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Alejandro Horowicz: “Por Milei sabemos que la sociedad argentina tiene una opinión catastrófica de su dirección política”

Alejandro Horowicz, ensayista y doctor en Ciencias Sociales

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El ensayista y doctor en Ciencias sociales Alejandro Horowicz analiza cómo llegó Javier Milei a la Presidencia a partir de su último libro El kirchnerismo desarmado. “Él es el balance cruel de la alfonsinización de la política”, explica el autor al analizar la matriz política de los últimos 40 años de democracia. Y advirtió: “El balotaje es un modo de construir una mayoría que existe solamente en las urnas en condiciones de esa elección. Y no hay que creer que la legitimidad política de Milei alcanza ese rango”. El fracaso del gobierno del Frente de Todos y la responsabilidad de Cristina Fernández de Kirchner.

Te escuché decir que el triunfo de Milei se da en el marco del vaciamiento de los conceptos y las prácticas, en el que los argumentos discursivos han muerto. Y te quería preguntar, teniendo en cuenta que muchos lo inscriben (al líder de La Libertad Avanza) en una larga tradición en la Argentina, que podemos situar en el inicio de la dictadura militar y después también con (ex presidente Carlos) Menem y otra con (ex mandatario Mauricio) Macri, ¿qué pensás que tiene esta victoria que lo distingue de esas experiencias anteriores?

‒En el caso de Macri, estamos en presencia de una fuerza política, entre comillas, nueva, pero conviene entender que él es de alguna manera una variante de la lógica interna de la Unión Cívica Radical (UCR), con quien termina finalmente en una suerte de paraguas compartido que es Juntos por el Cambio (JxC). Menem es una primera expresión muy clara de lo que es el peronismo a posteriori del '76. Milei no es ninguna de las dos cosas, sino más bien algo muy diferente. Es básicamente un lugar en el juego político que nos hace saber que la sociedad argentina tiene una opinión catastrófica de su dirección política y que básicamente hay un vaciamiento de las prácticas democráticas sustituidas por conceptos vacíos. Si vos tenés 40 años y naciste después de 1983, para vos la democracia es esto y cualquier método se juzga por sus resultados, y los resultados están a la vista. Por lo tanto, no tenés necesariamente ninguna gran opinión de la democracia si te explican que el partido que gobierna es un partido que entre sus tres banderas históricas tiene la justicia social y tenés más del 40% de pobres en este momento. Y esto se mide de octubre a octubre, no bien venga el índice inflacionario, vas a tener claro que tenés el 50% de pobres. Tu opinión sobre la justicia social no puede ser muy, llamémosla así, magnífica. Por lo tanto, uno entiende perfectamente que semejantes prácticas políticas arrojen un outsider, es decir, alguien con un nombre y una gestualidad que nos haga saber que desprecia básicamente a esta casta política que, por cierto existe, y al despreciarla en ese gesto logra que un segmento significativo de la sociedad se referencie en él. Es decir, alguien que solamente existe en los últimos dos o tres años puede rápida y fácilmente descalificar a 100 años de práctica y luchas políticas para que algo así suceda. No es simplemente un mérito personal de Milei, sino más bien una característica de la estructura política en su conjunto.

¿Por qué los aliados plebeyos del peronismo, como decís en tu libro El kirchnerismo desarmado. La larga agonía del cuarto peronismo, esos votantes históricos del partido decidieron migrar hacia otras opciones, pero sobre todo hacia Milei?

‒Hay que mirar los números de las últimas tres elecciones. En el 2015, cuando Cristina (Fernández de Kirchner) se retira y aparece como candidato el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires Daniel Scioli, que pierde la elección en el balotaje. Hay que entender esto: el balotaje no es cualquier cosa, es el modo de fabricar un resultado, pero al mismo tiempo te muestra que en esa lógica el peronismo no puede exceder los 12 millones de votantes. Cuando vos mirás el resultado de las elecciones de Macri contra los Fernández, vas a ver que los Fernández sacan 55.000 votos menos que los que obtuvo Macri en el 2015. Y cuando vos mirás el resultado de lo que obtuvo en esta última elección en el balotaje, (Sergio) Massa saca más de 1 millón de votos menos que los que obtuvieron los Fernández. Lo que vos ves es una estructura de estancamiento y decadencia, en la que mientras aumenta el padrón electoral, el peronismo desciende o está estancado o desciende, es decir, desciende más rápido o desciende más lentamente. Insisto, el balotaje es un modo de construir una mayoría que existe solamente en las urnas en condiciones de esa elección. Y no hay que creer que la legitimidad política de Milei alcanza ese rango. Y eso lo vamos a descubrir muy rápidamente, pero lo que vemos es hasta qué punto hay un rechazo por la casta política como su conjunto. Ese es un punto. Pero al mismo tiempo, cuando vos mirás la construcción política de Milei, lo que ves son los restos del naufragio de la casta política. Es decir, vos ves que todo aquello que no tuvo lugar en el PJ, en el radicalismo y en el PRO, va a parar a Milei. Es decir, Milei no es un personaje, él es el lugar imaginario en el que se rechaza este orden político sin cambiar este orden político.

En apuesta están también los sectores de menores recursos, y lo más llamativo de Milei es que tuvo la posibilidad de llegar a los jóvenes pobres y precarizados. ¿Eso es parte de de su electorado?

‒Todavía no vi un estudio sistemático y pormenorizado del electorado de Milei. Lo que tenemos son deducciones de carácter sociológico general y esas deducciones, en tanto que generales, son excesivas para sacar conclusiones finas. Hay algo que sí está claro: Milei es un hombre que sintetiza el rechazo. Ahora, ¿cómo se compone exactamente ese rechazo? Es un segundo problema porque aquí viene la cuestión. Las razones para entender por qué la sociedad y los plebeyos no votan a Massa sobran. Ahora, creer que esto necesariamente tenga que transformarse en votante de Milei es otra cosa. Lo que aquí vemos es una ausencia de izquierda. Es decir, lo que aquí vemos es una incapacidad de interpelar a la sociedad seriamente. Es la diferencia entre hablar en serio y hablar en serie, es decir, entre repetir un discurso vacío y vaciado. Vamos a entendernos: así como la democracia no quiere decir nada, luchar por el socialismo tampoco quiere decir nada a esta altura del siglo XX. Entonces, lo que estamos tratando de entender si es o no posible salir de los límites en que este juego político que está planteado. Yo creo que sí que es posible salir de los límites, pero para eso tiene que quedar en claro que hablas en serio.

Es imposible desligar el triunfo de Milei del fracaso del Frente de Todos (FdT). Hay dos actitudes contrapuestas del kirchnerismo durante el gobierno de Alberto Fernández que vos las marcas muy claramente. Primero con (el ex ministro Martín) Guzmán, podríamos decir, y después con Massa. Y vos marcás que desde el kirchnerismo se deslegitima la negociación de Guzmán con los fondos de inversión y con el Fondo Monetario (FMI), se empieza a empujarlo a la renuncia, pero después se cae en un ajuste más profundo de la mano de Massa, que termina siendo el candidato de Unión por la Patria (UP). Vos lo describís como un grado de irresponsabilidad política tan grande como incomprensible. ¿Ese es el momento en el que el kirchnerismo se confiesa desarmado, como dice tu libro (El kirchnerismo desarmado. La larga agonía del cuarto peronismo)? ¿O ese desarme es previo?

‒No, el desarme del kirchnerismo es evidentemente previo. ¿Por qué digo que es evidentemente previo? Cuando 12 años de gobierno y tres turnos presidenciales no alcanzan para construir un candidato propio y eso es toda la estrategia, conviene entender que no solo no construyeron un candidato, sino que Cristina recordó hace muy pocos meses que sería bueno tener un programa. Y aquí viene la cuestión: quién no tiene un programa está estructuralmente desarmado, quién no sabe para qué quiere llegar a la Casa Rosada y qué hacer desde la Casa Rosada, simplemente se plantea el día a día y el día a día no puede ser nunca otra cosa que el orden establecido tal cual está establecido. En consecuencia, cuando vos gobernás con el término del orden establecido tal cual está establecido, el resultado está a la vista y no puede ser nada distinto de lo que existe. Por lo tanto, la sorpresa no tendría por qué sorprender. Sorprende que sorprenda.

En el libro El kirchnerismo desarmado. La larga agonía del cuarto peronismo además planteas que Cristina estaba en una situación en la cual era candidata antes de que se decidiera que Massa fuera el candidato o tenía la opción de encumbrar a un candidato, pero que en los dos casos, vos decís, ella era la responsable. El caso de Massa, por su trayectoria tan larga, tan zigzagueante, no es la de un kirchnerista puro, ¿cómo crees que afecta?

‒Conviene recordar que Massa cogobernó con Macri varios meses y estuvo bien. Entonces hablar de kirchnerista puro no quiere decir demasiado, porque Lino Barañao también era un kirchnerista puro y esto no le impidió ser ministro de Macri. A ver, cuando vos mirás, de nuevo, las elecciones de 2015, vos entendés. Las tres fórmulas presidenciales más significativas, entre los seis candidatos, sólo Macri no era peronista y ninguno era radical. De modo que el peronismo está estallado hace un rato muy largo. Cuando vos mirás el candidato progre, que era Florencio Randazzo, el que va a ser o ya es o será, o discute la posibilidad de ser miembro del gobierno de Milei, vos entendés. Cuando vos ves que el embajador argentino que hace diez minutos no más podía ser un candidato peronista, puede ser funcionario en el mismo cargo y en el mismo lugar, y con la misma botonera en Brasilia. Vos entendés. Vos entendés que estás hablando de diferencias de marketing político y de apoyaturas históricas, y en los que los motivos de los votantes hacen la diferencia. Pero la política que está en juego es básicamente igual.

¿Cómo ves que afecta esta derrota a Cristina, teniendo en cuenta esta disyuntiva que planteabas de que era responsable de todas maneras?

‒Cristina está en absoluto, franco y continuo retroceso. Cristina no hizo otra cosa que retroceder del 2015 para acá todo el tiempo y su estrategia no existe. Y su capacidad de conducción se juzga por los resultados. Ningún dirigente político puede estar sujeto a otro balance que el de los resultados políticos que obtiene. Entonces, cuando vos mirás el kirchnerismo, vos podés decir que es una corriente residual de la provincia de Buenos Aires y que Axel Kicillof es su dirigente más significativo, para no decir el único. Ahora, el gobernador de la provincia de Buenos Aires está en una situación harto delicada, no solo porque el presidente es Milei, sino porque además se le acaba. No tiene reelección, por lo tanto, que él o juega a todo o juega a nada. ¿Qué es lo que Kicillof va a hacer? ¿Qué es lo que Axel Kicillof va a armar con la Liga de Intendentes de la provincia de Buenos Aires? Todo eso está en veremos, pero no pareciera ser que Cristina tenga un gran destino más allá de lo que Axel personalmente desee, porque la lucha política impone sus propios términos. Y Cristina no es en este momento un capital político. Es más bien un lastre político.

Hay algunas frases obviamente muy destacables de este libro entre ellas "Si algo caracteriza a los derrotados es el desprecio por la propia experiencia, algo que impide apropiar esa derrota como fuente de conocimiento para transformar la realidad". ¿A qué pensás que se debe ese desprecio?

‒Vos sabés que una de las cuestiones más complejas para cualquiera es soportar el fin de sus propias ilusiones. Todos, inevitablemente, tenemos ilusiones, porque no es cierto que el principio de realidad se nos impone con tanta claridad siempre, sino costosa y trabajosamente. Nosotros vamos en rezago al principio de realidad y trabajosamente nos vamos adaptando a él. Aceptar la idea de que el peronismo es un tren que ya no lleva a ninguna parte sino a esta catástrofe supone abandonar largas ilusiones de muchos, con muchas décadas y de mucha historia detrás. Pero lo cierto es que esa es la situación. Y quien no acepte esta situación, quien elija defender sus ilusiones, pues bueno, está en una situación muy complicada. Por eso las ilusiones descienden a medida que bajas en la estructura etaria. Porque, a ver, para tener muchas ilusiones sobre el peronismo hay que tener 70 años. Con 50 años ya tenés bastante menos ilusiones; con 40 no tenés por qué tenerlas; y después de 30, si las tenés, ya es un asunto personal para tratar en otro espacio.

Hay un texto que está incluido en este libro El kirchnerismo desarmado. La larga agonía del cuarto peronismo, que a mi criterio es absolutamente clave y vigente. Lo publicaste en su momento como prólogo a una de las últimas ediciones de Los cuatro peronismos, si no me equivoco, y que ahora está incluido también en este último libro. Se llama La democracia de la derrota, es un texto muy interesante porque además va a contramano de lo que yo diría la relativamente reciente reivindicación romantizada del alfonsinismo. Me gustaría que expliques a qué te referís y en qué medida todavía hoy explica los límites de la democracia.

‒Comparto absolutamente tu lectura del texto y te confieso, cuando yo lo escribí en su versión original, que no es la que publico ahora, porque intento reescribirlo en función de los nuevos sentidos que adquiere en este contexto, lo terrible es que yo nunca pensé que en 1991 estaba escribiendo lo que explicaba la matriz del orden político argentino y mucho menos entendí que explicaba la matriz de los golpes de Estado en toda Sudamérica de ese período. Lo que me asombró es que efectivamente terminó siendo así. No tengo la arrogancia de creer que mis hipótesis analíticas necesitan tener obligatoriamente confirmación histórica. Es más, en muchos casos preferiría que estuvieran equivocadas, sería más amable para todos. Pero lo terrible de esta situación es que trágicamente son correctas. Entonces volvemos al problema de la alfonsinización de la política. Alfonsín tiene una mano de cartas excepcional y una legitimidad descomunal. Tenía la posibilidad de modificar el orden político en una dirección absolutamente diferente y opuesta a la que constituye el 1976, la dictadura burguesa terrorista de Jorge Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti. Ahora bien, miremos por qué. Cuando está la deuda externa, Raúl Alfonsín, cuando es candidato, plantea la diferencia entre deuda legítima y deuda ilegítima, es decir, entre la plata negra girada al exterior y la deuda que las empresas toman. La diferencia no era muy difícil de constatar. Había que tomar y cruzar los datos entre la plata girada al exterior a través del sistema financiero y las declaraciones a la vieja Dirección General Impositiva, hoy AFIP, para saber qué parte era la legítima y qué parte era la ilegítima, como correctamente había planteado en su campaña electoral. No solo no lo hace, sino que legitima y transforma en legal una deuda que de ninguna manera tiene ese tamaño. ¿Qué quiere decir poner ese número en entredicho? Primero, supone que la deuda es bastante más pequeña y, segundo, que contás con un dinero que no contabas antes. Tenés un doble movimiento: por un lado debes menos, y por otro lado, tenés otro rango de reservas en el Banco Central. Por lo tanto, vos tenés la posibilidad de que la deuda externa no sea el regulador de los montos internos. Cuando la deuda alcanza sin los servicios 5, 6, 7 u 8 puntos del PBI, todos los demás valores tienen que ajustarse a esta necesidad de pago. Si la deuda son 2 puntos del Producto, estamos completamente en otra situación. Este es el sistema estructural de la iniciación de la política. Y el segundo es la devaluación continua del discurso. Con la democracia se come y se educa, pero ni se come, ni se educa, ni. Y aquí es donde tenés el balance horrible en que después de 40 años de democracia te muestran a qué hemos llegado. A Milei. Pues bien, él es el balance cruel de la alfonsinización de la política.

Cuando uno escucha el recuerdo tiene más que ver con esta idea del Padre de la Democracia, pero se pierde esto que estás marcando de lo que no pudo, lo que no quiso, lo que dejó de hacer y lo que impactó y lo que ese proceso impactó en la política hasta hoy, ¿no?

‒Además, una cuestión ¿en qué se transformó la UCR? Si Alfonsín fuera lo que el alfonsinismo creyó, el radicalismo no podría ser esto que es. Para entender el despliegue de un proceso es preciso mirar las distintas estaciones y el punto de llegada, y entender que eso no empezó la semana pasada, y la idea de que algo de lo que está sucediendo hoy es simplemente una mala praxis de algo que se hizo hace 15 minutos es una idea muy pueril e instrumental de la política. Es una idea que no permite inteligir a la política, sino como un conjunto azaroso de circunstancias y no como una gramática viva de una sociedad determinada. Si yo quiero entender por qué el radicalismo es esto hoy y por qué el alfonsinismo es una declaración, tengo que plantearme qué era el alfonsinismo en su mejor momento y en su mejor momento cooptó discursivamente a todas las otras fuerzas políticas. No puede entenderse a Menem sin Alfonsín.

Decís sobre el final también en La democracia de la derrota que el establishment odia a los experimentos económicos y mencionás que fue el poder económico el que le puso como ministro de Economía o de Hacienda a Roberto Alemann a (Leopoldo) Galtieri. ¿Qué puede pasar con Milei si su gobierno queda asociado rápido a un experimento sin base real?

‒Que está asociado a la improvisación no requiere ni de tu opinión ni de la mía. Yo jamás había escuchado que un gobierno antes de asumir ya estuviera en crisis. Este es el primer caso que yo conozco. Cada vez que pone una pieza en el tablero tiene que mover otras tres porque se le caen. Entonces vos te das cuenta que eso está pegado con alambre. Al mismo tiempo, cuando yo hago como diagnóstico la estanflación y digo que va a durar dos años, lo que estoy diciendo es que el único remedio que yo conozco para la crisis es la crisis. Pues bien, lo que ese hombre nos está informando es que la crisis se va a agravar y se va a acentuar. Que los votantes lo votaron para que la crisis se agrave y se acentúe es una idea, para decirlo con amabilidad, trivial. Ni bien haya que probar el gusto horrible de la acentuación de todo esto, vamos a ver hasta qué punto esa legitimidad lo sostiene, sin exagerar, dentro de 90 días.

Entrevista realizada por Diego Genoud en su programa Fuera de Tiempo (Radio Con Vos).

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