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opinión

Políticas de consenso para el desarrollo argentino

La agroindustria es la principal generadora de divisas del país. Durante los últimos años aportó alrededor del 70% de los dólares que ingresaron en concepto de exportaciones.

Carlos Lazzarini / Coordinador general y Federico Quilici / Coordinador académico de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas ProyectAR.

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El retorno de la democracia en Argentina coincidió con la aceleración de los procesos de integración mundial y, al mismo tiempo, los problemas, los diagnósticos y las respuestas, se tornaron cada vez más complejas. Así, como dice Daniel Innerarity, “la principal amenaza de la democracia es la simplicidad”.

La Argentina ha ingresado de lleno en el Siglo XXI y, a pesar de ello, el sistema político y económico no ha podido resolver cuestiones tan centrales como básicas para cualquier sociedad: la pobreza, la desigualdad, el sostenimiento de una moneda propia o un modelo de desarrollo económico que tenga amplios consensos entre los principales actores políticos, económicos y sociales. 

Ahí radica la verdadera importancia de generar espacios de diálogo, necesarios para diseñar e impulsar políticas de consenso que permitan pensar el futuro argentino y un modelo de desarrollo económico sostenible, a fin de resolver la pobreza estructural, generar las divisas necesarias para sostener una moneda en el mediano y largo plazo, e impulsar un crecimiento que genere empleo y una distribución equitativa de la riqueza. 

A pesar de las dificultades planteadas, es innegable que la Argentina cuenta con los recursos naturales, una estructura productiva y los talentos necesarios para impulsar un desarrollo genuino. Sobre todo, en un mundo cada vez más interdependiente y acelerado. 

Es decir, trabajar sobre el círculo virtuoso para el desarrollo argentino, el cual se estructura a partir de la interdependencia existente entre estos tres sectores que consideramos estratégicos: los recursos naturales, la agroindustria y la economía del conocimiento. Para ello, es necesario establecer sinergias positivas entre estos ejes. 

La política, el conocimiento y el sector privado deben reflexionar y trabajar juntos sobre los desafíos y potencialidades, estimando que esos amplios espacios de diálogo posibilitarán construir los consensos necesarios para impulsar políticas públicas a fin de impulsar un mejor futuro. 

Argentina se encuentra entre uno de los países del mundo con mayores reservas de recursos naturales. Esta situación la convierte en un actor estratégico a nivel global en la lucha contra el cambio climático. Asimismo, no se debe olvidar que, en la actualidad, los recursos naturales exceden ampliamente las necesidades de consumo interno. Sin duda, encontrar el equilibrio entre la lucha contra el cambio climático y la explotación de los recursos naturales no es una tarea sencilla; pero es en este punto donde la Argentina se puede transformar en un actor estratégico en el contexto internacional, al garantizar simultáneamente servicios ambientales para enfrentar el calentamiento global y los recursos naturales que necesita el resto del mundo para su cotidianidad.

Más allá del contexto actual y de la crisis energética causada por la guerra en Ucrania, el mundo precisa de los recursos naturales que posee la Argentina. Solo a modo de ejemplo, basta con mencionar Vaca Muerta, las reservas de litio, la pesca, el petróleo, el hidrógeno verde o los múltiples minerales existentes a lo largo de la cordillera de los Andes. 

Sin embargo, esta disponibilidad de recursos naturales no es una garantía en sí misma. Un uso inteligente de los mismos requiere ir acompañado de un desarrollo tecnológico y un sistema de innovación que permita un uso eficiente y sostenible de los mismos, tanto para abastecer el mercado interno como el externo. 

La agroindustria es la principal generadora de divisas para la Argentina. Durante los últimos años, aportó alrededor del 70% de los dólares que ingresaron en concepto de exportaciones, siendo un sector medular para el equilibrio externo del país y uno de los principales estabilizadores de la moneda. Asimismo, más del 18% del empleo privado en nuestro país está vinculado con las cadenas agroindustriales. 

Otro elemento central es su fuerte dinamismo en los procesos de innovación tecnológica. La Argentina es un país de vanguardia en genética de semillas y animal (especialmente vacuna) y también en el sector de maquinarias agrícolas, donde se ubica con altos niveles de competitividad a escala internacional. La disponibilidad de tierras fértiles, sumada a la presencia de un paquete tecnológico de punta, posicionan a la Argentina como uno de los principales actores en producción de alimentos. En este caso somos, sin duda, protagonistas en el acalorado debate de las naciones sobre la soberanía alimentaria. 

La economía del conocimiento refiere al conjunto de actividades económicas que requieren uso intensivo de tecnología y precisan de un capital humano altamente calificado para generar valor. Ejemplos de actividades fuertemente basadas en el conocimiento son, por caso, la industria del software, la producción o postproducción audiovisual, la biotecnología, la nanotecnología y nanociencia, el sector nuclear, la industria aeroespacial y satelital o las tecnologías espaciales. 

Argentina, a pesar de ser un Estado periférico, gracias a su sistema universitario y científico cuenta con un capital humano altamente especializado, lo que ubica a la economía del conocimiento como un sector, también en este caso, estratégico. Actualmente es el tercer sector productor de divisas y emplea alrededor de 450.000 personas. 

Los tres sectores poseen sinergias e interdependencias positivas. Como hemos visto, los tres sectores precisan de capital humano especializado, son generadores de divisas, creadores de empleo genuino, y retroalimentan nuestro sistema de innovación tecnológica. 

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