No hay mesa que aguante cuando el fuego viene de adentro. El gobierno de Javier Milei presentó la foto del “relanzamiento” en el despacho presidencial como si se tratara de un acto fundacional, pero en Balcarce 50 todos saben que lo que se armó esta semana es apenas un dique para que la interna no estalle antes de octubre. La derrota en la provincia de Buenos Aires fue demasiado dura para seguir con piloto automático. Y el dispositivo bautizado “mesa política” nació con ese objetivo: encubrir bajo el maquillaje de la unidad lo que en los pasillos del poder se respira como una pelea a cielo abierto.
En el propio trazado de la Casa Rosada quedó graficada la fractura. En el ala oeste del primer piso se mueve con sigilo Eduardo “Lule” Menem, operador y sombra del único eslabón intocable del esquema libertario: Karina Milei. Al igual que a ella, el escándalo por las supuestas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) dejaron al subsecretario de Gestión Institucional en la mira de la opinión pública. Por eso, tras el revés bonaerense, la propia hermana del Presidente le pidió que se mantuviera todavía más en el perfil bajo.
La ausencia de Lule en la flamante mesa fue tan comentada como su poder previo: de actor central en el armado político de La Libertad Avanza, el riojano pasó a quedar completamente corrido de la foto, con la orden de no exponerse. Este martes, el único Menem presente fue Martín, el presidente de la Cámara de Diputados, cuya conducción del cuerpo comenzó a despertar dudas en el ámbito parlamentario.
En el ala este, también del primer piso de la Rosada, está el influyente Santiago Caputo, cerebro de la campaña de 2023, que intenta recuperar aire en medio del tembladeral. El domingo fue la primera vez que el asesor todoterreno se mostró como protagonista arriba de un escenario, aunque su cara no pudo disimular el golpe de la derrota. Caputo ya había quedado arrinconado en el cierre de listas bonaerense, cuando los Menem y el armador Sebastián Pareja hicieron valer su poderío y Las Fuerzas del Cielo, la agrupación juvenil referenciada en él, terminó conformándose con lugares marginales.
Milei incluyó a Caputo en la mesa política, aunque ya no con el aura de estratega indiscutido que tuvo en otros tiempos, sino bajo sospecha. Porque más allá del ruido con los Menem o Pareja, el verdadero problema es otro: la desconfianza creciente de Karina hacia el otro vértice del cada vez más oxidado “triángulo de hierro”.
Ruido digital
La caída por trece puntos de diferencia con Fuerza Patria en territorio bonaerense dejó al descubierto las costuras del armado libertario. La mesa bonaerense ensayó una autocrítica mínima (“no explicamos bien el esfuerzo”), pero todos en la Cada Rosada saben que el problema no es de comunicación, sino de conducción. En paralelo, la tropa digital estalló: Daniel Parisini, alias Gordo Dan, cruzó a Pareja y a Lule después del resultado adverso. Y hasta Luis Juez, un aliado del Gobierno, sufrió las represalias de los tanques virtuales mileísta debido a su voto a favor de la emergencia en Discapacidad.
Ese ataque, ocurrido el jueves previo a la elección bonaerense, no pasó desapercibido: el jefe de Gabinete Guillermo Francos tuvo que salir a desautorizar a Parisini en vivo, mientras Caputo admitía que ya no podía contener a sus propios soldados. En el Salón Martín Fierro, donde se atrinchera con su equipo, Caputo y los suyos aseguran que el Gordo Dan no les responde, que se maneja por cuenta propia y que es imposible “curarle los tuits” a alguien que ya se convirtió en figura con voz propia. Pero en el resto del Gobierno la explicación no convence, y la sospecha sigue flotando: que Caputo ampara, si no alienta, la furia digital que golpea a sus rivales internos.
La tensión se desbordó en el búnker del domingo en Gonnet. Cuando vio en su celular los tuits del Gordo Dan llamándolo “traidor”, Pareja perdió la calma y amagó con ir a buscar a Caputo para increparlo. Hubo que frenarlo en el pasillo, entre asesores que se multiplicaban para contener la escena. El enojo no fue solo por la agresión digital: en la misma noche fría del Salón Vonharv empezaron a circular rumores acerca de la defectuosa fiscalización de la jornada, con mesas sin cobertura en distritos clave. Muchos apuntaron a la estructura bonaerense que responde al propio Pareja, lo que agravó el clima de nerviosismo. El cruce, con insultos incluidos, según pudo reconstruir elDiarioAR a partir de testigos, reflejó mejor que cualquier comunicado el clima que reina en La Libertad Avanza: una olla a presión donde nadie confía en nadie.
La semana pasada, Caputo había decidido romper con el hermetismo que lo había caracterizado desde el inicio del gobierno. Reactivó su única cuenta oficial de X con un mensaje seco —“Bueno. Llegó la hora”— y horas más tarde publicó las “Diez verdades incómodas de la era mileísta”, un decálogo que buscó recuperar cierta irreverencia. Dos días después, por primera vez, subió al escenario del búnker para acompañar a Milei en su discurso tras la derrota.
La tropa digital leyó el gesto como una señal de empoderamiento y pasó la noche envalentonada, reclamando cambios y denunciando a los responsables del tropiezo. En el blanco quedaron quienes fueron acusados de haber diseñado una estrategia electoral incapaz de seducir al votante bonaerense. La prédica caputista reclamaba “volver a las bases”. Dirigentes de Las Fuerzas del Ciemo, como Agustín Romo, insistieron en que la autocrítica debía ser puertas adentro: “Siempre que perdés es por culpa tuya. Tenemos que corregir lo que haya que corregir, profundizar el rumbo económico y ganar”, escribió en su cuenta de X. Un mensaje que sintetizó la mirada de los suyos: la derrota no se explica por la gente, sino por el armado que impuso Karina. Hoy Romo, pese a ser el presidente del bloque libertario en la Legislatura, no forma parte de la mesa política bonaerense.
Contener y resistir
Los Menem, mientras tanto, arrastran lastre y también miran de reojo a Sangiago Caputo. El apellido quedó asociado al caso Spagnuolo, pero también a negocios incómodos: desde la causa por contrataciones con la droguería Suizo Argentina hasta la licitación millonaria de Tech Security —empresa fundada por el hermano menor de Martín— en el Banco Nación. Al igual que su primo Lule, el presidente de la Cámara de Diputados se sabe blindado por Karina y su lugar en la nueva instancia de puesta en común se explica por esa cercanía con al secretaria general de la Presidencia.
Lo mismo corre para Manuel Adorni. Desde el vamos, el vocero mantuvo una pulseada silenciosa con Caputo, a quien vio siempre como alguien con tendencia a entrometerse en su terreno. Sin embargo, la pertenencia de Adorni a la mesa fue leída como gesto de Karina, que lo respalda como pieza propia. Pero ya está confirmado que a fin de año dejará la Casa Rosada para asumir como legislador porteño, lo que obligará a Milei a redefinir su sistema de comunicación en pleno cimbronazo político.
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, ya fuera del PRO e integrada de lleno a La Libertad Avanza, también ocupa un lugar clave en la instancia deliberativa del oficialismo. Resistió todo lo que pudo, porque no quería dejar el Ministerio de Seguridad, pero terminará siendo electa senadora y su salida es inevitable. Su figura quedó expuesta en la denuncia que el propio Gobierno presentó tras la difusión de los audios de Karina, un episodio que reveló las tensiones latentes entre las distintas alas oficialistas. Después de octubre, a más tardar en diciembre, el gabinete quedará obligado a un rediseño profundo: a la salida de Bullrich se le sumará la de Luis Petri, que dejará Defensa rumbo a Diputados.
En paralelo, quien emerge como árbitro en medio del caos es Guillermo Francos. El jefe de Gabinete sobrevivió a los dardos que le lanzó la diputada Marcela Pagano y colocó a su alfil Lisandro Catalán al frente del renacido Ministerio del Interior, reforzando su eje con Karina. Aunque en las provincias lo ven como un interlocutor torpe, en los hechos, el flamante ministro funciona como carta de presentación frente a los gobernadores en vísperas del Presupuesto 2026. Así y todo, el escepticismo de los gobernadores es generalizado: nadie cree que la entronización de Catalán modifique el vínculo real con la Casa Rosada.
Hasta el 26 de octubre, la “mesa política” será apenas un parche. Después, gane o pierda, Milei tendrá que mover piezas. Nadie cree que el gabinete resista intacto. Y más allá del ruido con los Menem y Pareja, lo que late es otra cosa: la desconfianza de Karina hacia su propio estratega. ¿Podrá sobrevivir Santiago Caputo al take over que, según fuentes fidedignas, prepara El Jefe para después de las elecciones nacionales? En esa pregunta se condensa el verdadero nudo gordiano de la interna libertaria. La olla sigue en el fuego. Y la tapa, por más foto que se difunda, ya no cierra.
PL/MG