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Morena y la mano siniestra de un capitalismo sin rostro

El velatorio de Morena en su casa de Villa Diamante, en Lanús.

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El asesinato de Morena, una niña de tan solo 11 años, en el contexto de un asalto en Villa Diamante de la localidad de Lanús jalonó el cierre de la campaña electoral de las PASO de este 2023. 

La noticia corrió como reguero de pólvora en pocos minutos, de punta a punta del país, en un baño de realidad tan inesperado que enmudeció discursos y cierres de campaña: nada que decir, nada que se pueda prometer para reparar un hecho tan desolador. 

En los medios de comunicación las palabras de siempre resonaron sin cesar: “los motochorros”, “delincuentes que entran por una puerta y salen por otra”, distribuyendo culpas o no culpas en clave de campaña electoral según el destinatario al que iban dirigidas. Un lenguaje muy oportuno para los verdaderos responsables de lo sucedido.  

Por supuesto, como era de esperar, en el comienzo de la difusión, todas las noticias apuntaron sin dudar al joven de 14 años detenido, condenado de antemano en la obviedad de una adolescencia irrecuperable que crece como musgo en las orillas de las grandes ciudades. 

La noticia luego fue rectificada más tarde, por el avance de la investigación, que arrojó que los autores eran mayores de edad, pero, de todos modos, se justificó el tratamiento de la noticia asegurando que el joven “aparentemente” era parte de la organización criminal; el “algo habrá hecho” que pesa desde los tiempos dictatoriales emerge rápidamente para aliviar conciencias y de paso, deja con escritura indeleble la marca que acompañará la vida de estos jóvenes. 

Pero los micrófonos se abrieron también a la gente del lugar que salió conmovida a manifestarse y el discurso se dirigió entonces a señalar los entramados y complicidades de la delincuencia organizada que, junto con la participación de fuerzas de seguridad, punteros políticos y la justicia cómplice, controlan el territorio de los barrios empobrecidos, convirtiéndolos en verdaderos infiernos donde se vive y se muere de cualquier manera.  

De esa Villa Diamante que a fines de los años treinta brilló al compás de la industrialización, a través del ex -ferrocarril Midland, con los primeros coches motores con tracción diesel en el país, transportando miles de trabajadores y trabajadoras a sus lugares de trabajo, así como también la producción desde el interior de la provincia hasta el puerto de Buenos Aires, sólo quedaron ruinas y vías muertas por la desocupación que produjo el cierre indiscriminado de fábricas a partir de la dictadura del 76 y los distintos gobiernos democráticos que le siguieron. La única propuesta de gobierno frente a la brutal mutilación laboral de toda una comunidad fue levantar en el lugar de la estación de ferrocarril Villa Diamante un Centro Cultural. 

No es la primera vez que una niña muere por una causa absolutamente evitable, pero esta vez Argentina se volvió rostro de una niña que nos devolvió en espejo un país desangrado que condenó sin pausa a la mitad de su población a la intemperie

No es la primera vez que una niña muere en nuestro país por una causa absolutamente evitable, pero esta vez Argentina se volvió rostro de niña, el rostro de Morena que nos devolvió en espejo un país desangrado que ha condenado sin pausa a la mitad de su población a la intemperie. Cuatro o cinco generaciones que han nacido desterradas en su propio país, sin vida que defender, ni futuro que construir. El problema no son las condiciones que genera la pobreza solamente sino la resignación a una sobrevivencia que sumergió cualquier esperanza sin el derecho siquiera a sentir pena.  

Demasiados pobres para afrontar, demasiado numerosos para el encierro. Los barrios empobrecidos se han convertido así en verdaderas cárceles a cielo abierto, donde la vida ya no cotiza en la bolsa de los dueños del capital. La droga, la delincuencia, la violencia son prolijamente “administradas” en un efectivo cerco que los separa de la ciudadanía “civilizada”. Convengamos que, si Morena hubiera salido esa mañana de los lujosos edificios de Puerto Madero para ir al colegio, hoy estaría contemplando plácidamente a través de grandes ventanales el privilegio de su vista al río, con una familia cuya única preocupación seguramente sería el cambio de un nuevo modelo de automóvil o el lugar ideal para ir de vacaciones. 

No es muy difícil reconocer que detrás de los asesinos de Morena está la mano siniestra de un capitalismo sin rostro que omite generar lo humano. Ni la condena, ni la cárcel servirán para cambiar las condiciones en las que se generan estos hechos tan tremendos. Lo realmente difícil es qué estamos dispuestos a hacer que pueda ayudar a devolver a la historia el aliento, la libertad y la palabra

No escogemos el tiempo para venir al mundo, pero sí que hacemos con el mundo por venir. Es cierto que muchos y muchas de nosotros y nosotras no somos responsables de haber llegado a esta situación, pero lo que no podemos negar es la responsabilidad histórica de cambiarlo. 

Quizás, esta vez, la muerte de Morena no signifique un número más en la crónica de una argentina deshumanizada y sea el punto de inflexión para que su rostro se convierta en el estandarte necesario que devuelva la dignidad a nuestros mejores sueños adormecidos bajo la luna apagada para encontrar los puntos de luz en la oscuridad. En nuestras manos se encuentra la oportunidad para dar vuelta el curso de la historia. 

LT/MG

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