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avanza el juicio

Luque y Cosachov pidieron una sedación prolongada a Maradona porque era “inmanejable”

Diego Armando Maradona en su etapa de técnico de Gimnasia y Esgrima de La Plata.
29 de abril de 2025 18:15 h

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La estadía de Diego Maradona en la Clínica de Olivos duró ocho días, demasiada larga para recuperarse de una intervención por un hematoma subdural. Lo operaron el 3 de noviembre de 2020 y para el día siguiente, el 4, ya quería irse. Para una cirugía de ese tipo, si el paciente se encuentra estable, en general recibe el alta a las 48 horas. Pero el exfutbolista dejó el sanatorio recién el 11 de noviembre. Algo se reveló en la audiencia de hoy, la decimotercera: la permanencia en la clínica no fue para recuperarse de la operación, sino porque no había una plan de acción claro en cuanto a la rehabilitación del consumo de alcohol, algo que cae bajo la responsabilidad de los médicos de cabecera, el neurocirujano Leopoldo Luque y la psiquiatra Agustina Cosachov.

Eso declaró a los jueces del TOC3 de San Isidro el jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) en Clínica Olivos, Fernando Villarejo. Él supervisó personalmente la estadía de Maradona en la UCI. Luque y Cosachov le pidieron una reunión. Dirá Villarejo: “Ahí supimos cuál era el verdadero problema. Los médicos de cabecera nos dijeron que Maradona era inmanejable y propusieron un proceso de sedación profunda por varios días”. En esa reunión estaban, además de Villarejo, Luque y Cosachov, el director de la clínica, Pablo Dimitroff, y alguna de las tres hijas de Maradona (el testigo no pudo precisar cuál). Lo “inmanejable” según lo que el testigo refirió era que el exfutbolista tenía excitación psicomotriz –arrancarse los electrodos a los que estaba conectado para monitoreo–, síntomas de abstinencia, no dejaba que lo revisen, se negaba a tomar la medicación, llegó a ponerse agresivo. Un enfermero dejó asentado que una vez tuvieron que sujetarlo a la cama.

“Los médicos de cabecera (N. de la R.: por Luque y Cosachov) me pidieron sedar a Maradona para iniciar un proceso de desintoxicación o abstinencia por 24, 48, 72 hs…La sedación profunda estabilizaría un cuadro psiquiátrico, y éste parecía serlo. Como el de Maradona era un caso crónico, la sedación no me parecía adecuada y la Clínica de Olivos no era el lugar para hacerlo. Sedar tiene riesgos: depresión, no toser, no tragar, requiere asistencia respiratoria y eso expone al paciente a infecciones. El paciente no se mueve, hay que moverlo artificialmente... Luque y Cosachov dijeron que iban aceptar los riesgos. Le transmitimos a mi equipo que íbamos a acceder, aunque yo no estaba de acuerdo, e iniciamos el proceso de sedación”, detalló Villarejo.

Maradona forcejeó con el enfermero que debía colocarle el catéter para pasarle la medicación que lo dejaría inconciente adrede. No era extraño, a veces había que rogarle que tomara una pastilla. Pero la sedación, finalmente, se hizo. El exfutbolista estuvo sedado, de manera profunda, 24 horas. Es justo cuando entra en escena Mario Schiter, médico que formó parte del equipo que acompañó al exfutbolista durante su tratamiento en Cuba, es decir, había una relación personal. Schiter habló con las hijas de Diego y entró en la clínica con una recomendación: que lo ingresen a un centro de rehabilitación.

Villarejo encontró en Schiter un “aliado”. Dirá el jefe de la UCI de Olivos a los jueces: “Propusimos establecer un vínculo con un equipo interdisciplinario, menos invasivo y con profesionales que lo manejen a largo plazo. Porque el proceso de desintoxicación no se hace en una clínica de agudos o domiciliaria, sino en una institución”. El problema fue Luque que, cuando se enteró de que habían hablado sobre un traslado a un neuropsiquiátrico, se irritó bastante. El testigo recreó la escena: “Luque preguntó '¿Quien decidió esto?' o 'eso no va a pasar' o 'esto no puede ser, yo no estaba enterado de esto'. No dejaron entrar más a Schiter ni a la psiquiatra a la que se le pidió una interconsulta. Después Luque habló por teléfono con alguien. Me dio la impresión de que no seguiamos adelante. Y redujimos la sedación porque no podíamos seguir así”, amplió el testigo.

Así como accedió a sedarlo a pesar de que lo había desaconsejado, Villarejo decidió el proceso inverso: sino no había plan de acción, bajarían la medicación hasta sacarlo del estado de sedación. Así fue: a las 36 horas, Maradona ya estaba lúcido y comiendo. Entre tanto regían las restricciones por la pandemia, pero en la habitación de Diego solía haber, de forma permanente, unas cinco personas, todas “del entorno”, que entraban y salían. Los médicos que tenían que revisarlo debían dejar el teléfono fuera de la habitación.

Fernando Burlando, abogado de Dalma y Gianinna, preguntó si Maradona sabía que “lo iban a dormir”. Respondió Villarejo: “Puede ser que Luque se lo haya explicado, pero no se si lo entendió. Él estaba bajo los efectos de la medicación. No era del todo fácil que él entendiese algunas circunstancias”. Se instaló en la sala de audiencias una inquietud: ¿Maradona estaba en condiciones de decidir sobre su salud? Villarejo respondió a esa pregunta de manera indirecta. Planteó que Diego “tenía idas y venidas de excitación psicomotriz, era muy agresivo; era perjudicial para sí que estuviese malhumorado; acá era difícil eludir el principio de autonomía. Nosotros tuvimos en cuenta sugerir la posibilidad… Si no era adjudicatario de su principio de autonomía, había que declararlo insano o incapaz”.

En una segunda reunión, la última que se daría en la Clínica de Olivos, en la que Villarejo no participó, se descartó la opción de ingresarlo en un neuropsiquiátrico y también la internación voluntaria. Entre la familia y los médicos de cabecera armarían un dispositivo de “internación domiciliaria” que fue, finalmente, la casa del Tigre. Cosme Iribarren, uno de los fiscales, quiso saber si Villarejo recordaba la externación. “Estaba contento porque se iba a su casa”, dijo el testigo. Maradona dejó la Clínica de Olivos con un alta de externación firmada por Luque y Cosachov, y Jana, Dalma y Gianinna. En el sanatorio de Olivos dejaron en claro y por escrito que una rehabilitación domiciliaria en el caso de Maradona era difícil. “¿Difícil o imposible?”, pidió afinar el fiscal. “No es imposible. Perón tenía una unidad de terapia intensiva en su casa”, devolvió Villarejo.

VDM/MG

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