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Discurso en el Congreso

Un montón de “argentinos de bien” dispuestos a beber el “último mal trago”

Miles de personas se movilizaron para seguir de cerca la asunción

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Es que no importa si acá hay un millón de personas o no: La Libertad Avanza no se trata de volúmenes ni de cantidades. Ahora es el mediodía, el sol cae recto, rasga los ojos, hacemos visera con la mano. Hay gente apiñada bajo la sombra del gomero, de la magnolia, del jacarandá. “Argentina es como el fernet”, dice esta remera. Sigue así: “El 70% vive del 30% que trabaja”. Cuesta 6 dólares. Hay un pasacalles: “Tus compañeros de Corporación América”. Acá todo es instagrameable. “La casta tiene miedo”, Cristina se va presa“ y ”Que bajen las banderas“ son tres frases que entran en la misma melodía. No llegan al millón, pero son más que un puñado. Deben ser menos de 30 mil; 8 mil y pico quizás. Pero han venido a ver (y a escuchar) a Javier Milei, el presidente de la Nación elegido para que gobierne los próximos cuatro años.

Los Granaderos a caballo. La mujer que se disfrazó de reina de la Argentina: es rubia, lleva una corona de plumitas. Un hombre vestido de militar... “Vestido”, no: es un militar retirado y quiso volver a calzarse el uniforme. Los argentinos de bien se despegarán de las vallas apenas pase la camioneta que dejará a Milei a las puertas del Congreso. Cuando el locutor anuncie el arranque de la cadena nacional y diga “Radio y Televisora Argentina”, “Radio Nacional” y “Televisión Pública” aquí repetirán “¡afuera!”. Cristina Fernández de Kirchner, última anfitriona, da la bienvenida al Presidente y su vice, Victoria Villarruel. Así lo muestran las cinco pantallas que, afuera y en simultáneo, transmiten la asunción. Hay insultos hacia la vice saliente. Algunos gritan “chorra”. Luego, la jura en el recinto, Alberto Fernández que aparece como Mandrake y hará, en cuanto pueda, el truco de escapismo de Houdini. Cristina con las manos en los bolsillos, un vaivén de caderas, un revoleo de ojos. La banda y el bastón. Etcétera.

Y recién después, Milei habla al montón de argentinos de bien que llegó en colectivo, en tren en subte, en autos desde sus provincias. ¿Suena Panic Show? No. Pero el Presidente forzará la garganta para saludar con el clásico "hola a todos" . Está parado detrás de un atril que está ubicado detrás de la reja. Un león en jaula en un zoológico. Karina está a su lado. Viste un traje blanco. Karina, que suele tener todo calculado, cayó en la trampa del lino, que pide plancha cada media hora. La pantalla devuelve los pliegues del pantalón, de las mangas del saco. El Rey de España transpira. Eso también lo vemos. Pero estamos absorbidos por Milei, que hace su despliegue de números y frases imbatibles: ¿quién puede estar en contra de cualquier idea que implique la palabra “libertad”?

Javier Milei dice “herencia”, dice “ajuste”, “cepo”, “tarifas”. “No hay plata”, dice. Dice inflación hiperinflación estanflación... Avisa que va a doler, que lo que viene va a ser difícil, pero que éste es “el último mal trago”. Que no hay alternativa. Shock, pobreza, indigencia, menos trabajo para todos. “Para ver la luz al final del camino”. “No nos dejaron opción”. Pero que somos resilientes. Aquí, en la Plaza de los Dos Congresos, oímos al Presidente porque nos ha elegido a nosotros y no a la Asamblea Legislativa para su primer discurso. Debería ser un halago pero cada tres palabras, una tiene que ver con sufrir. Milei matiza con un poquito de stand up: resulta, nos reímos. No hay plata, dice Milei: no hay para la casta y para nosotros tampoco hay.

Le sonreímos al verdugo. “Milei, querido, el pueblo está contigo”.

Cuando el Presidente diga que el “ajuste es para el Estado y no para el privado”, sus votantes lo festejarán coreando la palabra “libertad”. Que la inflación prevista es de 52% mensual no causa gracia. Para el “no hay plata”, los aplausos son timidones. El fin del “siga siga” para los delincuentes fue uno de los pasajes más celebrados. Ovación para la frase “propuesta sensiblera progresista”. Su público completa dos oraciones, a esta altura muy transitadas en el discurso de Milei: el “las paga”, de “el que las hace las paga”; y el “¡nada!” de “fuera de la ley... nada”. Aplausos para “el que corta no cobra”, en relación a las personas que, como forma de protesta, obstaculizan el tránsito.

Hubo cierta confusión cuando el Presidente aclaró que “no venimos a perseguir a nadie” en relación a sus contrincantes políticos. Más que confusión: un murmullo, algo de frustración en el aire. ¡Pero si en la previa se cantó hasta el cansancio “Cristina se va presa”! Parece que no. Nunca quedó más claro el lema de la Bandera de Gadsden: la amarilla de la serpiente, la que lleva la frase “no me pises” y cuya traducción plebeya sería “si no me jodés, yo no te jodo”. Javier Milei ya no frunce el ceño. Ahora, con la frente lisa, ensaya el tono del sabio. Un sabio que ha visto el signo y que por eso es capaz de saber cuál será el curso del desplazamiento que propone. Milei nos dice –a vos, a mi, a todos, todas, todes– “prefiero decirles una verdad incómoda antes que una mentira confortable”. Es el jefe de hogar que pone orden “por tu bien”. Y acá, frente al Congreso, los corderos oímos al león. Con ferviente pasión, recitamos las 57 palabras de Alberto Benegas Lynch, el padrenuestro libertario. Qué importa si aquí no hay un millón de personas. Alcanza con un montón de convencidos.

VDM/MG

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