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Ecuador: un correísmo derrotado en la escuela de la victoria

Victoriosa como candidata presidencial más votada en primera vuelta, la economista correísta Luisa González fue derrotada en segunda por el empresario liberal Daniel Noboa.

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El 15 de octubre, por segunda vez desde 2021, en Ecuador la candidatura presidencial del 'partido de la década ganada' de Rafael Correa se vio derrotada por una figura emergente de la derecha. Las elecciones de dos años atrás se celebraron en tiempo y forma; las de 2023 fueron convocadas anticipadamente, tras el fracaso en la presidencia del candidato de la derecha triunfante en 2021. Con el  52 %  de los votos, ganó el liberal Daniel Noboa, del partido Acción Democrática Nacional (ADN), a la correísta  Luisa González, candidata de Revolución Ciudadana (RC). Una diferencia cercana a los 400 mil votos marcó la derrota del ‘socialismo del siglo XXI’ del ex presidente Rafael Correa (2007-2017). Los porcentajes lucen muy similares a los que obtuvieron, en el balotaje de 2021 el presidente saliente de centro derecha Guillermo Lasso y el correísta Andrés Araúz: 52,3 % a 47,6 % respectivamente. 

La semejanza señalada se extiende tanto a  la conformación fragmentada de la Asamblea (el Congreso unicameral ecuatoriano) entre 2021 y 2023 como al  porcentaje de atomización del resto de candidatos que quedaron por fuera de la segunda vuelta. Sin embargo, tanta semejanza lejos de  ser  pura coincidencia guarda relación  con el proceso político de Ecuador que comprende las presidencias de Correa, de Lenin Moreno (2017-2021)  y la actual, en cuenta regresiva hacia su caducidad, de Guillermo Lasso quien acortó la mitad de su mandato cuando disolvió el Congreso por medio del mecanismo constitucional  llamado  “muerte cruzada”. Más que con las figuras en sí de los candidatos, “Noboa no se parece a Lasso, ni Luisa a (su compañero de fórmula como vice) Arauz”, observa Alfredo Serrano Mancilla, director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) .

La serie spot y jingles, la oratoria de los candidatos y su perfomance, las redes sociales y los debates presidenciales, los acontecimientos inesperados como el asesinato del precandidato presidencial  Fernando Villavicencio  y la imparable inseguridad han incidido seguramente en el voto ciudadano. Con todo, hay razones de mayor raigambre que explican  el resultado electoral adverso a González.  

El correísmo, el impulso y su freno

El correísmo es la principal identidad política del país, pero el resultado de los dos últimos balotajes muestra que el caudal de sus votantes no es suficiente para alcanzar una victoria que le asegure el regreso al quiteño Palacio de Carondelet.   Su centralidad, tanto a favor como en su contra,  y el repetir con poca variable lo ocurrido en la elección que ungió a Lasso confirma que a esta fuerza política le ha resultado hasta ahora imposible de superar su techo político

Aun así, el correísmo ha avanzado desde 2021 con su trabajo político en el mapa local.  El movimiento de Correa se impuso en las ciudades principales de  la capitalina y serrana Quito, y la capital económica, el puerto de Guayaquilbastión durante 30 años del Partido Social Cristiano (PSC). En total, 16 alcaldías sin alianzas y otras 32 uniéndose con otros partidos, llevándose un total de 48 alcaldías. Además, acumuló nueve prefecturas  incluyendo las tres más pobladas, y en provincias importantes como Guayas y Manabí.

Tuvo éxito al promover el “NO”  en la consulta de Lasso y evitar la reforma del Consejo de Participación Ciudadana (CPCCS); sin embargo las elecciones anticipadas dejaron en buena parte de la militancia una duda sobre la necesidad de renovar liderazgos y propuestas políticas. En su momento, la decisión personal de Correa de que González  fuera  la candidata presidencial por el movimiento Revolución Ciudadana (RC ‘madrugó‘ a la mayoría de la militancia correísta que se encontraba  debatiendo si la fórmula sería encabezada por el periodista Carlos Rabascall o Andrés Arauz, las dos figuras que protagonizaron el binomio en los comicios de 2021. Inclusive circularon comentarios de que “Correa está paranoico y no confía en nadie. La experiencia con Lenin Moreno lo traumó y por eso le soltó la mano a Arauz para encabezar y eligió alguien a la que podrá manejar a control remoto”. 

Con todo, más gravitante  fue que Correa repitiera con González la receta, que ya no había dado resultado con Andrés Arauz, de  construir una figura y un liderazgo desde cero, en plena campaña electoral, contrariando el principio de la consultoría política de que el candidato debe ser conocido.

La figura poco conocida de Luisa González, abogada de 45 años, del interior del país que se ha hecho a sí misma, quien se presentó como “una madre ecuatoriana”, como una madre soltera que logró sortear las dificultades, y que buscó sintonizar con las reivindicaciones de género al mismo tiempo que repitió “que ser feminista no significa estar a favor de la despenalización del aborto”, era mejor candidata que Andrés Arauz en 2021 sostiene el analista político crítico del correísmo durante años Gabriel Hidalgo. El hecho de que sobre el binomio González- Arauz se produjera una sobreexposición de Correa perjudicó a la postulación e impidió superar su techo llegando a más votantes. Según el politólogo Francisco Montahuano  el verticalismo de Correa, que domina RC sin recambio político ni formación interna, “carece de una interacción real con la sociedad civil ni parece poder llegar a los votantes más jóvenes y a los liderazgos universitarios”. 

De cara a la segunda vuelta, González procuró desmarcarse de la figura del ex presidente. Era difícil lograrlo plenamente. Si para agosto vociferaba frases típicas de Correa como “Somos muchísimos más” o replicaba su famoso spot publicitario en el que recorría distintas zonas de Ecuador en bicicleta, en la segunda vuelta marcó una distancia. Cambió su slogan de campaña por “Por el bien de todos” y remarcó en el debate electoral que Correa sólo sería su asesor, y ella,  la persona que tomaría las decisiones de gobierno.

Cuánto cuesta una omisión  

Más decisivo resultó para la derrota final en balotaje que el discurso de González no tomara en cuenta a un nuevo actor social de menores ingresos,  sujeto clave en el nuevo (des)orden social y político, que dejó de creer en las instituciones, señal de la crisis y fragmentación de la representatividad que atraviesa Ecuador. A lo que se une una pérdida de la fe en el poder del poder político, que día a día ve disminuido en su imperio. En este contexto, las soluciones no se encuentran  mirando por el retrovisor que evoca  un discurso como el esgrimido por González, que llamó a “recuperar la patria” con continuas alusiones a las obras y proyectos realizados en los diez años del correísmo,  en su recorrido por los tradicionales centros de su partido político prometiendo volver a tiempos mejores, en un momento en que el país está sumido en una ola de violencia y vulnerabilidad ante la acción del crimen organizado. Se desestimó la formulación de respuestas a las nuevas demandas. .

Tampoco se tuvo en cuenta al actor fundamental del Ecuador, representado por los movimientos indígenas, principalmente la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), no solo cuantitativamente sino también por su relevancia política. Precisamente, el techo electoral del correísmo, que alcanza al 33%, se muestra de manera más dramática en la resistencia que los correístas tienen en las provincias con votantes indígenas.

El politólogo Jacobo García sostiene, con relación a los indígenas, que una de las formas en las que el correísmo podría ampliar su base electoral es acercándose más a un Leonidas Iza que supuestamente simpatiza con su línea, pero con quien aún hay resentimientos por las persecuciones correístas contra los indígenas durante su Gobierno.

El techo de cemento y la urgencia de la renovación

Esta segunda derrota política de RC  probó que el liderazgo de Correa ejercido desde Bélgica  resultaba ajeno al ciudadano de a pie. “Liderazgo telemático” lo caracteriza el analista Jacobo García  y señala que el mismo debería estar a cargo de  líderes de RC  residentes en el Ecuador,  como la alcaldesa de QuitoPabel Muñoz, o las prefecturas de Pichincha y GuayasPaola Pabón Marcela Aguiñaga, así como Aquiles Álvarez el alcalde de Guayaquil.

Toda renovación de liderazgos solo será posible si la potente presencia de Correa pasa a un segundo plano como táctica y estratégicamente decidió la lideresa argentina, Cristina Fernández de Kirchner en la actual campaña presidencial en la que el candidato peronista Sergio Massa por su espacio Unión por la Patria, cubrió toda la campaña, presentando una nueva forma de liderazgo. Su alcance se medirá el 19 de noviembre, en el balotaje que disputará con Javier Milei, de La Libertad Avanza, un candidato de derecha libertaria que no es hijo de multimillonario ni empresario.

Toda eventual renovación reclama prontitud  porque el nuevo proceso electoral está más cercano que lejano. Noboa podría tomar posesión del cargo presidencial apenas en diciembre de 2023 y concluir el 24 de mayo de 2025. Una gestión que embretada en  la coyuntura preelectoral será aún más breve que el interinato de Fabián Alarcón (1997-1998). Aun así, Noboa lo ha dicho sin sombras: pretende hacer campaña para la reelección desde el primer día de su gestión. 

A diferencia del presidente saliente Guillermo Lasso, un self-made man nacido en una familia pobre de 11 hijos, que escaló hacia una multimillonaria fortuna bancaria en Guayaquil, Noboa es un presidente candidato y faltan apenas 18 meses para la elección. Noboa tiene la mitad de años que Lasso: el hijo del hombre más rico de Ecuador es el presidente más joven de la historia del 'Uruguay del Pacífico'. Asumirá en diciembre, cuando la Asamblea lo decida, algún día antes del 20. La renovación generacional es un hecho, hay un poder que se trasladó de padre a hijo. ¿En qué se diferenciará el joven liberal nacido en Miami del neoconservador al que sucederá? Se verá rápido en qué coinciden. O al menos esto tiene todo el derecho de esperar el correísmo.

AGB

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