo las empresas para hacerse con los mejores ingenieros y ejecutivos especializados en inteligencia artificial. 

Sam Altman acusó a Meta, la compañía de Mark Zuckerberg, de ofrecer bonos multimillonarios a los ejecutivos de su empresa con tal de cambiarles la camiseta. Los medios de Estados Unidos publicaron historias novelescas en la que algunos de estos ejecutivos accedieron a una negociación laboral, firmaron contratos millonarios, pero no aparecieron en su primer día de trabajo. En el último minuto siempre puede aparecer una oferta más tentadora. Consideraciones éticas, por cierto, no se han escuchado.

De todas formas, las acusaciones y rencillas entre los hombres fuertes de la economía norteamericana, no impidieron que Altman y Zuckerberg compartieran una larga mesa junto a otros popes tecnológicos como Bill Gates y Tim Cook, convocada por el presidente de Estados Unidos. En las redes circuló un video editado en el que cada uno de ellos, casi como si todo fuera parte de un guión escrito al detalle, confesó la felicidad que sentía de compartir la reunión con sus admirados pares, al tiempo que agradecían el enorme compromiso y trabajo del presidente Trump por impulsar la “economía”, es decir, sus negocios.

En esta instancia, nobleza obliga, es menester destacar el pragmatismo y la falta de escrúpulos de unos y otros. Esto último, cualidad que ni los obispos Savonarola ni Torquemada dominaron con tanto éxito.

En este contexto de mezquindades y rivalidades políticas escabroso, uno podría pensar que la neutralidad de las máquinas ofrece una tabla de salvación. Hay empresas, expertos y desarrolladores, que no dudarían un segundo en ofrecerle la administración total de la sociedad a la Inteligencia Artificial.

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, junto a  Mark Zuckerberg y Bill Gates y otros líderes de las gigantes tecnológicas.

Personas que no escarmientan ni ante el surgimiento de evidencias sobre los fallos que presentan los modelos de esta nueva tecnología, como una resonante investigación de la revista The Lancet Gastroenterology and Hepatology, que reveló que los profesionales de la salud asistidos por la IA se volvieron menos “motivados” y “concentrados” a la hora de hacer su trabajo. 

Este hallazgo, sin embargo, es poca cosa comparado con lo que publicó recientemente la experta en ciencias Anjana Ahuja, bajo el título: “Cómo los modelos de IA pueden tornarse malignos de un momento a otro”. 

La analista revela una variedad de ejemplos en los que estos llamados asistentes pueden terminar “optimizándose para la malicia”, incluso aunque nunca se los hubiese entrenado para ello. El artículo revela casos en los que la inteligencia artificial sugirió a una esposa “infeliz” contratar un sicario para deshacerse de su marido, mientras que otro sugirió que los nazis serían magníficos invitados para una cena, o que, alguien en apuros económicos, podría ganar dinero rápido robándole a un desprevenido o creando un esquema Ponzi al estilo Cositorto.

Ahuja señala que estos ejemplos pueden despertar una sonrisa irónica estos días, pero cuando se piensa en la posibilidad de confiar en estos asistentes en contextos de alto riesgo (como la seguridad de un aeropuerto o de una central nuclear), la “caricatura” da pie a un profundo dramatismo… Al parecer, el mundo se encuentra en una gran encrucijada entre los asistentes malignos de la inteligencia artificial y los dictadores “endemoniados” al estilo de Kim Jong Un. 

De momento, la única salida viable que ofrece el mundo es hacerlos combatir, como en esos videos que circulan en redes en los que dos robots extraviados con guantes de boxeo se enfrentan en un cuadrilátero ante el arbitraje no menos extraviado de un ser humano. No sabemos quién resultará ganador, pero sí sabemos con seguridad que alguien ganara dinero, y varios otros se divertirán. ¿Acaso no se trata de eso el mundo actual?

AF/MG

 

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