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Control de daños de una fórmula precipitada para enfrentar al dream team de la derecha recia

Sergio Massa y Alberto Fernández, el 29 de julio de 2022

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Primeras horas de un domingo genuino de invierno, sin distorsiones climáticas veraniegas. Calma chicha tras un cierre de listas frenético. Whisky, mate o café para contar bajas, constatar desertores, dar el pésame y pensar una mística para los que lograron entrar y hasta ayer nomás juraban no subirse jamás al mismo barco.

Con lo central acordado, una voz de la mesa chica de Olivos hace recuento de daños. Por un lado, admite que Alberto Fernández no logró el objetivo de “democratizar” al peronismo a través de primarias, su gran batalla en el frente oficialista en la que se había empeñado como en ninguna otra. Esta vez, parecía que el Presidente iría hasta el final. “El objetivo de las primarias era quitarle poder a La Cámpora y compañía. No ocurrió, pero es la primera vez que Cristina no puede poner a ninguna persona en la fórmula presidencial; es un avance”, valora la voz.

Todos los nombres barajados para el binomio oficialista —repasa la fuente— ocupan u ocuparon puestos centrales en el Gobierno: Eduardo “Wado” de Pedro, Juan Manzur, Sergio Massa, Agustín Rossi y Daniel Scioli. “El candidato de consenso es el ministro de Economía, que avalaron, pero no es de ellos, y el postulante a vicepresidente, al que puso Alberto, es un peronista progresista que es jefe de Gabinete (Rossi). Para ellos, es un golpe durísimo”, se solaza.

Sensatez y sentimientos

Si se mira la última parte de la película, da para pensar que los dueños de la lapicera y cultores de la rosca del ex Frente de Todos (FdT) / Unión por la Patria (UP) conciben al votante como un muñeco de goma que todo lo resiste. Como Juntos por el Cambio (JxC) está lanzado a una carrera entre derechas que alardean impiedad, confían en que el sufragante sabrá comprender y procederá a introducir el sobre correcto en la urna. En el camino, se proclaman nombres, listas y proyectos a los que dan de baja al día siguiente con argumentos contradictorios. Los dirigentes se llaman, no se atienden, se reúnen, toman un avión, dictan zócalos de la tele, filtran amenazas, deslizan extorsiones, sus puntas de lanza más aguerridas se hacen entrevistar, amenizan actos destinados a la nada y editan videos de lanzamiento. Las productoras ya no lloran, facturan.  

Hay voces que el jueves dijeron sentirse emocionadas por la victoria implícita de que “Wado” de Pedro, víctima él y sus padres del terrorismo de Estado, se transformara en candidato presidencial en un país democrático. Al fin un candidato de pureza cristinista. El viernes, las mismas voces dijeron sentirse entusiasmadas por la competitividad real de la fórmula Massa-Rossi. ¡Otra jugada maestra!

Dato descriptivo: La prensa conservadora es mayoritaria, por momentos aluvional, además de cada vez más vulgar, pero se guarda para sí el papel de intervenir en la interna de JxC y La Libertad Avanza. Articula, da letra, veta y, si es necesario, escarmienta en público. El grado de obediencia de la prensa kirchnerista es tan mecánico que se priva del derecho de no celebrar cualquier cosa que provenga de Cristina Fernández de Kirchner.

A los realpolitikers les basta una mueca, ni se esfuerzan en encontrar palabras, ante la consulta por la coherencia y aquel anhelo de la vicepresidenta sobre acordar un programa, más allá de los nombres.

Cristina y Máximo Kirchner encontraron finalmente al candidato para lograr una extensión de plazos y baja de tasas del préstamo por US$ 44.500 millones que el FMI le entregó a Mauricio Macri para lograr su fallida reelección y financiar la fuga de capitales: Massa. El citado objetivo condujo el accionar de la vicepresidenta y su hijo en dos tercios del mandato del Frente de Todos y los llevó a denunciar la rendición o el “entreguismo” de Alberto Fernández. Las recientes clases magistrales fijaron la reestructuración del préstamo —no contemplada en los estatutos del organismo, ni considerada por Néstor Kirchner cuando le tocó negociar, en 2003— como la tarea crucial que tocará al próximo mandato.

Cristina y Máximo Kirchner encontraron finalmente al candidato para lograr una extensión de plazos y baja de tasas del préstamo por US$ 44.500 millones que el FMI le entregó a Mauricio Macri para financiar la fuga de capitales: Massa.

Si se mira bien, entre las gestiones de Martín Guzmán y Massa prevalecen líneas de continuidad y, donde hay ruptura (dólar especial para sojeros, tasas recontraaltas), la tendencia no es precisamente hacia más heterodoxia económica. Mientras la sequía no hizo estragos en los objetivos del programa del FMI, el actual ministro de Economía celebró el sobrecumplimiento de las metas. No hay más que escuchar y constatar acciones de los funcionarios del Palacio de Hacienda; si con algo no tienen que ver es con la adhesión a teorías de que el déficit fiscal sin financiamiento no genera inflación y que la tarea del próximo mandato será plantar batalla para reestructurar el préstamo que el FMI dilapidó en Cambiemos, en 2018.

Una semana psicodélica

El desconcierto que genera en parte del cristinismo y La Cámpora el hecho de tener que votar y militar a un candidato a presidente que supo ser su enemigo acérrimo y uno a vicepresidente cancelado por algún extraño motivo invita a dar crédito a la hipótesis de que eligieron concentrarse en la provincia de Buenos Aires y dejar librado a la suerte de otros la pelea nacional. La hipótesis es verosímil, pero sabe a poco. Allí se postula a la reelección Axel Kicillof, ni siquiera considerado propio por el siempre ofendido y ofensivo Máximo Kirchner. Se cumpliría aquella frase atribuida a Cornelio Saavedra, pero en sentido inverso. Hacía falta muy poca agua para apagar tanto fuego. Tanta enjundia cancelatoria desde el atril, las cartas y las entrevistas pautadas para, a la hora de la verdad, aceptar puestos de reparto.

La semana psicodélica empezó con Daniel Scioli dispuesto a competir en las primarias, aunque le exigieran tener dos brazos (sic), incógnita de la fórmula cristinista a dirimir entre De Pedro y Kicillof, Massa sigiloso y gobernadores e intendentes embarcados en el lobby por una lista única. Hasta allí, lo que se venía dando. La aceleración de la fórmula De Pedro-Juan Manzur, narrada al detalle por Pablo Ibáñez en este diario, fue, en el relato albertista, el “enorme error” de Cristina.

“Los gobernadores entendieron que lo de 'Wado' era un desastre y, aunque quizás le alcanzara para ganar la interna, iba a perder dramáticamente la general, y por eso fueron Raúl Jalil y Gerado Zamora a almorzar con Alberto”, elabora la fuente que interpreta que el Presidente cumplió la función, con la intermediación de Juan Manuel Olmos, de sacar al peronismo de la encerrona. Una invariante. De pocos hablan tan mal en el entorno de Alberto Fernández como de “Wado” de Pedro. Aquella renuncia imprevista tras la derrota de las PASO de 2021 por parte de quien actuaba hasta entonces como puente entre continentes del Frente de Todos es descripta en el círculo presidencial en términos de traición.

La hipótesis de que el cristinismo eligió recluirse en la Provincia y desentenderse del resto es verosímil, pero sabe a poco. Allí se postula a la reelección Axel Kicillof, ni siquiera considerado propio por el siempre ofendido y ofensivo Máximo Kirchner

A partir de allí se sucedieron almuerzos, cenas y negativas de Cristina y Alberto a llamarse por teléfono. La fórmula De Pedro-Manzur acumuló detractores. Alberto, los gobernadores y Massa, para quien la necesidad de “pensar en lo colectivo” y declinar “ambiciones personales” tenía un único beneficiario posible: él mismo.

Ese escenario habilitó mayor fluidez entre el mandatario y su ministro de Economía, que había alcanzado un punto gélido semanas antes. Una de estas tardes, Alberto le aclaró a Massa el supuesto equívoco de que lo vetaba. Si Massa buscaba anuencia, debía ir a buscarla al Senado.

Cerca del ministro también califican como precipitado y “un error de cálculo” el paso dado por De Pedro y Manzur, pero centran el eje de la decisión final en el diálogo con Cristina. A su vez, las quejas massistas sobre el entorno del Presidente fueron puestas en pausa, como quien sabe que no hay margen para restar por ningún lado.

Los brazos de Scioli

La tentación del albertismo de acudir a las PASO ante un candidato supuestamente al alcance como De Pedro era alta, pero para ello, resultaba imperioso conseguir apoyos para Scioli en la nomenklatura y en dirigentes con presencia territorial. No aparecieron. El acto del embajador en Brasil con Victoria Tolosa Paz en el teatro ND Ateneo, propiedad de Enrique Albistur —pareja de ella—, mostró una postal magra el jueves por la tarde. Dieron el presente el algo desgastado Hugo Moyano, la futura cientista política Mayra Arena, Nito Artaza, Santiago Cafiero, Cecilia Milone y Aníbal Fernández. Scioli, más que dos brazos, habría necesitado diez para sacar adelante su candidatura.

Con ese background, el convencido de la fe y el optimismo declinó su proyecto sin resistencia ante un pedido de Alberto Fernández (que se pasó el trimestre previo argumentando que el dueño de Villa La Ñata no dependía de él), según la versión más difundida sobre la que Scioli hizo silencio. Un baño de realidad extraño, ya que se lo notaba muy entusiasmado hasta horas antes de la movida ajedrecística de su enemigo íntimo Massa.

Massa sólo se pertenece a sí mismo y no tiene la impronta de Alberto. Si llega a ganar, en cuanto vea una hendija, se va a apropiar de su Gobierno por entero, no procrastinará para preservar una unidad ficticia y activará la neutralización de obstáculos

El pacto se terminó de sellar con un llamado entre el Presidente y la vicepresidenta. Un breve diálogo meramente formal. “Ninguno de los dos tenía ganas de hablar con el otro y duró la nada misma”.

Cristina se quedó, grosso modo, con la provincia de Buenos Aires. Alberto nombró al candidato a vice y dos casilleros para diputados conseguibles en ese distrito. Poco, pero el albertismo es tan reducido, que tampoco tenía tanto para pedir.

Hay un dato subyacente que asumen en el Instituto Patria y en Olivos. Massa sólo se pertenece a sí mismo y no tiene la impronta de Alberto Fernández. Si llega a ganar, en cuanto vea una hendija, se va a apropiar de su Gobierno por entero, no procrastinará decisiones para preservar una unidad ficticia y activará la neutralización de obstáculos y disidencias. De Montesquieu a Sun Tzu, de Perón a (por defecto) Gabriel Boric lo recomendarían. Habrá que ver si el exintendente de Tigre logra domar su instinto y no se tira a la pileta antes de tiempo, como hizo en el pasado, sin darse cuenta de que siempre parece ser prematuro para labrar el acta de defunción del kirchnerismo.

¿Riesgos de que Massa tuerza la campaña demasiado a la derecha? “No lo va a hacer, y está Rossi, que no es ningún boludo”, responde la fuente presidencial. ¿Y una vez que llegue al Gobierno? “Ah, no sé”.

El asombroso viaje de Larreta

Los heridos y desencantados en el oficialismo se encuentran por todas partes, pero hay un dato motivador para quienes se dedican a la política. Fuera por una táctica premeditada o fortuita, la candidatura de Massa viene a ocupar un espacio de centro en el mismo momento en que Horacio Rodríguez Larreta emprendió un viaje desorbitado, impropio de su estilo, para contener fugas hacia Patricia Bullrich y Javier Milei. En ese cuadro, Massa necesita cerrar el anticipo de giros del FMI, controlar la inflación y que no se desmadre la coalición, objetivos muy difíciles, pero si los logra, su postulación parece ser competitiva.

La conformación de las listas de Bullrich confirmó el rumbo que promete ajuste y represión como activos electorales, así planteados, sin inhibición. Si alguien con uniforme dispara por la espalda o detiene a un manifestante, es una oportunidad para el elogio de la precandidata. La exministra sumó a su causa al radical libre mendocino y derechista como pocos en la historia de su partido Luis Petri como compañero de fórmula, y al bailarín mediático Maximilliano Guerra y a la dirigente Mundo Clarín Silvana Giúdici para la Cámara de Diputados. Pan con pan.

El 24 de febrero, al oficializar su lanzamiento presidencial, Larreta dijo emprender el camino de la moderación y denunció a los “estafadores” de la grieta, punto de partida para su distanciamiento hasta entonces inédito de Mauricio Macri. Desde aquel desafío llega ahora a la realidad de sus listas en la provincia de Buenos Aires protagonizadas por figuras que combinan xenofobia explícita (Miguel Ángel Pichetto, primer candidato a diputado), “cárcel o bala” ante al protesta social (José Luis Espert, primer candidato a senador), integrismo religioso (Cynthia Hotton, segunda), promoción del dióxido de cloro durante la pandemia del coronavirus (Mónica Frade, carrioísta, candidata a diputada) y una inclasificable borocotizada (Florencia Arietto, legisladora provincial). No se trata de una selección arbitraria de nombres para señalar un sesgo, sino de aquellos que el propio Larreta eligió destacar en su presentación de las listas.

Jujuy y la prensa cómplice

De todas formas, la incorporación estelar al dream team “El cambio de nuestras vidas” (sello de Larreta para las primarias) fue la del saliente gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, como precandidato a vicepresidente. El jueves, durante la oficialización de la fórmula, se dio una escena que podría haber sido bizarra, pero fue hipócrita. En el momento en que el postulante presidencial anunciaba su sociedad con Morales porque “necesitamos recuperar el diálogo en Argentina”, comenzaron a circular imágenes de jóvenes que salían de la cárcel de Alto Comedero, inmediaciones de San Salvador, molidos a palos por la Policía.

Larreta y Morales hablaban de paz, república y orden con el trasfondo de días de ilegalidad estatal aviesa en las ciudades y pueblos de Jujuy. En la provincia de la Noche del Apagón que selló la complicidad empresarial de Ledesma, el ingenio de la familia Blaquier, con la desaparición de personas volvieron a circular camionetas provistas por contratistas del Estado sin identificación estatal para levantar y trasladar a jóvenes, militantes y trabajadores cazados por las calles. Imágenes viralizadas y comprobadas mostraron a miembros de las fuerzas de seguridad arrojando piedras a manifestantes, golpeándolos con saña, metiéndose en casas sin orden judicial para sacar a adolescentes a rastras y organizando sospechosamente a grupos que generaban disturbios. Una mujer, Nemecia, denunció la detención de su hermano autista y la tortura a su hijo.

El gremio docente venía protagonizando marchas multitudinarias para reclamar aumentos salariales desde hacía semanas. Se sumaron protestas de indígenas, sindicatos y partidos de izquierda contrarios a una reforma exprés de la Constitución con el mismo signo autoritario del gobernador que, el día que asumió, en diciembre de 2015, hizo aprobar la ampliación del Superior Tribunal para designar a diputados de la UCR que votaron dicha medida.

Lo que pasa en Jujuy es tan grave que encendió alertas, una vez más, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Amnistía Internacional, Human Rights Watch y Reporteros Sin Fronteras. Esas organizaciones estatales o del tercer sector se han destacado en los últimos años por señalar las violaciones a los derechos humanos en la Venezuela de Nicolás Maduro, por ejemplo.

Larreta, Morales y Bullrich se dieron el lujo de denunciar “injerencia” extranjera. No los inhibió ni la asociación retórica con el momento más siniestro de la historia argentina, al que ninguno de esos tres políticos de la democracia merece ser vinculado.

La confianza en el efecto silenciador de la pauta publicitaria que maneja la dupla de “El cambio de nuestras vidas” es total. A la luz de las preguntas en la conferencia de prensa posterior a la presentación del binomio, esa confianza parece justificada. Ningún medio pidió a Morales explicaciones concretas sobre lo sucedido, ni siquiera por solidaridad profesional con colegas de TN, Télam, La Izquierda Diario y El Submarino que recibieron balazos de goma o fueron detenidos y sus celulares incautados.

Quién escribe

“La crisis causó 2 nuevas muertes” es uno de los títulos más recordados del diario Clarín en lo que va del siglo. Fue la forma en que el buque insignia del principal multimedios de Argentina informó sobre la matanza de los piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán a manos de un jefe de la Policía Bonaerense, el 26 de junio de 2002.

“Este título es horrible, no dice la verdad en la medida en que distrae la verdadera causa de la muerte”, reconocería el periodista Julio Blanck, uno de los jefes de Clarín, en el documental de Patricio Escobar y Damián Finvarb (2006) titulado igual que la nota en cuestión. A Blanck, con cuatro décadas en el periódico, una de ellas (2003-2013) en la mesa chica de la conducción, lo distinguía un rasgo de honestidad poco frecuente en jefes periodísticos de su jerarquía. A la hora de encarar una autocrítica, el periodista fallecido hace cinco años no distraía con eufemismos ni justificaciones extravagantes.

Aquella atribución a “la crisis” del asesinato de Kosteki y Santillán cometido por el excomisario Alfredo Fanchiotti en la estación Avellaneda del tren Roca tiene un marco. La empresa se había endeudado en dólares mucho más de la cuenta para expandir el multimedios y su supervivencia corría peligro tras el derrumbe de la convertibilidad. Venía de una década de oposición a Carlos Menem y una preferencia indisimulada por la Alianza UCR-Frepaso, por lo que la debacle del Gobierno presidido por Fernando de la Rúa obligó al Grupo Clarín a caminar en puntas de pie. Al fin y al cabo, era todavía una organización periodística con pretensión ecuménica entre las diferentes tribus ideológicas, culturales, religiosas y etarias de la clase media. Entonces, mejor atribuir las muertes de Kosteki y Santillán a “la crisis”. Es decir, a nadie.

Las múltiples plataformas de Clarín no se asemejan a aquella tapa que trataba de no hacer olas a principios de siglo. Desde el conflicto por las retenciones agropecuarias y el inicio de la discusión por la ley de medios, en 2008, la agenda del multimedios se polarizó y hacer olas se transformó en su razón de ser. El Grupo partió de la oposición a rajatabla al kirchnerismo y terminó como socio, no sólo político, del macrismo y su secuela actual.

Plantado en ese lugar, Clarín se habilita ahora omitir casi por completo la grave violencia institucional en Jujuy por mera afinidad política. Los reclamos de organismos internacionales son ninguneados o desmerecidos por ese multimedio, junto al Grupo La Nación y otros socios en la faena. Entre ellos se reparten el papel de actuar como brazo colaborador del Poder Judicial de Morales y difunden supuestos prontuarios de los detenidos. Un arrestado con antecedentes, otro con dinero en efectivo o la voracidad incendiaria de un grupo, extrañamente tolerado por la Policía, sirven para tapar el bosque de la violencia ilegal del Gobierno provincial amigo.

De cara a un proceso político que podría replicar y agravar el escenario que Jujuy vivió esta semana —porque algunos candidatos así lo prometen—, la prensa debería recordar que sus páginas más negras de complicidad con la ilegalidad estatal son un lugar al que no debería regresar nunca más.

SL

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