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Opinión

Gracias, Fede

La periodista Catalina De Elía junto a su amigo, el fiscal Federico Delgado

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Hace poco más de una semana, justo el sábado pasado, a los 54 años, Federico Delgado —“el fiscal Delgado” para los argentinos, “el profesor Delgado” para sus alumnos, “el autor Federico Delgado” para sus lectores, “papá” para Tomás, Juan y Justo, “marido” de Yvonne, “Fede” entre amigos y colegas—, mi compañero de vida, libros, textos, notas, programas, del programa de radio “Cata de Noticias” y de proyectos de todo tipo, mi confidente, mi amigo del alma se nos fue.

Una parte de mí se fue con él, y al mismo tiempo, se quedó una de él conmigo.
Por eso hoy no me sale hablar como periodista, sino más bien desde el lugar de la amistad. Pero honestamente, estoy tan triste que las palabras casi no salen.
La noche anterior a su partida, la del viernes, me dormí mientras nos escribíamos mensajes. Le mandé una foto nuestra en nuestro rinconcito de charlas de los últimos años: el pastito de la plaza justo frente a la TV pública, siempre con el sol dándonos en la cara. Le dije que cuando todo esto terminara íbamos a retomar nuestras charlas al sol sobre cómo el mundo “se va al carajo”. Su respuesta llegó la mañana siguiente, unas horas antes de que muriera, y decía: “No te olvides de hacerlo, Castor”. Después me escribió “ya me duermo”. Unas horas más tarde se durmió y ya no se despertó.

El martes, sus seres más queridos nos despedimos en el Varela Varelita, su lugar en el mundo, el bar que hubiera elegido para tomar un último café. Ahí estaban Yvonne, la leona de su mujer; sus maravillosos hijos, Tomás, Justo y Juan; su hermano Gabriel, su cuñada y los sobrinos; Jorgito y Marchu, sus pollos de la Fiscalía 6; sus amigos Pablo Slominisqui y Diego Peisajovich, y un montón más de gente querida de diferentes círculos, como el guionista y director Carlos La Casa, sus profesores de natación, Chacho Álvarez y Mario Pontaquarto; su abogado, Emiliano Villar; periodistas, profesores, fiscales y jueces.

La foto de ese día en Varela Varelita y los mensajes de despedida en los diarios y en las redes dicen mucho de cómo era Fede: una persona que vivió mil vidas en una y que dejó huellas imborrables en todas. Como fiscal federal, Fede intervino en las causas por crímenes de lesa humanidad sobre el robo de bebés durante la dictadura y los cometidos en los centros de detención clandestina del Primer Cuerpo de Ejército, en las que sus responsables fueron juzgados y sentenciados. Fue el fiscal de muchas de las causas judiciales más pesadas y conocidas en las que estuvieron involucrados instituciones y hombres poderosos como Julio De Vido, Ricardo Jaime, José López y Daniel Angelici, también los escándalos por el pago de sobornos en el Senado en el gobierno de Fernando De la Rúa y el Megacanje de Domingo Cavallo, las tragedias de Once y de la fiesta electrónica Time Warp, el secuestro del padre de Carlos Tévez, las coimas de Odebrecht y también las causas que involucran a Cristina y Néstor Kirchner por conflicto de intereses entre sus negocios privados y la función pública, y a Mauricio Macri por presunto lavado de dinero. 

Con su trabajo honró su cargo y la democracia argentina. Incluso cuando su compromiso le costara las cosas más valiosas. En sus tres libros “Republica de la Impunidad”, “Injusticia” y “La cara injusta de la justicia” quedaron escritas muchas de sus verdades. Entre ellas, la forma en que la familia judicial maneja la vida de los tribunales con sus propias normas y castiga a los que no quieren ser parte, como le pasó a él.

Por seguir el camino de la ley y la autonomía que juró honrar cuando lo designaron como fiscal, Federico sufrió jefes que no sólo no apoyaron el trabajo hecho con mucho esfuerzo, sino que lo castigaron, superiores que trataron de torcer su voluntad, sumarios administrativos que presentaron en su contra y causas penales infundadas que progresaron a pesar de lo que dice la ley.

Sufrió mucho durante el macrismo causas armadas en su contra. Una, por ejemplo, fue por una denuncia en su contra que hizo el entonces juez Claudio Bonadio tras una presentación del jefe de la AFI durante el macrismo Gustavo Arribas. Y otra que tuvo el juez Marcelo Martinez de Giorgi tras una denuncia de Jorge “Corcho” Rodríguez. 

En su libro Injusticia, hay un fragmento que encapsula parte de su historia y de la historia reciente del estado de terapia intensiva en el que está el Poder Judicial argentino y la soledad con la que trabajan funcionarios judiciales como él: “Salvo la voluntad personal de no ceder ante las presiones, no hay mecanismos institucionales para enfrentar esos problemas, porque la cuestión no son las personas, sino que exista una estructura pensada para que la justicia no haga justicia. En los casos que involucraron a grandes empresarios, funcionarios y jefes de gobierno, el sistema judicial se puso en marcha para aplicar la ley de tal modo que no se cumplió el mandato de hacer justicia que juramos respetar en la Constitución Nacional. Como fiscal fui y soy testigo del fracaso de la ley como medio para conseguir soluciones justas, porque nuestra justicia muchas veces trabaja para darles impunidad a los poderosos”.

Fede no fue solo un gran fiscal, un gran escritor, gran profesor, un gran mentor, un gran divulgador, un gran jefe, un gran compañero, un gran padre, un gran alumno, un gran tío, un gran marido, un gran hermano, un gran amigo, una gran persona. Fue un guardián de la democracia. A 40 años del retorno de la democracia, Federico la defendió y honró hasta su último aliento.

Por eso Federico no solo vive en el corazón de los que tuvimos el lujo de compartir la vida con él sino también en nuestra historia. 

Espero que honremos en vida el ejemplo que nos dio.

Fede, espero que te llegue todo el amor que te mandamos, que te mando, donde quiera que estés. Te voy a extrañar como a nadie.

Abrazo al cielo🖤

Esta despedida fue leída en Cata de Noticias, el programa que la autora conduce en Radio con Vos los sábado de 17 a 18.

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