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El Gobierno negocia con el FMI cambiar las metas de ajuste fiscal y acumulación de reservas, mientras admite su impacto inflacionario

Georgieva y Massa en la reunión de ministros de Economía del G20 en India.

Alejandro Rebossio

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El ministro de Economía, Sergio Massa, cenó esta semana en India, en la reunión del G20, con la directora gerenta del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, mientras su viceministro, Gabriel Rubinstein, su jefe de asesores, Leonardo Madcur, y uno de los directores del Banco Central, Jorge Carrera, negocian en Washington un cambio en las metas del acuerdo en cuanto al ajuste fiscal y la acumulación de reservas del primer trimestre de 2023. Es que la sequía, que primero impactó en la cosecha de trigo y en marzo amenaza a la de maíz y soja, reduce las exportaciones y las retenciones que se recaudan por ellas. También continúa el arrastre del impacto de la invasión de Ucrania por Rusia, que encareció la importación de energía y fertilizantes. Georgieva twitteó este sábado que pronto se anunciará el final de la revisión del cuarto trimestre de 2022, en el que se cumplieron las tres metas -la tercera corresponde al ajuste monetario- y que habilitará el giro en marzo de US$ 5.400 millones. Claro que ese dinero será para repagar después el crédito récord que tomó en 2018 el gobierno de Mauricio Macri. La escasez de reservas del Central continuará e impactará en la inflación.

Al mismo tiempo que se termina la evaluación del trimestre anterior, se analiza cómo evoluciona el actual. Y la realidad está marcando que la seca en el campo, agravada por la crisis climática que sufre el planeta, está provocando más déficits fiscal y comercial que los que hubieran ocurrido en tiempos normales. Vicisitudes de países que dependen de una cosecha y carecen de un suficiente desarrollo industrial, tecnológico y de la economía del conocimiento. Entonces la propuesta del Gobierno radica en que, en lugar de que el FMI juzgue el cumplimiento o no de las metas fiscal y de reservas por trimestre, analice sólo los objetivos del año. Ya en el segundo trimestre de 2022, apenas arrancaba el acuerdo, el Fondo aceptó abandonar la meta fiscal trimestral y centrarse en la anual dado el impacto de la guerra. Finalmente, los objetivos 2022 sí alcanzaron, pero con contabilidad creativa: gastos de diciembre se patearon para enero, de modo de cumplir la meta fiscal. Por algo el rojo primario (antes del pago de deuda) se multiplicó por 12 en enero.

En el equipo económico confían en que el segundo trimestre de 2023 irá mejor en cuanto a ahorro fiscal y acumulación de reservas respecto al primero. Por un lado, se anticipó de ese trimestre a febrero el pago de importaciones de gas natural licuado (GNL, el que viene en barcos) para aprovechar una baja del precio internacional y así ahorrar fondos públicos. Esto impacta negativamente en las cuentas fiscales y las reservas del Central en el primer trimestre, pero aliviará los números en el segundo y en el año en general. A su vez, la cosecha de maíz y soja se divide en la de primera y la de segunda: una se levanta en marzo y abril y la otra, desde abril hasta junio. La de primera ha sido afectada por la sequía, pero la de segunda marcha con buenas perspectivas, aunque dependerá de que continúen las lluvias.

En el Gobierno consideran que, pese a la falta de acumulación de reservas en el primer trimestre de 2023, el nivel actual, de US$ 39.261 millones, es el adecuado para el funcionamiento de la economía en un contexto de cepo cambiario, que impide la fuga de divisas, y de control de importaciones. Incluso hay quienes se ilusionan con que el PBI termine creciendo más que el 2% previsto en el presupuesto, hasta 3,5% y 4%, con lo que se completarían tres años seguidos de expansión económica, y también del empleo, un logro que el peronismo buscará contraponer con tres de los cuatro años de contracción en la era Cambiemos, entre 2016 y 2019. A su vez, Juntos por el Cambio intentará llevar la discusión a la inflación, por lo que Massa quedará en la mira, por más que haya disipado el riesgo de la hiperinflación.

En el Ejecutivo reconocen que la escasez de reservas no los preocupa tanto por el incumplimiento de una meta con el FMI sino por su impacto en una menor actividad económica y en una mayor inflación, de por sí recalentada. Por un lado, si faltan divisas, debe seguir la administración de importaciones necesarias para la producción. Y no hay forma fácil de compensar los ingresos que la sequía restringió. Se desvanece la ilusión de Massa de que bancos internacionales le otorguen un crédito Repo (acrónimo en inglés de “acuerdo de recompra”), que consiste en empeñar títulos públicos que el mercado cotiza a poco valor. La apuesta radica en que el presidente de la estatal Energía Argentina SA, Agustín Gerez, cumpla su promesa de terminar el gasoducto Néstor Kirchner “antes del próximo invierno”, lo que recortaría la necesidad de importaciones de gas y elevaría exportaciones de ese combustible desde Vaca Muerta.

Por otro lado, en el equipo económico admiten que la falta de reservas aumenta la tensión cambiaria porque lleva a que los inversores apuesten al dólar paralelo, lo que amplía la brecha con el oficial. A su vez, en el mercado regulado crece la presión devaluatoria porque los sojeros demoran la liquidación de la cosecha a la espera de un dólar soja III, los exportadores subfacturan -los de bienes cobran parte ilegalmente en el exterior y los de servicios incluso evaden toda la venta- y los importadores sobrefacturan -para girar divisas a sociedades ocultas en el extranjero-. Todo esto deriva en más inflación, reconocen en el Gobierno. Y agregan que, tanto en febrero como en marzo, continuará la inflación tan alta como en enero, cuando marcó un 6%. Los aumentos de productos como la carne vacuna y los útiles escolares influirán también.

Orlando Ferreres, ex viceministro de Economía de Carlos Menem, calcula que “las reservas de oro y divisas netas” -es decir, las brutas menos la deuda del Banco Central en títulos como las Letras de Liquidez (Leliq)- “son muy pocas, vienen disminuyendo día a día y en febrero pueden terminar en alrededor de 700 millones de dólares”. “Esto frente a un encarecimiento de la inflación son las principales evoluciones macroeconómicas. La sequía del campo no ayuda a las exportaciones de soja, maíz, trigo ni carnes, que por la reducción de las producciones están dando menor saldo exportable. Va a ser difícil contener los tipos de cambios libres (contado con liquidación y MEP) y blue, y eso sí afecta a la inflación”, advierte Ferreres. Añade que ante un mercado oficial regulado los importadores seguirán comprando afuera pero pagando al paralelo, con el consiguiente impacto en los precios.

“La falta de reservas podría contribuir a empeorar las expectativas inflacionarias, aun cuando el FMI modificase las metas por factores exógenos, como por el clima o la economía internacional”, opina Juan Miguel Massot, profesor de la Universidad del Salvador. “Es importante cómo manejará esta crisis cambiaria el Gobierno y el Frente de Todos en pleno clima electoral. El corazón del problema radica en problemas fiscales y monetarios de larga data que, en un marco de creciente desconfianza, impactan tanto en el dólar y reservas como sobre la inflación”, completa Massot. Su colega, Hernán del Villar, de la consultora Alpha, considera que el incumplimiento de la meta de reservas con el FMI influirá “muy poco” en la inflación. “Es la gran mayoría de las variables macroeconómicas lo que lleva a un ritmo en torno al 6% mensual”, razona.

En un banco extranjero advierten que a la sequía se agrega que el dólar soja I y II llevó a adelantar liquidaciones que en una situación normal hubiesen ocurrido en enero o febrero. Por eso, pronostican que este mes termine con ventas del Central por cerca de US$ 1.000 millones en una plaza “prácticamente seca por el lado de la oferta”. “La meta trimestral de reservas con el FMI día tras día queda cada vez más lejos, teniendo en cuenta que se debe alcanzar un stock acumulado de US$ 7.800 millones a fin de marzo. Esperamos para entonces el desembolso neto del FMI, pero se necesita que el Gobierno pida un waiver (perdón) por incumplimento, aunque eso no afecte al programa”, concluyen en el banco.

Hernán Hirsch, de FyE Consult, estima que faltan acumular US$ 2.500 millones para alcanzar la meta de reservas y considera que no hay posibilidad de apelar ahora a un dólar soja III ni al Repo. Eco Go, la consultora de Marina Dal Poggetto, calcula que hasta febrero el Central viene US$ 3.200 millones abajo del objetivo. En otra entidad financiera foránea analizan que se necesita todavía más: 3.800 millones. Prevén un nuevo tipo de cambio especial para los sojeros, pero en el segundo trimestre. A diferencia del Gobierno, se muestran también pesimistas sobre la acumulación de reservas de abril a junio y por eso esperan que el Gobierno recurra al Repo y a alguna postergación de vencimientos de deuda doméstica en pesos, que aliviaría la tensión cambiaria.

AR

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