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Opinión - Economías

Más empleo precario y tímida recuperación de los ingresos: el 2022 de los trabajadores y trabajadoras

El crecimiento de la economía impulsó un aumento importante del empleo, pero la mayoría no registrado

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El 2022 está pronto a cerrarse y parece un buen momento para hacer un balance de cómo ha sido el año para las y los trabajadores en Argentina. Este balance, con luces y sombras, contrasta claramente con las expectativas que se abrían un año atrás.

En términos económicos, una buena noticia ha sido la continuidad de un crecimiento significativo, que alcanzó en el tercer trimestre el 5,9% interanual. Tras esa expansión, la economía alcanzó prácticamente el mismo nivel de actividad que tuvo en el último trimestre de 2017. Es decir que la importante recuperación económica iniciada tras el fuerte impacto de la pandemia de Covid-19, implicó recuperar lo perdido durante la pandemia y en la crisis final del gobierno de Macri. Salir del pozo.

Este crecimiento de la economía impulsó un aumento importante del empleo, otra buena noticia. Hacia el segundo trimestre se habían creado más de un millón y medio de puestos de trabajo en términos netos en el transcurso de un año. 

La cifra es muy importante, pero vale resaltar que la composición de estos nuevos puestos muestra un deterioro en la calidad del empleo. Casi el 60% de los nuevos puestos correspondieron a relaciones laborales no registradas y sólo 23% fueron puestos asalariados registrados. Otro 18% correspondió a puestos no asalariados; se trata principalmente de trabajadores por cuenta propia.

Este deterioro de la calidad del empleo, sobre el que es preciso poner atención, marca una continuidad con el incremento de la no registración que ya se había verificado durante el gobierno de Macri. Así, según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), de una tasa de no registración de poco más de 33% en 2016 se llegó casi al 36% al final de ese gobierno y prácticamente al 38% según la última medición disponible al momento de escribir esta columna.

Aún así, el empleo asalariado registrado en el sector privado, que se suele tomar como indicativo de la capacidad de la economía para generar empleo genuino, llevaba al mes de septiembre 21 meses consecutivos de crecimiento y los relevamientos oficiales auguraban también incrementos para octubre. Más aún, el crecimiento durante 2022 fue más fuerte que en el año previo: mientras que en 2021 el número de trabajadores asalariados registrados en ese sector creció en casi 17.000 mensuales, en 2022 se expandió en 25.000 por mes aproximadamente.

En este contexto de crecimiento económico y expansión del empleo, los salarios, sin embargo, no han tenido la misma prosperidad. En un año caracterizado por la aceleración inflacionaria, que va a cerrar con un incremento de precios cercano al 100% anual, las remuneraciones apenas lograron seguir ese ritmo.

Las negociaciones paritarias, que cubren prácticamente al 80% de los asalariados registrados del sector privado, se modificaron adaptándose al mayor ritmo de inflación. Las negociaciones tuvieron lugar por períodos inferiores a un año, con reaperturas cada vez más frecuentes y cláusulas de revisión presentes en todos los acuerdos. Estas negociaciones casi permanentes fueron eficaces para sostener el nivel salarial en términos reales pero no para lograr incrementarlo. Entre diciembre del año pasado y septiembre del año corriente, según la última información disponible, los salarios registrados perdieron 1,5% en su poder adquisitivo, quedando en un nivel similar al que tenían al final del gobierno de Cambiemos. 

Pero como durante ese gobierno los salarios ya habían experimentado una disminución muy importante en su poder de compra, cercana al 20%, el mantenerse en el mismo nivel implica sostener los bajos niveles relativos. Así, el salario registrado promedio real se ubicaba en septiembre de este año casi 21% por debajo del nivel que tenía en diciembre de 2015, al finalizar el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Para ponerlo en términos más gráficos, esta pérdida sería equivalente a perder dos sueldos y medio en un año.

La caída real resulta sustantivamente mayor cuando el poder de compra del salario se mide en alimentos, dados los mayores aumentos que tuvieron sus precios. La capacidad de compra de alimentos del salario promedio registrado en septiembre de 2022 resultó casi 7% inferior a la de diciembre de 2019 y más de 24% menor a la de diciembre de 2015. Por ello, quienes tienen menores ingresos, y gastan una mayor proporción en alimentos, se vieron más afectados por esta inflación que superó a las remuneraciones.

Ante este panorama, durante todo el año se debatió al interior del Frente de Todos la posibilidad de definir un incremento salarial por decreto, que fuera a su vez más fuerte para quienes tienen los menores salarios y que seguramente hubiese tenido un efecto positivo indirecto también sobre los ingresos de los trabajadores informales. Dicha medida nunca se concretó. 

En su lugar, existieron refuerzos en las asignaciones familiares que cobran los asalariados con remuneraciones más bajas. Entre septiembre y noviembre, cuando esta medida fue más fuerte, la suma de refuerzos alcanzó los $20.000 por hija o hijo para los trabajadores con salarios inferiores a $131.200. Para los trabajadores informales hubo también refuerzos de ingresos, en distintas instancias a lo largo del año.

Sin entrar en detalle sobre estas medidas, cabe resaltar que se trató de esfuerzos presupuestarios asumidos por el Estado, al tiempo que no se alteró la distribución del ingreso entre el trabajo y el capital. Y precisamente esta distribución es la que se vio afectada ante la caída salarial durante el macrismo y su falta de recuperación posterior, aumentándose el excedente empresario.

Para diciembre se definió finalmente un “bono” salarial de $24.000 que deberá pagarse íntegro a quienes ganan menos que $161.860 netos en diciembre y será menor para quienes alcancen hasta los $185.860 netos.

Más allá de que se trata de un pago por única vez que no modifica el nivel salarial (como lo habría hecho un aumento salarial de suma fija), el monto resulta escaso y también el universo de trabajadores comprendido, que no alcanza a la mitad de los asalariados registrados del sector privado. Para ponerlo en perspectiva, vale considerar que los asalariados que en diciembre cobren $185.860 habrán perdido en los primeros nueves meses del año (porque no hay información más allá de septiembre) el equivalente a más $50.000 actuales.

Para cerrar, podemos destacar una buena noticia, más allá de la victoria mundial de la selección argentina: en noviembre la inflación mostró un descenso significativo por primera vez en varios meses. Con este dato, es posible que los salarios formales puedan terminar el año recuperando algo de lo perdido. Una menor inflación es fundamental para que las y los trabajadores puedan mejorar su situación.

En pocos días las y los argentinos estaremos brindando por un mejor 2023. Sabiendo que el año próximo se avecina más difícil en términos económicos, sigue siendo fundamental el logro de un cambio progresivo en la distribución del ingreso y de mejoras reales en las golpeadas condiciones de vida de las y los argentinos.

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