Formosa, una nueva incomodidad para el Frente de Todos
La represión de Gildo Insfrán a los comerciantes que rechazaban el regreso a fase 1 en Formosa se nacionalizó y dejó al gobierno ante la disyuntiva de proteger a uno de sus gobernadores aliados o condenar los balazos de la policía provincial en un operativo que terminó con 92 detenidos y decenas de heridos. La respuesta llegó en un doble movimiento: la advertencia de Santiago Cafiero contra la “violencia institucional” y el respaldo escénico de Alberto Fernández a Insfrán en Casa de Gobierno. Sin embargo, el despliegue represivo del gobernador contra los manifestantes provocó reacciones encontradas en las segundas líneas del oficialismo y la militancia que se identifica con el Frente de Todos. Mientras algunos denunciaron los intentos desestabilizadores de la oposición y la doble moral de Patricia Bullrich para cuestionar la represión, otros prefirieron señalar a Insfrán por asumir una respuesta autoritaria ante un problema sanitario, una decisión que se convirtió en un boomerang y solo agravó los problemas del pancristinismo.
Acostumbrado tanto a respaldar al gobierno como a desmarcarse y criticar el rumbo del Presidente, Juan Grabois fue uno de los que se expresó a través de las redes. El líder del MTE afirmó que la represión en Formosa fue “salvaje y desproporcionada” y dijo que “no es posible callar frente” a lo que sucedió el viernes. Algo similar opinó el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel: en entrevista con Futurock, dijo que el de Infrán es un “gobierno autoritario” y lamentó la actuación del secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla. En otro sentido, por supuesto, fue la defensa de Sergio Berni, que volvió a emitir un mensaje nacional y se encargó de destacar ante los micrófonos de TN que hay “una embestida contra el gobierno provincial y eso es faltarle el respeto a la voluntad popular”.
Entre los sectores que apoyan a la alianza de los Fernández, volvió a advertirse la contradicción interna, aunque esta vez no se dio la clásica división Alberto vs Cristina sino que en uno y otro lado hubo posiciones diferentes. Hubo kirchneristas que eligieron apuntar al operativo de la oposición de Juntos por el Cambio que viajó a Formosa, a la transmisión que hicieron los medios del Grupo Clarín y a los buenos resultados sanitarios de Insfrán. Otros incluso llegaron a vincular la represión con la discusión ante el fin de la concesión de la Hidrovía y el contrabando de soja hacia Paraguay. Sin embargo, como parte de una discusión horizontal que se dio por lo bajo, también aparecieron fuertes cuestionamientos de grupos alineados con el gobierno ante un operativo represivo que, por supuesto, no es el primero ni en Formosa ni a nivel nacional desde que el peronismo kirchnerista llegó a la administración nacional.
Así como las imágenes de TN ganaron la agenda de los grandes medios, desde el cristinismo se difundieron cadenas que aseguraban que 39 de los detenidos pertenecían a Jóvenes Republicanos -el grupo que tiró las bolsas mortuorios en Plaza de Mayo- y que ninguno de ellos tenía domicilio en la provincia. En paralelo, votantes del oficialismo en Formosa y militantes que tienen familiares en la provincia también expresaron en las redes sociales su rechazo a la represión contra una protesta masiva y dieron a conocer historias de los que manifestaban y fueron reprimidos. Comerciantes, empleados de bares, mozos, cuentapropistas, vendedores del centro de la ciudad de Formosa que están al borde de la quiebra, querían mantener sus locales abiertos y no responden de ninguna manera al radicalismo de Luis Naidenoff o Ricardo Buryaile. Incluso el caso de un comerciante que arregla celulares, no puede pagar el alquiler del local que vendió en el centro y salió a manifestar con su hijo de 18 años: los dos terminaron presos en un barrio de tradición peronista que se congregó en la puerta de la comisaría para pedir su libertad.
Entre los críticos del operativo represivo, también hubo quienes marcaron el error de discutir de manera refractaria con los sectores duros de la oposición en una especie de guerra de élites hiperinformadas que consumen discursos que los dejan satisfechos, pero no tienen en cuenta la realidad concreta de los que reclaman. Una especie de juego de roles donde el que gobierna, sea el macrismo o sea el peronismo, justifica antes la represión que una de serie de principios de acción. Ese juego de espejos, piensan los críticos, deja al Frente de Todos parado del lado equivocado: no son pocos los que creen que se cruzó un límite.
El caso Formosa además repuso en escena incluso los orígenes del kirchnerismo después del doble crimen de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Algunos recordaron el criterio de aquel Néstor Kirchner que temía como a nada la posibilidad de que el conflicto social terminara con un muerto durante su gobierno, su decisión de que las fuerzas de seguridad no portaran armas en las manifestaciones y, sobre todo, el objetivo inicial de desactivar con política los conflictos sociales. El tiempo pasó, Kirchner murió y en los últimos años de la presidencia de CFK se impuso la lógica de Berni en seguridad. Sin embargo, por alguna razón las imágenes de Formosa parecen haber disparado dentro del oficialismo un debate incipiente, que en situaciones anteriores era promovido, muchas veces en soledad, por dirigentes y militantes que se ubicaban fuera del arco del panperonismo. El caso más elocuente en la provincia de Insfrán había sido siempre el de la represión a la comunidad qom que -hace más de 10 años, durante el primer mandato de CFK- terminó con la vida de Roberto López, Mario López, Alberto Galván y Mártires López. El caso más reciente, a fines de octubre pasado y a 60 kilómetros de la Casa Rosada, fue el del desalojo con represión que ejecutó el gobernador bonaerense Axel Kicillof contra las familias que habían tomado el predio de 100 hectáreas en Guernica.
Esta vez, junto con la crítica publica de Cafiero, aparecieron cuestionamientos por una operativo innecesario y brutal en contradicción con la defensa cerrada de Insfrán que hicieron también algunos voceros del oficialismo. Es temprano para saber en qué deriva ese choque de criterios que conviven dentro del Frente de Todos. Tras más de un cuarto de siglo como gobernador, Insfrán tiene por delante un nuevo proceso electoral en el que puede revalidar su dominio sin dificultades como lo viene haciendo comicio tras comicio o puede verse en mayores dificultades, como pronostica la oposición, ante un deshielo de su bloque macizo de poder. El gobernador quedó enfrentado a un actor nuevo que salió a la superficie producto de la pandemia y la desesperación, una clase media que actuó en defensa propia y recibió como respuesta una balacera que se descargó ante las cámaras de televisión. De ese resultado depende en parte la cuenta que haga el gobierno nacional a la hora de evaluar la actuación de un aliado de hierro.
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