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Consumo: los obstáculos para que la economía se recupere con la receta de CFK

Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner el viernes pasado, en La Plata

Delfina Torres Cabreros

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Alinear salarios y jubilaciones con precios y tarifas. Esa fue la indicación que, en el acto del viernes pasado en La Plata, le dio la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner a los miembros del gabinete que encabeza Alberto Fernández. Dijo que en la Argentina —“ese extraño lugar donde mueren todas las teorías económicas”— el 70% de la actividad se mueve a través de la demanda y que “no hay otra forma de hacerla” que con la mejora de salarios y jubilaciones y precios de alimentos y tarifas accesibles. “No estoy diciendo nada que no se pueda hacer. Doce años y medio en la República Argentina lo hicimos y por eso, además de la unidad, volvimos”, lanzó. 

Aunque en sus términos la receta parezca muy sencilla, el modelo que impulsó el crecimiento durante el gobierno de Néstor Kirchner y el primero de Fernández de Kirchner se encuentra ahora con dos limitaciones: un contexto distinto al de entonces y, por otro lado, un ministro de Economía que no está convencido de que sea el mejor camino posible. 

Según dijo a elDiarioAR el economista Martín Kalos, director de la consultora Epyca, la propuesta que la vicepresidenta pretende reeditar tiene a su favor un punto de partida similar. La crisis de 1998 a 2002 y la de 2018 a 2020 son crisis muy profundas que permiten esperar un rebote inicial significativo; por eso el 5,5% de crecimiento que se estima en el presupuesto de 2021. 

“Es cierto que en ambos momentos aparece espacio para crecer, pero la gran diferencia es que ahora tenés una posibilidad fiscal menor. En 2003 tampoco tenías superávit, pero lo generaste rápidamente a partir de un crecimiento y de un Estado nacional que había reducido su tamaño vía la descentralización. Ahora es al revés: tenés un piso de gasto mucho más alto que va a impedir expandirlo más para generar una dinámica en la demanda”, detalló. 

En la etapa inicial del kirchnerismo los salarios estaban en su piso histórico y si bien actualmente acumulan tres años de caída real, Kalos señala que es probable que la recuperación no sea tan rápida y ni este año ni en 2021 le ganen a la inflación,  más allá de las mejoras que puedan conseguir algunos gremios en particular. 

Por otro lado, las familias se encuentran con niveles de endeudamiento muy altos, lo que podría restringir o al menos retrasar la recomposición del consumo. Según la última encuesta del impacto de la pandemia en las familias realizada por Unicef, presentada la semana pasada, el 21% de los hogares tiene al menos una deuda y hay estimaciones privadas que elevan ampliamente el porcentaje. 

El tan mentado “viento de cola” que impulsó el modelo kirchnerista con los precios récord de las commodities tampoco aparece ahora o, en todo caso, aparece reconfigurado. Las bajas tasas de interés a nivel internacional, que la Argentina no está en condiciones de aprovechar porque acaba de renegociar su deuda privada, la negociación con el FMI, y la imposibilidad de volver a endeudarse.

Según la última encuesta del impacto de la pandemia en las familias realizada por Unicef, presentada la semana pasada, el 21% de los hogares tiene al menos una deuda

Para María Castiglioni, directora de C&T Asesores Económicos, el modelo de crecimiento basado en la demanda puede funcionar en el contexto de la poscuarentena, pero no a largo plazo. “Una cosa es la situación actual donde, obviamente, tenés problemas de oferta y de demanda por las restricciones generadas por la pandemia, pero el problema de fondo que tiene la Argentina desde 2010, 2011 es que la economía no está creciendo. Y no crece justamente por haber aplicado un a política exclusivamente de demanda”, apuntó. 

Para la economista, el kirchnerismo tiene una tendencia a montar estructuras permanentes sobre escenarios excepcionales que luego generan distorsiones cuando la economía se estabiliza. “En la salida de la crisis del 2001 el kirchnerismo aplicó incentivos a la demanda —vía aumento de jubilaciones, más empleo público, multiplicación de programas sociales— lo que estuvo bien al comienzo, pero fue mermando el superávit y terminó por girar a déficit. Te consumiste los precios récord de la soja en un gasto que quedó para siempre”, señaló.  Según consideró, la clave de un crecimiento de fondo es “generar inversión para aumentar la capacidad productiva”.

El control del precio de los alimentos, que en 2020 subió por encima del nivel general de la inflación —la canasta básica alimentaria acumuló una suba de 38,4% en los primeros 11 meses mientras que la inflación general fue de 30,9%—, fue otro de los temas que mencionó Fernández de Kirchner como prioridad. El Presidente ya lo había adelantado el jueves en su reunión con el gabinete económico, donde pidió a sus ministros que sean “muy rigurosos” en la aplicación de los programas vigentes. Así, se anticipan tensiones con los empresarios, que presionan para actualizar los márgenes de ganancia comprimidos por las barreras de precios que no pueden franquear. 

El otro gran punto son las tarifas que, del mismo modo que en 2003, están congeladas. Según un informe de Ecolatina, el aumento debería ubicarse en torno al 40% para estabilizar el gasto en subsidios en relación al PBI. 

El ministro de Economía, Martín Guzmán, y el propio secretario de Energía, Darío Martínez, adelantaron —en línea con las exigencias del FMI— que para 2021 se mantendrá el porcentaje de subsidios constante en 1,7% del PBI y los cambios se harán en la distribución minuciosa de esos subsidios de acuerdo a las necesidades de cada consumidor. Si tal cosa fuera posible. 

“Nosotros lo intentamos, pero en los hechos es muy difícil de hacer de una manera que tenga impacto fiscal significativo y entonces terminás en el congelamiento absoluto, que no es viable”, dijo Agustín D'Attellis, director de AD Consultores y asesor del Ministerio de Economía durante la última gestión kirchnerista. 

Para el economista, no es fácil conciliar las dos visiones en pugna: la de Guzmán, que si bien tiene una mirada heterodoxa es mucho más fiscalista y está convencido de que su estrategia plurianual de búsqueda del equilibrio económico es clave y la del ala cristinista, que está menos preocupada por el déficit fiscal y apunta a sostener el congelamiento de tarifas, la regulación de precios y la recuperación del poder adquisitivo. 

La vicepresidenta busca retomar el plan que el Gobierno tenía al inicio de su gestión, antes de que la pandemia le "quemara los papeles"

Esa tensión salió a la superficie ya en las modificaciones introducidas por los senadores del Frente de Todos al proyecto de fórmula de jubilaciones de Guzmán, en la carta de esos mismos senadores a los representantes del FMI y en el traspaso de la responsabilidad de gestionar el reajuste de tarifas a funcionarios más cercanos a la vicepresidenta. 

Para D'Attellis, la receta que plantea la vicepresidenta no es una novedad sino que busca retomar el plan que el Gobierno tenía al inicio de su gestión, cuando todavía la pandemia no había “quemado los papeles” y se partía de una situación de salarios debilitados y capacidad industrial al 50%. “En ese contexto había margen para estimular por el lado de la demanda vía consumo sin enfrentar los cuellos de botella de la oferta —apuntó—. Ahora la situación es otra”.  

“Lo ideal sería ir buscando un equilibrio entre las dos visiones, pero no es para nada sencillo y yo creo que si prevalece alguna, va a prevalecer la de Cristina”, concluyó el economista. Si ese modelo copara la agenda —lo que implicaría, posiblemente, cambios en el gabinete— se podría iniciar un ciclo rápido de recuperación pero que desviaría al menos temporalmente las metas de equilibrio y pondría presión sobre el mercado de cambios. “El problema de fondo, que es el ingreso de dólares genuino a la economía, no se solucionaría. A lo sumo, si lográs controlar temporalmente el tema del cambio, podés ganar tiempo para empezar a acomodar el tema fiscal hacia adelante. Pero si no, se te puede descontrolar todo”, añadió. 

DT

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