Pablo Maurette, Premio Herralde de Novela 2025: “Milei es un horror, pero la democracia argentina lo sobrevivirá”
“¿Cuándo se jodió el Perú?”, se preguntaba en 1969 Mario Vargas Llosa en su obra cumbre Conversación en La Catedral. Lo hacía por interposición de su protagonista, Santiago Zavala, 'Zavalita', y con esa frase trataba el fallecido Nobel de Literatura de verbalizar la desesperación de muchos intelectuales peruanos por el infortunio histórico de su país, en un momento, además, de gran inestabilidad política y continuos golpes militares.
Desde entonces, la “mala suerte” del Perú no cambió, pues prácticamente todos aquellos políticos que llegaron a presidentes del país terminaron en la cárcel por nepotismo, abuso de poder o corrupción. El último, el expresidente peruano Pedro Castillo, que hace seis días fue condenado a 11 años de cárcel por el delito de conspiración. Pero Perú no es un caso único en la historia reciente de América Latina; son varios los países que arrastran un problema crónico sin que, al parecer, haya forma de revertir la tendencia al desastre.
Uno de ellos es Argentina, sumida en una permanente crisis económica, en una inflación endémica y en la desilusión colectiva que llevó al poder al ultraderechista Javier Milei y sus políticas de recortes y austeridad. Es, por tanto, lícito que Pablo Maurette (Buenos Aires, 1979) se haga en su novela El contrabando ejemplar, Premio Herralde de Novela 2025, la misma pregunta que Vargas Llosa: ¿cuándo se jodió Argentina?
Aunque en conversación con elDiario.es, el autor reconozca que le fue imposible responderla: “Son tantísimas causas, tantos los factores que podríamos citar que, de hecho, la respuesta se convierte en un misterio y en un imposible”. Explica que en Argentina “abundan los teóricos sobre el origen de la desgracia del país, que elaboran todo tipo de teorías y diagnósticos, pero en realidad ninguna da con la causa del desastre”.
Humor y nostalgia contra el sentido trágico argentino
Tal vez por ello la búsqueda de respuesta de Maurette sea muy distinta a la del peruano, ya que sustituye el dramatismo de Conversación en La Catedral por el humor y la nostalgia de un pasado que, aunque a todas luces fue tan nefasto como el presente, se ve en perspectiva como un tiempo perdido, una inocencia en la que, de haber intervenido, tal vez se hubiera podido arreglar el presente.
Acaso el personaje de Eduardo, coprotagonista, peronista recalcitrante, escritor diletante y homosexual salido del armario a los 51 años después de su traslado de Buenos Aires a Madrid, sea el mejor ejemplo de ello. Porque dicho cambio de ciudad, y de vida, es el principal culpable de que deje a medio escribir una novela llamada precisamente El contrabando ejemplar, donde logra aportar algunas claves de cuando se jodió Argentina, cuándo empezó a ir todo mal.
“Lo que le pasa a Eduardo es que cuando uno empieza a vivir, empieza a ser uno mismo, se olvida de la literatura y las grandes preguntas”, apunta Maurette, que en su sentido del humor recuerda a las novelas de Rodrigo Fresán. “Rodrigo y yo, que somos amigos, tenemos en común en nuestra narrativa el querer dar un punto ridículo a la historia de Argentina para rebajar el sentimiento trágico”, apostilla.
Una novela imposible
Sin embargo, no será Eduardo, sino Pablo, una suerte de pupilo y/o ahijado avispado con pretensiones de escritor, gorila (anti peronista) y que en realidad es un ser sin demasiados atributos ni remordimientos, quien rescate la novela una vez muerto el primero. Su objetivo, en concordancia con el personaje, no es dar a conocer el libro a mayor gloria de Eduardo, sino apropiarse de él y plagiarlo para su propio beneficio.
Es entonces cuando descubrimos, como lectores la historia, la leyenda de Gustavito, un niño-monstruo tricéfalo que, según las crónicas del siglo XVII, nació en una tribu indígena y murió a los pocos días en la pampa. Según se cuenta en la novela de Eduardo, el monstruo fue enterrado en Buenos Aires y desde entonces una maldición opera sobre la ciudad y el resto del país. “Es una teoría más que demuestra en realidad lo disparatado que resulta intentar descubrir el origen de la desgracia de Argentina”, subraya Maurette.
Finalmente, Pablo también terminará olvidando su intento de plagio, ya que le resulta excesivo el esfuerzo de recomponer el manuscrito original de Eduardo. En este sentido, el infructuoso intento de dar respuestas que supone El contrabando ejemplar genera lo que Maurette describe como “una novela imposible, que no puede ser escrita porque no alumbra resolución alguna”. Y la equipara en su frustración con “la búsqueda de la gran novela argentina, esa que consagra a un escritor pero que nunca se alcanza cuando se busca intencionadamente, porque uno se queda sin temas y sin ideas”.
Una broma con doble fondo agridulce
Maurette vuelca en la novela toda su capacidad para la ironía para explicar y explicarse, porque se intuye que tanto Eduardo como Pablo ha sido creados en base a la biografía del autor, de modo que el libro tiene mucho de gran broma de doble fondo, que en su interior esconde una reflexión sobre Argentina con cierto poso de amargura. Y también sobre el Buenos Aires del siglo XX que pudo ser y no fue.
“Argentina es un país extrañó, poco poblado si se tiene en cuenta su extensión, con una mezcla de culturas muy amplia e inmensamente rico, pero que siempre anda en la ruina”, dice el novelista, que apunta a que la historia del país ha estado plagada de malas decisiones. “Algunos apuntan que todo lo malo empezó con el peronismo, otros con la Junta Militar que desapareció a casi toda la izquierda, etc., pero en realidad es imposible saber cuando se jodió todo”.
Para Maurette el Peronismo ha sido a la larga nefasto, pero no más que el gorilismo y sus excesos militares. “Vamos década a década cambiando un gobierno por otro peor desde los años 40, y el colofón es ahora Milei”, asegura. Aunque le reconoce al actual presidente que “no prometió el paraíso, sino mucho sufrimiento económico”, cree que “la gente no lo va a soportar más si la cosa no cambia, porque la situación no ha mejorado”. Y opina que “aunque Milei es un horror, al final en las próximas elecciones la gente le echará, se irá y la democracia sobrevivirá, porque ahora es fuerte a diferencia de los setenta [en referencia al golpe militar de 1976]”.
Una narración en red
Y tras la ironía, se despliega la narración en forma de viaje continuo entre Buenos Aires y Madrid –y en ciertos momentos Sevilla– pero también en un permanente tránsito entre el Buenos Aires del siglo XVII, el de los 40 y 50 del siglo XX y la década de los 80, tras la caída de la Junta Militar, seguramente tres momentos de la historia argentina que fueron tres grandes oportunidades perdidas para cambiar el infausto destino del país.
También transita El contrabando ejemplar por el Madrid los noventa y los inicios del siglo XXI, así como eventualmente por la Roma actual y la Florencia renacentista, de modo que teje una red espacio-temporal en la que el lector queda atrapado por las minuciosas descripciones de cada tiempo, dignas en ocasiones del Bomarzo de Mújica Lainez. De este modo, la trama, en el sentido lineal, deja de ser importante para convertirse en una nebulosa que nos permite ir de un lado para otro, y de un tiempo para otro, en un relato que bien podría haber pergeñado el Sabato de Abaddón el exterminador.
Sin embargo, y para terminar, decir que desde un principio, más que a la leyenda de Gustavito, el monstruo enterrado y ejecutor de la maldición indígena hacia los colonizadores españoles, Maurette achaca el origen de los males de Argentina a una práctica denominada precisamente contrabando ejemplar. “La misma no era otra cosa que un sistema de comercio clandestino que existió en el Río de la Plata durante el siglo XVII, tan institucionalizado que se le dio este nombre”.
Surgió como reacción de las clases dominantes a la arbitraria prohibición del virreinato del Perú del uso del puerto de Buenos Aires para el comercio, siempre en favor del de Lima. “Fue por necesidad un modo de subsistir ante la injusticia y el absurdo, ya que había que llevar las materias hasta Lima para que las mandasen a Europa por mar”, explica el autor. El problema del contrabando ejemplar, matiza Maurette, es que “arraigó una corrupción generalizada de la que el país no se ha podido librar hasta la fecha”.
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