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Para la protesta blanca, represión blanda

Los manifestantes pro Trump en Washington.

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Una multitud se dirige al centro del poder de la primera potencia política mundial. Pancartas y puños en alto, gritos de guerra, el clamor por la justicia, el intento de tomar el espacio de poder que les fue “negado”. 

Esta podría ser la descripción de dos diferentes escenas que ocurrieron, en ambos casos, en Washington D.C., la capital política de Estados Unidos. Una de ellas, a fines de mayo, fue parte de las manifestaciones del movimiento Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) por el asesinato de George Floyd, la cual fue duramente reprimida por las fuerzas de seguridad. La segunda fue el asalto de ayer al Capitolio. 

En las protestas por George Floyd, el gas lacrimógeno fue una de las armas más eficaces para impedir que los centenares de manifestantes se acercaran a la Casa Blanca. Allí estaba Donald Trump. 

“Hubo uso ilegítimo de la fuerza incluyendo palizas, empleo indebido de gas lacrimógeno y pulverizadores de pimienta, y disparos injustificados con proyectiles menos letales, como granadas de esponja y balas de goma. Tales abusos fueron obra de diversas fuerzas de seguridad, desde departamentos locales de policía, hasta organismos federales y la Guardia Nacional”, denunció Amnistía Internacional. 

Las dos cuadras de la 16th Street NW donde ocurrió la represión fueron rebautizadas después como Black Lives Matter Plaza por la intendente de D.C, Muriel Bowser. Las tres palabras quedaron pintadas en letras amarillas en el suelo de la larga avenida que desemboca en la Casa de Gobierno. Allí el martes 3 de noviembre pasado, día de las elecciones presidenciales, se concentraron los manifestantes contrarios a la permanencia de Trump en el poder. Volvieron cuatro días más tarde para una suerte de carnaval celebratorio de la victoria de Joe Biden. 

Ayer, a unas cuadras de Black Lives Matters Plaza, una multitud se reunió para protestar contra el resultado de aquellas elecciones presidenciales de noviembre. Mayoritariamente apostados frente al Capitolio esperaban que el vicepresidente Mike Pence acatara el pedido de Trump de no reconocer la confirmación de la victoria electoral demócrata con los demás miembros del Senado. Muchos manifestantes, disfrazados con todo tipo de indumentaria, en una mezcla rara de Carnaval con Halloween, entraron al edificio histórico. Habían sido azuzados por el mismísimo Presidente. 

Esta vez no hubo policías suficientes para frenar la “multitud de Trump”, como los llamó la prensa local. Esa multitud ingresó al Congreso, atemorizó a los congresistas y puso en riesgo centenares de vidas.  “El tratamiento con guantes de seda que se dio a la multitud pró-Trump contrasta con las tácticas violentas de la policía contra el movimiento Black Lives Matter, dijo la activista Chanelle Helm al diario Washington Post. Helm ayudó a organizar las protestas del 13 de marzo por el asesinato de Breonna Taylor por parte de policías que entraron a su casa vestidos de civil.

 

“¡Así que todos actuamos como si estuviera bien que los blancos estén asaltando el Capitolio sin respuesta policial! Pero cuando protestamos para salvarnos la vida, la policía nos dio una paliza. ¡Vamos todos!”, se dijo ayer desde la cuenta oficial de twitter de la organización Black Lives Matter luego que arrancaron los disturbios en el Capitolio. 

No es de extrañar que una gran parte de los entusiastas del actual presidente formen parte del movimiento de supremacistas blancos que integran grupos como los Proud Boys, o del movimiento de quienes alientan teorías conspiratorias como los QAnon.  

Ciertos legisladores ya anunciaron que planean abrir investigaciones sobre el actuar de ayer de la policía en el Capitolio, cuestionando si fue la falta de preparación lo que permitió que los militantes encendidos ocupasen y destrozaran el edificio.

“La policía del Capitolio no estaba preparada para la magnitud de la protesta”, dijo David Gómez, un ejecutivo retirado del FBI al diario The Wall Street Journal. “Una vez que los alborotadores irrumpieron en el Capitolio, otras agencias federales encargadas de hacer cumplir la ley se demoraron en dar respuesta a la situación, ya sea por deferencia al presidente Trump o por falta de experiencia en el manejo de disturbios, que no es su misión principal'', dijo Gómez. 

El argumento de lo “inesperado” de la situación hace ruido en estos oídos, que hace poco estuvieron escuchando el estrépito con que preventivamente se tapiaron las tiendas del centro de Washington antes de las elecciones presidenciales. Sí, en aquel entonces la capital estadounidense estaba fuertemente preparada para las protestas que podrían irrumpir. Por una pequeña confusión con “tres gatos muertos” que se armó en la noche del 3 de noviembre, helicópteros de la policía sobrevolaron toda el área. ¿Y ayer qué? Las cuadras de la manzana de la Casa Blanca tuvieron el tránsito interrumpido, había policía por donde miraras haciendo vigilia junto a los manifestantes. Pero quienes estaban en las calles no eran los defensores de las vidas negras. 

¿Falta de preparación o trato diferenciado? ¿Falta de logística o complicidad? No se sabe todavía. Lo que sí quedó en claro, al menos para mí, es que la frase proyectada en la fachada de una pequeña iglesia que está sobre la Black Lives Matter Plaza en la noche de las elecciones (por este mismo grupo), de algún modo, predecía lo que se vivió ayer: “En caso de golpe, nosotros somos muchos, ellos son pocos”.

PS Nota redactada al son de “What's Going On” de Mervin Gaye.

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