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EN OTRO ORDEN DE COSAS
EN OTRO ORDEN DE COSAS

Para sobrevivir, siempre vivimos en comunidad

A diez año de la primera marcha, Ni Una Menos vuelve a la calle para recordar, otra vez, que la violencia contra las mujeres y las disidencias existe.

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Diez años después del primer Ni Una Menos hoy volvemos a marchar. No sabíamos entonces que ese grito iba a convertirse en una fuerza espontánea, transversal, en una forma de ver el mundo, en una marea que atravesara países y continentes. Con nuestras movilizaciones se modificaron leyes, se crearon nuevas, se promovieron políticas públicas. Sobre todo, cambió la manera de contar la violencia contra las mujeres y las disidencias. Ni Una Menos puso el foco en el sesgo estructural: en lo que la justicia calla, en lo que los medios recortan, en lo que la política posterga.

Hoy, frente a hospitales que no dan abasto, científicos que emigran para poder trabajar, familias que no llegan a fin de mes, personas con discapacidad sin asistencia, programas de acompañamiento que se desarman como si fueran lujos y no urgencias, pareciera que los deseos de “Nadie menos” se están haciendo realidad. La marcha de hoy aglutina luchas como nunca antes: jubiladxs, migrantes, universidades, transfeminismos, niñeces, comunidades indígenas, trabajadores de la ciencia, el arte, etcétera, etcétera.

Mientras tanto, los números son claros: la Línea 144 para víctimas de violencia perdió el 45% de su personal. El Programa Acompañar, que brindaba apoyo en situaciones de violencia, tuvo un recorte presupuestario del 82%. El 98% de quienes antes accedían a esta asistencia hoy no tienen dónde ir. En el mismo país donde se recortan las políticas de cuidado, de salud y de inclusión, se repite como mantra que esto es eficiencia. Pero ELA (Equipo Latinoamericano de Justicia y Género) lo explicó con datos: es 22 veces más caro no intervenir a tiempo que invertir en prevención. El costo no es solo en vidas, sino también económico.

Se repite hasta el cansancio también que esto es lo que votó la gente. Que ahora nadie sobra. Pero lo que estamos viendo es exactamente lo contrario: cada vez hay más personas arrojadas al margen, más vidas consideradas prescindibles. Vimos asimismo en estos últimos días las luchas incansables en contra del desfinanciamiento del Conicet y del Hospital Garrahan, entre muchas otras. Las redes que construimos resisten, porque es un tejido que nos sostiene cuando lo demás cae, porque en la igualdad, la ciencia, la cultura, las infancias, es donde está nuestro futuro. Es algo que tengo muy claro, porque para sobrevivir, siempre vivimos en comunidad.

MBC/AF

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