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Salud

Cómo la píldora anticonceptiva se convirtió en la última herramienta de desinformación ultraconservadora

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María López Villodres

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“Las anticonceptivas son veneno”. Mensajes como este, repetidos hasta la saciedad por influencers como la estadounidense pro Trump Alex Clark, pueden leerse en el cada vez más fangoso Internet de chicas. Ese donde se empieza guardando una publicación de Instagram que lista siete alimentos para combatir la inflamación –o para regular tus hormonas, hacer un detox de dopamina o la tendencia de bienestar de turno; a menudo sin mucha evidencia científica– y se puede acabar arrastrada por una corriente de videos que, bajo una falsa apariencia de divulgación sobre salud y estilo de vida, cuelan una visión del mundo muy concreta. Mujeres que defienden que su papel es quedarse en casa cuidando y criando; hombres que trabajan afuera, manejan el dinero y tienen la última palabra.

No le faltaba razón a Lorde cuando hace unas semanas manifestaba en una entrevista con Rolling Stone por su regreso que en esta nueva era en la que, entre otras cosas, dejó la píldora tras más de una década tomándola (y está contenta con el cambio), había “llegado a ver [su decisión] como una especie de programación casi de derecha”. La desinformación sobre anticonceptivos se volvió en los últimos años un contenido muy rentable para los perfiles ultraconservadores.

“Los médicos te dirán ‘oh, puede mejorar tu acné, te ayudará a regular tus ciclos' (...) Pero como mujer, cambia hacia quién te sentís atraída, destroza tus hormonas. Sentimos atracción basada en nuestra biología, y cuando esta está químicamente alterada, pasa factura”, contaba en una entrevista Brett Cooper, uno de los perfiles femeninos de extrema derecha más conocidos en Estados Unidos. Después añadía otra serie de afirmaciones habituales en este tipo de publicaciones: que las anticonceptivas hacen ganar mucho peso, inflaman o causan infertilidad.

“Los creadores de contenido tienden a subrayar los riesgos de las opciones hormonales, mientras que minimizan los riesgos y exageran los beneficios de las opciones no hormonales”, apuntaba la investigadora Emily Pfender, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pensilvania, a The New Yorker. Junto a Leah Fowler, esta doctora analizó los mensajes que aparecen en redes sociales sobre el uso de anticonceptivos en los últimos años y publicó sus conclusiones en la revista Journal of Women’s Health.

En otro estudio, publicado en Health Communication en 2023, Pfender señalaba que el 74% de los influencers que hablaban en YouTube sobre anticonceptivos lo hacía en tono negativo, intentando desincentivar su consumo. Y una investigación publicada en 2024 por la Society for Public Health Education, que analizaba el contenido de mismo corte, pero en TikTok, concluyó que esta red social ocurría lo mismo en un 50%.

“Esto nunca fue de libertad, sino de controlar que no tengas demasiados hijos”, dice Candance Owens en un video sobre el origen de la píldora. Una historia marcada por el colonialismo médico y la explotación de los cuerpos de mujeres puertorriqueñas que fueron usadas en su fase experimental. Sin embargo, Owens, que cuenta con más de cuatro millones de suscriptores en YouTube y es autora del libro Make him a sandwich (Hacele un sándwich, una crítica al feminismo y al #MeToo), retuerce la historia para mantener que los problemas de fertilidad que hoy acusan muchas mujeres están directamente derivados del uso de anticonceptivos hormonales. “Mujeres, despierten. Esto no es normal. Es un diseño maquiavélico y malvado para manteneros estúpidas y gordas”.

Los creadores de contenido tienden a subrayar los riesgos de las opciones [anticonceptivas] hormonales, mientras que minimizan los riesgos y exageran los beneficios de las opciones no hormonales

Emily Pfender investigadora

En una conversación con Brett Cooper en el podcast de The Daily Wire, el medio alternativo de ultraderecha cocreado por Ben Shapiro, Owens señala este tipo de tratamientos como algo “antinatural”. Ambas pertenecen a la llamada womanosfera, una red de creadoras de contenido que son la versión femenina de otro ecosistema más conocido en Internet: la manosfera. Ellas, como ellos, creen que el feminismo fue demasiado lejos y lo desafían.

Habiendo constatado además tras las últimas elecciones estadounidenses que esas comunidades de Internet se pueden traducir por votos, surge el interés por replicar el fenómeno especialmente en un segmento de población joven y femenino que, a diferencia de sus homólogos masculinos, se decanta en mayor medida por el voto demócrata. Es por ello que organizaciones conservadoras como Turning Point USA, que ejerce su influencia en el ámbito estudiantil, están invirtiendo dinero en estos influencers y creadores de contenido, como señalaron desde The Verge en 2022.

Uno de esos perfiles es el de la ya mencionada Alex Clark, que empezó comentando la actualidad y la cultura pop bajo un enfoque conservador y que, desde la pandemia, viró su contenido hacia el bienestar, pero ese tipo de bienestar que a veces cruza la frontera de la conspiranoia y la desinformación: es antivacunas y llegó a declarar que las mamografías son “propaganda”. En esa cruzada contra el establishment médico, se alineó con MAHA, el movimiento Make America Healthy Again (hagamos América saludable de nuevo) y que lidera Robert F. Kennedy Jr., actual Secretario de Salud con Trump (el equivalente a un Ministro de Sanidad en España). El mismo que hace unos días presentaba un informe con el objetivo de analizar las enfermedades crónicas y las causas del descenso en la esperanza de vida de los estadounidenses cuya gran revelación fue, sin embargo, su escasa rigurosidad: está plagado de estudios y datos falsos inventados por la IA.

En su camino al gobierno estadounidense, Kennedy estuvo acompañado por Casey Means, actual Surgeon General (directora general de salud pública), que dejó el ejercicio de la medicina tradicional a favor de la denominada “medicina funcional”, que es autora de libros de autoayuda enfocados a mejorar la energía y el metabolismo, que instó al gobierno a rebajar las vacunas infantiles y que también se posicionó contra los anticonceptivos: en una entrevista con Tucker Carlson los calificó como una amenaza para la “naturaleza vital de las mujeres”.

Esa evocación a lo natural, que aparece constantemente en sus mensajes, se traduce aquí por lo conservador y heteronormativo también bajo esa visión biologicista y esencialista de género. Frente al uso de anticonceptivos hormonales, lo que estas influencers y personalidades proponen es usar el seguimiento del ciclo menstrual para calcular los días de más y menos fertilidad. Un método que Michael Belmonte, ginecólogo y especialista en planificación familiar, contó a The Washington Post que conlleva sus propios peligros: tras haberse creído los consejos contra la anticoncepción hormonal vistos en redes y haberse pasado al método de tracking menstrual, muchas mujeres con embarazos no deseados se vieron en la necesidad de viajar desde sus estados, en los que tras la sentencia Dobbs el aborto quedó prohibido o parcialmente prohibido, para llevar a cabo una interrupción voluntaria del embarazo.

Pero si hay conversación, si hay mujeres intentando este método en casa, hay negocio. Para el matrimonio Hugoboom, Brittany y Gabriel, se materializó primero en forma de revista femenina con la conservadora Evie, que mezcla consejos de estilo de vida y looks de alfombra roja con su propia propaganda en forma de artículos como Por qué los anticonceptivos hormonales son, científicamente hablando, veneno. Después con una app de fertilidad para medir el ciclo, 28, que está respaldada económicamente por Peter Thiel (fundador de PayPal y conocido magnate tecnológico de extrema derecha). Y como es habitual en el ciclo de vida influencer, la estrategia culmina con un producto estrella que encapsula –en este caso, literalmente– la esencia del mensaje que nos venden: Toxic Breakup, un suplemento que, por 89 dólares, promete un “detox pospíldora” y mejoras tan poco específicas como “reponer los nutrientes clave para la salud hormonal que se agotaron debido a los anticonceptivos hormonales”.

La primera píldora sin receta vs. el “presidente de la fertilidad”

Todo esto coincide con la llegada a las farmacias estadounidenses de Opill, marca bajo la que se comercializa la primera píldora anticonceptiva a la venta sin receta desde que, en los años 60, este se legalizara en el país –en España no ocurriría hasta el 78–. Su composición, sin estrógenos, solo a base de gestágenos, la hace más segura y evita en mayor medida el riesgo de tromboembolismo venoso que, en cualquier caso, con las píldoras que sí contienen estrógenos es menor que el que se da en el embarazo, tal como indican los diferentes expertos e investigaciones que respaldan su seguridad.

La marea de contenido coincide también con el esfuerzo a nivel legal y legislativo por atacar el acceso a los anticonceptivos, principalmente los de emergencia. Amanda Stevenson, socióloga, demógrafa y profesora adjunta de la Universidad de Colorado en Boulder, que estudia esas vías por las que activistas y legisladores antiaborto están intentando restringir los anticonceptivos, contó el citado artículo de The Washington Post que “los mensajes de los influencers ayudan a impulsar una posible legislación que limite el acceso a los anticonceptivos hormonales”.

“Seré conocido como el presidente de la fertilidad”, dijo Trump en marzo. El pasado verano había prometido reducir de manera drástica los costes de los tratamientos de fecundación in vitro (FIV) si llegaba a la presidencia, y en febrero firmó una orden ejecutiva que solicita recomendaciones políticas para proteger el acceso a la fertilización in vitro y “reducir drásticamente los costes de bolsillo y de los planes de salud para dichos tratamientos”. Aunque como apuntaban desde The New York Times, esta “no modifica ninguna política ni menciona algunas de las promesas de campaña de Trump sobre el tema, como la gratuidad del tratamiento”.

El mismo periódico señaló en una investigación el acercamiento a la corriente pronatalista de su administración, que va un paso más allá de la promoción de valores tradicionales y familiares. Las primeras palabras como vicepresidente de J.D. Vance fueron: “Quiero más bebés en los Estados Unidos de América”, y ya en abril, la Casa Blanca estuvo recibiendo a distintos grupos y organizaciones con ideas sobre cómo incrementar las tasas de natalidad. Entre las que se pusieron sobre la mesa están una reserva del 30% de las becas para Fulbright para solicitantes casadas o con hijos, un “bono bebé” de 5.000 dólares en efectivo a cada madre y la financiación de programas de educación sobre el ciclo menstrual con la intención de que puedan acertar en la diana con más probabilidad al intentar quedarse embarazadas –lo mismo que promete la app de fertilidad de los Hugoboom, pero gratis–.

¿Un reel puede hacerte cambiar de idea?

¿De qué manera todo este contexto y los mensajes recibidos a través de redes están condicionando el uso de la píldora anticonceptiva? Aunque hay estudios como este realizado con chicas de entre 18 y 24 años en Estados Unidos que sí señalan una relación entre lo que dicen estas influencers y la impresión sobre la píldora que tienen, de momento no se pudo cuantificar ni relacionar directamente con la disminución del uso de estos métodos anticonceptivos hormonales entre las generaciones más jóvenes.

Sin embargo, como señalaba Penny Wu, médica residente de ginecología y obstetricia en la Universidad de Duke al Post: “Esto cambió mi forma de ejercer”. Wu notó cómo sus pacientes de la generación zeta rechazaban los DIU con mayor frecuencia que las millennials. El motivo: videos de TikTok que las habían puesto en alerta por el dolor de la inserción. La ginecóloga analizó los 100 videos sobre el DIU más populares de TikTok y concluyó que más del 40% eran negativos. Ahora, explica, ofrece de manera rutinaria opciones a sus pacientes para el manejo del dolor, como antiinflamatorios, inyecciones de lidocaína en el cuello uterino y medicamentos contra la ansiedad.

En un contexto de declive en la atención del sistema sanitario –en Estados Unidos y también en España– y con una ventana a todo tipo de información al alcance de la mano que nos ha hecho pasar en menos de una década del Dr. Google, al amigo sabelotodo ChatGPT –que se ocupará de darte una respuesta, la que sea, antes de reconocer que no maneja cierta información–. Y con la sofisticación de algoritmos que te hacen llegar incluso lo que no buscás, el caldo de cultivo está servido. Pero si viene envasado en forma de reel , alguien con una bata blanca dando consejos en Instagram y una fórmula que promete cambiar tu vida y tu salud en tres sencillos pasos, mejor no tomarlo.

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