La comisión $LIBRA, al borde del fracaso por la resistencia de los gobernadores

En julio del año pasado, una comitiva de diputados de La Libertad Avanza se subió a una combi oficial de la Cámara, marchó hacia el penal de Ezeiza y compartió la tarde, con intercambio de proyectos y foto de familia incluida, con Alfredo Astiz y otros represores condenados por delitos de lesa humanidad. Cuando la visita se filtró, el peronismo intentó crear una comisión investigadora y fracasó. Hubo cuatro reuniones de comisión, muchos discursos y, luego, el tema murió por su propio peso. Casi un año después, el escándalo $LIBRA amenaza con terminar de la misma manera.
El miércoles, el Gobierno logró su su objetivo: llamó a los gobernadores, vació de quórum la sesión opositora y evitó que el peronismo y el pichettismo reactivara la comisión que, con mucho esfuerzo, ya había logrado paralizar. Y lo hizo con relativa facilidad. Solo tuvo que convencer a Martín Llaryora de que bajara a sus diputados, que habían comprometido su apoyo porque se trataban proyectos vinculados a jubilaciones. Eso fue todo. El resto de los indecisos, ante la subordinación cordobesa, se fueron cayendo como por acto de magia.
El modus operandi del Gobierno no es nuevo. Además del apoyo fiel del PRO y el radicalismo, Javier Milei ha logrado sostener el control de la Cámara de Diputados gracias al respaldo –cauto, temeroso, interesado– de gran parte de los mandatarios provinciales. Es Llaryora, pero también Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Nacho Torres (Chubut), Gustavo Sáenz (Salta), Hugo Passalacqua (Misiones), Raúl Jalil (Catamarca) y Osvaldo Jaldo (Tucumán): peronistas, PRO y fuerzas provinciales, no hay diferencia, todos constituyen la primera línea defensiva del mileísmo en el Congreso.

Los motivos tienden a variar. Pueden ser Aportes del Tesoro Nacional (ATN), convenios o deudas que necesitan destrabarse, o promesas de acuerdos electorales. Muchas veces, sin embargo, es solo miedo y disciplinamiento. Es el temor de los mandatarios de ir en contra de un presidente que sostiene buena imagen en las provincias y que podría generarles problemas en su electorado si lo molestan mucho. La derrota del PRO en CABA el domingo pasado funcionó, en este caso, como fábula admonitoria de lo que LLA puede hacer en un territorio si le pone ganas.
Es por ello que, cuando al Gobierno le preocupa un tema, los gobernadores suelen acatar. Y, en el caso $LIBRA, el Gobierno presionó durante casi 48 horas para desactivar la sesión. Por más que, de la boca para afuera, sostiene que la investigación no le preocupa, que “a la gente” no le interesa y que, eventualmente, el issue se diluirá por sí solo, el oficialismo dedicó muchos esfuerzos en evitar que la oposición lograra designar a las autoridades de la comisión en la sesión.
“El Gobierno trabajó”, admitían sus rivales, que habían visto cómo las semanas de trabajo para juntar el quórum habían terminado en la basura. La oposición, es cierto, había llegado desordenada a la sesión: la disputa por la Auditoría General de la Nación (AGN) había empiojado el debate y, para colmo, no tenían definido aún cuál sería el nombre que ocuparía la presidencia de la comisión. Pero el mayor problema, insistían, era que el Gobierno había presionado y los gobernadores habían respondido. Lo que habría una incógnita: ¿qué impedía que, en el futuro, esto volviera a repetirse?

Barajar y dar de nuevo, ¿para qué?
La oposición acusó recibo del fracaso legislativo, que no hizo otra cosa que empoderar a un Gobierno que todavía está festejando la victoria electoral del domingo, y ahora analiza los pasos a seguir. Ya habían pedido una sesión para el jueves 29 para tratar una ley de emergencia en discapacidad, pero se definió posponerla para el 4 de junio, debido al paro de controladores aéreos. El objetivo, ahora, es incluir ahí mismo algunos de los temas que no pudieron ser debatidos el miércoles. La comisión $LIBRA, entre ellos.
No todos están de acuerdo, sin embargo. “Deberíamos intentar meter dos goles antes, no hace falta ganar 4 a cero”, desliza un lilito que acompaña la creación de la comisión investigadora $LIBRA, pero advierte que, si se vuelve a llevar el tema al recinto, el Gobierno volverá a boicotearla.
La preocupación atraviesa a todos los opositores, que sospechan que el verdadero problema de la sesión del miércoles no fue el acuerdo del peronismo con Emilio Monzó por la AGN, sino el rechazo originario de Martín Menem a la comisión $LIBRA. Más de uno sospecha, incluso, que la comisión investigadora está condenada a empantanarse.
El problema, además de la falta de quórum, es que la oposición tampoco termina de ordenarse internamente sobre el funcionamiento de la comisión. El objetivo de la oposición en la sesión era designar a la fuerza al presidente de la comisión –algo que nunca se hizo en el recinto– que pudiera desempatar las votaciones, ya que la composición está dividida entre 14 aliados del Gobierno y 14 opositores. Sin alguien que desempate es imposible que la comisión funcione, ya que no hay número ni para aprobar los pedidos de informes o las citaciones a los funcionarios públicos.

El nombre de quién será esa persona, sin embargo, aún no se terminó de definir. El peronismo quería que fuera Sabrina Selva, pero está dispuesto a acompañar la designación del pichettista Oscar Agost Carreño. El radicalismo díscolo de Democracia para Siempre, sin embargo, exige que sea Fernando Carbajal, un diputado formoseño muy crítico del gobernador peronista Gildo Insfrán. Una disputa caótica que genera mucho ruido interno en la multipartidaria opositora y dificulta llegar a consensos.
El peronismo y el pichettismo, sin embargo, insisten. O se aprueba ahora o no se aprueba nunca. El fantasma de la parálisis está demasiado cerca, y la bandera del escándalo cripto es demasiado atractiva para dejarla caer. Dependerá, sin embargo, de lo que definan los gobernadores. Como siempre.
“Es cuestión que caguen a alguno en el cierre de listas y se enoje”, señala, metafórica, una diputada radical. En un Congreso fragmentado, con un oficialismo en minoría, a veces solo basta con que un aliado dude o quiera vengarse. Y a eso apuesta la oposición.
MC/MG
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