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Entrevista

Camila Fabbri: “La sororidad entre mujeres puede llegar a incluir a veces un costado salvaje”

La escritora argentina Camila Fabbri acaba de publicar la novela "La reina del baile", que quedó finalista del prestigioso Premio Herralde en España.

Agustina Larrea

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“El dolor es cierto. Lo que pensé que era un pájaro picándome el ojo en realidad es vidrio, el blindaje antivandálico que pagué en doce cuotas sin intereses el año pasado. Esos actos que fingen pequeñas valentías”, describe en las primeras páginas Paulina, la narradora de la novela La reina del baile (Anagrama, 2023), de Camila Fabbri. De esta manera anticipa un rumbo: habrá dolor, habrá apariencias, habrá pérdida.

Paulina es una mujer de treinta y pico que acaba de tener un accidente con su auto. Desde esos primeros instantes de confusión, y a lo largo de toda la historia, la autora irá mostrando a una persona que intenta abrir los ojos, que carga sobre sus espaldas varias astillas, entre la urgencia y lo trascendental, entre el accidente y lo que desea. En esa bruma inicial, nota que viajaban con ella una adolescente de quince años y un perro, a quienes Paulina en principio desconoce.

A partir de ese momento, con una narración detallada, sutil y sólo en apariencia leve, se irá conociendo más del pasado de la narradora, de su reciente separación, de sus días grises en una oficina, de Maite, una de las pocas personas con las que habla a diario; de la quinceañera que es testigo del choque y del motivo que llevó a Paulina a emprender el viaje. La reina del baile es un libro conmovedor, de diálogos implacables, de escenas que parecen simples y envuelven capas de conflictos perturbadores que acaba de ser distinguido como finalista del prestigioso Premio Herralde de Novela.

En un encuentro con elDiarioAR en Buenos Aires, después de volver de España donde estuvo una temporada haciendo una residencia artística, presentó su película Clara se pierde en el bosque y asistió a la ceremonia a recibir la distinción literaria, Camila Fabbri recuerda la génesis de la novela. “Una de las primeras cosas que tuve fue la imagen de una mujer que se despierta en un accidente y que es ella la conductora. A veces el disparador es parte de alguna imagen y otras veces quizás tiene que ver con algo que escuché, no sé, en la vía pública o con pequeñas anécdotas de la televisión. Creo que se puede escribir mucho con eso. Otras veces quizás son disparadores más musicales. No sé de música pero escucho mucha música y me parece que tiene algo muy narrativo también”, señala.

Se trata de tu primera novela, después de escribir y publicar teatro, cuentos, una novela, pero no ficción. ¿Sentiste vértigo por meterte en este género? ¿Surgió así de entrada?

Creo que en el proceso no tenía tan claro que estaba escribiendo una novela, mi primera novela. Fue un texto que arrancó como un posible cuento. El grueso lo escribí en el 2019 y con el tiempo fui entrando al archivo más veces de las que pensaba que lo iba a hacer. Hasta que fue creciendo de manera incalculable y llegó a las casi 200 páginas. Entonces por suerte no existió ese vértigo de la conciencia de estar haciendo lo que estaba haciendo. Creo que eso llegó más tarde. Llegó cuando quizás mi agente literaria, María Lynch, con quien trabajo hace unos años, me preguntó en qué estaba trabajando. Tenía algo, pero yo no tenía muy en claro qué era ese algo y le tenía un poco de idea a la novela. Más que nada porque en general me suele pasar que me aburro de mí misma en las tramas o en los personajes. Así que siempre le tuve como mucho respeto a eso de la extensión. Pero con esta novela me parece que tuve un poco más de arrojo. 

Si tu primer libro no es una novela, siempre hay alguien que insiste y pide una novela.

Sí, te preguntan “para cuándo la novela, para cuándo”. Lo hacen en chiste. A veces es un chiste, pero un chiste que se impone. Quizás inconscientemente esta vez también hubo algo de esa demanda ahí dando vueltas. Puede ser, sí.

La primera imagen que te aparece, entonces, es la de esta mujer accidentada. Te quería preguntar por lo accidental, tenés un libro de cuentos que de hecho se llama Los accidentes. ¿Por qué de alguna manera siempre estás volviendo ahí? ¿Qué te ofrecen los accidentes literariamente?

Con el tiempo y un poco mirando hacia atrás, noto que evidentemente hay algo de eso que me convoca, que me interesa. Las tragedias reales y las tragedias inventadas. Las tragedias que suceden en la cabeza permanentemente con cosas que no van a suceder. Como la ansiedad o las distintas formas que puede tomar la ansiedad respecto de lo que puede llegar a pasar, todas las probabilidades juntas. Yo creo que sin dudas hay algo de eso que atraviesa lo que escribo. También me parece que en general los autores o autoras que leemos y que nos gustan por ahí da la sensación de que siempre están como parafraseando alguna obsesión que tienen ¿no? Entonces quizás, bueno, yo encontré ahí la mía (risas), no sé.

En este caso, la narradora del libro, por motivos que se desarrollan ahí, sale de alguna manera de excursión. Se va de su lugar habitual a una zona alejada de la ciudad que desconoce. Ella es una mujer joven medio rota y en vez de encontrarse con un mundo idílico o soñado se encuentra con un cumbre de personajes también rotos por otros motivos. ¿No hay refugio posible? ¿Cómo pensaste esto? 

En realidad, para mí la salida de la ciudad nunca es idílica. Al menos en la conciencia del personaje no parece una escapatoria digamos, para ella es ir a la casa del padre de su amiga. Además creo que la Costa Atlántica o los lugares alejados pueden ser muy encerrados en sí mismos también. ¡Nunca faltan piletas podridas o lugares abandonados! En mi experiencia personal, al menos, es muy peleada la cantidad de veces que fueron lugares idílicos y la cantidad de veces que fueron todo lo contrario. Acá ella se encuentra animales medio tuertos pero también pajaritos. Es un lugar amable y hostil a la vez. Me parece que también eso es muy de la clase media, o sea, de la clase que yo conozco. Quizás las clases altas tienen lugares más amables en las afueras. Aunque también es solo una apariencia. El viaje también tiene esto de salir del contexto citadino de las ocho horas de oficina. Acá está con la amiga, se lavan los dientes juntas y se van a dormir. Se mezcla la adultez con una cosa más juvenil, me interesaba eso también. Pero sí, en general para mí es una novela de muchos señaladores reconocibles de lo que sería la clase media argentina o latinoamericana: los departamentos pequeños, las oficinas, las rutas, los autos, los perros, los gatos. 

Mencionabas a Maite, la compañera de trabajo de Paulina. En la novela, más allá de ella, hay varias mujeres con las que ella se va cruzando: las chicas en el baño de un bar cuando tiene una crisis de ansiedad, las mujeres en un consultorio, la quinceañera. Al mismo tiempo, no podría decir que es, para usar el lugar común, una novela estrictamente sobre la sororidad entre las mujeres. ¿Cómo lo pensaste mientras lo escribías?

Creo que es difícil dejar exenta la idea de la sororidad porque es una novela con muchas mujeres. Pero en ningún momento tuve la intención de escribir desde ese lugar. Yo creo que son encuentros casuales, como pasa cuando ella se encierra en el baño de ese bar y está en pánico y vienen estas chicas y la abrazan. Es como si ellas entendieran un poco más cómo es sentirse así. Quizás más que un hombre, que por ahí se puede sentir de otra manera. El dolor no es ni mayor ni menor para ellos, pero es distinto. Quizás aparecen momentos de camaradería y de cierta empatía y hay otros en los que hay una cosa medio salvaje también entre las mujeres. Yo creo que las mujeres están habitadas por las dos cosas, no hay una o la otra. Porque la sororidad entre mujeres puede llegar a incluir a veces un costado salvaje. Como pasa en el momento en el que se empujan y casi se agarran a las piñas en el centro de fertilidad porque una la miró mal. No sé, digo, puede ser también medio la ley de la calle. No creo que la sororidad haga que quede exento un poco todo lo otro que también está y existe. Creo que por ahí la novela trata de hacer convivir las dos cosas. 

Aparece la pregunta sobre la maternidad en la novela, el deseo, el proyecto. Y, también, en un sentido más amplio, la idea del cuidado de otras personas. ¿Por qué?

Es cierto que para mí en la novela el personaje termina encontrando otras formas de cuidar de alguien y de que la cuiden y no sé si eso es la maternidad exactamente, aunque se le parece. También está lo del centro de fertilidad. Creo que por ahí traté de hablar un poco de ese momento previo a la maternidad, que es esa pregunta sobre la maternidad, si llega o no. Ese momento previo que tiene más que ver con el tiempo y con la falta de tiempo y con algo cultural que es cierta urgencia por saber si eso va a pasar o no va a pasar. Más allá de la broma, porque en general se hacen muchas comedias con la treintañera que no tiene novio y se muestra toda la escena como un pase de comedia, para mí hay algo muy pesado en eso. Y lo veo a mi alrededor todo el tiempo. De vivir con esa carga que implica tener que resolver o no determinados hitos de la vida. Me parece que la novela un poco trata de hablar de eso. Sobre todo de esa especie de deadline de resolución con el que tienen que vivir muchas mujeres. Como cuando vas a la ginecóloga y te pregunta “bueno, ¿y qué vas a hacer?”. Uy, ¡qué es esa pregunta! Es muy violenta esa escena. Acá los personajes están muy atravesados por eso. En un momento hablan de que tienen un deseo, pero no entienden si es de ellas o es milenario, o de dónde viene.

Paulina podría pensarse como una especie de representante de la generación que anda por los treinta y pico con varias preguntas encima. A vos misma, en algunos lugares, se te clasifica como la escritora que representa a esa generación. ¿Cómo ves esto?

Por ahí la palabra representante o representación me parece ajena. Pero sí reconozco que pertenezco a un grupo de escritores, escritoras o artistas nacidos en los 90, gente multidisciplinaria. Personas que escriben, dirigen, hacen poesía o narrativa. Me parece que hay muchos en este momento y muchas armando su obra así y también una alternativa, digo, porque a la vez encontraron así una forma de ganarse la vida. Algunas veces me dicen “hacés tantas cosas” o “¿qué sos?” (risas). Y en realidad es que yo tengo que hacer todas esas cosas porque son trabajos con los que subsistir. Además de otros trabajos que tengo, porque no vivo de escribir o de dirigir películas. Al mismo tiempo son todas como apuestas a futuro para cierta consolidación económica, que son preocupaciones que tenemos más en Latinoamérica y no tanto en Europa. Estuve allá unos tres meses hace poquito y me di cuenta qué tan distinto es el vínculo con el hacer que tienen ellos. Porque acá hay mucho de “hay que hacer igual porque hay que pagar el alquiler”. Pero en otros lugares van por otros carriles el deseo, la necesidad y la urgencia. Quizá los argentinos o sudamericanos pecamos de ansiosos, de súper productivos pero me parece que también eso tiene que ver con que la realidad no da mucha tregua: hay que hacer para subsistir.

“En el fraseo y sintaxis de Fabbri todo es no raro pero sí enrarecido a partir de un manejo a toda velocidad pero en cámara lenta”, destacó el escritor Rodrigo Fresán de la textura de lo que escribís en un artículo reciente sobre La reina del baile. Hay formas extrañas en las oraciones o en la puntuación que hacen muy particular lo que escribís. ¿Eso viene de tus lecturas? ¿Cómo se arma?

¡Eso yo no lo veo! (risas) Me lo dicen mucho y creo que es mejor no verlo porque, si yo lo viera, creo que no lo podría hacer más. Puedo entender con qué elementos y qué es lo que pareciera que hago pero tal vez tenga que ver con un estilo que evidentemente se va conformando con muchísimos elementos. Pero que no necesariamente tienen que ver con cómo uno habla, porque yo no hablo así creo. Pero sí, puede ser como mi piedra filosofal (risas).  

Tampoco se podría vincular con lo que decíamos antes de la generación, porque no algo generalizado, es muy particular tuyo: hay un tono que aparenta ser despojado, pero al mismo tiempo en los textos te animás a dar vuelta un orden evidente de las cosas.

Es curioso porque a veces muchos me dicen eso. Pero después capaz leo alguna reseña en Goodreads o esas páginas que alguien debería volarlas, y alguno dice que la mía  es una escritura muy simple y muy despojada. Y a mí no me parece simple y despojada (risas). ¡Re trabajo!

¿Te importa, mirás lo que dicen los lectores en esos foros?

Sí. Creo que todos somos medio kamikazes con Goodreads. Tengo que tratar de no hacerlo igual porque es horrible. Además no solo leo lo que dicen de mí, quizás leo sobre libros que me gustaron y veo que hay una saña muy grande. Viejo, dale, ¡no es fácil escribir un libro!

AL/CRM

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