El reto de pasar la primera Navidad sin alguien querido: “Llorar o estar callado no arruina la celebración”
En el transcurso de un año hay tiempo para que sucedan muchas cosas, entre ellas, la muerte de una persona. Un momento traumático para sus seres queridos que tendrán que enfrentarse a la complicación emocional extra de la primera Navidad sin su presencia.
Aunque sean unas festividades a las que personalmente no se les dé demasiada importancia, la omnipresencia de sus símbolos, las cenas y comidas obligadas o las campañas publicitarias sensiblonas repetidas en bucle se sienten como sal en la herida. Son un recordatorio de que ese familiar o ese amigo ya no volverá a sentarse a la mesa nunca más. Y enfrentarse por primera vez a esa realidad, que algunos profesionales de la psicología llaman ‘síndrome de la silla vacía’, no suele ser fácil.
Hace poco más de un mes, el suegro de Lidia enfermó sin posibilidad de curación. Los médicos les dijeron que no tardaría demasiado en fallecer, aunque tenían la esperanza de poder pasar la última Navidad junto a él. Sin embargo, su estado de salud empeoró muy rápido y finalmente no pudo ser. Así que este año el plan principal de la familia es arropar a la viuda “que es la que más va a notar la ausencia”, explica Lidia, “y también celebrar de alguna manera, ya que hay un niño en la familia, que necesita seguir creyendo un poco en la magia”. Así, los adultos rehicieron planes, cancelaron viajes o fiestas “para priorizar estar juntos, ya que pensamos que nos ayudará a sobrellevar la pérdida tan reciente”, sostiene.
Belén Jiménez, doctora en psicología, docente e investigadora en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), comenta que en la primera Navidad es normal que aparezcan emociones como “tristeza, cansancio emocional, enojo o ganas de que todo pase rápido” y ofrece una serie de consejos generales que pueden ser útiles.
Uno de ellos es “bajar el listón” de las expectativas porque seguramente esta no va a ser la mejor Navidad de la vida, así que con que “se puedan atravesar” ya valdría. Además, también recomienda “anticipar los momentos más delicados y pensar qué puede ayudarte” con pequeñas estrategias como decidir al lado de quién sentarse en la cena, retirarse de la celebración un poco antes de lo habitual o encontrar un espacio al que salir a respirar. También aboga por no intentar reprimir la emoción: “Llorar o estar callado no estropea la celebración; lo que suele generar más tensión es intentar contenerlo todo”.
Llorar o estar callado no estropea la celebración; lo que suele generar más tensión es intentar contenerlo todo
El padre de Verónica murió un 4 de diciembre después de dos años enfermo de cáncer de pulmón y la familia celebró esa primera Navidad como habían hecho todas las anteriores. Su hija Violeta tenía un año por aquel entonces y había más niños, así que se les hizo más fácil experimentar “la magia de la Navidad”, expresa. Con su silla vacía en la mesa y una foto suya en la chimenea, brindaron por él “y por todo lo bueno vivido juntos”, rememora y añade que rescataron “anécdotas entre lágrimas de tristeza, repletas de amor y alguna que otra risa furtiva sobre sus comidas favoritas, sus manías o lo cabezón que era a veces”. Ahora, diez años después, en cada reunión familiar chocan sus copas por él: “No hay un día que no lo extrañemos”, garantiza.
Hablar de la persona ausente y reconocer de manera explícita su ausencia “reduce la tensión emocional y evita que el dolor se viva en silencio”, declara Cristina Berenguer, psicóloga experta en duelo. Este mismo año publicó junto a Alba Payàs, el libro Una Doble Tarea (Paidós), que incluye un capítulo Afrontar celebraciones: consejos para familias en duelo.
La experta señala que actos como el de brindar por la persona que no está, como hizo Verónica con sus allegados, son una buena manera de sobrellevar la celebración, como también puede serlo encender una vela en su honor o dedicarle un momento en la reunión. “Estos gestos permiten honrar el vínculo, dar un lugar a la ausencia y facilitar que el resto del encuentro pueda vivirse con mayor calma”, apunta, “hablar y recordar no significa forzar el dolor, sino integrar la pérdida de una manera humana y compartida”.
¿Cambiar tradiciones?
Como cada familia (o grupo de amigos, que en ellos también duelen las ausencias) vive los embates de la vida a su manera, hay quienes optan por cancelar la Navidad. Candela cuenta que cuando falleció su madre, su abuela paterna se llevó tal disgusto que dejó de celebrar la Navidad para siempre. Ella, sin embargo, optó por lo contrario porque considera que tienen “momentos mucho más importantes donde extrañar a mi madre que la propia Navidad”. Una de las fechas que más festejan es el día de Reyes, así trasladó la ceremonia a casa de su padre y desde entonces hace “exactamente la misma Navidad que habría hecho mi madre, que es acordarnos con todo el cariño de las personas que faltan y tirar para adelante”.
Hablar de la persona ausente y reconocer de manera explícita su ausencia reduce la tensión emocional y evita que el dolor se viva en silencio
Precisamente, en la familia de Diana borraron ese día del calendario de festejos. Su padre murió el 5 de enero del año 2022 y ahora se dan los regalos por Papá Noél y ninguno por Reyes. Recuerda que, pese a la tristeza, la primera Navidad sin él fue “bonita porque nos volvimos a juntar con primos o tías después de dos años, primero por la pandemia y después la que él pasó enfermo”. Afrontaron las fechas con calma, pero su hermana y ella estaban preocupadas por su madre aunque “fue una campeona”.
Berenguer y Payà recomiendan la posibilidad de “construir” una nueva Navidad: “Nunca nada volverá a ser como antes, pero vos y tu familia pueden empezar a afrontar las fiestas de una manera distinta”. Por su parte, Noemí Villafranca, psicóloga especialista en procesos de duelo, afirma que lo mejor es hablar abiertamente del tema y decidir qué tradiciones o costumbres de esas fechas se quieren mantener. “Si mi madre era la que cocinaba para toda la familia, quiero asumir yo ahora ese rol” o “me gusta ver la casa decorada, pero no tengo fuerza ni ilusión ahora mismo para hacerlo yo, prefiero que lo hagan mis hijas” son dos ejemplos de planteamientos que propone.
No intente hacerlo en casa
Cada cual se enfrenta a los malos momentos como puede –el bruxismo cotiza al alza en estas fechas de brindis y turrones–, pero las expertas tienen algunos consejos útiles sobre lo que no se debería hacer. Belén Jiménez desarrolla que: “Cada duelo es distinto. Influyen el tipo de vínculo, la historia personal, el momento vital, la red de apoyo y la forma aprendida de expresar emociones”. Y remarca que algunas personas exteriorizan más sus emociones, mientras que otras se las guardan, por lo que parecen más fuertes aunque a veces solo se trata de “una contención prolongada”.
Jiménez considera que “no hay que minimizar ni corregir la emoción; es necesario evitar frases hechas o comparaciones; hay que ofrecer presencia y escucha, más que soluciones y validar [los sentimientos del otro]: ‘Tiene sentido que hoy te duela más”. “Acompañar el duelo es estar sin apuro, sin juicio y sin intentar tapar el dolor, confiando en que compartirlo lo hace más llevadero”, confirma. Asimismo, recuerda que en muchas comunidades, existen grupos de duelo y en estas fechas es habitual “que se organicen charlas y espacios de encuentro, como Es Navidad… y en casa hay una silla vacía, que ofrecen un marco compartido para poner palabras al dolor y no atravesarlo en soledad”.
Por su parte, Noemí Villafranca desaconseja el silencio alrededor de la ausencia, hacer como que no pasó nada, forzar la ilusión y la alegría, esforzarse en estar bien para no preocupar a los demás o para que ellos no estén mal. También expone que no es bueno aislarse por completo para ‘no molestar’, que no es lo mismo que aislarse por necesitar estar en soledad y lejos del ambiente festivo. Ella aclara que “en estas situaciones solemos pensar: ‘No voy a ir a la cena porque voy a arruinar el ambiente’. Desaconsejo tomar decisiones basadas en lo que creés que los demás sentirán”, manifiesta, “las personas que te quieren prefieren estar con vos, aunque estés triste, que saber que estás sola y sufriendo por no estorbar”.
Berenguer coincide en los mismos aspectos que sus compañeras de profesión, pero también dirige el foco a los niños y adolescentes del grupo: “Es importante crear recuerdos significativos, en los que nuestra mente pueda sustentarse en momentos de dificultad” y, para ella, la Navidad es un buen momento para hacerlo. “Si algo puede enseñarnos la pérdida es la importancia de nuestras relaciones significativas y el valor del tiempo de dedicación y amor a los que nos quedan”, concluye.
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