El ‘día después’ de los megaincendios en España: hay tres meses por delante para evitar las peores consecuencias

En buena parte del paisaje desolado por los incendios durante el mes de agosto en el noroeste de España aún queda una tarea ingente por delante. Además de acabar con los focos restantes, las administraciones se enfrentan a una carrera contrarreloj para evitar los daños que afectarán al paisaje a largo plazo, pero sobre todo el peligro para las personas como consecuencia de posibles inundaciones, contaminación del agua y desprendimientos del terreno.
El trabajo más inmediato y urgente, señala Federico Grillo, vocal del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales, es proteger a la gente en los pueblos donde el fuego destrozó las casas. “En estos lugares hay un riesgo de derrumbe de las fachadas o de parte de las viviendas”, advierte. “Estamos viendo imágenes en los medios de gente moviéndose por estos pueblos con gran peligro. Hay que precintar esa zona y esperar a que los estudien los técnicos”.
Lo mismo pasa con los caminos, donde hubo desprendimiento de piedras y en los siguientes días pueden caer más, según el especialista. “Y en el monte pueden quedar árboles medio quemados que se pueden caer por el viento y tocones ardiendo en los que se te puede colar el pie y hacerte mucho daño”, recuerda. “No hay que bajar la guardia”.
Una prioridad es garantizar que todos los espacios donde se hacen las captaciones de agua no estén contaminados por el arrastre de cenizas
“Otra prioridad es garantizar que todos los espacios donde se hacen las captaciones de agua no estén contaminados por el arrastre de cenizas”, afirma Marta Corella, vicedecana del Colegio de Ingenieros Forestales. “Porque, además, estas cenizas llevan también metales pesados e incluso cuando se potabilizan con cloro pueden hacer reacciones químicas que generan toxicidad”.
Una carrera contra el tiempo
Una vez repuestos los servicios esenciales para la población y evitado el riesgo inmediato para sus vidas, comienza una carrera contrarreloj para sujetar el suelo, impedir que la ausencia de vegetación tras el fuego facilite la erosión si vienen lluvias intensas y se desate una cascada de efectos negativos. “Es necesaria una intervención urgente y directa”, insiste Corella. “Hay que evitar a toda costa la pérdida de suelo”.

“El primer enemigo de la recuperación serán las lluvias torrenciales”, coincide Víctor Resco de Dios, profesor de incendios forestales y cambio global de Universitat de Lleida. “Es importante que las lluvias vengan pronto y vengan suaves, porque la fertilidad del suelo está en esos cinco centímetros superiores y si el agua lo arrastra se pierde el repertorio de semillas y se produce una pérdida ecológica importante”.
Por este motivo, en los próximos tres meses muchas poblaciones se lo juegan todo. “Hay que prestar especial atención a los espacios donde convergen las aguas que pueden generar avenidas torrenciales”, señala Corella. Si llueve con intensidad, en las zonas muy escarpadas los fenómenos erosivos serán peores, advierte Fernando Castedo, catedrático de la Universidad de León. “Estoy pensando en el Lago de Sanabria, por ejemplo, que es un candidato a que pueda haber problemas de calidad del agua. También puede haber desprendimientos de rocas o de laderas en montaña, con cortes de carreteras”.
Barreras contra la erosión
Para evitar el arrastre, los equipos encargados de la recuperación deben identificar las zonas más dañadas y tratar de frenar la erosión generando un acolchado con las hojas que han quedado en la zona (mulch) o extendiendo paja sobre el terreno. Lo siguiente es construir unas barreras con los restos de leña quemada, llamadas fajinas. “Lo que se suele hacer es construir estas barreras en las curvas de nivel, sujetas por estacas”, indica Grillo. A veces se atan y queda como una especie de cordón que recorre toda la ladera, relata.

“Es una obra faraónica, en muchos casos no llega a tiempo porque entre que se convoca la contratación, etc. se pasan los plazos”, subraya el especialista. “Esa es la parte que habría que desbloquear para poder trabajar lo antes posible, sobre todo estos dos o tres primeros meses en esas zonas más delicadas”. El trabajo requiere de la llegada de balas de paja en camiones o helicópteros y de personal que las extienda de manera uniforme. “También se suelen hacer algunos trabajos con maquinaria. Se le pasa un ripper, una especie de uña metálica que va en la parte trasera de una excavadora, que hace un surco en el suelo medianamente profundo que ayuda a la infiltración”.
La ceniza tapa los poros y se genera una reacción de hidrofobia, el agua encuentra una superficie sellada y corre mucho más rápido
Porque uno de los principales problemas tras los grandes incendios es que la ceniza impermeabiliza el suelo y no solo no traga el agua, sino que esta se desliza a toda velocidad por su superficie. “El polvo de la ceniza, de varios centímetros de espesor, tapa los poros”, explica Grillo. “El suelo se colma y se genera una reacción de hidrofobia, el agua encuentra una superficie sellada y corre mucho más rápido”. “Además, el agua se convierte en un chocolate de barro y es mucho más destructiva”, añade Resco de Dios. “En el caso de los incendios de Galicia en 2017, el material arrastrado contaminó las rías”.

Esta situación puede generar mayor riesgo de colmatación de embalses. “Todos esos sedimentos bajan, los embalses pierden capacidad de retención de agua y podemos tener luego inundaciones”, indica el especialista. “Una lluvia ligera, de 60 litros por hora, en una zona boscosa apenas se nota porque el bosque es una esponja y retiene mucha agua. En zonas incendiadas esa misma lluvia de 60 litros puede generar unas inundaciones importantes, porque todo corre rápidamente y hemos acelerado el tiempo de viaje del agua”.
Montañas desnudas
Aunque el fuego siempre ha tenido un papel regenerador del paisaje, los expertos creen que estos megaincendios que cabalgan a lomos del cambio climático están sirviendo de vehículo para una desertización progresiva del paisaje, ya que la recuperación será cada vez más difícil. “Los incendios sí que están catalizando una transformación, una disminución del área forestal precisamente por estas condiciones de un otoño cada vez más seco y un aumento de las lluvias torrenciales”, asegura Resco de Dios.
Si te quedas sin suelo, te quedas sin sustento para la vida. La conjunción de suelo desnudo, precipitación torrencial y fuertes pendientes es la combinación perfecta para que se pierda
Además de las vidas humanas que se han perdido, de ganaderos y agricultores que han visto desaparecer su modo de vida, a Castedo le preocupan los efectos irreversibles en los ecosistemas, que dejarán algunas áreas sin vegetación durante décadas. “El suelo no es un elemento renovable. Por lo menos a escala humana”, enfatiza el catedrático de la Universidad de León.
“El gran problema de cuando hay erosión es que esa capa superficial es donde se sustenta la vida, el árbol necesita tener una profundidad del suelo”, señala Grillo. “Si no tiene esa profundidad de suelo, no te cabe un árbol o se queda como un bonsái, no crece. O sea que la pérdida de suelo es en muchos casos irreparable”. “Volver a recuperar el suelo puede llevar milenios, y si te quedas sin suelo, te quedas sin sustento para la vida, tanto vegetal como animal”, remata Castedo. “La conjunción de suelo desnudo, precipitación torrencial y fuertes pendientes es la combinación perfecta para que se pierda”.
Para Marta Corella, lo sucedido es una demostración palpable de que es mucho menos costoso gestionar el territorio que extinguir un incendio y luego restaurar. “Es muy importante que las comunidades rurales vinculadas a ese entorno sean protagonistas, y que vean esta restauración como un espacio de oportunidades, que es lo que tendría que haber sido la gestión previa”, concluye. “Debemos prepararnos para los momentos de crisis, porque el cambio climático no va a desaparecer y esto va a suceder un año tras otro. Eso hay que tenerlo claro”.
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