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Johanna Chiefo, actriz de la serie Supernova Soy Gorda(ESGé)/Entrevista
Sufrió por su peso hasta que creó un alterego, “una Coca Sarli 2.0”, y la actúa en Amazon: “el problema de trabajar para el disfrute ajeno no es solo de los cuerpos fuera de la norma es también del patriarcado”

Supernova

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En mi infancia y adolescencia mi cuerpo y yo tuvimos una relación hostil. Lejos de estar feliz por mi agilidad y gracia, cuando hacía patín artístico estaba obsesionada con bajar de peso, me cuenta Johanna Chiefo, la actriz de la serie Supernova, dirigida por Ana Katz, que se puede ver por Amazon Prime Video. La suya, una chica del barrio de Flores que arrancó en el mundo laboral repartiendo volantes, es una biografía singular que incluye las emociones de un patito feo que deviene cisne. Transformación pura y dura como consecuencia de una labor amorosa y flexible. 

A Johanna le habían regalado una agenda de Mafalda y, todas las semanas anotaba: tengo que empezar la dieta. A los once años, se agenció un cuadernito donde escribía poemas y donde abrió una sección a la que llamó Secretos para dejar de ser un elefante. Ahí pegaba recortes de las revistas Luna y Chicas, con dietas de todo tipo. “Si iba a la pileta o a la playa con amigues, me la pasaba tapada con la toalla o con un remerón. No recuerdo haber pasado un solo verano en paz, revolcándome en la arena o tomando sol sin preocuparme por la mirada de les otres”.

Las ganas de trabajar como actriz tienen larga data, pero los castings con resultados frustrantes, los estallidos de lágrimas y un deseo inquebrantable por interpretar personajes en escenas de ficción se amalgamaron de tal modo que el insulto por gorda, de la madre de una pareja, la fortaleció y convirtió el maltrato en el disparador de un guión, germen de la comedia dramática por capítulos que está en las pantallas. 

Fue un proceso. “Creo que algo empezó a cambiar a los veintis. No puedo identificar un momento preciso, fue una suma de factores”. Una amiga actriz le dijo “¿Te vas a hacer un book intentando parecerte a tal, tal y tal? ¡No! Agarrá eso que sos y llevalo a su máxima potencia. Jugalo a fondo, sos una bomba”. También hubo un chico con el que salió durante un tiempo, “que me decía Coca y se volvía loco con eso; otra amiga me hizo un book de fotos inspirada en ese universo erótico...luego vino el proyecto de la serie y, a medida que iba creando ese personaje, me transformaba a mí misma. Me dispuse a jugar, a gozarme; fue algo que tuve que aprender...no me vino dado. Me masturbé por primera vez a los 24 años. Un día entendí por qué tardé tanto: antes no me gustaba, ahora sí...y trabajo mucho para sostener eso y para evangelizar amigas en el camino”.

Para lo que fue el origen de la serie en streaming, creó una especie de álter ego: una superheroína “que podía llevar adelante todo lo que yo con mis incomodidades y mis inseguridades no podía. Un personaje que era una especie de Coca Sarli 2.0 que se ponía la ropa que quería, que se comía al mundo. Vivía con el hedonismo que en mi vida cotidiana no tenía. Después quise hacer unos sketches y me puse a escribir, pero los sketches me quedaban chicos, así que me puse a escribir el guion de una serie. Averigué cómo se hacía para escribir un guion en Google, busqué consejos, leí libros y, en paralelo con ese proceso de escritura, trabajé con una ilustradora con quien armábamos piezas de humor gráfico para Facebook. Todos esos dibujitos me ayudaron a construir el personaje de Nicolasa, que terminó siendo la protagonista de Supernova.

Por otra parte, Chiefo interpretará a la oficial Acuña en Medusa, serie policial dirigida por Jazmín Stuart, próxima a estrenarse en Paramount +, trabajó en teatro independiente desde los 11 años y se formó en el Centro Cultural Adan Buenos Ayres, luego con Raúl Serrano, Ricardo Bartis y Nora Moseinco, entre otros.

Especie de Carmen Miranda de estas pampas, Johanna me remite a la imagen de la actriz y cantante lusitana-brasileña. Su sensualidad es magnética. “No tengo idea qué les pasa a los demás conmigo. Todo lo que pueda suponer no será otra cosa que neurosis, jajaja. Y, ¿sabés qué? Creo que esa neurosis la tiene todo el mundo. La atracción es algo inexplicable y puede ser de lo más diversa. El tema es que, detrás de ella, hay mucho que tiene que ver con lo heredado, o sea, con cómo nuestros gustos fueron moldeados a lo largo de la historia. Eso provoca una desarticulación entre lo que se siente, lo que se admite alguien a sí misme, lo que comunica a les demás y lo que efectivamente hace. En otras palabras, tenemos varios filtros para asumir realmente qué nos atrae de otre. Cuando empecé con el proyecto de mi serie, que originalmente se llamaba Gorda Puta, me llegó a Facebook el mensaje de un chico con tinte confesional. Decía: ‘siempre me gustaron las gordas, pero bueno, es algo que hago en la intimidad, a escondidas de mis amigos’. ¿En qué lugar deja eso al pibe, que esconde sus deseos y, peor aún, a la piba en cuestión, que es ocultada como un factor de vergüenza? Todavía hay mucho que trabajar para desarmar la mierda que nos metieron en la cabeza”. 

Su relación con el placer la construye eligiendo lo que sea, lo improductivo, gastando el tiempo con amigas en paseos interminables mientras flotamos en charlas existenciales que derivan en cualquier cosa. También goza “con el ruido del mar, con la comida casera -por supuesto-, con tentarse de la risa, con bailar, con cantar desafinadamente, con aprender algo nuevo, con llorar con congoja, con oler algo rico, con el sexo sentido, con ser espontánea y que te salga bien”.

Dice que a veces se identifica con la imagen en las que aparece producida para una foto o una escena filmada, y otras veces “me pregunto quién es esa persona. Me divierte un poco, es parte del juego actoral. Al margen de las fotos, en mi vida cotidiana paso de ponerme una remera plateada y unas medias de red, a ir al supermercado con pantuflas y lagañas. Ambas versiones me representan”.

Y remata: “el problema de trabajar para el disfrute ajeno no es solo de los cuerpos fuera de la norma; más en general, es algo del patriarcado. Las mujeres pasamos siglos trabajando para el goce del otro. Se acabó. Y, cuanto más laburamos para nosotras, más incomodamos. Deseo profundamente que podamos desprendernos de todo eso y gozar de lo lindo. Y eso, siempre, es un trabajo colectivo”.

LH

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