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El año sabático de Marcos Peña: mudanza a Pilar, consultorías, revisión de la gestión y el “vamos a volver” PRO

El exjefe de gabinete, en agosto de 2019

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Con apenas 43 años, Marcos Peña empezó a mirar hacia atrás. Pese a haber desdeñado sistemáticamente el valor de bucear en la historia, ahora se entrega a una contemplación reflexiva de su trayectoria. De la suya y de la del PRO, que son una misma cosa. Peña se subió al tren bala amarillo en 2002. Tenía 25 años y se había recibido de Licenciado en Ciencias Políticas en la Torcuato Di Tella. Fue un nacido y criado en la fundación Creer y Crecer, el antecedente oenegista del partido fundado por Mauricio Macri. 

En 2003 consiguió una banca como legislador porteño. Y desde 2007 a 2015 fue Secretario General del alcalde Macri. Durante ese viaje se convirtió en una influencia intelectual determinante para quien sería presidente. Si Horacio Rodríguez Larreta era la mano derecha operativa de Macri, Marcos Peña era su estratega en las sombras, una suerte de joven maravilla. 

Tras la derrota electoral de 2019, la relación entre Macri y Peña se enfrió. Chatean por WhatsApp, hablan por teléfono y hasta se encontraron una vez en las oficinas que Macri montó en Olivos, a tres cuadras de la quinta presidencial. Pero Peña abandonó el papel de asesor full life que cumplió durante más de 15 años. 

Con Macri en el despoder, aunque activo como líder de la oposición, ese rol lo ejerce otro varón sub-45: el exsecretario general de la presidencia Fernando de Andreis. Si bien es un consigliere menos intenso y abarcativo que el exjefe de gabinete, De Andreis administra la flamante Fundación Mauricio Macri. 

Peña, por ejemplo, ahora se entera por los medios y las redes sobre las opiniones que Macri postea en Facebook. Ya no existe la instancia de consulta previa obligada con él. Se acabó la era macrista del “Marcos, y vos ¿cómo lo ves?”

En el último año, Peña se dedicó a revisar en detalle la cocina de la gestión macrista. Tanto la de los cuatro años de presidencia, como los ocho anteriores en la jefatura de gobierno. Se enfocó, en especial, en la performance de su equipo, cuyas responsabilidades excedían largamente la política comunicacional. Desde los tiempos en que Macri era alcalde, el peñismo talló en la estrategia política más integral. A partir de charlas y encuentros con los principales exfuncionarios de su tribu -como Julián Gallo, Mora Jozami, Hernán Iglesias Illa, Fanny Peña y Diego Copello-, intentó reconstruir el sistema de toma de decisiones que había consolidado con su tropa. Su tesis es que el germen de los errores y aciertos que el macrismo cometió en la Rosada ya estaban presentes en la gestión de la ciudad. Según el exjefe de gabinete, la matriz del funcionamiento porteño se trasladó a la Nación. ¿Se trata de una autocrítica implícita? Relativamente. Quizás con un poco menos de autoindulgencia que la que Macri exuda, los peñistas se concentran en lo positivo: eligen enumerar los supuestos logros alcanzados entre 2015 y 2019 mientras cuestionan, de pasadita, al gobierno de Alberto Fernández. 

“Marcos está preocupado. Ve que no hay un horizonte claro en ningún aspecto: político, económico, sanitario, educativo. Nota que hay una oportunidad para que Juntos por el Cambio vuelva al poder en 2023 y gane las legislativas de este año. Él va a colaborar para lograr que así sea”, asegura un dirigente que charla habitualmente con su (ex)jefe.

El racconto que Peña puso en marcha se podría transformar en un libro. Hay un antecedente. En 2013, publicó -junto a Alejandro Rozitchner- Estamos: una invitación abierta. El texto repasa las historias de personas que, entusiasmadas con la figura de Macri, se sumaron a la cruzada amarilla. Pero publicar todavía no es una prioridad para Peña, si bien ya escribió algunos bocetos e ideas. Su intención tampoco es competir con Primer tiempo, el libro de reflexiones que Macri ya terminó. Escrito con la ayuda del ex Subsecretario de comunicación estratégica, Hernán Iglesias Illa, y el ex secretario de Cultura, Pablo Avelluto, la versión macrista de la historia saldrá a la venta en marzo. 

Marcos está preocupado. Ve que no hay un horizonte claro en ningún aspecto: ni político, ni económico, ni sanitario, ni educativo. Nota que hay una oportunidad para que Juntos por el Cambio vuelva al poder en 2023

El exilio interior de Peña también es geográfico. Con su esposa, la periodista Luciana Mantero, y sus dos hijos se mudó a Pilar. La familia cambió el departamento porteño de la calle Soler por el entorno agreste del country Chacras de Murray. Alquilaron una casa y se instalaron al inicio de la cuarentena. El 15 de marzo del año pasado, tras vacacionar en Uruguay, Peña iba a festejar su cumpleaños 43 en Pilar. Pero la pandemia lo obligó a cancelar el evento. Desde que la familia hizo base en la casa del country y club de golf, el tres ambientes de Palermo quedó prácticamente deshabitado.

En diciembre pasado, en una de las excursiones a la Capital al volante de su Volkswagen Suran 2013, Peña se reunió con el alcalde Horacio Rodríguez Larreta. “Horacio lo aprecia y valora mucho profesionalmente”, revelan cerca del alcalde. Algunos dirigentes de Juntos por el Cambio -los macristas,en particular- consideran que a Rodríguez Larreta le falta un equivalente a Marcos Peña: alguien que concentre la mirada estratégica y marque el rumbo discursivo. 

Pero el alcalde prefiere una construcción de poder más radial. Ni el secretario de Comunicación, Federico Di Benedetto, ni el de medios, Christian Coelho, cumplen la enorme función que Macri había delegado en su jefe de gabinete. “La comunicación no puede ir adelante de los tiempos de la política. Por eso todavía no está tan activa, porque falta para el proceso electoral y la campaña. El timing es clave”, opina el extitular del sistema de Medios Públicos, Hernán Lombardi. El radical macrista le comenta a elDiarioAR que “Marcos decidió tomarse un tiempo para reflexionar y está muy bien, pero igual participa de algunos Zooms del equipo”.

Con María Eugenia Vidal, en cambio, la bilateral de Peña quedó herida y congelada a fines de 2019. La exgobernadora lo señalaba como uno de los culpables de la doble caída electoral. Al igual que Emilio Monzó, le achacaba haber forzado el speech de la polarización. Y una crítica más: haber descartado alianzas políticas amplias, en nombre del marketing de la pureza amarilla. Pero, en los últimos meses, Peña y Vidal se acercaron: charlaron con la intención de -por lo menos- entibiar el vínculo. Y continúan en el proceso de deshielo.  

Por debajo de las figuras centrales del PRO, Peña recibe mails y WhatsApps de varios dirigentes de segunda línea: intendentes, diputados y candidatos lo tantean y le piden una consultoría al paso. 

Ante la consulta de un intendente bonaerense sobre cuál debía ser la identidad cambiemista, el exjefe de gabinete le dio su mirada sobre la dinámica de las dos grandes coaliciones argentinas. Para Peña, existe un tironeo al interior del oficialismo y la oposición. En ambos espacios conviven los sectores pro-sistema con los que impulsan transformaciones estructurales. En nombres propios, Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri son opuestos que se parecen: ambos pretenden cambios de fondo. Por ejemplo, la reciente legalización del aborto y la reforma previsional sancionada por el macrismo en 2017. Así, según esa visión, los liderazgos cristinistas y macristas traccionan a los más corporativos y pro-sistema, como Horacio Rodríguez Larreta y Sergio Massa. En ese panorama, Peña simpatiza con el ímpetu más rupturista que encarna Macri.

El politólogo de la Di Tella no factura asesoramiento y “coucheo” a los propios. Es su aporte militante, hecho desde el ostracismo y el perfil bajo. Pero Marcos, según afirman con orgullo moral sus amigos, “necesita trabajar para vivir”. Sus ingresos provienen de las charlas y las consultorías que realiza para empresas, universidades y partidos políticos, en Argentina y Latinoamérica.

Si bien se mantiene en contacto con buena parte de sus exfuncionarios, Peña no trabaja con ellos.

El peñismo entró en diáspora tras la salida de la Rosada. El círculo de confianza del exjefe de gabinete se repartió entre pegarse a Macri, a Rodríguez Larreta, hibernar sin un rumbo muy claro en el PRO o jubilarse de la política. Hernán Iglesias Illa, Gustavo Gómez Repetto y Julián Gallo trabajan para Macri, haciendo base las oficionas que el expresidente montó en Olivos cual Instituto Patria del PRO. Gallo maneja las redes sociales del expresidente. Fanny Peña y Mora Jozami colaboran con la Fundación Macri, pero -a la vez- desarrollan consultorías, encuestas y estudios para el gobierno porteño. Ex Directora General de Discurso, Julieta Herrero ejerce desde el edificio PRO de Balcarce y Belgrano: revisa y aporta a los posteos y las apariciones calculadas de Macri. El secretario peñista Rosendo Grobocopatel, hijo del llamado “Rey de la soja”, también se desempeña en la sede macrista de Balcarce. Excanciller en las sombras de Macri, Fulvio Pompeo todavía asesora al expresidente en política internacional y, en paralelo, montó una fundación bautizada Global.

Los peñistas retirados de la política son dos: Diego Copello, excoordinador audiovisual de los contenidos de Presidencia, y Lucía Aboud, mano derecha en el gabinete de Peña. Copello ahora trabaja en una productora de televisión mientras que Aboud se radicó en Madrid, donde da clases y se puso en pareja con un español. 

A finales de 2015, ni el más pesimista de los seguidores de Marcos hubiera imaginado este nivel de dispersión. Peña, quizás, mucho menos. La coronación de su grey en la Rosada estaba cargada de ínfulas, sobrevolaba un espíritu refundacional. Al elegir no defenderse, Peña alimentó durante un tiempo el deporte de pegarle al caído. Un año sabático después, cree que Juntos por el Cambio merece una nueva oportunidad. Tal vez nunca lo dejó de creer.  

AF

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