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Un caso que conmueve al país

Día 2 del juicio: declaran los amigos de Fernando Báez Sosa que estuvieron la noche del crimen

Amigos de Fernando Báez Sosa, al ingresar a los tribunales de Dolores.

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“Reconozco que cuando Fernando nos dijo que estaba de novio me puse celosa, pensé que iba a perderlo a mi hijo. Pero cuando conocimos a Julieta pasamos de ser una familia de tres a una familia de cuatro”, dijo ayer Graciela Sosa, la madre de Fernando, al Tribunal. Julieta es Julieta Rossi, compañera de la escuela de Fernando y su novia al momento del asesinato. Ella formaba parte del grupo de amigos que había ido a pasar el verano a Villa Gesell. Julieta no está en condiciones emocionales de declarar. Sí habló su padre, Oscar, al Tribunal: “Julieta no esta preparada para afrontar el juicio. Está entera pero no esta preparada para contar lo que vivió el día del hecho”, explicó ante los jueces María Claudia Castro, Christian Rabaia y Emiliano Lázzari, al tiempo que detalló: “Ella fue la última persona que salió del boliche”.

“Te juro que no le deseo a nadie ver lo que yo vi en el cuerpo de Fernando, ni un cazador para un animal”, dijo, quebrado, Rossi, quien recordó que ese verano él había ido a vacacionar a Pinamar y se trasladó a Villa Gesell cuando recibió un llamado de su hija, Julieta, la entonces novia de Fernando.

“Papá venite, yo estoy en la Comisaría y Fernando en el hospital”, recordó que le dijo la joven, mientras que acerca de Julieta, dijo que no está en condiciones de declarar y “afrontar” este juicio y que está bajo tratamiento psicológico.

Rossi señaló que Fernando era un “ser humano increíble, extraordinario y muy bueno” y describió también que se encontró a los padres del joven ese 19 de enero del 2020 en la morgue para reconocer el cuerpo.

Además, indicó que la fiscal de instrucción Verónica Zamboni, a cargo entonces del caso, le explicó lo que había ocurrido y que a su hija le pidió una prenda que ella tenía en sus manos y que, momentos antes, había llevado puesta Fernando Báez Sosa, para los estudios de ADN.

Esa fue una prueba clave, pues el cotejo de los rastros genéticos de esa prenda luego se hizo con otras que pertenecían a los rugbiers implicados.

Cuando finalizó la declaración de Oscar Rossi, comenzaron a dar testimonio diez amigos de Fernando, todos testigos presenciales de su muerte, que lo hará a lo largo de esta segunda jornada. Lucas Filardi, uno de los amigos de Fernando Báez Sosa que se encontraba con él la madrugada del crimen en Villa Gesell, declaró hoy que los rugbiers acusados de asesinarlo le dieron “primeramente piñas” y luego de que cayó al piso lo siguieron golpeando con “patadas en el pecho y en la cabeza”.

“Había cuatro o cinco personas pegándole. Fue un instante que vino gente gritando y le pegaron, y se cae el piso. No hubo acto de defensa, fueron piñas. Eran seis, siete. Había tres o cuatro pegándole a Ferni, y un par evitando que nos acerquemos nosotros”, aseguró el joven en la segunda audiencia del juicio.

El abogado querellante Fabián Améndola le preguntó quiénes de los acusados le habían pegado a Fernando y él dijo que no recordaba sus nombres, pero sí quién le había pegado a él: “Creería que Luciano Pertossi”.

Por su lado, Fernando Burlando le consultó cómo fue el primer golpe a Fernando y Filardi contó: “Una piña muy fuerte en la cara, para desestabilizarlo y fue repentina”.

Momentos antes, según recordó el joven, Fernando le dijo que estaba preocupado porque los habían echado del boliche y que le aclaró: “Yo no hice nada”.

Luego continuó declarando y señaló: “Le pegan una piña a Fernando y cae al piso, quiere levantarse y ahí patadas y piñas. Primeramente fue la piña para tirarlo y después patadas”. Incluso, fue más allá: “Sé que fueron patadas en el pecho y en la cabeza”, dijo y, a tal punto, gesticuló cómo fueron esas patadas y manifestó que eran con “mucha saña”.

El testigo, asumiendo el papel de Fernando Báez Sosa, reconstruyó tirándose al piso del Tribunal cómo su amigo cayó tras recibir el primer puñetazo y luego lo que la víctima hizo para intentar evadir las patadas que le daban en el pecho y la cara.

“Lo que recuerdo es que había tres o cuatro pegándole a Fernando y un par evitando que nos acerquemos nosotros, yo que estaba más cerca por ejemplo”, agregó sobre lo vivido esa madrugada violenta.

Fernando formaba parte de un grupo 15 amigos que paraban el hostel Hola Ola. La madrugada del 18 de enero de 2020 estaban en el boliche Le Brique. Hubo dentro de la disco un altercado entre el grupo de Fernando el los agresores. El personal de seguridad los sacó del lugar a todos. De acuerdo a la declaración de los chicos durante la investigación, uno de los acusados apuró a los amigos: “Ahora qué pasa que estamos afuera”, una manera de arrancar la pelea. Luego, Fernando recibió un golpe en la cabeza, por la espalda, y se desvaneció. Un patada en la cabeza terminó de matarlo. La autopsia indicó shock neurogénico por traumatismo grave de cráneo. En la reconstrucción que hizo la fiscal Verónica Zamboni, Máximo Thomsen, Ciro Pertossi, Enzo Comelli, Matías Benicelli y Blas Cinalli interceptaron y golpearon hasta matar a Fernando. Ayrton Viollaz, y Lucas y Luciano Pertossi rodearon a Báez Sosa, impidiendo que pudieran defenderlo. Todos son, de acuerdo a la imputación, co-autores del delito.

Hoy declara, entre otros amigos, Tomas D' Alessandro. D´Alessandro presenció el altercado dentro del boliche e intentó defender a Fernando cuando lo atacaron afuera. “Le pegaron trompadas, lo empujaron y lo tiraron al piso. Traté de defenderlo pegándole a algunos de ellos pero en un momento me empujaron, me tiraron al piso y me pagaban patadas en el cuerpo, sobre todo en la cabeza”, declaró el chico en la etapa de Instrucción. Cuando D' Alessandro pudo incorporarse, vio a Fernando ensangrentado e inconsciente. Los rugbiers ya se habían ido. Él llamó al 911.

Los ocho chicos también están imputados por el delito de “lesiones leves” por la agresiones que sufrieron al menos cinco amigos de Báez Sosa: además de D'Alessandro, Ignacio Vaudagna, Juan Manuel Pereyra Rozas, Juan Bautista Besuzzo y Lucas Begide. Esa acusación se suma a la principal -“homicidio agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas”- que prevé condena a prisión perpetua. Los imputados tienen entre 20 y 23 años. Cuando cometieron el delito eran apenas mayores que Fernando.

El primero en declarar hoy es el padre de Julieta, Alejandro Rossi. Julieta y Fernando se conocieron en el colegio Marianista. Iban a cursos diferentes pero un proyecto solidario los encontró. Se besaron por primera vez en Cerebro, clásico boliche de Bariloche, durante el viaje de egresados. Hacía poco menos de un año que estaban de novios. Los dos se habían anotado en la carrera de Derecho. Julieta había llegado a Gesell con dos amigas. Las tres estaban en Le Brique la noche del asesinato. Ayer, durante su declaración, Silvino Báez, el padre de Fernando, se emocionó al hablar sobre cómo la familia de Julieta los ayudó a pagar los gastos del sepelio de su hijo.

Día 1: la defensa de los rugbiers apuesta a cuestionar la investigación

La estrategia del abogado defensor de los imputados, Hugo Tomei, es poner en duda la calidad del requerimiento de elevación a juicio. Más simple: ayer hizo dos planteos de nulidad con el objetivo de cancelar el debate. El primero fue que durante la etapa de Instrucción, la fiscal de Villa Gesell, Verónica Zamboni, se tomó muy poco tiempo -25 minutos en total- para tomar las declaraciones indagatorias. Después de un receso, el Tribunal no hizo lugar por considerar que no existió tal vulneración: explicó que los imputados tuvieron otras posibilidades de declarar y se negaron. Para el segundo pedido de nulidad, Tomei dijo que “no puede defender a quien no sabe de qué se lo acusa” y cuestionó la imputación colectiva. Apuntó que a sus defendidos les habían explicado en “lenguaje técnico” la imputación y era probable que no lo entendiera. También lo rechazaron.

Fernando Burlando llegó con un equipo de abogados a Dolores para representar a los Báez Sosa. Burlando, flamante papá, está alojado en un hotel termal. Los padres de Fernando en un hotel sencillo, ubicado frente a la plaza principal de la ciudad y a una cuadra y media de los Tribunales. Fabián Améndola aporta la técnica y la efervescencia en medidas justas, sobre todo al momento de oponerse al segundo pedido de nulidad de la defensa: “Si no entienden de qué se los acusa, está el defensor. Me pregunto si entienden la palabra 'vida'”. Burlando se hace ver, apela a la conmoción y al adjetivo edulcorado para describir lo obvio: que en la misma sala hay ocho jóvenes que, con distintos grados de responsabilidad, mataron a patadas a un chico de su misma edad.

Y los imputados que entraron esposados a la sala, con media cara oculta por los barbijos. El mismo corte de pelo: muy corto, la nuca al ras. Y la misma actitud: los ojos al frente y el silencio. Cuando Graciela Sosa, la madre de Fernando, terminó de declarar, se dio vuelta y los miró. Ninguno bajó la vista. Están ubicados en el lado izquierdo de la sala y salvo el Tribunal, nadie puede verlos de manera directa. Parte del operativo de seguridad consiste en que trece custodios del servicio penitenciario los rodeen durante toda la audiencia. Detrás de ese cordón humano, están las familiares de algunos acusados. Los rugbiers estarán presentes en todas las jornadas de debate.

VDM/

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