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Julieta Roffo

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El recorrido era siempre el mismo: un tren para llegar desde La Plata hasta Constitución, algún colectivo para acercarse al centro de la ciudad, y toda la caminata que hiciera falta para entrar y salir de galerías hasta que alguna disquería dijera “sí, dale, dejen algunos”. El trato era más o menos parecido cada vez: les prestaban poca atención, había que insistir, había que aguantarse muchos no para conseguir algunos sí.

“Pero en un momento la revista musical Plan B metió Amigo piedra en un compilado de música independiente y ahí la cosa empezó a cambiar. Íbamos a las disquerías y nos trataban mejor, fue nuestro primer acercamiento al hit. Del mundo under pero hit igual. Nos decían ‘dejen un par de discos de Amigo Piedra, nos piden el disco de Amigo Piedra’. Creían que nos llamábamos así, y nosotros íbamos explicando: ‘Amigo piedra es la canción. Nosotros somos Él mató a un policía motorizado”.

Santiago Barrionuevo, cantante, compositor y bajista de esa banda y, por todo eso, también conocido como Santiago Motorizado, se acuerda de esos recorridos a los que todas las veces llama “aventura” y sonríe debajo del barbijo. Se le ve en los ojos y en la barba, que se expande desde debajo de la tela. Tuvo que explicar demasiadas veces que toda esa oración, inspirada en el subtítulo de una película, era el nombre de la banda que encabeza desde 2002. El nombre por el que los bajaron del festival de Coachella, en California, y por el que nunca pudieron tocar en el Luna Park. “Algo así como ‘apología de la violencia’ nos dijeron los de Coachella, y lo del Luna Park, bueno, es un predio que heredó la Iglesia así que suponemos que venía por ahí”.

Los (casi veinte) años transcurridos, las canciones, los shows y la popularidad, que creció disco a disco y se maceró al ritmo de la gestión independiente, les inventó un apócope: Él mató.

Esas dos palabras usó Bruno Stagnaro en el mensaje que le mandó a Santiago para decirle que quería usar algunas canciones de la banda para el relanzamiento de Okupas, ese tótem de la ficción televisiva argentina que avisó que todo se derrumbaba a fines de 2000 y que educó los corazones y las cabezas de la generación que compraba Topper blancas a 23 pesos y celestes a 26, y que ahora espera el reestreno en Netflix, entre la ansiedad y la nostalgia.

- ¿Cómo surgió esta participación en Okupas?

- Bruno me contactó, me contó que iban a relanzar Okupas y que tenían problemas con varias canciones por temas de derechos. Me propuso participar con algunas canciones de Él mató. Me dijo que me iba a mostrar las escenas donde quería que estén las canciones, y yo ya tenía mi sí porque soy muy fan de Okupas. La vi un millón de veces, cuando se estrenó y cuando la repitieron. La tengo grabada en VHS, y siempre que podía la volvía a ver, invitaba a hacer maratón a los amigos que no la habían visto. Entonces la idea me parecía fantástica: que volviera Okupas, que se vea en HD, y que participe Él mató. Genial.

Le dije que estaba encantado con eso y me dijo que tenía problemas con un montón de canciones, que estaba viendo de recopilar música con otras bandas para resolver eso. Y yo agarré y le dije: “Si querés, puedo probar cosas, me pasás algunas escenas, pruebo y me decís qué te parece”. 

Fueron diez meses, desde que se puso a trabajar en julio del año pasado hasta que terminó hace algunas semanas, y son casi cincuenta canciones: ese es el repertorio que Barrionuevo le compuso a la vuelta de Okupas. Alcanza con repasar, en la entrada de la serie en Wikipedia, algunos de los artistas a reemplazar: The Rolling Stones, The Beatles, Jimi Hendrix, The Doors, Sumo, Los Redondos, Sui Generis, Pescado Rabioso. Un cardumen de peces gordos.

“Fue como hacer como cinco discos. Unos veinte temas tienen letra y las otras son instrumentales. Por ahí había tres segundos de una guitarra de Hendrix y ahora va a haber otra cosa. Cuando prenden la radio, cuando están en un bar, cuando están en los pasillos de las casas”, describe, en el PH palermitano en el que vive temporalmente, sentado al lado de una guitarra acústica y cerca del balcón con vista al tren al que irá a fumarse un cigarrillo apenas termine esta entrevista.

Entre esas cincuenta canciones, hay rock pero también hay cumbia y folclore. Está no sólo su voz, sino las de Vicentico y el Perro Serrano en unas cumbias, la de Daniel Melingo en un vals-tango, y la de Anabella Cartolano en un rock. Todos convocados por Santiago para la ocasión.

- ¿Qué te pidió Stagnaro?

- Como regla general me dijo que había respetar la estética de las canciones a reemplazar y la de Okupas en general, pero que a la vez fuera algo 100% nuevo. Lo que yo le mandé apenas empezamos respetaba el tempo y ciertos arreglos de lo que había que reemplazar. Entonces me pidió que me diferencie de eso, me dijo: “Fijate que el que ya la vio tenga algo nuevo y también pensá en el que nunca la vio”.

- ¿Y cómo dirías que te salió ese trabajo?

- En el fútbol los árbitros dicen que tuvieron un buen partido cuando nadie habla de él. Mi trabajo con Okupas fue ese: que nadie hable de mí. Participé, mi trabajo está ahí. Pero el fan más duro, equipo del que me siento parte, un poco no se va a dar cuenta. Hay momentos muy chiquitos en los que intervengo que se le van a pasar. Alguno va a extrañar alguna canción en algún momento muy puntual, pero en el recorrido de la serie voy a pasar desapercibido.

- Hay mucha gente esperando esta vuelta de Okupas: ¿te preocupa la reacción del núcleo duro?

- Estuve hablando con un montón que se creían fans duros pero los desarmé -sonríe y otra vez se le ve en los ojos-. No se acordaban de que hay un montón de cumbia y folclore. Los personajes salen por los pasillos internos de las casonas de San Telmo y hay folclore, en los bares hay folclore. Es un recurso que usó Bruno y es genial porque le da una cosa urbana pero hace descansar un poco al rock, que es lo que predomina.

No me preocupa ese núcleo duro. Hay fans que piensan “uh, van a cambiar toda la serie”. Están nerviosos. ¿Para qué pensar lo mejor si uno puede pensar lo peor, no? Me divierte que están suponiendo. Siento algo muy parecido al jugador que le llueven críticas y eso lo motiva. A mí me motiva.

Sentía la presión propia de cumplir con Okupas porque yo soy fan, para mí es una de las mejores series del mundo, y después lo que supongan los demás me divierte. Yo estoy contento y seguro, algo que no es común; no es común que esté tan seguro de las cosas.

Las nuevas canciones no borraron la propuesta original de Stagnaro: en este relanzamiento van a sonar, apenas reversionadas, las canciones de Él mató a un policía motorizado que el realizador había elegido. Vienen bajando, del mismo EP que Amigo piedra, es la única que anticipa Santiago. “Para no spoilear”, dice este compositor al que le habría encantado escribir Across the universe, de The Beatles, o Caja de zapatos, de Francisco Bochatón, y que aprendió a pisar y esconder la pelota cuando juega al fútbol -“como Riquelme”, se anima- para correr lo menos posible.

- ¿Qué impacto tuvo la pandemia en Él mató?

- La pandemia nos impidió tocar y eso me relajó un poco el cerebro. Si estuviera habilitado tocar estaría en modo Él mató, pero como no se puede, siento que no tengo que cumplir con eso. Es algo que cumplo porque lo disfruto, pero en un punto no sabés hasta qué punto sos esclavo de esos amores, de esos deseos. Y a la vez me habilitó a poder hacer lo de Okupas, y sé que no va a haber otra invitación como esa.

Es verdad que hubo algunas aperturas para tocar, pero no todas las bandas volvieron. Nosotros tenemos la esperanza, y también las posibilidades, de decir “todavía no, esperemos a que se vuelva a como era antes”. Sin distanciamiento. Creemos que eso es fundamental en un show de Él mató. Lo que sucede abajo del escenario, en las tribunas, es parte del show, de la celebración que nosotros disfrutamos y el público también. Estamos esperando eso. Fui a shows con burbuja y no está bueno.

Soy amigo de Fabián Casas y él es amigo de Adrián Dárgelos, y yo le pedí que le pregunte qué pensaba de tocar con burbujas, sin mucha gente, y él dijo “no, decile que no toque, que la música de él y la mía es música para gente que se quiere abrazar con otra gente”, así que bueno, le seguí el consejo. Seguramente si no hubiera venido la pandemia venía la pre-producción de un disco que venimos retrasando. Canciones para Él mató tengo hace un montón: algunas necesitan letra porque siempre tengo primero las melodías.

- ¿De qué te sirve hacer canciones?

- Tengo un problema: no hablo de mis cosas con nadie. La gente me reta porque no digo lo que me pasa. Mi mamá me retaba, mi novia me retaba. Entiendo que eso hizo que esa energía tal vez la ponga en las canciones. Siempre las melodías me salen más fácil. Me divierte mucho hacer melodías. Siento que me sale más fácilmente que lo otro. Con Okupas tenía miedo a retrasarme con las letras. El último disco tres o cuatro canciones las terminé a contrarreloj, pagando un estudio carísimo. Un poco te enloquece, otro poco te despierta algo, pero no está bueno estar así apretado.

La última de esas canciones hechas a contrarreloj para La síntesis O’konor, el disco más reciente de Él mató y el primero de la banda en ser nominado a un Grammy Latino, fue El tesoro. Es, para Barrionuevo, la mejor canción que hizo. Lo responde sin dudar y suma otras dos a su podio: El día del huracán y Chica de oro. “A nivel melódico encontré algo que está bueno bueno, bueno de verdad, lo sentí en el corazón cuando lo hice. Las fui a mostrar emocionado, confiado, que no suelo tener esa confianza”, cuenta sobre sus creaciones. Y responde rápido ante la pregunta sobre cuál es la palabra que más usa en sus letras: “Repito mucho 'perdón'. Evidentemente me equivoqué muchas veces”, cuenta. Y se ríe, y baja un poco los ojos, como todas las veces que se le impone la timidez que dice que lo caracteriza.

- ¿Te preocupa la cultura de la cancelación al momento de componer una canción?

- Que el arte tenga que tener una especie de pared donde estar haciendo equilibrio es una lástima enorme. Las canciones, las películas, los dibujos pueden hablar de cualquier cosa. De cosas atroces, oscuras. El arte está para eso, para abrir ese canal que no tiene nada que ver con decir qué hay que hacer. Es alguien manifestándose, puede ser algo súper positivo o algo oscuro. La función del arte es abrir una ventana a poder expresar cualquier cosa.

Después, si quieren cancelar a alguien porque es un maltratador, bueno, será juzgado como un maltratador. Por sus acciones. Pero su obra, sus poemas, sus dibujos, ¿qué hacemos con eso? Mientras no se prohíba la obra creo que todavía estamos bien. Además, en ese sentido creo que la cultura de la cancelación nunca consigue el objetivo, porque vos intentás prohibir algo y va a ir más gente a mirar de qué se trata.

- ¿Qué dirías que le hizo Él mató a la música argentina?

- Nosotros nacimos apoyados en un montón de bandas de los 90 que planteaban una alternativa a la cultura del rock argentino que se imponía. Suárez, Peligrosos Gorriones, Embajada boliviana. Son las bandas que nos enamoraron en el sentido político de decir “vamos a irnos de aventura, a hacer algo diferente, lo importante son las canciones”. Siguiendo esa huella, creo que Él mató aportó en mostrar que la independencia es un camino posible, y en esta música urbana nueva hay una continuidad de todo eso. Y musicalmente creo que aportamos algo diferente. Nuestra etapa era muy del rock barrial, de guitarras clásico. Desde ese lugar Él mató planteaba algo alternativo y eso les dio lugar a muchos chicos y chicas que no se sentían representados por el mainstream: encontraron dónde estar.

Justo antes de que la pandemia de CoVid-19 llegara a la Argentina, cuenta Santiago entre la pena y la ironía, eso de que el nombre de la banda fuera un obstáculo para tocar en el Luna Park se había destrabado. Ahora está en espera: hasta que Él mató pueda tocar y debajo del escenario no sea necesario el distanciamiento. Hasta que los abrazos vuelvan. Hasta que pueda ser la celebración a la que se acostumbraron. Y a la que acostumbraron a su público.

JR

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