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La vuelta del público al fútbol
Sacar la entrada para volver a la cancha: crónica de un fracaso previsible

Hubo una "pre-cola" que prometió lugares aleatorios en la fila.

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¿Dónde empezaba esta fila? Esta fila que, sólo en los papeles, duró dos horas cuarenta y un minutos, ¿dónde empezaba DE VERDAD? Los que trabajamos y almorzamos y lavamos los platos y seguimos trabajando con los ojos y el corazón puestos en la pestaña del explorador abierta en el sitio web Autoentrada, con el código de seguridad de la tarjeta de crédito a mano, listos para el dame-de-la-que-haya para ver Argentina - Bolivia este jueves en el Monumental, ¿desde cuándo esperábamos?

Los de Autoentrada tenían 17.000 localidades para vender. Cerca de las 11.30 AFA oficializó a través de su portal y de sus redes que las 13 era la hora señalada. Hubo reenvíos del tuit oficial en grupos de amigos y de trabajo, y promesas de “el que consigue avisa”, y hasta cambios de horarios de reuniones virtuales para poder prestarle atención a la venta.

La web de Autoentrada hizo lo que hacen los canales de televisión y los sitios de Internet cuando quieren que los que esperamos, en vez de irnos a esperar a otro lado, nos quedemos ahí: puso una cuenta regresiva, una especie de péndulo que va y viene, segundo a segundo, y que en cada uno de los extremos dice “falta un poquito menos”. Puso también, en negrita, un cartel que decía “estás en la pre-cola”, una especie de matiné o de purgatorio. En la pre-cola todavía no sabés si el jueves vas a la cancha o bajás al súper a las 19 a comprar picada y cerveza para ver el partido en el living de tu casa. A los que, por ansiedad, por si abrían la venta a las 12.59 o porque ya hicimos estas filas en ese mundo viejo en el que los cuatro Rolling Stones estaban vivos y venían a la Argentina y nos rozábamos con la transpiración de desconocidos, llegamos a la hora de la pre-cola, Autoentrada nos hizo una promesa: que nuestro lugar en la fila sería aleatorio.

A las 13 la pantalla se actualizó (primero escribí “refrescó”, tuve uno de esos momentos en los que el inglés es el idioma universal también dentro del propio cuerpo, pero por suerte me acordé de cómo decimos acá) y se vivieron momentos de hondo dramatismo: la timba del sorteo. Me tocó estar en el lugar 22.068 de la fila. Lo primero que pensé es que había 17.000 tickets disponibles, así que, incluso si cada uno de los que venía delante mío compraba sólo una, ya estaba afuera. Lo segundo, que era imposible que casi nadie pero mucho menos 5.000 personas se fueran de la fila. Lo tercero, que de ninguna manera me iba a ir yo, por si ni lo primero ni lo segundo ocurrían, porque en el fondo nunca se sabe. Otra vez los grupos de WhatsApp: “estoy 36.000”, “estoy 19.000”, “estoy 42.000”. Y de nuevo: “si entrás avisame”.

Antes de las 13.30 ocurrió un hecho inédito en la pantalla, en la pestaña más importante del día: me crecieron 125.000 hinchas delante mío. Como para llenar 7 veces el aforo permitido por el Estado en este partido, la prueba piloto de la vuelta a las canchas en medio de la pandemia de Covid-19. ¿Qué me hiciste, Autoentrada? Si hace media hora me prometías transparencia y yo te creí, yo te quise creer. No estoy sola: a una amiga le crecieron esos mismos 125.000 hinchas, a un compañero de trabajo lo mismo, a varios que tuitean entre la risa y la desazón, también.

A las 15.41, cuando me quedaban algo así como 70.000 personas delante, Autoentrada avisa que no va más. Que guarde la tarjeta de crédito y que es hora de cerrar la pestaña del explorador. Que toda la concentración al trabajo y después a hacer la cena y a lavar los platos.

¿Desde cuándo esperamos los que vimos cómo la fila se estiraba delante nuestro como por arte de magia (negra)? Es mentira que esperamos desde las 13 o desde la pre-cola.

Esperamos durante los casi 18 meses que las tribunas llevan vacías. Desde que vimos a Messi arrodillarse y largarse a llorar todo en el mismo segundo el 10 de julio en el Maracaná, campeón por primera vez, campeón de una vez por todas. Desde que escuchamos el anuncio oficial sobre la vuelta a la cancha. Desde que empezó la especulación sobre cuándo y a qué precio saldrían a la venta los tickets para este jueves, con apenas pistas porque el Boletín Oficial se tomó su tiempo para oficializar la vuelta del público y porque prever un precio en la Argentina se ha vuelto casi una prenda de los juegos de entretenimientos que los canales de televisión emiten en algún momento entre las cuatro y las siete de la tarde. Desde el domingo pasaditas las 16, cuando se suspendió ridículamente el partido en San Pablo y usamos las medialunas o el bizcochuelo para entender lo que había pasado y para aprendernos una sigla nueva: Anvisa. Desde noviembre del año pasado, porque la última vez que el fútbol puso a tantos argentinos en la calle fue por un velorio, e ir a la cancha y saltar en la tribuna y cantar la de “no te deja no te deja de alentar” tal vez sea todo lo contrario de la muerte. Desde todos esos momentos esperamos. Pero la fila era larga y se alargó en vivo, sin que nadie nos explicará por qué. Así que comprá la picada y la cerveza. Y, bueno, quedate en casa.

JR

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