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ENTREVISTA

Ignacio Labaqui, analista: “El balotaje es una opción entre falsos ídolos y no hay votos cautivos”

El politólogo y analista Ignacio Labaqui

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El triunfo del candidato presidencial de Unión por la Patria (UP), Sergio Massa, obligó a la reconfiguración de Juntos por el Cambio (JxC), un proceso que parece lejos de terminar. Eso analizó Ignacio Labaqui, politólogo, analista y profesor universitario. “Durante mucho tiempo se dedicaron más a hablarse entre sí que hablarle a la sociedad. Lo mismo pasó en el Frente de Todos por lo menos hasta las PASO. En eso, el peronismo tiende a tener mayor verticalismo que lo ayuda a ordenarse”, reflexionó. La incidencia de Javier Milei y el rol del radicalismo.

¿Cómo interpretas la victoria de Massa en las elecciones del pasado 22 de octubre? Fue un triunfo muy superior a la que la mayoría de los analistas y periodistas imaginábamos. ¿Cuál es la razón principal? ¿Vos crees eso lo dejó muy bien posicionado para el balotaje del domingo 19 de noviembre?

‒Hubo muchos errores estratégicos de parte de la principal coalición opositora JxC. También por la fragmentación de la oposición, producto de la irrupción de Milei en el escenario, en parte con colaboración del oficialismo y de parte de algunos actores muy relevantes dentro de JxC. Agregaría la tenacidad del Ministro de Economía de no darse vencido pese a un escenario económico adverso, en parte generado por las propias políticas que implementó Massa. Esa persistencia para pelear hasta último momento y estar cuando todo indicaba previo al cierre de candidaturas, que iba a ser una Primaria Abierta Simultánea y Obligatoria (PASO) entre Daniel Scioli y Eduardo Wado de Pedro. Esa habilidad para moverse detrás de bambalinas y en la rosca. La política es la calle, pero también es el palacio, y eso a veces se subestima. Y también la ventaja de los oficialismos. No es menor tener el manejo de los fierros del Gobierno, que es el aparato peronista, y nunca hay que subestimarlo. La campaña del miedo también probó ser muy efectiva. Todo eso explica en buena parte la elección. Después están los errores estratégicos de los rivales, pero me parece que es como que Milei y JxC se olvidaron que las blancas mueven, en término ajedrecístico. Siempre se dice las negras también mueven, pero las blancas mueven primero, y los gobiernos son los que juegan con las blancas. Todo eso explica este resultado bastante inesperado.

Se dice mucho que una de las razones de este resultado es que la oposición se dividió. ¿Vos cómo interpretas lo que fue el debilitamiento progresivo de JxC? Como es que pasó de ser esa oposición tan fuerte que ganó 17 provincias en 2021 a perder millones de votos en esta elección general de 2023.

En mayo del año pasado escribí una nota que citaba la canción del jugador Kenny Rogers, quien dice algo bastante sabio, sobre que uno no tiene que contar el dinero mientras está sentado en la mesa jugando, sino que hay tiempo de sobra para contarlo una vez que el juego terminó. Me hacía acordar mucho la virulencia que ya empezaba a avizorarse en ese momento a lo que ocurrió entre 2009 y 2011, con una diferencia que en ese período muchos hablaban de fin de ciclo, pero hubo una recuperación económica tremenda. Atribuirle el resultado de la elección de 2011 simplemente a la muerte de Néstor Kirchner es perder de vista la tremenda recuperación que hubo en 2010 y 2011. Acá no se dio eso, pero sí hubo una cuestión de asumir que la elección estaba ganada y que el resultado de la PASO era lo que definía la elección presidencial. Entonces, si el resultado de la PASO define la elección presidencial y el candidato ganador de la PASO de JxC va a ser el próximo presidente, eso agudiza lógicamente la virulencia que pueda haber en una interna. Hubo otra cosa que perjudicó mucho a JxC, y es que el radicalismo no tuvo un candidato competitivo. Eso hubiera amortiguado la cuestión dentro del PRO. Suele decirse que los radicales tienen internas muy feroces y demás. Lo que pasó acá es como si se hubieran contagiado del internismo del radicalismo en el PRO.

Facundo Manes quedó afuera. Casi que lo vetaron como candidato desde el propio radicalismo.

‒No es que lo vetaron. Acá hay una cuestión de mide o no mide. Si la interna era PRO versus UCR y los candidatos de la UCR no medían, iban a tener colgada la lista del UCR y era un problema. Faltó inteligencia a la hora de armar la coalición electoral. O sea, cómo intercalar las listas y demás. Eso lo terminó perjudicando bastante. Un error de parte de Horacio Rodríguez Larreta fue creer que tenía una candidatura natural por ser el jefe del principal distrito que manejaba el PRO, la figura con mayor visibilidad. Y tal vez errores de campaña sobre la lectura de cuál era el escenario. Durante mucho tiempo se dedicaron más a hablarse entre sí que hablarle a la sociedad. Lo mismo pasó en el Frente de Todos por lo menos hasta las PASO. Después de la primaria hubo algo diferente, que fue decir: “Bueno, estamos medio al horno porque salimos terceros. Acá hay que poner barbas en remojo”. En eso, el peronismo tiende a tener mayor verticalismo que lo ayuda a ordenarse. Y esto acá no estuvo.

Escribiste Blues de la artillería en Seúl apenas unos días después del resultado del 22 de octubre. Es muy interesante. Hablás de la lucha fratricida dentro de la coalición y de la desconexión con respecto a la realidad, los votantes y de dos polos de atracción con Massa y Milei que ya estaban operando antes de de esta elección. ¿Por qué pensás vos que se profundizaron esas diferencias dentro de JxC pese a estar casi en una platea preferencial para volver al poder?

‒ Lo único que podía mantener unido a JxC era el triunfo. Lo mismo hubiera pasado dentro de UP. No hubieran resistido un tercer lugar y hubiéramos visto críticas a cielo abierto. Nada de lavar la ropa sucia en casa. Pasó eso: estallaron básicamente las críticas, que no es conveniente, pero esas diferencias preexistían y se habían visto en las semanas previas al cierre de listas, en las que definieron si incluir o no a Juan Schiaretti. Cuando yo escribí lo que se podría hacer la primera parte del Blues de la artillería, que fue esa nota que citaba Kenny Rogers, era justamente por la disyuntiva que generaba la inclusión o no de Milei, que era algo que planteaba Patricia Bullrich. Era algo equivocado, porque Milei nunca quiso ser parte de JxC y no le convenía estratégicamente hablando. Y entonces explotó. Si uno se va un poquito más atrás, eso ya estaba planteado desde 2015 en la convención de Gualeguaychú, donde una parte del radicalismo quería ir con Massa. La cabeza visible de eso era Gerardo Morales, que fue electo gobernador justamente porque tenía un acuerdo en la elección presidencial con Massa y también con Cambiemos. Lo que hizo el tercer lugar fue sincerar una ruptura que ya estaba y que lo único que la podía mantener a la coalición unida era el acceso al poder. En eso hay muchos, como dirían en la jerga de los políticos, ravioles para distribuir, o sea, puestos en el Estado y ahí se hubieran calmado un poquito las aguas. No fue una cuestión tanto de rumbo, sino más una diferencia de velocidad o de estilos entre Rodríguez Larreta y Bullrich. Lo ideológico fue secundario. Acá hubo más una cuestión de quién quedaba. Las derrotas generan esto, que es lo que vimos con un rápido pronunciamiento de Mauricio Macri y de Bullrich. No estoy en la cabeza de ninguno de los dos, pero puedo imaginar algunas cosas. Una es asumir que el grueso de los votantes de JxC se van a decantar más por Milei que por Massa, independientemente de lo que diga el que sea, y entonces, primerear. El otro día un economista, Iván Werning, mencionaba la separación de The Beatles, y que Paul McCartney fue el primero que lo anunció, y que así encabronó a los otros tres. Un poco fue así. Antes que lo hagan los otros, lo hago yo.

¿Coincidís con ese razonamiento de Macri de decir la mayor parte de los votantes de JxC van a ir a Milei?

‒ Pienso que sí, pero no por una cuestión ideológica. Te diría que es casi geográfica. Pensemos en eso de una manera muy simple, no miremos los 24 distritos, sino que dividimos a Argentina en tres zonas: la provincia de Buenos Aires, 37% del padrón; Córdoba, Santa Fe, la ciudad de Buenos Aires y Mendoza; y el resto del país. La provincia de Buenos Aires es el 37%, y dos tercios es el conurbano. Las cuatro que le siguen son el 28% del padrón, que es la franja central, y era la que cuatro años atrás la pintábamos de amarillo, cuando veíamos el mapa electoral de Argentina; y el resto del país (NEA, NOA y Patagonia), donde típicamente el peronismo obtenía victorias arrolladoras. Uno ve el voto de Massa y la provincia de Buenos Aires le aporta un 43% de los votos que sacó. NEA, NOA y Patagonia son algo un poquito más del 33%. Y 18% es la zona central, o sea el peor lugar. Córdoba va a ser la verdadera madre de todas las batallas. Esa zona central es fuertemente antikirchnerista, y pasa un poquito por ahí la decisión. Es una apuesta muy fuerte que si le sale bien, Macri puede decir que tenía razón. Podemos discutir cuánta gobernabilidad va a haber después de eso y si le sale mal, le va a salir muy mal.

Difundías en las redes hace unos días los antecedentes de Argentina y de América Latina que indican que es muy difícil que Massa no sea el presidente. Da la sensación de que Macri justamente se juega a la potencia reactiva de las fuerzas que están en contra del peronismo, que en su momento lo hicieron grande a JxC. ¿Vos qué potencia le atribuís a esa fuerza reactiva?

‒ Si miro los antecedentes de balotaje, diría que la elección de Massa no es una elección decisiva. Para ponerlo en números, hubo 60 balotajes, en los que incluí un par polémicos. En el 35% de los casos, el resultado de primera vuelta se invirtió. ¿Cuándo es más frecuente que se invierte el resultado de la primera vuelta? Ocurre si la diferencia no es muy amplia, y puedo citar casos así como de reversiones bastante fuertes. Es decir, 6% o casi 7% no es una diferencia que uno diga esto es decisivo. Cuando alguien no llega al 40% tampoco. Si uno mira los casos de inversión del resultado de primera vuelta en el balotaje, se volvieron mucho más frecuentes en los últimos diez años. Tenemos uno de hace poquitos días, que es el de Daniel Noboa contra Luisa González en Ecuador, y otro hace un par de meses en Guatemala, que es el de Bernardo Arévalo contra Sandra Torres; y podría seguir.

¿Cuál sería la fuerza del bloque antiperonista, por decirlo de alguna manera?

‒ Córdoba, Mendoza, Santa Fe y la ciudad de Buenos Aires. Evidentemente, Milei tiene un voto bastante heterogéneo. La única candidata que pierde votos es Bullrich. Milei sube poco dentro de lo que aumenta la participación, unos 500.000 votos más o menos, y pierde porcentual en algunas provincias, pero sigue siendo fuerte en provincias típicamente peronistas y en aquellas que eran fuertemente cambiemitas. La clave de que JxC no haya pasado a una segunda vuelta está en la división del voto en Córdoba, entre Schiaretti, Milei y Bullrich. Lo mismo pasa sobre todo entre Bullrich y Milei en Mendoza. Te diría que tiene que ver con qué características tiene estas provincias. Son provincias que son más pobladas, pero están menos representadas en el Congreso. Son provincias que están mucho más orientadas a la exportación, y que tienen mayor participación de empleo privado y hay menos dependencia de ingresos del sector público. No es una cuestión de ideología, muchos encuestadores, más allá de los yerros que pueden dar las encuestas, mostraron que la gente que vota Milei por ahí no está de acuerdo con sus ideas.

Vos tomabas también el concepto de Juan Carlos Torres de Los huérfanos de la política de partidos para definir lo que había pasado en Argentina después del estallido de la convertibilidad, el derrumbe de la UCR y el inicio del gobierno de Néstor Kirchner. Los representó JxC y Cambiemos, pero ¿a dónde van ahora?

‒ Va a haber un poquito para los tres, y pueden haber muchos que aprovechen el fin de semana largo para irse a la costa o a otro lado. El concepto de los huérfanos de la política va más allá del balotaje. Ese era un poquito el énfasis que yo ponía en la nota. El balotaje es una opción entre falsos ídolos, y por eso me parecía que era un error el posicionamiento porque no hay votos cautivos. Los partidos no tienen hoy ese grado de este liderazgo o de control sobre los votantes, y las identidades partidarias son débiles. De alguna manera, es como parafraseando la frase de Juan Domingo Perón, esa que dice “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”. Si el electorado ve que los dirigentes dicen que si quieren ir para otro lado va a ser con la cabeza de los dirigentes. Los huérfanos de la política está pensado más después del 10 de diciembre, y refiere a que haya una fuerza electoral capaz de representar a una franja de la sociedad que no se siente cómoda de UP ni con las propuestas de extrema derecha de Milei.

¿Y quien puede ordenar esa conversación? ¿Quién puede convocar a esa síntesis o invitar a que JxC mantenga la cohesión bajo el eventual gobierno de Massa?

‒ El sentido común indicaría que se tiene que acabar el liderazgo de los sin tierra, es decir, que el territorio mande. Este es el año en que mayor alternancia hubo a nivel provincial desde que las elecciones de gobernador coinciden con las elecciones presidenciales de 1995. Al menos nueve provincias cambiaron de signo partidario. Cayeron verdaderas dinastías: desde 1983 a la fecha, el peronismo gobernaba Santa Cruz, el Movimiento Popular Neuquino (MPN) gobernaba Neuquén y el peronismo puntano con los Rodríguez Saá, peleados entre ellos o no, a veces con otras figuras, en San Luis. Después de 20 años en San Juan hubo un cambio de ciclo; y en Chaco también hubo cambios bastante importantes. De ahí tiene que surgir los que pongan la voz cantante, no los que perdieron elecciones.

Vos mencionás una palabra que la dirigencia siempre trata de evitar, que es autocrítica. Y hablás de la necesidad de una autocrítica por esta campaña que termina con Bullrich fuera del balotaje, pero también de otra nunca hecha sobre la gestión 2015-2019. ¿Vos por qué pensás que no se hizo esa autocrítica? ¿Fue porque Macri la impidió? ¿Fue porque no hubo voluntad de hacerla o no se llegó a un acuerdo?

‒ Yo tendría mis críticas sobre el fracaso de 2015-2019, pero no las comparten. Son un poquito esas mismas razones que explican el fracaso del Frente de Todos. ¿Cuál es el lugar común sobre las críticas al gobierno de Macri de 2015 2019? Una es que no comunicó suficientemente la herencia. A ver, arrancar con un discurso para decir que le dejaron una bomba de tiempo, no le hace mella al conjunto de la sociedad. No tiene el más mínimo sentido. Hubo una subestimación clara de la herencia que recibía de Cristina Fernández de Kirchner y una sobreestimación de las capacidades, y realmente un error de diagnóstico.

Hablé con muchos dirigentes de JxC en todos estos años y quizá la autocrítica existe, pero cada uno hace una distinta. Me parece que después de terminado el ensayo en el poder no se le trasmitió una no hacia el que está representado por la coalición, sino al diletante, al que va y viene.

‒ Hubiera sido más interesante primero hacerla internamente a la autocrítica. Me parece que tanto la comunicación política como la rosca son tremendamente necesarias. Vos no podés gobernar solamente en base a la opinión pública, porque es mutable. Sea un día te quieren, te aman y al otro día te aborrecen, y ahí es mejor que tengas un buen escudo legislativo, porque justamente es algo que sabemos de la política latinoamericana. ¿Cuáles son los presidentes que terminan mal o que a veces no terminan? Hay presidentes tremendamente impopulares que lograron terminar el mandato, como Michel Temer, y hay presidentes que tenían un poquito más de popularidad pero que no terminaron, como Dilma Rousseff. ¿Y en qué hace la diferencia? Tener el escudo legislativo. Nos puede gustar o no, pero Temer lograba que aprueben las leyes porque era un viejo lobo de mar que conocía todos los pasillos del Congreso de Brasil. Sabía cómo manejar eso. Plantear como que es una disyuntiva es un error. Si vos tenés este apoyo en la opinión pública, probablemente sea hasta más fácil negociar en el Congreso o con los factores de poder. Un gobierno débil, ante la opinión pública y que encima no tiene mayoría en el Congreso, está muerto. Ahí hubo un error de separar este la rosca de la comunicación política más moderna. Yo estoy de acuerdo con la idea de que los medios tienen menos incidencia de la que se cree en la opinión pública. No es una idea nueva. El general Perón la dijo en 1973 cuando lo fueron a ver los actores que querían estatizar los canales, y él les dice la gente no es bruta y no come vidrio. Y en eso estoy bastante de acuerdo con Perón.

Entrevista realizada por Diego Genoud en su programa Fuera de Tiempo (Radio Con Vos).

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