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Las cuentas de Carlos III, un rey multimillonario, muy bien pago y poco transparente

La fortuna de Carlos asciende a 1.800 millones de libras (más de 2.000 millones de euros).

María Ramírez

Oxford (Reino Unido) —

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Carlos III recibe uno de los sueldos más altos del mundo, obtiene beneficios por la explotación de tierras y mares que llevan siglos en disputa y tiene una fortuna personal multimillonaria que incluye regalos y bienes de dudosa procedencia y no está sometida al escrutinio público. 

Según los datos oficiales, en el último año, el monarca ha recibido 86,3 millones de libras (más de 97 millones de euros) como asignación recurrente del Tesoro. Esta cantidad puede ser revisada al alza cada año e incluye el pago del personal y la organización de eventos dentro de las residencias donde viven los reyes y sus familiares. Aquí no se incluyen labores de mantenimiento en los seis palacios de propiedad pública o los costes de seguridad, que se guardan en secreto, según el Gobierno, para no “comprometer” la protección de la familia real. 

La seguridad para los actos del funeral de la reina –una concentración extraordinaria de personas durante 11 días que es improbable se repita– costó al menos 84 millones de euros, según la información de policía y bomberos obtenida a través de peticiones oficiales por National World, un grupo de periódicos regionales británicos. Los actos de coronación del próximo fin de semana los pagará el Gobierno con dinero público extra, pero su precio se desconoce. Fuentes de la organización han dicho al tabloide The Sun que el gasto rondará los 100 millones de euros, pero no hay estimación oficial. Un diputado laborista pidió hace unos días en el Parlamento que el rey pague su coronación ya que es tan rico y tiene un presupuesto anual que no se ha recortado pese a la aguda crisis que vive Reino Unido y a diferencia de lo que ha sucedido con servicios públicos en todo el país. La mayoría de la población comparte la opinión de que el Estado no debería pagar por la coronación, según una encuesta de YouGov.

En comparación, la casa real española tiene consignados en los Presupuestos del Estado de este año de 8,3 millones de euros. Aunque, como revelaba elDiario.es en 2021, en esa cifra no están incluidas numerosas partidas como el mantenimiento de palacios y otras propiedades que utiliza la familia real, la cifra estimada sigue distando incluso de la oficial de base de la corona británica. 

Uno de los motivos de la factura británica de casi 100 millones de euros al año es que el Reino Unido sufraga una familia real más numerosa que otras monarquías europeas. Oficialmente, hay 11 personas de la realeza entre hijos, consortes, tíos y tías que reciben dinero público. También se trata de un país más poblado que otros con monarquías. 

“La verdadera comparación tiene que ser con el coste per cápita”, explica a elDiario.es Robert Hazell, profesor de Gobierno y Constitución de la Universidad de Londres (UCL) y coautor de un informe recién publicado sobre la monarquía británica del think-tank UK in a Changing Europe. “El coste per cápita de cada monarquía muestra que la mayoría oscila en una franja entre 1,04 y 2,14 euros al año, con las excepciones fuera de la norma de los 0,71 euros de España y los 5,46 euros de Noruega. El coste de la monarquía en el Reino Unido está dentro de la media, de 1,25 libras (1,41 euros) per cápita. España es una excepción porque la monarquía es menos popular allí, y el Gobierno ha reducido su financiación” (en realidad, no la ha reducido, sino que la ha congelado).

Qué es Crown Estate

El presupuesto público del Reino Unido que va a la corona viene de un porcentaje de los beneficios de Crown Estate, una empresa pública sui géneris que gestiona propiedades, acciones y otras inversiones cuyo origen fueron las tierras y palacios que el rey Jorge III cedió al Tesoro en 1760 cuando accedió al trono a cambio de una asignación anual. La empresa no es propiedad privada del rey, pero sí opera “en beneficio de la corona”, aunque sus fondos van en su mayor parte al Tesoro según la gestión de un consejo independiente que se ocupa de administrar propiedades por valor de al menos 17.000 millones de euros. Los bienes incluyen edificios de apartamentos, oficinas y mercados, parques, centros comerciales, plantas de distribución, centenares de miles de acres de terrenos cultivables y fondos marinos donde se extrae petróleo y gas y se genera energía eólica. 

Crown Estate es un casero habitual desde para pequeños granjeros hasta para las tiendas de la calle más comercial de Londres o para Twitter, a quien la empresa británica denunció el año pasado por no pagar el alquiler en el centro de la capital. Crown Estate ha sido también objeto de polémica por subidas de alquileres, quejas por goteras y desahucios en algunas de sus viviendas más asequibles en la ciudad.

Hasta una ley de 2011, cada año el Parlamento aprobaba un presupuesto para la lista de los miembros de la realeza a cargo del contribuyente, pero el Gobierno conservador de David Cameron aceptó un acuerdo más automático y favorable para la corona en el que se implicó personalmente Carlos: a partir de entonces, el monarca recibe un mínimo del 15% de los beneficios de Crown Estate en los dos años anteriores. Desde 2017, es el 25%, con un extra para un proyecto de redecoración del Palacio de Buckingham que costará en diez años unos 418 millones de euros. Además, el Estado no ha rebajado la asignación cuando Crown Estate ha tenido pérdidas, por ejemplo en 2020 por el impacto de la pandemia, porque está obligado a mantener la cifra estable. Carlos defendió este nuevo sistema como una manera de “modernizar la corona” y “auto-financiarse”, según recoge la biografía Charles de la periodista Sally Bedell Smith.

Con este sistema, la asignación del monarca británico no deja de subir. Cuanto mejor le vaya a Crown Estate, más dinero recibirá el rey. Y a la vez está protegido de sus pérdidas. 

“Los costes reales de la monarquía son más transparentes ahora”, explica el profesor Hazell, que también considera que el nuevo sistema se puede ver como “un inteligente juego político” al utilizar Crown Estate y así “dar la impresión de que este es de alguna manera dinero de la realeza en primer lugar”, aunque no lo sea desde 1760. “Crown Estate está ahora regulada por una ley del Parlamento: es, de hecho, propiedad pública”, dice a elDiario.es.  

El nuevo sistema se aprobó sin apenas críticas y eso que también se eliminó una comisión parlamentaria de control de las cuentas reales. La comisión parlamentaria más genérica sobre las cuentas públicas “no ha mostrado ningún interés” desde entonces por una institución que, en la práctica, se ha convertido en una corporación multimillonaria.

“La monarquía es un modelo para el régimen capitalista”, escribe Laura Clancy, profesora en la Universidad de Lancaster y autora del libro Running the Family Firm (“gestionando la empresa de la familia”). Su libro define a la familia real como una “corporación” con una “fachada amable” para hacer creer al público que sus miembros son “de clase media”. También describe una estructura rígida, jerárquica y con grandes desigualdades salariales entre los centenares de empleados de los palacios públicos y privados de la realeza. Clancy subraya la dependencia de la institución de “personal doméstico mal pagado y mal compensado” frente a altos cargos que gozan de “estatus, capital y conexiones de élite” en un ambiente de secretismo.

La fortuna de Carlos

La parte más opaca de las cuentas de la corona es la fortuna que se considera personal de los monarcas y los bienes en su poder, a menudo derivados de regalos y préstamos que caen en un territorio poco definido. Parte de los detalles han sido revelados por una investigación de meses de The Guardian mientras el Palacio de Buckingham defiende el secreto sobre el rey y sus cuentas con la justificación de que se trata de asuntos “privados”. El resto de servidores públicos están obligados a declarar sus bienes por posibles conflictos de intereses.

Según la detallada información del Guardian, la fortuna de Carlos asciende a 1.800 millones de libras (más de 2.000 millones de euros), que ha acumulado durante décadas en sus papeles de representación simbólica de manera directa o indirecta. 

El diario ha trabajado con 12 personas expertas para examinar las propiedades del rey, incluyendo piezas de arte y joyas obtenidas por la familia real como regalos de mandatarios y empresarios de todo el mundo. La cifra es orientativa porque, como explica el diario, “para los bienes más opacos como acciones” ha tenido que basarse “en las mejores pistas existentes para hacer estimaciones informadas” dada la falta de colaboración del Palacio de Buckingham, que ha asegurado que la información del periódico es “especulación”.

Además, el bien financiero más valioso de Carlos III es la “inmunidad total del impuesto de sucesiones” que, según el Guardian, “probablemente ha permitido a Carlos recibir la fortuna de su madre libre de cualquier contribución al bolsillo público”. Según un acuerdo en 1993 con el primer ministro conservador John Major, la reina Isabel II aceptó pagar “de manera voluntaria” impuestos sobre su asignación personal, pero eso deja un gran margen de arbitrariedad y no incluye bienes heredados o rendimientos de capitales, una de las claves de la fortuna de Carlos. 

Otra gran fuente de ingresos para Carlos han sido las grandes propiedades del llamado ducado de Cornualles, que ahora han pasado a su hijo Guillermo y que el año pasado, por ejemplo, generaron 47 millones de euros. Esto incluye edificios de oficinas, granjas, un campo de cricket, islas, casas de vacaciones en 23 condados del país y una empresa de galletas de avena y otros productos que se venden en supermercados en Reino Unido y Estados Unidos.

Desde hace varios siglos, hay peticiones en el Parlamento para que los beneficios de este ducado y otro grupo de propiedades que componen el llamado ducado de Lancaster, que va directamente al ocupante del trono, se paguen al Tesoro británico, pero la casa real británica se sigue resistiendo. En las siete décadas de Isabel II como reina, ella y su hijo sacaron de rentas y otros rendimientos más de 1.100 millones de euros, según la estimación del Guardian. El derecho sobre tierras en disputa desde tiempos medievales ya despertaba agitados debates en la Cámara de los Comunes a principios del siglo XIX, cuando diputados se oponían a que la reina Victoria siguiera explotando de manera privada esas tierras. Estos ducados tienen una dispensa para no pagar impuestos de sociedades ni de rendimiento de capitales en perjuicio de otros competidores privados (aunque la reina y el actual rey aceptaron pagar de manera voluntaria impuestos sobre parte de sus ingresos personales derivados de estos ducados). 

Rolls-Royce, esmeraldas, Chagall

La fortuna que no está sujeta al escrutinio público a menudo incluye bienes de dudoso estatus entre lo público y lo privado. Por ejemplo, el Guardian ha identificado una flota de 23 coches de lujo de marcas como Rolls-Royce, Aston-Martin y Jaguar valorados en cerca de siete millones de euros, pero palacio no quiere aclarar cuáles son propiedad de Carlos, cuáles son prestados por las marcas y cuáles son públicos pero de uso real. A menudo, la línea es gris cuando se refiere a los regalos que los miembros de la realeza han recibido en sus funciones públicas y acaban en su colección privada. Así ha sucedido con sellos históricos, caballos o cuadros de Marc Chagall. Y con parte de las joyas que ha heredado Carlos entre perlas, esmeraldas, aguamarinas, relojes y tiaras cuyo valor supera los 600 millones de euros, según las 90 piezas de este tipo que ha conseguido identificar el Guardian.

Lo más difícil de desentrañar son las inversiones en acciones por el mundo y cuyos detalles se saben con certeza sólo ocasionalmente por filtraciones masivas sobre paraísos fiscales, como la de los llamados “papeles del paraíso”.

Estos documentos mostraron en 2017 cómo el ducado de Cornualles había invertido en una empresa de gestión forestal con sede en las islas Bermudas propiedad de un amigo de Carlos y que se había beneficiado de las campañas supuestamente desinteresadas del príncipe sobre el mismo tema. El ducado tenía acciones que vendió años después con beneficios e insistió en el secreto absoluto sobre su propiedad, según reveló el Guardian tras investigar los papeles con otros medios internacionales.

Billetes en bolsas de galletas

Como príncipe, Carlos ha aceptado regalos y donaciones de empresarios y oligarcas de países con un historial sangriento de explotación y abusos de derechos humanos para su fundación filantrópica marcada por escándalos y gestionada por asesores cuestionados.

Por ejemplo, entre 2011 y 2015, la fundación de Carlos recibió tres millones de euros en efectivo del ex primer ministro de Qatar el jeque Hamad bin Jassim bin Jaber al-Thani, según reveló el Sunday Times en 2022. En una ocasión, el dinero se entregó en billetes en una maleta y en bolsas del salón de té y galletas británico Fortnum & Mason. La fundación de Carlos dijo que había cumplido la ley, pero también que dejaría de aceptar donaciones de este tipo mientras la policía investigaba las denuncias contra la fundación del tráfico de títulos nobiliarios a cambio de dinero, en particular a favor de un multimillonario saudí

La mano derecha durante años del actual rey, Michael Fawcett, dimitió en septiembre de 2021 después de la revelación de su papel en el intercambio de favores a cambio de donaciones, en un golpe personal para Carlos. En noviembre del año pasado, también se revelaron comisiones personales para el fiel asistente.

Fawcett empezó a trabajar como adolescente para la familia real y fue durante años el mayordomo de Carlos. Según cuenta Sally Bedell Smith en Charles, Diana de Gales detestaba a Fawcett porque era un “abusón” con sus subordinados mientras se mostraba como “un lacayo servil” con Carlos y Camilla, que se convirtió en su gran protectora. Según el libro, cuando Carlos se rompió un brazo, Fawcett le ponía la pasta de dientes en el cepillo en lo que se convirtió en una rutina.

Fawcett ha estado implicado en varios escándalos de la fundación, como la venta de regalos oficiales, y fue clave para navegar las intrigas de la oficina del príncipe que, según el libro, tenía “un ambiente medieval”. Carlos dijo en una ocasión: “Puedo funcionar sin casi todo el mundo, a excepción de Michael”.

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