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Rumbo a las generales

Un shock económico y la maquinaria electoral del PJ, últimos recursos de Fernández luego del 12-S

Alberto Fernández con Santiago Cafiero y Sergio Massa

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Alberto Fernández será la cara, este jueves, del anuncio de un paquete de medidas económicas que empezó a perfilar el lunes temprano en Olivos. Lo analizó con un scrum ministros durante un almuerzo en Casa Rosada, anticipó a cuenta gotas en reuniones por la tarde en su despacho y cinceló, bajo el fuego cruzado de propios y extraños, la mañana del martes en la quinta presidencial.

Son medidas “de bolsillo”, una inyección de recursos en los sectores medios y bajos, cuyo formato, al mediodía del martes, se terminaba de ajustar: aumento del mínimo no imponible, aumento de jubilaciones mínimas y AUH, o un eventual IFE post pandemia, similar a un Ingreso Universal, bonos, plus y reapertura de paritarias. Un shock económico, el menú repetido frente a una situación inesperada: la peor de las derrotas del peronismo unido.

Fernández, que el lunes se reunió con sus principales funcionarios y terminó la ronda por la noche con una charla con Eduardo “Wado” De Pedro, ministro del Interior y el hombre de Cristina Kirchner en la Rosada, trasmitió que no habrá en el corto plazo cambios en su gabinete y que la reacción frente a la catástrofe electoral del 12-S, pasará por decisiones de gestión y no por movimientos en su staff de gobierno.

“Los cambios serán después de las generales. A mitad de mandato”, traducen a Fernández en la cima del Gobierno, una afirmación que intenta ser un dique frente a las demandas del propio dispositivo oficial que reclama, como indican los manuales de la política, que frente a una derrota el gobierno debe reaccionar y que reaccionar supone, además, cambiar de jugadores.

Fernández, según el mensaje que bajó en las últimas horas, no cree que esa sea la solución. Apuesta, como primer punto, a un paquete de medidas económicas, de incentivo al consumo, que aceleren lo que en el diagnóstico oficial venía ocurriendo pero, a juzgar por el resultado electoral, no se percibió: la tan mentada recuperación económica.

Al final, como hace tiempo, el presidente se mueve a la defensiva porque interpreta que la mayoría de los movimientos, tanto del sistema CFK como del de Sergio Massa, son tóxicos para su desempeño. Es un mecanismo de resistencia que tiene, en el primer anillo oficial, un argumento en forma de preguntas: “¿Para remontar la situación se necesita un presidente más fuerte o más débil? ¿Cambiarle al ministro de Economía es fortalecerlo o debilitarlo?”.

La receta de Olivos es, hasta acá, anunciar nuevas medidas de carácter económico como un mensaje de que se interpretó la dimensión de la derrota y que el gobierno debe hacer algo porque no solo perdió votos sino porque, además, Juntos fue la bala de plata que canalizó el voto castigo. En algún punto, hubiese sido una derrota consuelo si también la alianza PRO-UCR hubiese tenido una mala elección, algo que no ocurrió.

Será Fernández, el jueves, el que anuncie las nuevas medidas económicas como parte de un movimiento desesperado, y de resultado incierto, de tratar de darle velocidad y músculo a la gestión de gobierno. Habrá, anticipan en Casa Rosada, una especie de “pausa en la campaña” para no saturar, sobre todo luego de la derrota, pero Fernández tratará de recuperar la centralidad en la gestión.

¿Vendrá, luego, una campaña con menos visibilidad del presidente? Es posible. De mínima, casi como un calco de la campaña del 2013 en la que Martín Insaurralde perdió en la provincia, la primera etapa fue nacionalizada -como la del 2021- y la segunda se bifurcó en cada una de las provincias. En Buenos Aires por lo pronto, no alcanzó para recuperar el terreno perdido: luego de perder por 5 puntos en la PASO, el entonces Frente para la Victoria (FpV) perdió por 9 en la general.

En los próximos días, Fernández viajará por 48 horas a México y luego volverá con agenda de gestión pero con la promesa -siempre relativa y sometida a lo que ocurra en el día a día- de salir de la agenda electoral y enfocarse en revitalizar la gestión, una promesa repetida. “¿Por qué perdimos? Porque no hicimos lo que prometimos: íbamos a encender la economía y volvíamos mejores, y no lo logramos”, se confesó un funcionario.

Cuadrícula electoral

El lunes Fernández almorzó con Santiago Cafiero, Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta, algo así como el albertismo ministerial, tres figuras con roles clave en el gobierno. La noche antes abandonó, luego del discurso de la derrota, el Complejo C donde se quedaron Máximo Kirchner y un grupo de dirigentes K. Empezó, ahí, la revisión del mapa territorial para tratar de “interpretar” si hay chances de dar vuelta la elección o, al menos, de achicar las diferencias, un procedimiento que hicieron los distintos búnkeres del Frente de Todos.

Este martes se confirmó que el domingo votó el 66,21% del padrón, 10 puntos menos que en la primaria del 2019. En aquella PASO, en todo el país votaron 25.861.050 personas y el último domingo, lo hicieron 22.765.590. Casi 3,1 millones menos. En el mapeo que hacen en el FdT aparecen algunas señales puntuales que, con más optimismo que certezas, llevan al peronismo a interpretar que la paliza de las primarias se puede sino revertir al menos moderar sustancialmente.

El criterio inicial es que Juntos por el Cambio mantuvo o mejoró su performance del 2019, al punto que tocó casi sus techos históricos en la foto nacional. El país se pintó de amarillo salvo un número acotado de provincias. Y que, en paralelo, el peronismo tuvo el peor score en años, muy lejos de sus números del 2019. En la provincia de Buenos Aires, incluso, se perforó el voto duro K que en 2017 fue del 34,5% y esta vez estuvo algo arriba del 33%.

De ahí sale la tesis de que hay voto filo PJ, y sobre todo que al menos fue al FdT en el 2019, que en esta elección o no fue a votar o migró, en un porcentaje más chico, a terceras opciones como el FIT -que mejoró- y listas como la de Guillermo Moreno, que consiguió algo más del 1%.

Pero, además, aparece otro componente: en la provincia de Buenos Aires, fue a votar el 68% del padrón contra el 78.8% de las primarias del 2019. La merma fue todavía más pronunciada en el conurbano. “En los barrios del gran Buenos Aires, la concurrencia fue más baja: en algunos lugares detectamos que fue el 60% o incluso menos. La lógica es que 7 de cada 10 de ese votante está más cerca del peronismo y no fueron”, dijo a elDiarioAR un funcionario.

Juega, ahí, la maquinaria del peronismo entrenada en elecciones que puede activarse para lograr que ese universo concurra a votar y, de ese modo, mejorar la performance del FdT. “Perdimos todos: Cristina en la provincia, Alicia en Santa Cruz, Katopodis en San Martin, Mayra (Mendoza) en Quilmes, Coqui (Capitanich) en el Chaco...”, detalló un operador para dimensionar el alcance y la profundidad de la derrota.

“Los gobernadores y los intendentes tienen ejercicio en movilizar”, confió un funcionario sobre una lectura que supone, de todos modos, una serie de riesgos: en la PASO del domingo 12, la tracción nacional pegó negativamente, lo que se notó que en la mayoría de los municipios la lista local del peronismo sacó más votos que la lista de diputados nacionales y la de legisladores provinciales.

¿Jugarán los alcaldes, en noviembre, para tirar para arriba la boleta del FdT o primará el sálvese quien pueda y comenzará el delívery de boletas, en la que los intendentes repartirán la boleta local con las distintas ofertas nacionales? Ese peligro aparece en los análisis como una hipótesis, una incógnita que dependerá en buena medida de cómo reaccione el gobierno y como empiece a repercutir, con los días, el peso del resultado.

PI

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