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Análisis The Guardian

Por qué la inteligencia británica dice que a Putin le ocultan información sobre la guerra

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, en su despacho durante una videoconferencia el 25 de marzo.

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“Creemos que los asesores de Putin tienen miedo de decirle la verdad”, dijo esta semana Jeremy Fleming, el director del GCHQ, las siglas de Government Communications Headquarters, uno de los tres servicios de inteligencia de Reino Unido. Una afirmación llamativa viniendo de un responsable de los servicios secretos que no aportaba ningún detalle para respaldarla. La impresión era que se trataba de una pieza más en una guerra psicológica del tipo “sabemos que no todo va bien en el Kremlin”.

No fue un comentario aislado. Unas horas antes, el Gobierno de EEUU había compartido información similar, mostrando la coordinación entre los dos países. “Tenemos información de que Putin se sintió engañado por los militares rusos”, dijo uno de los estadounidenses, precisando que el líder ruso no supo en un principio que estaban mandando a la guerra reclutas del servicio militar.

Las conclusiones no parecen sorprendentes si se tiene en cuenta el hecho de que Rusia no ha logrado una victoria rápida sobre Ucrania. Tampoco es ninguna revelación el dominio que Putin ejerce sobre el Kremlin y sobre sus figuras clave.

Los comentarios de Fleming tenían la intención de recordar la forma en la que el presidente ruso trató a Sergei Naryshkin, jefe de la agencia de inteligencia exterior SVR, en aquella reunión destinada a acordar el reconocimiento de las repúblicas autoproclamadas del Donbás ucraniano. “Habla claro”, repetía Putin mientras Naryshkin se trababa con sus respuestas. El líder ruso sonreía, en lo que se ha interpretado como un cierto disfrute del momento de miedo que se reflejaba en el rostro de su subordinado. A Naryshkin se le considera un hombre de poder, en la línea dura del Kremlin, que conoce al presidente al menos desde principios de los años 90. 

Unas declaraciones puestas en duda

Los informadores del GCHQ siempre son reacios a entrar en detalles, aunque insisten en que sus conocimientos kremlinológicos son rigurosos. Pero es difícil no ver el efecto propagandístico de esas afirmaciones cuando se incorporan en el discurso de un jefe de espionaje para que los medios de comunicación se hagan eco de ellas.

El discurso de Fleming también contenía otra afirmación sin fundamentar: la de que las fuerzas rusas han estado “incluso derribando sus propios aviones por accidente”. El único propósito posible de esa afirmación, que parecía abarcar a más de un avión, era dejarle claro al Kremlin lo que Occidente cree saber.

Entre los que han estado dentro del Gobierno británico hay división sobre la idoneidad de permitir que los responsables de inteligencia hagan afirmaciones tan contundentes. “Mi opinión es que Fleming solo debe hablar a partir de datos obtenidos en el trabajo de inteligencia; si no, corre el riesgo de desinformar a Occidente”, dice un ex miembro de los servicios de inteligencia que ha pedido no ser identificado.

Pero, según el ex asesor de seguridad nacional Peter Ricketts, es evidente que Putin se ha “aislado y se ha vuelto intolerante a las críticas”. Publicar las conclusiones de los servicios de inteligencia sin revelar las fuentes, dice, es seguir con lo que se venía haciendo antes del conflicto.

Aciertos y errores

Es verdad que las predicciones de antes de la guerra de los servicios de inteligencia occidentales terminaron siendo correctas. Aunque la mayoría pensaba que los invasores tendrían más éxito, su pronóstico fue que Rusia invadiría Ucrania bajo las órdenes de Putin y que trataría de lograr una victoria rápida sitiando Kiev y otras ciudades importantes.

Ahora parece que el objetivo de Fleming es poner sobre una persona la responsabilidad de la guerra. “Cada vez más, la impresión es que Putin ha juzgado mal la situación”, dijo también el jefe del espionaje. El comentario, bastante obvio otra vez, no parece muy diplomático si se comprende que cualquier posible alto el fuego o acuerdo de paz necesitará del líder ruso.

También existe el peligro de que Occidente se haya confiado demasiado en las divisiones y dificultades de los rusos y esté incurriendo en el riesgo de exagerar sus afirmaciones. Eso fue lo que pasó durante el periodo previo a la guerra de Irak. El ex miembro de los servicios de inteligencia británicos consultado para este artículo responde: “Era cierto que había una unidad iraquí con la orden de poder desplegar armas químicas en 45 minutos; pero eso no implicaba lo que luego se dijo en el Parlamento británico y lo que se informó en los medios de comunicación”.

Traducción de Francisco de Zárate

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