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Politólogo y autor de “La crisis de la democracia” Entrevista
Adam Przeworski: “Argentina está experimentando todas las crisis que se puedan experimentar, salvo una: la crisis de la democracia”

Adam Przeworski

Maxi Legnani

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La imagen que aparece apenas se abre la imagen del zoom es la de un campo brumoso y soleado, en algún sitio de la campiña francesa. Detrás de un habano humeante, el destacado politólogo de origen polaco Adam Przeworski se acomoda en una silla, a la sombra, por las elevadas temperaturas del verano europeo.

Profesor de Ciencia Política en la Universidad de Nueva York, referente mundial en temas vinculados a la democracia y a la economía política, y hombre de condecoraciones varias, Przeworski habla con un español limitado pero siempre comprensible, desde la ola de calor del viejo continente.

En Buenos Aires se publicó recientemente su último ensayo “Las crisis de la democracia” (Siglo XXI editores), título que relativiza de inmediato: “Yo no creo que la democracia esté en crisis: la democracia lo está en varios países, y hay quizás fenómenos que indican que pueda suceder en algunos otros, pero yo no soy de estos alarmistas globalizantes que dicen que la democracia está en crisis en todo el mundo”. Acto seguido, agrega: “Son muchos casos: son Estados Unidos, Brasil, quizá México, India, Hungría, Polonia, y varios otros, pero no es Alemania, no es España, y yo diría que no es Argentina”

¿Cómo interviene la polarización en la afectación de la democracia, por ejemplo en Estados Unidos con Trump o Brasil con Bolsonaro?

Creo que la polarización es algo profundo y extremadamente peligroso. Creo que es una de las razones por las cuales la democracia está en crisis en varios países. Yo creo que lo nuevo es que la polarización no es tanto sobre orientaciones políticas: si uno mira las encuestas sobre inmigración, presupuesto o distribución, estas diferencias no han aumentado mucho: lo que sí aumentó es la hostilidad, que en varios países llega al odio. El peligro es que, en estas condiciones, las elecciones no puedan cumplir su función, que es la de procesar los conflictos que existen en la sociedad, de una manera pacífica. El peligro es que los perdedores de las elecciones no reconozcan los resultados y, con esto, no hay otra solución que la violencia. La polarización es un gran peligro, y entra muy profundamente en las relaciones sociales cotidianas.

¿Considera que el odio busca eliminar al adversario, entendido como enemigo?

Sí, es tratar al adversario como enemigo. Dos anécdotas, que se me ocurren, sobre Estados Unidos. En los años ‘60, entre el 4 y el 5% de los padres tenían objeciones si sus hijos se casaban con alguien que apoyara al otro partido; hoy en día, estas proporciones llegan al 50%. La otra anécdota tiene que ver con la fiesta de Thanksgiving, muy importante en Estados Unidos, en la que las familias se reúnen, viajan, etc.: hace dos años, se comprobó que, si en esa fiesta había gente que venía de distritos congresionales controlados por diferentes partidos, la cena duraba, en promedio, treinta y cinco minutos menos. Porque en las cenas familiares ya es mucho más difícil hablar de política.

¿Y qué pasa en otros países, por ejemplo, como Inglaterra, luego de la crisis post Brexit, o en otras naciones europeas, con los discursos de odio y otras formas de discriminación?

El grado de polarización varía mucho de un país a otro. Inglaterra está muy polarizada por el hecho del Brexit, pero hay una tendencia generalizada al aumento de la polarización. Yo dudo un poco porque hay varias maneras de pensar sobre la polarización, y hay varias medidas de polarización, entonces los datos estadísticos son un poco dudosos porque habría que ver qué se pregunta cuando se mide la polarización. Sin embargo, en Francia hay un aumento de polarización, también en España, y quizá no tanto en Alemania o en los países escandinavos. Pero lo cita muy bien la politóloga estadounidense Julia Azari: vivimos en una época de sentimientos partidarios fuertes con partidos débiles. El problema es que los partidos tradicionales no canalizan muy bien las posturas de la sociedad, lo que quiere decir que la gente no encuentra intermediarios para expresar sus posiciones. Esto es distinto en Estados Unidos y en Brasil, por ejemplo.

¿Cuánto intervienen las dificultades económicas y el impacto de la guerra en Ucrania en esta insatisfacción popular?

La guerra va a profundizar la crisis. Hasta ese momento, creo que las actitudes hacia la invasión rusa a Ucrania no son tan polarizadas en Europa del Oeste, aunque la mayoría de la gente se opone a ella. Esto no es algo que divida, pero los efectos secundarios y la inflación son algo que aumenta la crisis y quizá produzca una crisis nueva, porque los precios de los combustibles y de los alimentos subieron como nunca en los últimos cincuenta años, y la gente va a sufrir. 

¿Cómo puede resolverse esa falta de representatividad popular, dado el aumento de necesidades básicas que existe, con un empobrecimiento mayor? ¿Cree que puede haber una actitud conjunta de los líderes mundiales al respecto?

Yo no soy muy bueno para las soluciones, y veo el futuro, al menos en el mediano plazo, en colores bastante oscuros. Lo que pasó en Europa es que los partidos de centro-izquierda y centro-derecha perdieron parte de su apoyo, su peso electoral disminuyó, y el crecimiento de los extremos -en particular de la extrema derecha- aumentó. Hay algo en la crítica populista de nuestras instituciones representativas: estas instituciones no funcionaron como se esperaba que funcionasen, ni como deberían funcionar. Si eso hubiera sido distinto, no habría tanta desigualdad, no habría tanta pobreza. Tenemos una crisis de instituciones representativas. Hay toda una agenda política de soluciones, pero son pequeñas, y no creo que puedan cambiar la situación. 

¿Y cómo ve a la Argentina?

Bueno, tengo una perspectiva que, creo, quizá provoque protestas. Porque yo creo que Argentina está experimentando todas las crisis que se puedan experimentar, salvo una: la crisis de la democracia. Hay crisis social, hay crisis económica, hay crisis inflacionaria, hay crisis de aumento de la pobreza. Todo. Pero la democracia en Argentina funciona muy bien: hay elecciones, las elecciones son limpias, y el Gobierno que pierde elecciones, sale, y entra otro. Pero, hasta cuándo esto pueda durar, no lo sé.

¿Cree que Bolsonaro pueda no reconocer la derrota electoral, si pierde ante Lula en Brasil?

Sí, yo creo que es peligroso, pero me temo que Bolsonaro no espere hasta perder, sino que intente una forma de golpe antes de perder. Yo creo que la situación en Brasil es peligrosa, y de final bastante abierto. 

¿Y ve a Lula como un candidato que pueda encauzar esa crisis?

La pregunta sobre Lula es cuántas fuerzas puede movilizar en una unión nacional contra Bolsonaro, porque algunos no están dispuestos a unirse, aunque se opongan a Bolsonaro. Pero creo que el peligro reside entre las relaciones entre Bolsonaro y las fuerzas policiales, y -esto es una incógnita- entre Bolsonaro y los militares.

¿Cómo ve, en este sentido, la posibilidad de éxito de gobiernos progresistas en países que nunca los habían tenido, como en Colombia, o que habían tenido gobiernos más moderados, como en Chile?

El peligro en la situación de Boric es que sus bases lo empujen a tomar medidas para las cuales no tiene apoyo político dentro del rasgo institucional, que no es exactamente la situación de Allende, pero hay algo de este tipo: que las bases militantes le exijan algo que no pueda lograr, y que entonces tenga que llevar adelante otros compromisos. Hasta este momento, demuestra que lo está haciendo muy bien, pero el peligro está. Sobre Colombia, creo que el Gobierno va a tratar de comportarse de una manera pacífica y moderada, y que también va a estar presionado por sus bases.

¿Cómo analiza el fallo conservador de la Corte Suprema de Estados Unidos sobre el aborto?

Lo que pasó en Estados Unidos es que la Corte Suprema demostró que no es más que una institución puramente política, que no tiene nada que ver con observar la Constitución, pero se pronunció muy claramente por un lado. Y, con esto, la última institución norteamericana, sobre la cual la gente pensaba que quizá podía jugar un papel moderador, se derrumbó: ahora ya no hay instituciones políticas que puedan parecer neutras, que tengan la capacidad de apagar conflictos partidarios cuando surgen, y la sociedad está muy dividida, las fuerzas políticas están muy divididas, y esto va a un conflicto.

Al concluir la entrevista, el hombre, entre el reflejo de un sol contenido por frondosos árboles y por el humo de su habano, hace una pausa en su alocución, respira. En toda la conversación, casi no fumó. Antes de apagar la cámara, dice: “Sí, lo siento. Lo siento por ser pesimista”.

ML

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