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Entrevista

Sobrevivir para contarlo: la masacre de Carmen de Patagones en una película sobre la tragedia escolar

Rodrigo y Pablo, protagonistas de la película "Implosión", una ficción que aborda la tragedia de Carmen de Patagones

Agustina Larrea

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Desde 2004, cuando un adolescente entró a la escuela Islas Malvinas, disparó contra sus compañeros, mató a tres e hirió a otros cinco, Carmen de Patagones quedó asociado a las palabras “masacre” o “tragedia”. Cada vez que se menciona ese pueblo –la localidad más austral de la provincia de Buenos Aires, a casi mil kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires– aparece la memoria: un chico apodado Juniors que entró con la pistola de su padre militar; las risas, al principio, cuando todos pensaban que se trataba de un arma de juguete, un aula que se convirtió en el escenario del horror.

El director de cine y guionista Javier Van de Couter vio la tragedia escolar desde lejos: ya se había ido de Patagones a estudiar y trabajar a Buenos Aires pero, como a todos los que son de allá, la pregunta sobre aquel episodio –¿cómo fue? ¿qué pasó? y sobre todo: ¿por qué?– volvía cada vez que mencionaba su lugar de origen. Tanto, que se puso a pensar en lo ocurrido, en ese antes y después, en los mecanismos que operan en los lugares donde todos se conocen con todos, en la adolescencia.

Primero quiso entrevistar a los sobrevivientes y así conoció a Rodrigo Torres y Pablo Saldias, dos de los jóvenes que fueron heridos aquella mañana. Después de hablar con ellos, pensó que un camino posible para contar la historia era la ficción cinematográfica.

Así surgió Implosión, la película que llega por estos días a las salas de cine con tono de road movie, participa de la competencia del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI) y está encabezada por los protagonistas reales de la tragedia. En la pantalla, Rodrigo y Pablo son dos treintañeros ahora que salen a la ruta en busca del ex compañero de clase en un viaje al pasado, pero también al interior de ese dolor que los acompaña desde hace tanto tiempo.

“Lo primero que intenté hacer fue acercarme de manera documental al tema, que no es mi lenguaje, la verdad, porque yo vengo de la ficción, y entonces se me volvió muy difícil. Todavía estaba todo en carne viva cuando empecé a pensar en esto, no digo que ahora no, pero la verdad es que ahora era un contexto distinto. A la vez empecé a pensar en una anatomía del odio, de por qué se da el odio en una ciudad pequeña, en las partes del odio. Y en esta idea de que en las ciudades chicas somos un poco familia, porque se vuelve todo muy doméstico en un punto, y entonces qué pasaba cuando un integrante de esa comunidad había activado esto nos detonó a todos y especialmente a los chicos”, cuenta el cineasta a elDiarioAR en una entrevista conjunta por videollamada con Rodrigo, el sobreviviente y protagonista de Implosión que actualmente vive en Viedma, a pocos kilómetros de Patagones.

“Muchos años después hablé con Nina, que es la mamá de Rodri, y hablé con Claudia, la mamá de Pablo, porque eran dos personas que yo conocía. Además había escuchado reportajes de ellos más que del resto de los chicos y me interesaban un poco sus vidas, lo que contaban, lo que decían, cómo lo planteaban. También me interesaba que eran distintos entre ellos, que las respuestas no estaban simbiotizadas”, agrega Van de Couter. 

En uno de los textos que Javier escribió para difundir la película se menciona que partieron “de un deseo real: reencontrarse con el compañero agresor”. ¿Cómo llegaron a esa búsqueda?

Javier Van de Couter: Desde la primera vez que nos encontramos les dije a ellos que yo no soy periodista, no sé hacer entrevistas, que íbamos a tener una conversación, una charla. Yo no tenía del todo decidido cómo abordar el tema. Me acuerdo que estaba muy nervioso porque no sabía si preguntarles si podía filmarlos. Entonces tenía el celular y filmé todo mal. Una de las primeras preguntas que me acuerdo que le hice a Rodrigo fue sobre algo que me había conmovido cuando vi una de las notas que él dio, y que tenía que ver con esa posibilidad, con si era posible un reencuentro. Las cosas fueron cambiando con la confianza de estos años, pero en ese momento que recién nos conocíamos, él me dijo que sí, que si estaba la posibilidad, si llegaba a estar pensaba en eso. Yo lo percibí como una fantasía también ¿no? No como algo concreto y puntual tipo “sí estoy y quiero ir a buscarlo” sino como en el plano de lo posible. Que es un plano también que la ficción habita mucho, que son las posibilidades, las hipótesis ¿no? Pero básicamente sí, parte como de algo que yo escuché que le habían preguntado a  Rodri, que Rodri pensaba que era una posibilidad interesante la de reencontrarse o la de volver a hablar con el agresor. Me acuerdo que dijo: “No sé muy bien para qué, quizás es simplemente preguntar ‘¿estás bien?’”. Sólo personas muy grandes y muy enormes pueden poner esa pregunta. Después obviamente fuimos conociéndonos con los chicos, fuimos escribiendo el guión con Anahí Berneri, fuimos probando con ellos escenas filmadas, volviendo, editando y volviendo a escribir, volviéndoles a mandar el guión.

Rodrigo, ¿cómo tomaste esta propuesta? Como protagonista de la tragedia estabas acostumbrado a dar entrevistas o a hablar en lugares y demás. ¿Cómo fue pasar de eso a interpretar un rol de ficción donde el punto de partida es un posible reencuentro con el agresor?

Rodrigo Torres: Yo hablaba mucho con mi mamá y ella me hablaba un montón de Javier. De una cierta admiración que tenía sobre él en cuanto a lo que él produce. Personalmente no lo conocía, pero después de todo esto pude tomar mucho más el valor de la persona y lo admiro más allá del gran profesional que es. La verdad que fue medio raro, sí. Me acuerdo el día que nos encontramos como si fuese ayer. Yo llegué con mi moto, fue acá en Viedma y, bueno, nos tomamos un café. Es más, le dije: “Javi, la próxima por favor que sea en mi casa que me siento mucho más distendido. Que sea con un mate de por medio en mi comedor” (risas). Tenemos un grupo con los chicos de la escuela Malvinas y cuando hay una nota o lo que sea siempre es: “Che Rodri, vos sos el que más hablás, por ahí la tenés un poquito más clara”. Y por ahí voy yo para que ellos no se expongan o voy si no tienen ganas. Y siempre les dije: “Bueno, voy a decir lo que me salga de verdad”. Porque en algo así es muy difícil por ahí no herir susceptibilidades de nadie, así que trato de estar muy concentrado para poder hablar sobre el tema. Siempre dije que todavía creo en la posibilidad de poder encontrarme con él. Y, bueno, no sé, calculo que ahí deben haber salido un montón de cosas. La verdad es que yo perdono todo lo que me hizo a mí, hablo yo, Rodrigo Torres, y perdono todo lo que me hizo a mí, pero yo necesito que él me termine el rompecabezas y nada más. Viene más o menos por ahí lo mío.

¿Cómo fue interpretar a alguien que vivió algo parecido a lo que vos viviste? ¿Te costó?

RT: Fue difícil entender cuando Javi me decía: “Tenés que hacer de vos pero no sos vos”. Tengo que hacer de mí, ¿yo? Era medio confuso, ¿viste? Pero él es un gran profesional, nos fue contextualizando todo. Fui entendiendo que era una ficción, que yo iba a hacer de mí, pero justamente en ciertas situaciones no soy yo el que está ahí sino que es el personaje y yo me tengo que meter y concentrar en ser ese y convencerme de que soy ese y punto. Y, nada, fue emocionante porque también es un juego. Lo tomamos más por ahí y él nos fue súper llevando y cuidando un montón.

Es muy difícil por ahí no herir susceptibilidades. Todavía creo en la posibilidad de encontrarme con él. La verdad es que yo perdono todo lo que me hizo a mí, hablo yo, Rodrigo Torres, y perdono todo lo que me hizo a mí.

Hasta ahora no te dedicabas a la actuación.

RT: No, no, no, ni cerca. Lo más cerca que he estado de subir a un escenario es porque estudio canto acá en Viedma. Voy mucho a Patagones, porque queda a unos pocos kilómetros. Es más, voy al gimnasio en Patagones. Tengo muchos amigos, muchísimos amigos en Patagones. Todos los días voy a Patagones.

¿Por qué decidieron que Implosión fuera una road movie? ¿Fue durante la escritura? ¿Cómo se dio?

JVDC: De alguna manera esto dialoga con el hecho de que todos sentíamos que teníamos que tomar distancia física del lugar ¿no? De la escuela, del lugar del hecho. Para mí, siendo de Patagones, hacer un viaje era necesario para poder mirar esa ciudad chica también con distancia y mirar ese acontecimiento con distancia. Y el hecho de sacarlos a Pablo y a Rodrigo de Patagones, cuando sucedió en el rodaje, nos dio libertad. Es muy claro cómo funcionan los chicos, cómo funcionaron los chicos interpretativamente en Patagones y cómo funcionaron cuando estábamos fuera de Patagones. Cuando estuvimos rodando allá la pasamos genial también, pero hay algo en ese tomar distancia que habilita reflexionar sobre eso. Y los viajes siempre proponen eso: es un viaje para adentro más que un viaje para afuera. Es un viaje que se desconcentra, es un viaje que se desvía. Esto además me permitía tenerlos a ellos en una burbuja, que es un auto, durante tres días para poder volver a hablar del tema, incluso a través de la complicidad que tienen dos amigos que pasaron por lo mismo, después de 15 años. La película a veces intenta que eso quede en un subtexto y lo que está en la superficie es una discusión por cualquier cosa entre ellos. Pero el espectador percibe que en realidad lo que está sucediendo ahí es otra cosa. 

Y ahí se encuentran también con otras personas ajenas al hecho.

JVDC: Sí, siempre estuvo esta idea de que el viaje se desvíe y encontrarnos con dos adolescentes, que son el personaje que hacen Julieta Zapiola y Nina Suárez Bléfari. Para nosotros era importante porque era conectarlos con chicas y con chiques que tenían la misma edad que ellos cuando ocurrió la tragedia escolar. Por lo menos en mi percepción, en ellos hubo un montón de tiempo, incluso físicamente cuando tuvieron que reponerse, en el que hubo algo ahí que se interrumpió, que se modificó. Entonces el viaje también pretendía, a partir de este encuentro con los demás, recuperar algo de esa adolescencia perdida o postergada.

La película tiene varias escenas entre estos dos amigos. Y hay también una cosa muy física. Entre otras cosas se ven los rastros de eso que ocurrió en la tragedia en los cuerpos de ustedes. ¿Cómo fue mostrar esas heridas y cómo lo trabajaron?

RT: Sí, se trabajó y de hecho lo charlamos un montón. Javier nos venía comentando un poco cómo venía todo. Siempre hubo respeto y siempre nos dieron a elegir. Yo una vez que me entrego ya está, yo soy así, yo si digo “vamos”, vamos, listo, ya está, con lo que venga. Pero igual cuando yo charlo con él el tema en la primera reunión le digo que por favor me deje pensarlo. No por nada, sino por una cuestión de que me iba a exponer un montón. Una de las grandes cosas que me costó muchísimo superar de todo esto fue el hecho de llegar a un verano y tener de sacarme la remera. No podía. Fue mucho tiempo y te podría decir que por ahí hasta el día me jode ¿viste? Pero bueno, son cosas personales que uno tiene que ir lidiando y tiene que superar, punto. Ahora, con respecto a la peli, yo me entregué y todos queríamos que salga lo mejor posible. Había un equipo grandísimo atrás, súper amoroso, respetuoso, que siempre nos respetó en todo momento, nos cuidó. Entonces se hace todo muchísimo más fácil así. Así se me hizo recontra fácil poder sacarme la remera así. 

JVDC: Pensamos que el quitarse la remera no estuviera envuelto en el tema sino que estuviera envuelto en que son dos amigos que están en una habitación de hotel, uno tiene calor, se compró una remera, se van a quedar dos días. Incluso habla de su cuerpo, de si está más gordito, menos gordito en esa escena, y se ríen y hay algo también del humor que aparece. Hay un subtexto que el espectador, obviamente, y lee lo que vos lees también: es su cuerpo y son esas marcas y son esos rastros de aquel momento.

Después de un rodaje tan protegido y meditado, ¿cómo piensan que va a ser la exposición posterior y que se vea en Patagones esto?

RT: Eso fue el principio de todo. Desde el primer encuentro por la película. Y, bueno, lo charlé con un amigo, con mi madre y con la almohada. Nada, yo esto lo hice por mí, para mí. Van a venir críticas buenas, críticas malas, lo sé, pero lo importante es que estoy bien parado. Sé el respeto que hubo, sé del amor que hubo en todo este proyecto y entonces eso me deja muy tranquilo. Estoy muy contento y muy ansioso, no paro de comer (risas). Creo que voy a llegar con unos kilos de más al estreno. Así que no, la verdad que estoy feliz, estoy muy feliz, con total apoyo de mis amigos y más que nada de mi madre que está siempre al lado mío. Así que me preparo con mucho entusiasmo, con ganas. Ya vi la película con Javi y Pablo acá en esta habitación y la pasé re lindo. Me encantó. Pero la vimos en mi tele, debe ser una locura verla en cine y con mucha gente. Espero que la gente de acá más que nada, justamente, pueda entender y buscar una vuelta y ver el lado de que fue un proyecto más que nada de sanación personal también ¿no? Y por ahí dejar de lado un poco el morbo también ¿no? Yo no me considero actor, pero me parece importante que se vea desde lo artístico. 

En tu caso, Javier, ¿tenías alguna idea de cómo se iba a abordar cuando rodando se colara lo emotivo o pensaste en esa cuestión de sanación que menciona Rodrigo?

JVDC: Te voy a ser totalmente honesto, cuando empezamos yo no sabía hacia dónde íbamos a ir. O sea tenía ideas, tenía boceteadas algunas cosas, no sabía si iba a hablar más del pueblo porque me daba cierto pudor también hablar de la tragedia escolar. Entonces no sabía cómo lo iba a enmarcar. Y no me lo planteé como un camino de sanación para nada, ni siquiera un camino terapéutico. Pero lo que siento que sucedió fue como una cosa más psicomágica, como una cosa más de (Alejandro) Jodorowsky, esta cosa de ir de la mano a través de la ficción, a revisar o a visitar un momento doloroso pero con ciertos resguardos. Yo no soy psicólogo. Hoy, con el diario del lunes, te puedo decir que fue un ritual para nosotros. Me parece que lo lúdico y el arte tienen un poco eso, pero es medio inconsciente. Quizás dentro de mucho tiempo quizás veamos la película, o alguien vea la película y le haga algún comentario a Rodrigo y a él le haga un clic. Pero todo eso es magia. A la vez no era inocente en el rodaje y tenía temor obviamente, porque pensaba en cómo manejar una situación difícil con los chicos. De hecho tuvimos un par de momentos durante el rodaje: por ejemplo la escena inicial de la película, que es con todos chicos de Carmen de Patagones en un aula de la escuela.

RT: Sí, eso fue al lado del aula donde pasó todo, al ladito.

JVDC: Y es fuerte. Entonces nos interpeló a todos, a mí la verdad en un momento también por ahí se me queman los papeles, porque si bien estaba todo muy conversado, muy abrazado, muy “vamos de a poco”, cuando haya que cortar cortamos y nos vamos a nuestras casas y volvemos al otro día. Por eso tardamos cuatro años, o sea para poder tener esos momentos, darnos esos permisos.

RT: Fue increíble lo que viví, lo que pasamos, lo que disfrutamos, lo que trabajamos porque también hay muchas horas de grabación que uno no está acostumbrado, yo nunca supe que grabar llevaba mucho tiempo. Yo tengo la mecha muy corta, por decirlo de alguna manera. Entonces como que me re costaba viste. Por ahí yo nunca digo nada, pero seguramente se comía mis caras, o alguno diciendo “ya basta”. Después uno lo analizaba, decía “bueno, es en lo que me metí, es lo que yo acepté, lo que yo quiero y tengo que dejar todo porque todos se tiene que ver bien”. Eso lo hablábamos con Pablito cuando estábamos solos, juntos decíamos: “Che, tenemos que dar todo, tenemos que dar todo porque es un proyecto lindo, un proyecto grande”. También he tenido enojos, por ejemplo, en la escuela, ahí en Malvinas. Tuvieron que salir corriendo atrás mío, salí pateando todo, me había explotado la cabeza. Pero bueno, se han encontrado un montón de cosas, se sentían los 39 grados de calor adentro de la escuela con un techo de chapas, había una bebé ahí dando vueltas, y yo me decía: “No me puedo equivocar porque están todos acá, tiene que salir bien”. Y cuando más me quería concentrar menos podía, yo digo no, no, hace mucho calor, todos nos queremos ir, dale, dale, dale.

JVDC: Ese día eran como 30 chicas y chicos de allá. Y, claro, no eran ni actrices, ni actores. Ahí también tuvimos la colaboración también de otras dos de las chicas que también estuvieron afectadas en el hecho. Pero bueno, la verdad que sí, hacía calor, sí había mucha gente, era uno de los últimos días de rodaje entonces estábamos muy cansados de toda una semana de trabajo, pero yo creo que también lo que estaba pasando por abajo era poner en escena un momento en donde la película encuentra en la metáfora de los propios alumnos del pueblo interpelándolos. Porque es algo que les ha pasado muchas veces, eso de que les dijeran: “Che, ¿pero ustedes le hacían algo al pibe?”. Entonces habilitar todas esas preguntas en una escena era volver a escuchar preguntas.

Más allá de estas cuestiones, y sin revelar el final, la película muestra un deseo de volver a casa, no deja la sensación de desprecio hacia el lugar de origen ni nada por el estilo. ¿Eso fue parte de la búsqueda en algún momento?

JVDC: Tuvimos primero un final muy silencioso que dejaba demasiado abierto todo. Cuatro meses después, con toda la película editada, vuelvo a llamar a los chicos y les digo de filmar con un equipo reducido un nuevo final, que es el que está ahora en la película. Quizá necesité ver la película para tener yo la necesidad de volver a casa ¿no? No lo sé. Pero sí supe que no quería un final silencioso. A veces los lugares chicos tienden a expulsar ciertas cosas ¿no? Yo lo digo porque hace más o menos 35 años que no vivo allá, que vivo en Buenos Aires, y por ahí hay cosas que puedo ver con distancia. Quería un final que le hiciera justicia al arco dramático de los protagonistas, poner en palabras, así como se puso en palabras el deseo de salir a buscar, el deseo de “llegué hasta acá y es hora de regresar a ver qué hacemos con esto”. Un poco por ahí. Por otro lado, siempre está la identificación. Rodri lo sabe más que yo, siempre que decís sos de Patagones viene eso. A mí no me molesta y me lleva inmediatamente a hablar de esto que hicimos, pero supongo que a mucha gente por ahí sí.

RT: Para mí es distinto porque nací acá en Viedma. Pero, por ejemplo, cuando terminé de estudiar y fui a la Universidad de La Plata y justo el profesor nos preguntaba a todos por qué íbamos a La Plata si teníamos una extensión cerca. Cuando le digo que soy de Viedma, me dice: “Al lado de Patagones, ahí donde pasó lo del chico que disparó y mató”. Dos compañeros de los que me había hecho muy amigo se me quedaron mirando, sabían mi situación. Yo era muy chiquito en ese momento, no tuve ni tiempo de reaccionar. Me han pasado un montón de cosas así, de todo. Pero siempre amo la comarca, amo Viedma, amo Patagones, es el lugar que elegí para vivir y para morir porque no me voy a ir de acá nunca. No sé lo que me depara el destino, pero es lo que amo estar acá. Tengo el mar a 30 kilómetros, el río acá a un par de cuadras. Mis amigos se recibieron y volvieron todos, están todos acá. 

Implosión participa de la competencia argentina del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. Tiene funciones presenciales a partir del 23 de marzo y estará disponible también para ver por streaming durante los días  23, 24 y 25 de marzo en la plataforma del BAFICI. Además tendrá su estreno comercial en diversas salas del país a partir del 8 de abril.

AL

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