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Cambio Climático
El cambio climático impulsa el aumento de los conflictos entre el hombre y la fauna silvestre, según un estudio

Los incendios en las costas oeste de EEUU y Canadá ponen en jaque la flora y la fauna de la zona.

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Con los incendios forestales que se extienden por el reseco oeste de Estados Unidos, las graves inundaciones en Europa y, en la próxima década, un posible aumento de las inundaciones costeras, 2021 podría ser un año crucial en la forma en que los gobiernos, las sociedades y las familias ven la amenaza del cambio climático.

Briana Abrahms, profesora adjunta de biología de la Universidad de Washington y de su Centro de Centinelas de los Ecosistemas, insta a sus colegas científicos a dar su propio giro en lo que respecta al cambio climático y a otra tendencia creciente: los conflictos entre los seres humanos y la vida salvaje. Los conflictos entre el hombre y la fauna pueden producirse cuando las personas y la fauna se trasladan a la misma zona o compiten por los mismos recursos, como la comida.

Como han demostrado muchos estudios, el cambio climático está exacerbando aún más los conflictos entre los seres humanos y la fauna silvestre al forzar los ecosistemas y alterar los comportamientos, lo que puede intensificar los contactos -y la posible competencia- entre personas y animales. En un artículo publicado en la revista 'Science', Abrahms pide que se amplíen las investigaciones sobre las múltiples formas en que el cambio climático afectará a la compleja interacción entre las actividades humanas y las poblaciones de animales salvajes.

En una reciente conversación con UW News, Abrahms explicó cómo la incorporación del cambio climático a los estudios sobre las interacciones entre el hombre y la fauna salvaje no sólo ayudará a los científicos a idear formas de mitigar los efectos de estos conflictos. También podría alertar a los responsables políticos, a los expertos y a los ciudadanos de a pie de las posibles fuentes de conflicto entre el hombre y la fauna antes de que se produzcan.

“Los conflictos entre los seres humanos y la vida silvestre han sido ampliamente estudiados -señala-. La investigación muestra que tienen enormes implicaciones para la biodiversidad, la salud humana, la economía, la calidad de vida y mucho, mucho más. Pero un esfuerzo más concertado por parte de los científicos para tener en cuenta la influencia del cambio climático en estos conflictos podría ayudarnos a anticiparnos a ellos, e incluso a evitarlos”.

A su juicio, “se ha prestado tanta atención a las consideraciones ecológicas y sociales que se ha prestado menos atención al entorno físico. Eso no quiere decir que la gente no haya estudiado el entorno físico. Hemos visto docenas de estudios, pero la mayoría son estudios localizados o informes gubernamentales”, puntualiza.

“Muchos de los casos que hemos visto son un claro aumento de los conflictos durante o justo después de un acontecimiento climático extremo -prosigue-, como la ola de calor marina que impulsó un aumento de los enredos de ballenas en la costa occidental o el aumento de los conflictos entre humanos y fauna durante y después de la grave sequía en Botsuana”.

“Pero también vemos un aumento de los conflictos debido a la variabilidad del clima -continúa-. Un estudio realizado durante dos décadas en Nuevo México informó de que la frecuencia con la que los osos negros entran en contacto con los seres humanos y el ganado fluctúa con el ciclo de El Niño/La Niña”.

Sobre las consecuencias menos conocidas de los conflictos entre el hombre y la fauna, señala que “muchos estudios han analizado los conflictos entre el hombre y la fauna silvestre -al margen del cambio climático- y sus consecuencias a largo plazo. En algunas partes de África occidental y central, los estudios han relacionado el aumento de las poblaciones de babuinos, cuyos depredadores han sido exterminados por el hombre, con un aumento del trabajo infantil”.

Estos conflictos también pueden alimentar el aumento de las enfermedades -recuerda-. En Estados Unidos, la eliminación de los pumas provocó una explosión de las poblaciones de ciervos, lo que a su vez alimentó un aumento de la enfermedad de Lyme. También pueden surgir nuevas enfermedades, porque cuando los seres humanos y la fauna salvaje entran en contacto más estrecho hay oportunidades para que las enfermedades salten de los animales a las personas“.

Por todo ello, defiende que el estudio de los conflictos entre humanos y animales salvajes ayuda a mitigarlos. “Hay muchos buenos ejemplos, y existe una rica literatura en torno a las técnicas de mitigación de conflictos. Con la investigación hay potencial para desarrollar más esfuerzos de mitigación”, asegura.

“También se están llevando a cabo algunos esfuerzos interesantes de inteligencia artificial para predecir cuándo es probable que se produzcan conflictos. Esto puede ayudar a advertir a los gestores de la fauna y a los ciudadanos de a pie, de modo que puedan ser proactivos a la hora de tomar medidas para evitar los conflictos. Pero estos esfuerzos no tienen en cuenta lo que hace el clima. Esto parece una oportunidad perfecta para incorporar nuestra creciente comprensión de cómo las condiciones climáticas pueden influir en los conflictos”.

Con información de agencias.

IG

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