No es tu hijo, es tu novio: el trabajo emocional en las relaciones que pasa factura a las mujeres

“Llevo nueve años con mi pareja y me encargo económicamente de toda la casa. Bueno, de eso, de nuestro hijo y de él. En todos los sentidos”, cuenta Diana, que al verbalizar su caso siente con toda su crudeza cómo vive atrapada en una relación donde el amor se convirtió en dependencia. Y no solo en tareas cotidianas. “Él apenas aporta nada al alquiler, y tampoco parece que haga un gran esfuerzo por cambiar la situación. Está cómodo”, dice. Diana también es, como se decía antiguamente, su paño de lágrimas, su coach personal, su terapeuta: “Lo que más tonta me hace sentir es que celebro cualquier mínimo esfuerzo que él hace, porque estoy acostumbradísima a que no haga nada”.
La historia de Diana no es excepcional. Muchas otras mujeres, seguramente alguna cerca de cualquiera de nosotros, comparten relatos similares. Sandra, por ejemplo, recuerda así su experiencia en conversación con este medio: “Estuve un año y medio con una persona de 31 años que era incapaz de llevar una vida funcional. ¡Llegó a meter un bol de metal en el microondas! Tenía que supervisar cosas básicas, mantenerlo a todos los niveles salvo el económico, y terminé somatizando el estrés hasta desarrollar problemas de salud graves”.
Estas anécdotas personales ponen palabras a un fenómeno cada vez más reconocido: el mankeeping, un término que describe la carga emocional, social y logística que muchas mujeres asumen en sus relaciones heterosexuales.
¿Qué es exactamente el mankeeping?
El término mankeeping fue acuñado por las investigadoras Angelica Ferrara y Dylan P. Vergara, de la Universidad de Stanford, en un artículo publicado en 2024, para describir específicamente “el trabajo no recíproco que realizan las mujeres para gestionar las necesidades emocionales y sociales de los hombres en sus vidas”. La idea se inspira en el concepto del kinkeeping, la tarea de mantener la armonía familiar a todos los niveles, descrito por Carolyn Rosenthal en los años 80, pero se centra en la relación de dependencia entre hombres y mujeres dentro de una pareja.
En palabras sencillas, las autoras lo definen como el trabajo social y emocional no remunerado que realizan muchas mujeres para “mantener” (de ahí lo de keeping) a los hombres que conviven con ellas, como forma de compensar la pérdida de vínculos sociales y afectivos de estos.
Las autoras sostienen en su artículo tres ideas fundamentales: primero, que las mujeres proporcionan apoyo emocional a los hombres en ausencia de otras redes; segundo, que ese apoyo constituye un trabajo invisible que requiere de mucho tiempo y energía; y tercero, que cuando no hay reciprocidad, este esfuerzo se traduce en desgaste psicológico y desigualdad estructural.
Es todo lo invisible que las mujeres acaban sosteniendo: desde animar a su pareja a quedar con amigos hasta mantener la relación con su propia familia, pasando por escucharlo cuando tiene un problema
La psicóloga y terapeuta de pareja Cristina Rocafort lo explica de la manera siguiente: “El mankeeping me recuerda a la famosa carga mental, pero ampliada al terreno emocional”, afirma. “Es todo lo invisible que las mujeres acaban sosteniendo: desde animar a su pareja a quedar con amigos hasta mantener la relación con su propia familia, pasando por escucharlo cuando tiene un problema”.
Para Rocafort, el mankeeping es la prolongación de un patrón social: “En la práctica, lo veo mucho en consulta. La mujer suele ser la que habla con los hijos, la que organiza los planes, la que recuerda las fechas. Al final se convierten en las gestoras de todo, también de la vida emocional de la pareja”, explica.
Núria Jorba, también psicóloga especializada en terapia de pareja y sexual, coincide en que se trata de un rol que, aunque ahora haya cristalizado en este concepto, ya viene de lejos: “La mujer siempre tuvo que asumir ese papel de cuidadora y sostenedora, no solo de los hijos, sino de la pareja y hasta de la familia política”, explica. “Eso genera una carga mental enorme y hace que sus propias necesidades pasen a un segundo plano”.
En palabras de Jorba, la situación termina transformando radicalmente la relación: “Muchas veces la mujer se ve obligada a ejercer un rol de madre con su pareja. Le recuerda las citas médicas, fomenta que tengan más vida social, se ocupa de todo. Y cuando la relación de pareja se transforma en una de madre e hijo, el concepto de pareja se desvanece. De hecho, la sexualidad suele ser lo primero que se resiente”.
La soledad masculina y sus consecuencias
Uno de los motores y causas del repunte del mankeeping, según Ferrara y Vergara, es la llamada “recesión de la amistad masculina”. Diversos estudios muestran que los hombres cuentan con menos amigos íntimos que hace unas décadas. Y esa falta de vínculos refuerza la dependencia de la pareja.
Cristina Rocafort lo observa en su consulta: “Un hombre que no se permite expresar vulnerabilidad, que solo aprendió a moverse entre estar bien y estar mal, entre el enojo y la apatía, va cultivando menos relaciones cercanas. Y entonces todo recae en su mujer, que acaba agotada por sostener sola toda esa dimensión emocional”. En su opinión, la educación tiene un importante papel en todo esto. “Tradicionalmente a las mujeres se nos permitió llorar, expresarnos. Sin embargo, un hombre triste o un hombre que exprese emociones relacionadas con la tristeza, con no poder más, se lo consideraba en el pasado como débil en el mal sentido de la palabra. ‘Poco hombre”.
Hoy en día, por suerte, parece que las cosas están cambiando un poco entre los más jóvenes, que son más proclives a abrirse en mayor medida con sus amistades masculinas. Pero las expertas también lo ven en consulta entre miembros de generaciones más mayores. Estos, según la doctora Rocafort, “necesitan encontrar sus propias formas de autogestionar las emociones que muchas veces pasan por ir quitando en terapia capas de esa cebolla emocional y conseguir así desplegar una variedad de emociones más amplia”.
El precio para ellas
Diana describe cómo la actitud pasiva de su pareja erosionó mucho su autoestima: “Me da la sensación de que estoy atrapada, cansada, dominada por una situación que me va hundiendo poco a poco”, explica.
Sandra, por su parte, reconoce que tras estar un año y medio con esa pareja terminó con secuelas físicas importantes: “Me ocupaba de mi vida y de la suya”, recuerda. “Y, además, cada vez que le decía que estaba agotada, él se victimizaba y me hacía sentir culpable. Eso me pasó factura hasta el punto de enfermar”. Relatos como estos ilustran cómo el mankeeping es un factor que puede terminar incidiendo directamente en la salud y bienestar de quienes lo sostienen.
Las mujeres terminan priorizando el bienestar de los demás, soportando una carga mental excesiva y dejando de lado sus propias necesidades
Las psicólogas coinciden en señalar que el mayor riesgo es la desaparición del propio yo. Jorba lo resume así: “Las mujeres terminan priorizando el bienestar de los demás, soportando una carga mental excesiva y dejando de lado sus propias necesidades”.
Rocafort añade que además muchas mujeres ni siquiera son conscientes de lo que está ocurriendo, de que es una anomalía: “Es tan invisible que ni ellas mismas saben qué es lo que tendría que ser reconocido y qué es ‘normal’. Lo único que sienten es agotamiento y fatiga constante”.
El resultado es un círculo vicioso: los hombres carecen de red emocional, las mujeres asumen el papel de únicas confidentes, y la pareja se resiente. Como resume Jorba: “Si no hay dos adultos que funcionen como equipo, desaparece la admiración, surge el resentimiento y la relación pierde estabilidad”.
Otro de los posibles efectos secundarios de estas actitudes masculinas, según se señaló en un artículo de la revista Vice, es que este desequilibrio también podría estar detrás del creciente desinterés de muchas mujeres por las citas.
Si tener una relación con hombre implica sufrir los efectos del mankeeping, ¿para qué tenerla? Cada vez más mujeres están dejando de buscar pareja. Según datos del Centro Pew Research, solo el 38 % de las mujeres solteras estadounidenses buscan pareja, frente al 61 % de los hombres.
¿Es posible cambiar la dinámica?
Redistribuir responsabilidades dentro de una pareja no es una tarea fácil cuando los roles están muy establecidos, pero no es algo imposible. Jorba insiste en que lo principal es que las mujeres aprendan a poner límites: “Es fundamental escucharnos mucho más a nosotras mismas, saber qué podemos sostener, saber qué es natural y positivo sostener, saber cómo cuidar en una relación de adultos, saber delegar, y decir hasta aquí llego yo y hasta aquí llegas tú. No se trata de tener un hijo, sino una pareja”.
Para Rocafort, la solución pasa por una revisión profunda de los roles de género: “Hay que hacer un trabajo individual y también en pareja. Las mujeres necesitamos replantearnos muchas cosas que tenemos grabadas a fuego. Desde qué creo yo que tengo que hacer por ser mujer, a por qué me cuesta ‘soltar’ algunas cosas si no se hacen como yo quiero”. “Y por parte de él”, continúa la psicóloga, “aprender qué cosas siempre vio en su casa hacer a las mujeres y plantearse cuáles tiene que comenzar a asumir. El mundo cambió, las relaciones de pareja son diferentes, y es necesario abarcar más terreno porque si no va a perder a su pareja. En realidad es un trabajo que tiene que realizar la pareja unida, porque lo que uno suelta, lo tiene que asumir el otro”.
Jorba también reclama el trabajo por parte de los hombres: “Hay muchísimo trabajo para ellos a nivel de empoderamiento masculino, de autogestión y también de asumir muchas obligaciones. Los hombres tienen que dejar de vivir desde la comodidad, asumir lo que les toca, trabajar su autorrealización”, sostiene. “No pueden seguir funcionando solo desde el placer inmediato. Interiorizar que la madurez exige asumir responsabilidades que a la larga se traducen en un bienestar mayor”.
Según concluye Rocafort: “Hablar dentro de la pareja es fundamental. La pareja debería funcionar como un coche: no podés hacer millones de kilómetros sin revisarlo nunca. Hay que parar, hablar, ajustar, redistribuir cargas. Solo así evitaremos que una parte se desgaste hasta romperse”, concluye.
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