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El mal momento del Presidente: el desconcierto es unánime

El presidente Fernández, en la entrevista con Radio 10

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Arturo Frondizi fue presidente entre 1958 y 1962, cuando fue depuesto por un golpe militar. Fue la primera experiencia electoral con el peronismo proscripto. Frondizi era un hombre brillante, una compleja personalidad a la que se disputaron la reflexión y la acción, en partes iguales intelectual y político. Para la izquierda -no sólo para ella- representó una esperanza. Como tantas otras, trunca. “Un Roosevelt que conocía a Lenin, la síntesis de libros y alpargatas y de unitarios y federales. El cielo en el extremo sur de América latina. Qué risa”, según una bella y dramática expresión de David Viñas sobre el desencanto de aquellos años.

Frondizi nunca dio una respuesta precisa sobre las profundas contradicciones que dominaron su gestión, una cuestión que iba más allá del tutelaje de los militares, la proscripción del peronismo o el pacto con el general en el exilio, pero que sin duda incluía todo eso. “Cada vez que le reprochaban ciertos actos de gobierno considerados contradictorios con sus principios -dice Rodolfo Pandolfi, uno de sus biógrafos-, Frondizi tenía una respuesta clásica que ofrecer: ‘Eso no es lo que usted tiene que preguntarme. Usted tiene que preguntarme por qué acepté ser presidente de la República en las condiciones en que acepté serlo. Resuelto ese problema, los demás se aceptan como consecuencias lógicas’”. Cercado por la sospecha y la desconfianza general, era en el origen, como Frondizi reconoció, donde residía su verdadero su límite. 

Salvando las distancias oceánicas, es posible preguntarse, como en el caso de Frondizi, sobre las condiciones en las que Alberto Fernández aceptó el desafío de la presidencia de la Nación y las “consecuencias lógicas” que se desprenden de esa decisión. Estamos asistiendo desde hace tiempo a muchas de ellas. 

Podría aventurarse que desde el frustrado proyecto de estatización de la cerealera Vincetin, a mediados del año pasado, han desaparecido los contrastes en el binomio presidencial. Lo que diferenciaba a los dos socios principales del Frente de Todos era uno de los fundamentos de la alianza peronista, aquello que la llevó al poder. Paradójicamente, representaba una también una garantía de su estabilidad. Esas diferencias ya no existen. 

Fernández ha sumado un nuevo elemento de identificación con la vicepresidenta Cristina Kirchner. Su inesperada justificación del comportamiento de una docente bonaerense que increpó -con una alta carga de violencia verbal y simbólica- a un alumno de escuela secundaria en medio de un intercambio sobre asuntos de la política pareció destinada a agradar a audiencias tradicionalmente cautivadas por la expresidenta. El Presidente parece estar yendo en busca de apoyo entre los sectores más duros del Frente a modo de cobijo y cuando registra un fuerte deterioro de su imagen pública. Es un misterio para la mayoría qué piensa profundamente la vicepresidenta al respecto.

Las reflexiones de Fernández sorprenden no sólo por la distorsión de aquellos hechos en la escuela de La Matanza. Es bastante evidente que la docente, más allá de cualquier voluntad de adoctrinamiento, lo que requeriría de al menos alguna herramienta de persuasión, perdió el control de sí misma y estaba siendo puesta a prueba por sus alumnos. Una persona fuera de control difícilmente pueda administrar un debate académico, como sostuvo el Presidente, “formidable”, “que abra cabezas”.

Lo que más preocupa de las palabras de Fernández es la legitimación de ese comportamiento en las aulas. La reivindicación del maltrato. Y su efecto de imitación. Cuestiones sobre las que repararon convenientemente su ministro de Educación y las autoridades de la provincia y que el Presidente desconoció. ¿Quién va a querer denunciar en adelante episodios como éstos después de su celebración desde lo más alto del poder político? 

La violación de sus propias disposiciones sobre el control de la pandemia, el ocultamiento, la falta a la verdad, su inexplicable estrategia de defensa pública y jurídica han representado un punto de inflexión en la gestión del Presidente. 

El Frente de Todos va hacia una elección de medio término de desenlace incierto. El comportamiento de Fernández ha enmudecido a sus candidatos y desplazado el centro de gravedad de la campaña a Olivos en un momento de incipiente mejora de los indicadores de actividad económica y cuando se ha restablecido cierta normalidad en la vida cotidiana alterada por la pandemia.     

Fernández está logrando producir un hecho poco común en este momento de profunda división política. El desconcierto es unánime.

WC

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