Aquí estamos tus hermanas
Muy poca gente sabía que la escritora mexicana Cristina Rivera Garza había perdido a su hermana a causa de un feminicidio. Recuerdo haber hablado con ella algunas veces sobre violencia de género y estoy segura de que jamás lo mencionó. Treinta años le tomó hacer el proceso físico de abrir las cajas que contenían fragmentos de los últimos días en la vida de su hermana pequeña truncada a los 20 años; todo ese tiempo le tomó hacer el proceso íntimo de escribir y hablar por primera vez públicamente de un tema que ha marcado toda su vida y literatura. Un día Cristina decidió que ese silencio, el celo con el que su familia quiso proteger la memoria de Liliana y cuidarla de los rapiñeros, jugaba a favor del asesino aún prófugo después de tantos años. En esa Navidad de hace un año, Rivera Garza les dijo a sus padres que iba a buscar justicia y ellos confiaron, supieron por fin que debían intentarlo. Esa es la génesis de El invencible verano de Liliana (Literatura Random House), la nueva obra de una autora imprescindible que deja por un rato la ficción para seguir contándonos cosas importantes.
Liliana era una joven estudiante de arquitectura de la UAM que había dejado su Toluca natal hambrienta de experiencias, de lecturas y nuevos encuentros. Tenía ese filtro en la mirada que tienen los jóvenes cuando son jóvenes y leen muchos libros y ven muchas películas. Que lanzan frases que cortan como cuchillos, que escriben poemas y se emborrachan. Que viajan y duermen en comunidad y hablan una lengua común. Pero además, era demasiado ella misma, inalienable, divertida, encantadora, poseía una vibrante vida interior y parecía desbordar ternura y deseo por todo y por todos. Tenía una belleza y autonomía insoportables para un depredador. No le interesaba el amor romántico aunque muchas veces se viera enredada en su telaraña, era un espíritu libre, insumiso. Su novio de la secundaria se resistía a dejarla ir, incluso cuando ésta partió a Ciudad de México y comenzó una nueva vida estudiantil. Rivera Garza echa mano de estudios para explicar cómo en los tres primeros meses posteriores a la ruptura ocurren la mayoría de crímenes. Y esa es una de las tesis sobre la que se construye el libro: Liliana había decidido dejarle, convertir su invierno en invencible verano camusiano. Por eso la mató, por haber despertado. En 1990 no sabíamos ni cómo llamar a esa violencia, identificarla, denunciarla y mucho menos luchar contra ella, escribe Cristina. La otra tesis clave del libro es que Liliana creía que podía enfrentar sola lo que le ocurría, que tenía el control para gestionarlo, para negociar con su asesino, que podía salir de las redes del patriarcado sin ayuda. No pidió ayuda, calló, pero dejó como otras mujeres decenas de señales y miguitas en su camino para conocer la verdad. Que no estamos solas, que si tocan a una tocan a todas, es lo que hemos aprendido. Cristina lo repite a lo largo del libro: es por ellas, por las que no están, que lo vamos a tirar. Eso han hecho los que la conocieron, recoger sus huellas hasta hacerla inalcanzable por la mediocridad de su asesino. Los testimonios de sus amores, admiradores y amigos siguen y se revuelven en el torrente de escritura a la vez desolada y esperanzada de Rivera Garza, atrapándonos en sus luces y sombras, en la alegría y el dolor de haberla conocido y amado, tanto que ahora es parte también de nosotros. Liliana y la lucha por hacerle justicia empieza a ser desde ahora nuestra responsabilidad compartida. Nadamos en el carril de al lado, con brazadas largas, Liliana y Cristina.
Por eso, además de un demoledor libro de memorias de una enorme escritora y el amoroso homenaje que devuelve al mundo la presencia grácil y luminosa de Liliana, éste es un libro abierto y en movimiento, una acción política y de denuncia desde la gran literatura. Por eso está la foto del asesino entre sus páginas y en el Twitter de la autora, por eso se difunde con un mail creado para pedir información del feminicida y por eso la periodista mexicana Daniela Rea salió a marchar el 8 de marzo de 2021 con un cartel que decía. “Liliana Rivera Garza: Justicia”. Este libro no se lanzó con una campaña editorial sino con esa imagen. Con el nombre de Liliana gritando en los muros de Ciudad de México. Como otros trabajos de autoras literarias que han tratado la violencia machista, como Selva Almada desde el registro documental en Chicas muertas o Belén López Peiró desde lo autobiográfico en Por qué volvía cada verano, el libro no se acaba en la publicación sino que emprende en ese mismo momento su camino hacia la restauración del mundo que arrasó de horror el feminicida impune a quien buscamos todas. Por primera vez la voz de Liliana vuelve del pasado y se une a las voces de miles de mujeres del presente a las que quisieron silenciar hombres que odiaron la belleza y la libertad de sus vidas. Gracias a sus hermanas, que hoy llevan sus fotos y sus nombres a las calles, gritando y escribiendo por justicia y contra el olvido, ellas seguirán siendo invencibles.
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