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Carlos Barrientos, histórico militante de la resistencia campesina guatemalteca

De Guatemala a Guatemejor: “Elegir presidente a Bernardo Arévalo fue un parteaguas para el pueblo”

Actual secretario ejecutivo del Comité de Unidad Campesina (CUC),  Carlos Barrientos ha sido un histórico militante en las luchas e insurgencias de izquierda en los años finales de la guerra civil guatemalteca -iniciada en 1960 concluyó con los acuerdos de paz de 1996- y un líder en la defensa de los derechos humanos y civiles durante los posteriores gobiernos autoritarios. En la imagen, retratado en Ciudad de Guatemala, la capital del país centroamericano, después de la histórica victoria del candidato centroizquierdista Bernardo Arévalo, quien en el balotaje presidencial del domingo 20 de agosto derrotó a la conservadora Sandra Torres.

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La segunda vuelta electoral confirmó el 20 de agosto las esperanzas de quienes se ilusionaban con un cambio tras más de siete décadas de hegemonía conservadora en Guatemala. Ganó Bernardo Arévalo, quien carga en su historia de vida con las huellas de ese puente histórico que ahora se convierte en símbolo: es hijo del presidente Juan José Arévalo, quien encabezó la Revolución de 1944 y presidió el país hasta completar su mandato en 1951. Fue sucedido por el oficialista Jacobo Árbenz, quien gobernó el país centroamericano hasta que en 1954 la CIA decidió que había llegado la hora de su derrocamiento violento.  

Desde aquel golpe, el pueblo de Guatemala intentó la movilización social, la denuncia internacional, incluso la guerra revolucionaria contra las sucesivas dictaduras, sin éxito. En 1996 se firmaron los Acuerdos de Paz, pero la agenda popular fue traicionada. Esa secuencia de golpes y derrotas parece haberse cerrado ayer: Arévalo, con una prédica de honestidad y tomando distancia de la clase política tradicional, promete honrar los compromisos que asumió ante el pueblo.

Carlos Barrientos es un histórico militante de las luchas revolucionarias en su país. Actualmente es secretario ejecutivo del Comité de Unidad Campesina (CUC) y delegado guatemalteco para la Vía Campesina Internacional y la articulación de movimientos sociales del ALBA. Durante la mañana del lunes, con los resultados aún frescos, nos recibió en un bar céntrico de la capital. “Hay muchas esperanzas de que pueda haber cambios y está la expectativa de que esos cambios se puedan realizar”, afirma. Sin embargo, se muestra cauto respecto al presidente electo y al movimiento que lo llevó a la presidencia: “es un progresismo que tira al centro, más que a la izquierda”.

¿Cómo definiría ideológicamente al movimiento Semilla, que hizo de Bernardo Arévalo el futuro presidente de Guatemala, tras la victoria sobre la candidata favorita, la conservadora Sandra Torres. en la segunda vuelta del penúltimo domingo de agosto?

Semilla es un partido fundamentalmente urbano, con una presencia limitada en pueblos campesinos e indígenas. Ellos se sienten más cómodos definiéndose como socialdemócratas, más que como izquierda. Es un progresismo que tira al centro, por decirlo de alguna manera, más que a la izquierda. Por eso lo que ellos se plantean es el combate a la corrupción, pero también que se logre recuperar la función social del Estado, es decir, que haya políticas sociales que beneficien a las mayorías. No están planteando una transformación del sistema.

Se habló mucho del alto porcentaje de ausentismo, voto en blanco o impugnado en la primera vuelta electoral. ¿Es un voto politizado, o solo expresa desinterés?

La primera vuelta fue la ocasión en que más alto han sido los votos nulos. Fueron más del 17%, pero en esta segunda bajó enormemente. En la primera vuelta los votos nulos junto a los votos en blanco fueron un cuarto del total. Ese 17% de votos impugnados en realidad fue lo que ganó en primera vuelta, porque la candidata que encabezó las elecciones sacó el 15% y Arévalo poco más del 11%. Pero en la segunda vuelta se demostró que ese voto nulo efectivamente era una expresión de rechazo a la política tradicional que ahora se canalizó a Arévalo, porque bajó del 17 al 4 y pico por ciento. El voto de Arévalo se nutrió en una medida importante de quienes no habían votado o habían impugnado. Esos votos jugaron un papel de expresar el rechazo a las propuestas y el sistema político, pero también posibilitaron la llegada del Movimiento Semilla a la segunda vuelta. Es un voto de hartazgo, que finalmente resultó útil.

¿Cómo impacta este triunfo electoral en las bases de los movimientos populares, campesinos e indígenas?

Por un lado, nosotros consideramos que el triunfo de Bernardo Arévalo sí significa un parteaguas de lo que habían venido siendo los anteriores gobiernos que eran de derecha o de extrema derecha. Y también cambia la trayectoria que se tenía hacia un proceso cada vez más regresivo. Se estaban anulando lo que habían sido las conquistas de los Acuerdos de Paz, se desmanteló aquella institucionalidad y se comenzaron a aprobar una serie de leyes que limitaban los derechos y las garantías constitucionales. Ante eso, Bernardo Arévalo y el Movimiento Semilla sí representan una dirección distinta a ese proceso regresivo que se tenía. Entonces lo vemos como muy positivo. Ese proceso que se abre ahora de poder recuperar una serie de políticas públicas, poder recuperar la institucionalidad, que respondan a las necesidades de la población. Por eso mismo, las organizaciones en esta segunda vuelta sí lo apoyamos.

¿El movimiento campesino buscará acercarse al nuevo gobierno? ¿Esperan ser convocados?

Hasta ahora tratamos de mantener nuestra distancia porque no queríamos favorecer todo ese discurso que busca meter miedo sobre el comunismo. Pero nos parece que, a diferencia de procesos anteriores, ahora sí hay una opción. Ese sentir fue masivo en las bases campesinas e indígenas. Sin embargo vemos que en el programa del Movimiento Semilla no están reflejadas las aspiraciones y demandas de los pueblos indígenas, ni tampoco del movimiento campesino. Creemos, esperamos, que ante nuestras propuestas haya flexibilidad. Nos parece que en el partido y en sus dirigentes sí hay una comprensión de cuál es la realidad de exclusión, de empobrecimiento. Por eso creemos que va a ser posible dialogar con ellos. Vamos a mantener la autonomía como la hemos mantenido, pero también con la posibilidad y la esperanza de que puede haber diálogos y políticas en favor de la mayoría de la población.

¿Cuánto influye aquí el contexto centroamericano, caribeño y latinoamericano? ¿Estuvo presente en la campaña la mención a gobiernos que se podrían considerar cercanos al ideario de Arévalo, como los de Lula en Brasil, Gustavo Petro en Colombia o AMLO en México?

Creo que está todavía por verse si puede o no puede ponerse a Arévalo en esa línea. Como decía anteriormente, este parece ser una especie de progresismo de centro. Lo que se sabe es que el Movimiento Semilla busca identificarse con AMLO , o ubicarse más cercano a Gabriel Boric en Chile. No están pensando una transformación del sistema político ni del Estado. Hay una distancia importante con otras expresiones mucho más progresistas, más de izquierda, más radicales. Ahí Semilla no se ve. No lo vemos identificado con Venezuela o Cuba, por lo tanto, difícilmente se le puede inscribir en esa corriente más de izquierda. Sin embargo, está por verse, porque hay muchas demandas que se han aplazado históricamente. El Movimiento Semilla se va a tener que recostar hacia el pueblo, ahí es donde se verá.

Por último, si hubiera que sintetizar en muy pocas palabras la sensación que deja el triunfo de la izquierda en las elecciones del domingo 20 de agosto, ¿cómo lo expresaría?

Es una alegría que se haya logrado derrotar a lo que aquí llamamos el pacto de corruptos, porque lo que hicieron, el dinero que dieron, las trampas y todo eso fue muy grande. Se logró un triunfo, eso es lo primero es hay que valorar, eso alegra a mucha gente. Hay muchas esperanzas de que pueda haber cambios y está la expectativa de que esos cambios se puedan realizar. 

AGB

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