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Opinión - Panorama de las Américas

Un nuevo Chile, entre el Sí fácil y el Apruebo difícil

Alfredo Grieco y Bavio Panorama de las Américas rojo

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“¿Apruebo o Rechazo?” se llamó una serie de debates que la cadena chilena Bio Bio TV organizó desde que el presidente Gabriel Boric convocó el plebiscito constitucional de mañana. El formato era el mismo, sólo variaban los temas y problemas sobre los que se colocaba el foco entre los muchos que resultan más originales o más divisivos o más originales y más divisivos del proyecto de nueva Ley Suprema. El periodista y analista Tomás Mosciatti moderaba. El moderador está a favor del Rechazo, pero esto era sabido de antemano, y ni una vez se apartó del juego más limpio en estos intercambios a veces fogosos y otras pastosos. En cada programa, de una hora y media de duración, dos convencionales de la mayoría de la Convención Constitucional pedían el voto por el Apruebo y dos de la minoría pedían el voto por el Rechazo. Como no podría ser de otro modo, y los programas eran muy desiguales. Lo cual, lejos de desanimar a las teleaudiencias, supongo que las acicateaba para no perderse ninguno, como a este panoramista.

La discusión de ideas podía ser realmente estimulante y dialéctica, como en la polémica sobre Plurinacionalidad. O agriarse en términos personales, como en la controversia, o público altercado, sobre Normas transitorias, hasta estridencias que, si el programa fuera argentino, en Chile recordarían nuestros conventillos, nuestra inmigración italiana, nuestra incapacidad para conservar la cabeza fría, nuestro gusto por la puñalada trapera.

Contrincantes de uno y otro bando buscaban extremar la firmeza y la justicia de su posición. Pero más todavía querían poner de manifiesto el extremismo fundamentalista de la posición contraria, obstinada en negar evidencias claras como la luz del día.     

El plebiscito es como un balotaje. Es aprobar o rechazar. Ganará el Apruebo o, como todas las encuestas unánimes profetizan, ganará el Rechazo. Era por tanto esperable que las posiciones no moderaran el antagonismo, sino que lo exacerbaran.

El dramatismo buscado, y logrado, en estos debates –y más ampliamente pero más difusamente en las campañas nacionales del Apruebo y el Rechazo-, también perseguía otro fin: la gravedad del asunto solicita que nadie se quede en casa, que nadie falte a la cita electoral. En Chile, desde 2012 el voto es optativo, pero el del plebiscito de mañana se ha declarado, excepcionalmente, entendiblemente, obligatorio. Si la obligatoriedad contribuirá a aumentar la participación, se verá, y cuando se vea, habrá que calibrar en una justa medida elusiva. 

Un (riesgoso) ejemplo brasileño

El primer debate presidencial brasileño fue un buen ejemplo de una situación paradójica, perjudicial para las campañas de los dos rivales con mayores chances de imponerse el 2 de octubre y pasar a segunda vuelta. Lula y Bolsonaro lucieron profundamente heterogéneos pero no profundamente contrastantes.

Quien siguiera los debates chilenos de “¿Apruebo o Rechazo” no podía tardar en advertir dos constantes. Una de fondo entre los dos bandos. Y una de forma, reiterada en todos y cada uno de los debates.

La primera constante es una negativa. Una anticipada y fácil polarización entre la Constitución de la Socialdemocracia (el Proyecto de Ley Suprema cuyo destino se decide mañana) y la Constitución del Neoliberalismo cívico-militar (la Constitución pinochetista plebiscitada en 1981 y aún vigente) no existe ni puede ser llamada a existir. Nadie defiende la Constitución actual. Los dos bandos quieren una nueva Constitución para Chile. Y ninguno quiere una Constitución que consagre a un Estado ausente. Los dos quieren mucho, mucho Estado.

Es decir, no hay bando del Rechazo. Es ‘Rechazo para reformar’. Simétricamente, no hay bando del ‘Apruebo’. Es ‘Apruebo para reformar’. Tal como está, el texto del Proyecto Constitucional que se votará mañana no gusta a nadie, aunque no falte convencional que diga amarlo en un 99 por ciento.

La segunda constante, en los debates de Bio Bio TV, ha sido una inesperada coincidencia en la estructura de su desarrollo, en la comunidad de los puntos de desenlace. A sumar antipatías y diferencias se dedicaron los polemistas. El bando de la izquierda acusaba al de la derecha a que sólo con mala intención podían interpretarse determinadas normas como lo hacían. Entre las normas más contestadas estaban las referidas a plurinacionalidad, consenso indígena, catastro territorial, sistemas de justicia paralelos, interculturalidad, potestades legislativas transitorias del Ejecutivo, iniciativa presidencial en la presentación de leyes, sustitución del régimen senatorial por el territorial, paso del sistema de capitalización (AFPs) al de reparto en jubilaciones y pensiones, derecho de propiedad (o no) de cada aportante al cúmulo de aportes ya realizados y ahorrado, paso de las prepagas (ISAPREs) a una salud pública universal, derechos de la naturaleza en general y derecho (o falta de derechos) de los particulares sobre el agua muy en especial.

El bando de la derecha (es una simplificación: el del Rechazo para reformar, habría que precisar) insistía en que el Apruebo era limpiamente idealista y admitía que ellos en cambio eran suciamente realistas y pragmatistas. Que no se oponían a los derechos nuevos, pero que consideraban que la mala redacción conduciría a una litigiosidad extrema y a un caos jurídico e interminable cuello de botella tribunalicio en una encrucijada nacional, regional e internacional cuando la República (o Estado plurinacional, no hay problema) necesita sólo orden y progreso.

Y entonces generalmente la izquierda (nuevo reduccionismo simplificador) admitía que, por descabelladas que fueran las objeciones de conciencia de sus oponentes, el hecho de que se formularan ahora era prueba de que fatalmente se formularían después. Con el consecuente perjuicio a ese mismo orden y progreso que decían querer más que ningún otro sector, porque ya el hecho de proponer un nuevo texto constitucional era demostración de que ellos eran el bando opuesto al retroceso. Hay que decir, por último, que estas razonables admisiones difícilmente sumarían votos al Apruebo. Pero a nadie le podían quedar dudas de cuál es la dirección que Chile había elegido, y en esa orientación, sólo pueden registrarse progresos. Y ni un solo retroceso, por la razón o por la fuerza.

AGB

  

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