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Hubo un instante, una frase que marcó el punto de quiebre: la pronunció Alberto Fernández el 17 de noviembre, paradójicamente el Día de la Militancia peronista, a las 5 y 18 minutos sobre un escenario en Plaza de Mayo. Fue el acto de la remontada, la primera plaza albertista, con su promesa de habilitar primarias. “Mi mayor aspiración es que en el año 2023, desde el último concejal hasta el Presidente de la República, lo elijan primero los compañeros del Frente de Todos”.

En la línea de tiempo de sus chispazos con Cristina Kirchner, que arrancaron antes de que asumieran el 10 de diciembre y tuvieron round de cartas y discursos públicos, Fernández ubica ahí la hora en que todo empezó a romperse. Más de una vez contó que desde aquel acto y, en particular, tras la propuesta de la primaria universal panperonista, sintió que la relación con la vice y con Máximo Kirchner cambió definitivamente, entró en una pendiente que parece irreversible y cuyo desenlace final es incierto. La referencia a las PASO tenía un subtexto visible: imponer las primarias significa sacarle a Cristina, y a Máximo, el poder del “dedo” para armar o desarmar listas.

La espiral de interna a cielo abierto corre todo el tiempo la frontera de lo permitido. Los cruces tuiteros entre Andrés Larroque, uno de los camporistas que en el ajedrez de Cristina Kirchner milita la moderación, y Aníbal Fernández, escudero de Fernández al que no se puede acusar de anti Cristina, rompieron otro límite. Larroque habló del gobierno como si ya no formase parte de él; Aníbal Fernández lo cruzó como si fuese un opositor silvestre.

La gran política se disputa, a tiro de CM, en la jungla de Twitter. El viernes, molesto por el voto negativo de Máximo y La Cámpora, Fernández le hizo RT a un tuit que afirmó que Néstor Kirchner hubiese votado el acuerdo con el FMI. Desde el entorno de la vice se trasmitió un reproche a un colaborador de Fernández sobre esa acción que les pareció de mal gusto. La respuesta no fue mansa. “Ustedes votaron en contra del acuerdo, ¿y esto les parece una provocación?”.

FDT (Frente de Twitter)

El reclamo traficó otra cosa. A las 7 AM, como contó elDiarioAR, en sus redes la vicepresidenta difundió un video sobre el ataque que sufrió en su despacho del Senado y hasta ese momento no había mención -ni la hubo hasta el cierre de esta nota- sobre el episodio por parte de Alberto Fernández. Tampoco, según reconstruyó este diario, hasta entonces había habido contactos entre el presidente y la vice que, sin embargo, llamó a Sergio Massa para contarle del hecho y pedirle que no lo difunda.

Durante el viernes, Fernández mensajeó a la vice al Telegram. No tuvo respuesta. Se comunicó con Mariano Cabral, el secretario privado de Cristina y trasmitió su “solidaridad”. Cabral, un entornista de bajísimo perfil, tampoco le respondió. En un alto de su estadía en Chile, por la jura de Gabriel Boric, le pidió detalles del hecho al ministro de Seguridad -que formó parte de la comitiva- y compartió detalles de la investigación con el entorno de la vice.

En el planeta Cristina se entendió, con razón, que Fernández no dimensionó el ataque -que ella no quiere que se considere “atentado”- que sufrió la vice y que esa lejanía, más que política, es humana. Que tuvo, de mínimo, que llamar por teléfono. De fondo, el malestar de la vice se concentra en un punto: sus oficinas del Senado fueron apedreadas durante 25 minutos. Entiende que fue un ataque premeditado y planeado, y que ni Fernández ni nadie del gobierno entendieron la gravedad del hecho.

Sobre la incomunicación, y la falta de reacción oficial, se colaron hipótesis febriles. Alguien le sopló a Fernández que sectores K decían que era sospechosa la inacción oficial. Como desde el entorno de la vice se desvinculó a las organizaciones de izquierda que se movilizaron, se abrió un interrogante sobre quién estuvo detrás del ataque. “No fueron troskos enojados”, sintetizaron cerca de la vice. El malestar escaló porque llegó a oídos de Fernández la versión K que deslizaba alguna responsabilidad de sectores del gobierno en el ataque.

Una teoría, obvia pero no por eso improbable, es que el ataque fue de grupos de las ex AFI sumado a una falta de seguridad en el Congreso. Hilan varios hechos: el ataque a Alberto Fernández en el sur -¿cuando eso pasó, Cristina tuiteó?, se preguntó un dirigente-, la concentración frente a la quinta de Olivos durante el levantamiento policial en la provincia y los desmanes en el velorio de Maradona.

Irreversible

“Tiraron la toalla”. La frase la usó un intimista presidencial para explicar el comportamiento de La Cámpora, su voto negativo en Diputados pero, sobre todo, es un diagnóstico general que se hace en Olivos sobre el espacio que conduce Máximo. La metáfora boxística sugiere un renunciamiento a que la relación interna del FdT pueda ordenarse pero, sobre todo, a que el destino político del gobierno está condenado. Es, a su modo, lo que desliza el diputado y jefe del PJ bonaerense.

La pregunta sin respuesta es cómo puede continuar la convivencia, en medio de una guerra declarada. La lectura menos dramática es que la renuncia de Máximo al bloque y su voto no positivo con el proyecto del FMI formó parte de una táctica de Cristina para hacer una advertencia, casi terminal a Alberto, pero a su vez para generar un anticuerpo que pueda contener a descontentos con el gobierno que, en 2023, con una PASO grande, podrían estar adentro.

Es una interpretación amable en medio de un tembladeral que parte, además, de una certeza difusa: que Alberto no tomará, en algún momento, una medida de castigo sobre el camporismo que tiene puestos clave en el gobierno. La dualidad de La Cámpora, que vía “Wado” De Pedro modera y vía Máximo tensiona, parece una acción planificada pero eso mismo la hace inviable. “Alberto confunde a todos: un día le dice a los propios que se pinten la cara y al otro se saca una foto con Wado”, se enoja un promotor de una acción que implique limitar la influencia de La Cámpora.

Todo, por ahora, parece quedar en stand by porque el lunes, si no hay cambios, el Senado debe empezar el tratamiento express del proyecto sobre el FMI. El clima tormentoso de estos días puede ser un desafío adicional para Cristina respecto a cuándo aportará para facilitar la sanción, si será prescindente o, como ocurrió en Diputados, intervendrá para que algunos cambien de voto. Varias fuentes relataron a elDiarioAR que Daniel Gollán relató, la medianoche del jueves, que lo había llamado la vice para que no votara a favor. El exministro desmintió que esa comunicación haya existido, explicó que con las horas -y el dato de que había votos suficientes y detalles del acuerdo con el FMI- modificó su voto y pasó a abstención.

En una picardía sutil, la diputada Victoria Tolosa Paz usó en estos días una figura sobre lo que puede pasar en el Senado. “Cristina no es Cobos”, repite la legisladora. Hasta que el proyecto pase por el Senado, Fernández no moverá un dedo. ¿Implica que, luego, avanzará con cambios en el Gabinete que le piden sus colaboradores de línea más dura? Nadie, ni los que plantean eso, creen que ocurra. “Alberto tiene que actuar como presidente, no puede ponerse de un lado. Cuando salga lo del FMI empieza otra etapa: Alberto el presidente sin vicepresidenta”, apunta un dirigente de diálogo fluido con Fernández y contactos con la vice.

PI

La nota fue corregida el domingo luego de que el diputado Gollán sostenga que la noche de la votación no recbió un llamado de Cristina.

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