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Y después es ahora Opinión

Mi mamá en la cárcel

Una foto de Marcela en su infancia.

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Tengo una hipótesis interna que es la de que mi hijo Ramón me abrió al espacio público y al otrx, al otrx en la calle. Desde el período del embarazo, cuando la gente, más que nada mujeres, se acercan a hablarte y a tocarte la panza, como si eso que ahí se cocinara fuera patrimonio de la humanidad, pasando por el bebé en el carro y en brazos que la gente, más que nada mujeres, mira y comenta, hasta llegar al niñe con independencia motriz que entra a vincularse con todes, sin pudor social.

Ramón no le teme a la gente, más bien lo contrario. Si yo llego a un sitio desierto, una plaza, una playa, y hay una persona, camino en dirección opuesta, por pudor, y para no molestar. Si Ramón llega a un sitio desierto y ve a una persona, se dirige directamente hacia allá. Para él una persona es siempre una oportunidad. Así es que, a través de él asisto a cómo es ser la persona dos que se acerca a la persona uno en el entorno desolado y descubro, tarde en la vida pero no demasiado que -efectivamente- el otro es una oportunidad. Termino teniendo conversaciones íntimas, largas o breves, con gente aleatoria, con la que interactúa Ramón, con cuyos hijes interactúa Ramón. A veces se llega al intercambio de números de teléfono, otras no, y ahí sí que queda capturada toda la intensidad del instante: es probable que no nos crucemos nunca más.

Descubro, tarde en la vida pero no demasiado, que -efectivamente- el otro es una oportunidad. Termino teniendo conversaciones íntimas, largas o breves, con gente aleatoria

Esta semana de este modo me reencontré con una chica que conozco de la época de la facultad, que fue íntima amiga de una amiga mía, con la que cursamos las primeras materias en Puán. Después seguí viéndola un par de veces por nuestra amiga en común y hace un par de años me la crucé cerca del primer jardín de Ramón, ella iba con su hijo Camilo, apenas medio año más chico. En ese momento hablamos acerca de las escolarizaciones posibles. Un tiempo después me la crucé en el café de la esquina de mi casa, estaba con otra gente, me dijo que estaba celebrando haberse recibido de puericultora. Eso fue hace un par de años. 

Ayer nos encontramos en la puerta de un taller de música al que van nuestros hijos. Nos abrazamos. Fuimos a tomar un café a ese mismo bar. Creo que nuestra intención era ponernos al día. Una de las primeras cosas que me dijo fue que en el jardín del hijo tomaban demasiados recaudos por el tema covid, que parecía la NASA, que más bien a ella le recordaba cuando iba a visitar a su mamá a la cárcel. Y sigue hablando. Me habla con mucha confianza, estamos muy contentas con este reencuentro, tenemos una hora por delante, y creo que algo de que nos conocemos hace tanto aunque muy poquito en realidad, pero la amiga íntima en común, hace que de algún modo ella reponga que yo sé, que la conozco de antes, que sé de eso de lo que me está hablando. Evalúo dejarlo pasar, tomar ese café y seguir adelante. Pero no puedo, no puedo no. Le pido que se detenga, que vuelva sobre sus pasos. ¿Qué la mamá presa qué? Perdón Marce, ¿tu mamá estuvo en la cárcel? Me dice que sí, sorprendida, me dice que pensó que sabía, le digo que no, que no sabía no. Y para qué. Todo en Marce es dulce. Su voz es muy dulce, su risa lo es, se ríe fácil. Y así, con esa voz y esa risa, me dice que tuvo una historia muy trágica, riendo dice tuve una historia muy trágica yo. Piensa por dónde empezar, recalcula. Dice que su mamá fue presa política, y que su papá también. Que ella nació en México, pero que decidieron volver con identidad falsa, a vivir acá. Que su tío desapareció a los 17 años, y que nunca más se supo de él. Que su abuela, la madre de ese tío y una de las primeras Madres de Plaza de Mayo, estuvo secuestrada en la ESMA por varios meses y entre otras muchísimas atrocidades, tuvo que dar una entrevista falsa en la que se lamentaba por la muerte de “su hijo subversivo”. Que a esa entrevista la llevaron bajo amenaza, que para esa entrevista la llevaron a la peluquería y la disfrazaron de señora bien. Que por esa entrevista ella, que fue víctima definitiva, fue acusada de victimaria, de traidora. Que al tiempo de volver a la Argentina una tarde la dejan a Marce en lo de una vecina que ni siquiera sabe su verdadero nombre y caen presos los dos, su mamá y su papá. Que esa tarde no vuelven a buscarla y nadie sabe nada, nadie entiende nada hasta que alguno de los capturadores se apiada de algún modo de ellxs y le avisa al abuelo paterno dónde está la bebé. A partir de entonces Marce pasa a vivir con su abuelo y con la mujer de su abuelo, y la cuidan ellxs y su abuela materna también. Dice Marce que en algún momento también empieza a visitar a su mamá en la cárcel, en Devoto, pero que es muy triste y muy desolador. Que la lleva la abuela, que tienen que hacer horas de cola en la puerta, la requisa, otras horas en un patio interno, hasta que pueden ver a su mamá, un rato nomás, primero detrás de un vidrio, que ni siquiera la puede tocar y que son tremendas esas visitas y que no sabe si después de eso queda mejor o peor. Que de sus dos a sus seis vive así, sin su mamá ni su papá. Que recién ahora, cuando tuvo a su hijo, cuando él cumplió los dos años, ella cayó en la cuenta de lo mucho que entendía él, lo que es una casa, lo que es un hogar, y eso le removió mucho todo, de esa primera vida de ella, sin su mamá, sin su papá. Dios. Cuando vuelve la democracia los liberan. La vida de todxs recomienza de algún modo. Vuelven a vivir juntes, Marce tiene un hermano, un hijo de la democracia que nace a ese nuevo hogar.

Pero la historia de Marcela no termina ahí. Marce me habla de Reina, la mujer del abuelo alemán que la cuidó durante esos cuatro años. Reina aparentemente habría sido la eterna amante del abuelo hasta que se oficializó y pasó a ser su nueva mujer. Reina aparentemente era una deidad litoraleña con muchísimas ínfulas de divismo, de consumismo, de deber ser en la sociedad. La primera esposa alemana austera despreciaba el universo del cóctel empresarial, Reina en cambio se pasaba el día en la peluquería con gusto para lucirse a la noche en el cóctel del brazo del alemán. Sin duda Reina y su alemán se habían encontrado. Dice Marce que Reina era una mujer difícil, caprichosa, temperamental, pero a que a ella de niña la había puesto bajo su ala, que la adoptó. Que con toda la familia presa política ella emperifollaba a la nena para los actos en el jardín del colegio de Belgrano con trajes de dama antigua alquilados, de miriñaque y peinetón. Que le mandaba fotógrafo personal a la nena para que la retratara en la ocasión, fotógrafo profesional para la nena en el acto escolar.

En algún momento, cuando la democracia y el nuevo orden familiar se establecen, comienza a haber cierta distancia con Reina.  A los trece Reina y su hermana invitan a Marce a Disneyworld, pasando por Miami y un crucero de lujo para las tres. Dice Marce que se resiste a ir a ese viaje, que su madre insiste, que ella acepta. Que Reina y la hermana son muy intensas, que se ponen celosas cuando ella interactúa con otra gente en el barco, que le dejan de hablar por un día porque se hizo otras amigas. Dice Marcela que un tiempo después de ese viaje hay un episodio con propiedades. Que varias de las propiedades que le heredó su abuelo a Reina presentan deudas millonarias. Que Reina dice que tiene todo bajo control y no se quiere dejar ayudar y se siente juzgada y se aleja y que ellxs, Marce y su familia, la dejan ir. Dice Marcela que no sabe más nada de ella por aproximadamente quince años, nada más y nada menos. Que entre medio ya murieron el abuelo y la hermana de Reina y que ella no tenía a nadie más. Marce la busca con un abogado. Confirman que no está muerta. Tampoco encuentran mucho más. Marcela alerta a familiares y amigos. Una tarde una tía le avisa que vio a Reina tomando café en un bar en Barrio Norte, cerca del departamento en el que había vivido su hermana. La tía se le acerca, le dice que Marcela la está buscando desesperadamente, Reina, con todo su porte e hidalguía le responde, que Marcela sabe dónde encontrarla. ¡Y el caso es que no! Que justamente no había podido dar con ella en todo ese tiempo. Reina sólo revela entonces que vive en la que fuera la casa de su hermana. Marcela la llama, le deja una carta, le toca el timbre, y nunca nada. Hasta que una de las veces Reina atiende el teléfono y es la primera vez que vuelven a hablar. A partir de ese momento, lentamente pero con constancia, reconstruyen la relación. Reina ha perdido todas las propiedades que fue adquiriendo un rematador. Tiene bloqueada la pensión del abuelo por un trámite que no ha podido resolver. Marce y su novio comienzan a ayudarle en todo. En algún momento Reina se desvanece en algún lado de la ciudad, confundida, la llama a Marce desde un hospital. No sabe dónde está ni cómo llegó ahí. La tienen que operar de la cadera. Marce le tramita el Pami, que tampoco tenía. El abogado rematador se pone en contacto con Marcela: que por favor le vacíe el departamento lo antes posible, que haga algo al respecto, que nunca vio nada igual. Reina se había convertido o acaso lo había sido siempre, en una acumuladora compulsiva. Su departamento estaba tapiado de basura. Vivía sin agua corriente desde hace meses o años. Reina misma dormía en una reposera cerca de la puerta, el único lugar sin ocupar.  Marcela consigue vaciar ese departamento, una nueva cadera para Reina, un geriátrico en el que pueda vivir. Marcela recompone esa relación quebrada, dice que entiende que ahora es a ella a quien le toca cuidar, lo acepta y lo hace con tiempo y amor.

Pasó nuestra hora de café, acompaño a Marce a la verdulería a comprar un kilo de papa negra y otro de cebolla para hacer una tortilla. En la puerta del taller tenemos que vociferar los nombres de nuestros hijos para que la ayudante sepa a quién traer. Salen les niñes, excitado Ramón, pensativo Camilo. Me despido de Marcela con un abrazo, una hora después, la historia de una familia después, atónita por los portales posibles, consciente de que el otrx es no sólo una posibilidad sino toda una constelación.

RP

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