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Elecciones en Brasil 2022 - Análisis

Pidiendo el voto cristiano, clave y enigma del balotaje

El derechista Jair Bolsonaro participa el domingo en el primer debate presidencial de cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil, en la sede de televisión Bandeirantes en San Pablo.

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Si un número de la primera vuelta alertó a Jair Messias Bolsonaro, fue el porcentaje del voto evangélico. La adhesión había caído. Un 51% comparado con el 64% de 4 años atrás. Disminución y desplazamiento del favor cristiano, ni reemplazo ni giro. Correlativo fue el crecimiento del candidato del Partido de los Trabajadores (PT): del 24% en el balotaje de 2018 a un 38% hace dos domingos. De cara a la segunda vuelta del 30 de octubre, la campaña del PT entendió que la mejor estrategia que puede tener para con los evangélicos es no ir a cantarles que la única iglesia que ilumina es la que arde”. Y la de Bolsonaro entendió cuánto convenía acusar a su contrincante de quema iglesias y comecuras.

Como si en el PT hubieran leído sin distracción ni objeción el examen de Pablo Semán en elDiarioAR, sintético antes que sumario, de las dinámicas mayores del resultado del 2 de octubre. Pareja lucidez en la lectura, sin embargo, parece no haberle faltado tampoco al presidente candidato brasileño. Según una encuesta realizada entre el jueves 13 y el viernes 14 por Datafolha, el 49% del electorado declara atribuir mucha importancia a la religión y fe del candidato para decidir su voto entre rivales a la presidencia, pero el 75% declara atribuirle mucha o bastante importancia. Del total de la muestra de este sondeo, sólo el 27% corresponde al electorado evangélico.

Ampliando su auditorio a las confesiones cristianas en su conjunto, la campaña de Bolsonaro ofreció a todas la imagen de feligrés cumplido del ex capitán del Ejército y ex diputado del Congreso federal. Para contraste con un septuagenario Luiz Inácio Lula da Silva, ex sindicalista, comunista inveterado, que quiere quemar iglesias con los curas dentro, o cerrarlas. En un mismo día, se lo pudo ver a Bolsonaro en la ceremonia de Nossa Senhora de Aparecida, advocación virginal católica nacionalista equivalente a la de Luján en la Argentina, y por la tarde con Michelle, su esposa número 3, 30 años menor que él,  evangélica bautista, militante religiosa y pro-derechos de la discapacidad, en una megaiglesia pentecostal.

Una conferencia de prensa de los franciscanos y publicaciones de la campaña del PT con listado de derechos y avances ganados por los cultos e iglesias cristianas durante los años en que fueron gobierno buscan rehabilitar ante el voto católico y el electorado evangélico a un Lula, católico, creyente con la inconmovible fe raigal de los hombres de campo y de pueblo trasladados de su comunidad pobre y rural a la ciudad impía y hostil.

La importancia de llevar un vice muy religioso

En sus dos presidencias (2003-2011), Lula llevó como vice en su fórmula a José Alencar. Este empresario evangélico y político conservador pertenecía en 2002 al Partido Liberal (PL, el que hoy lleva la candidatura presidencial de Bolsonaro). Cambió de afiliación cuando en 2005 fue fundado el partido Republicanos, brazo político de la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD), de la cual era feligrés. El 2 de octubre, Republicanos (PRB), alineado con Bolsonaro, ganó un senador y 31 diputados, mejorando en 10 bancas la elección de 2018.

El vice de Lula presidente era de la IURD. El actual compañero de la fórmula de su candidatura,  Geraldo Alckmin, es un católico militante que fue educado por el Opus Dei. Este médico anestesista, durante década y media gobernador de San Pablo por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB, el mismo de Fernando Henrique Cardoso, aquel por el que rivalizó contra Lula en el balotaje de 2006), en diciembre se desafilió al PSDB después de 33 años. Pudo así afiliarse en marzo al centrista Partido Socialista Brasileño (PSB), e integrar en julio como vice la fórmula de Lula presidente.  

Al comparar la ventaja del voto evangélico del PT de 2022 sobre el de 2018 conviene consignar dos inconvenientes para comparar. El primero, que el status penal de Lula entonces era el contrario al actual (de presidiario a ex presidiario, en términos de Bolsonaro). El segundo, que comparamos a un mismo candidato, Bolsonaro, con dos candidatos distintos del PT.

En octubre de 2018, Lula estaba preso. Había sido condenado por el juez federal de Curitiba Sergio Moro (próximo a la Associação Nacional de Juristas Evangélicos, hoy senador electo de Paraná, por el partido derechista UNIÃO) en el contexto de la cruzada anticorrupción Lava Jato. El fiscal en los cuatro procesos abiertos contra el expresidente petista era Deltan Dallagnol (hoy diputado federal electo de Paraná, el más votado del estado, por el centroderechista PODEMOS), un referente de la militancia ética evangélica.

Impedida la candidatura de Lula, en septiembre, un mes antes de las elecciones, el PT proclamó su nueva fórmula, con Fernando Haddad como candidato a presidente, y Manuela d'Ávila, del Partido Comunista de Brasil (PCdoB), a vice.

En el nordeste, bastión del PT, el nombre de este académico paulista era desconocido, y esta desafección, en un electorado más lulista que petista, se tradujo en ausentismo electoral. En el electorado evangélico, como en la derecha católica (de conformación y accionar electoral mucho menos preciso en sus contornos y subordinaciones), no producía ninguna simpatía Haddad Tranquilão, un paulista moderno, de padre cristiano ortodoxo sirio-libanés y de madre espiritista kardecista, y una vice comunista. Como candidatos del partido cuyo líder había sido encarcelado por corrupto –con justicia, creían- por juez y fiscales correligionarios, y cuya sucesora Dilma Rousseff había sido destituida por el mismo justo motivo vía el impeachment tramitado y resuelto en el Congreso de Brasilia también por correligionarios. Era tan predecible como razonable que el voto evangélico se inclinara por el candidato de ley y orden, biblia y empresa.

 

Un espejo que deforma, la comparación EEUU y Brasil

Politóloga, profesora de la Universidad estadual de Iowa, en el centro agrario y maicero de EEUU, y autora de Religion and Brazilian Democracy, Amy Erica Smith proponía en una intervención anterior a la primera vuelta presidencial del 2 de octubre una comparación sobre el comportamiento político y el desempeño electoral de las feligresías evangélicas norteamericanas y brasileñas. El resultado era un poliedro con caras de colores diferentes antes que un prisma que con diversos matices descompone un mismo haz de luz.

Más todavía, descontando que en uno y otro hemisferio las denominaciones e iglesias cristianas comparten filiación doctrinaria e incluso muchas veces filiación histórica (las australes nacieron de linajes boreales, mayores en décadas o siglos), la coincidencia se acantona en la religión y la moral individual y social. Y aquí, el conservadurismo se vuelve militante “en las cuestiones relativas al sexo y al género”, precisa Smith. Haddad había sido ministro de Educación de Lula y de Dilma (2005-2012). Durante su ministerio impulsó a partir de 2006 la extensión a la Educación del programa Brasil Sem Homofobia, que incluía formación docente, para después llegar a la confección de materiales didácticos y videos de distribución gratuita en las escuelas públicas. En 2009 el Frente Parlamentario Evangélico buscó y consiguió discontinuar el reparto del que llamó ‘kit gay’, que Bolsonaro evocó en 2018 la campaña presidencial en que derrotó a Haddad.

En la vida política, los comportamientos de iglesias y electorados evangélicos de EEUU y Brasil dejan de ser comparables. Ni hay tutela ni orientación sostenidas por un partido nacional, como en EEUU por el partido Republicano. Según Smith, en su investigación, la mayor parte de las feligresías evangélicas están persuadidas de la responsabilidad humana en el Cambio Climático, fenómeno del que no descreen. Transversalmente a las a veces contrastantes denominaciones, mayoritariamente están a favor de programas de compromiso ambientalista, como los destinados a detener y paliar la deforestación amazónica. La base de la demografía creyente evangélica brasileña tiene orígenes económicos y étnicos tradicionalmente desfavorecidos: áreas pobres y comunidades de color. Están a favor del Estado de bienestar, de los planes de Bolsa Familia (del PT) o de Auxílio Brasil (del gobierno de Bolsonaro) que transfieren directamente asignaciones en dinero como recursos de emergencia y promoción a las familias. Está a favor también de los programas de affirmative action, de discriminación afirmativa compensatoria y cuotas o cupos para afrodescendientes o grupos o personas como compensación para desigualdades de oportunidades al comienzo de estudios, oficios, profesiones, o a lo largo, o para asegurar que puedan concluirlos. En EEUU, concluye Smith, dos de cada tres evangélicos se identifica como blanco; en Brasil, sólo uno de cada tres. 

AGB

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