El vértigo de la Inteligencia Artificial, o qué hacer con los sentimientos contradictorios que genera
El mundo en general se divide entre los optimistas y los pesimistas sobre la Inteligencia Artificial, y esto se intensificó en el último año después del lanzamiento de ChatGPT, que nos permitió a todos vislumbrar el potencial de esta tecnología. Pero es posible ser optimista y pesimista a la vez. Sentir que hay un gran potencial que se podría realizar y muchos peligros en el camino, y que la rapidez con la que se avanza nos genere una especie de vértigo, un mareo metafórico por la magnitud de lo que puede pasar.
En una entrevista al fundador y director de Open AI, la empresa detrás de ChatGPT, Sam Altman, le preguntaron justamente sobre esto, si alguna vez le agarraba a él también este mareo por la rapidez a la que están avanzando y el impacto que podría tener en tantos aspectos de nuestras vidas. Y sí, hasta él dice que tuvo momentos intensos de vértigo en este proceso.
El vértigo que nos puede agarrar pensando en todo lo que viene no implica oponerse a los avances, sino que puede ser parte de los sentimientos encontrados que genera la inteligencia artificial, que parecen estar bastante extendidos. Una encuesta hecha a nivel global, en la que preguntaban por las diferentes emociones que genera, encontró que al 54% de las personas esta tecnología la entusiasma, pero al mismo tiempo al 52% la pone nerviosa. Es decir que hay muchas personas que a la vez ven el potencial y les preocupa. En la Argentina es exactamente el mismo porcentaje que siente nervios y entusiasmo: el 46%.
La ansiedad que generan las nuevas tecnologías han sido bastante estudiadas. En los años 80, cuando se extendía el uso de las computadoras hubo un fenómeno similar, el concepto de “ansiedad informática” o “ansiedad de las computadoras”
“Es muy común que los avances generen estos dos sentimientos: libertad y miedo. Libertad de todo lo que se volvería más rápido y fácil, y miedo de cómo podría afectar tu trabajo o a no poder entenderlo, entre otras cosas”, explicó Natalia Zuazo, especialista en política y tecnología y directora de Salto Agencia.
La ansiedad que generan las nuevas tecnologías han sido bastante estudiadas. En los años 80, por ejemplo, cuando se extendía el uso de las computadoras hubo un fenómeno similar, al punto que se desarrolló el concepto de “ansiedad informática” o “ansiedad de las computadoras”, con un índice para evaluarlo basado en cuán de acuerdo estaban con afirmaciones como “tengo miedo de que si uso la computadora me voy a volver dependiente” o “no me gusta trabajar con máquinas más inteligentes que yo”. Por supuesto ya también existe el concepto de “ansiedad por la Inteligencia rtificial” y hay consejos y recomendaciones para lidiar con ella.
Lo que se suma ahora, señala Zuazo es un cierto aceleracionismo: “Todo va más rápido de lo que podemos procesar, y esto no sólo pasa con la tecnología. Esa rapidez hace que no tengamos tiempo para procesar todo lo que está asociado a estos cambios”.
El ritmo al que estamos viviendo los cambios en el mundo de la inteligencia artificial y su incorporación en todo tipo de trabajos nos puede marear
Una muestra de esto es cómo las tecnologías se adoptan cada vez con mayor velocidad: mientras que con los teléfonos de línea tomó más de 50 años llegar a más del 50% de la población de los Estados Unidos, con las computadoras esto se redujo a alrededor de 15 y con Internet a 10. Todavía es temprano para saber cuánto demorará la inteligencia artificial en ser usada ampliamente, pero hasta ahora la adopción parece ser rápida: ChatGPT tiene alrededor de 100 millones de usuarios semanales, según los datos de la empresa, y es uno de los servicios de crecimiento más rápidos de la historia.
La falta de tiempo para procesar lo que ocurre y poder adaptarse puede tener consecuencias. “Hoy muchas de las conversaciones sobre Inteligencia Artificial son muy generales, pero hace falta tener discusiones sobre cómo va a impactar de manera concreta en distintos aspectos. Por ejemplo, no hablar en general sobre cómo puede impactar en el trabajo, sino cómo le puede servir a un docente específicamente en sus tareas. Y para tener esas discusiones hace falta tiempo y poder priorizarlas”, señala Zuazo. Entrar en la discusión más concreta sobre los usos puede ayudar también a combatir el vértigo, no pensarlo como un gran torbellino que puede arrasar con todo, sino ver sus funcionalidades en la práctica y desarrollar mejores estrategias para su adopción.
El ritmo al que estamos viviendo los cambios en el mundo de la Inteligencia Artificial y su incorporación en todo tipo de trabajos nos puede marear. Poder sentarse a pensar cómo nos podría afectar directamente, qué usos le podríamos dar y si realmente va a cambiar tan drásticamente nuestro mundo, puede ayudarnos a abordarlo y sentir que volvemos a tener los pies en la tierra.
OS
0