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Al final, no era tan así Opinión

Estados Unidos: el aliado clave de Milei camina en un laberinto minado y a oscuras

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, durante la cena de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca en Washington

Agustín Fontenla

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La semana pasada Times Square fue el centro de una protesta por la falta de viviendas en Nueva York. El diario catalán La Vanguardia lo reflejó en su primera página con una imagen que mostraba a decenas de neoyorquinos recostados en bolsas de dormir sobre la calle… ¿Síntoma o postal de interés para los medios?

La economía de Estados Unidos creció a un ritmo del 5 por ciento interanual en el tercer trimestre de este año, la inflación se redujo del pico de casi 10 por ciento anual del 2021 al 3,2 por ciento anual del 2023, y la creación de trabajo en el mes de septiembre duplicó unas expectativas ya favorables. En este contexto, además, el presidente Joe Biden apoyó las protestas de los sindicatos para elevar el salario de los trabajadores.  

El panorama parece ser sensacional, pero sólo un 14 por ciento de los estadounidenses cree que está mejor que cuando asumió el demócrata. La encuesta, realizada por el Financial Times junto a la Universidad de Michigan, señala que el 70% de la ciudadanía cree que las medidas tomadas por Biden dañaron la economía o, sencillamente, no tuvieron impacto. 

Los dirigentes del partido que lideró Obama tiempo atrás están preocupados porque las encuestas electorales muestran al mandatario octogenario por debajo de su archienemigo y aliado de Javier Milei, el republicano Donald Trump. Entre los jóvenes norteamericanos se comparten numerosos memes que muestran al líder demócrata en escenas donde su cuerpo no logra interpretar correctamente las señales que le envía su cerebro. A un año de las elecciones no hay mucho tiempo para dar un volantazo en términos de candidatos. Encima, Kamala Harris ya no es la dirigente progre y con sex appeal político de otros tiempos. 

Fuera de la Casa Blanca el panorama no es más alentador. El Congreso sufre los coletazos de la eyección inédita que sufrió en octubre pasado Kevin McCarthy, el presidente de la Cámara de Representantes. Un hombre que había logrado trabajosamente unir a a demócratas y republicanos detrás de medidas cruciales para el ejecutivo de Biden como evitar el cierre del Gobierno o financiar la defensa de Ucrania en su guerra con Rusia. El País había dicho que la abrupta salida de McCarthy “sumía en el caos” al Capitolio, mientras que National Geographic hablaba de “vacío de poder”.

El estado actual del poder legislativo no dista mucho de aquellos días tumultuosos en que la Cámara de Representantes fue descabezada. Una semana atrás los legisladores de uno y otro partido alcanzaron in extremis un acuerdo para mantener el Gobierno en funcionamiento hasta principios de 2024. El año entrante promete más riñas, mientras de fondo Israel y Ucrania podrían ver con angustia cómo se vacía el arsenal militar que Washington reabastece mes a mes, y cada partido juega de acuerdo a sus intereses electorales. 

Por el lado de Trump tampoco se vislumbra un horizonte luminoso. El expresidente, que también dice defender los valores de la libertad y la república, enfrenta al menos cuatro juicios. El último en el que declaró es por una acusación de fraude fiscal contra la Organización Trump; pero otros procesos están ligados a su mandato e incluyen desde violación de la ley de espionaje hasta intentos de anular las elecciones del 2020. 

En marzo del 2024 se sentará en el banquillo para dar respuesta al caso que lo imputa por haber dado la orden de pagar 130 mil dólares a una actriz porno. La fiscalía cree que podría haberse producido una falsificación contable para cometer un delito o bien ocultar otro. El republicano dice que todo es parte de una campaña en su contra, una “estafa”. En el medio de todo este escándalo, habría que reconocer la entereza y altanería con que se defiende. Un muy buen trabajo a juzgar por lo que dicen las encuestas.

Como sea, el año que viene es probable que la carrera a la Casa Blanca enfrenta a dos hombres en sus ochenta años (Donald alcanzará los 78) que están lejos de llegar a la contienda en su mejor forma. Por último, y para no dejar de mencionar dos universos visceralmente norteamericanos, habría que darle un vistazo a lo que sucede en Hollywood y Silicon Valley: Disney y OPEN I.A.

Del primer caso se sabe que la compañía enfrenta un futuro sombrío. Más norteamericanos cancelan los servicios de cable cada año, y las secuelas de Marvel ya no generan ingresos como sucedía con las primeras ediciones. La última producción de los superhéroes logró el peor fin de semana de apertura de los estudios. Ahora, los ejecutivos se enfrentan a la engorrosa tarea de generar nuevos contenidos creativos, y la prensa se pregunta si “Disney podrá redescubrir la magia”.

En Silicon Valley, mientras tanto, se produjo una trama digna de Succession, con el board de la poderosa OPEN I.A despidiendo de forma furtiva a uno de sus fundadores y CEO, Sam Altman. Durante casi una semana, el ecosistema tech de los Estados Unidos presenció una gran disputa a cielo abierto sobre el destino de una de las empresas más poderosas y estratégicas de la potencia global. 

El viernes por la tarde, y tras una enorme presión de ejecutivos pero, sobre todo, grandes inversores y figuritas del mundo digital como el fundador de Airbnb, Sam Altman ya había logrado ser reubicado como CEO de la compañía, junto a un board afín a sus ideas para la gestión del monstruo tecnológico. 

Aún es temprano para conocer qué es lo que sucedió entre los creadores del CHAT GPT, pero los expertos tecnológicos presumen que asistimos al fin de la OPEN I.A dirigida con el mandato de prevenir una catástrofe humanitaria. “OPEN I.A pertenece ahora a los capitalistas” tituló una de las principales crónicas del New York Times esta semana, en referencia a que el nuevo board tendrá como prioridad la rentabilidad del negocio, y el bienestar de sus accionistas, como por ejemplo la compañía Microsoft, del “filántropo” Bill Gates.

En definitiva, la nave insignia del desarrollo tecnológico norteamericano, OPEN I.A., y el corazón de la industria de la anestesia, Disney, ambas dignas representantes del músculo económico de la tierra del sueño americano aparecen envueltas en un oscuro proceso de desarrollo. Como ayuda o, bien, como inspiración, ¿servirá Washington a los intereses del gobierno de nuestro vernáculo M?

AF/DTC

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